miércoles, 28 de abril de 2021

Todos seremos olvido.


Una de las consecuencias, seguramente menor si se compara con otras, de las restricciones 
obligadas por la pandemia del Covid-19 es la que le ha tocado a nuestro oscarizado director 
de cine Fernando Trueba con su película El olvido que seremos, que no la ha podido estrenar, 
(como tenía previsto) en 2020 pese a estar incluida dentro de la selección oficial del Festival 
de Cannes, festival aplazado debido a la pandemia, haber clausurado, fuera de concurso, el 
Festival de San Sebastián, haber sido ganadora del premio al mejor filme del Festival 
CineHorizontes en Marsella (Francia) en enero de 2021 y galardonada con un Premio Goya en 
la categoría de mejor película iberoamericana (en teoría es colombiana, aunque su director 
sea Trueba y su principal protagonista Javier Cámara) en marzo de 2021. La película está 
basada en la novela homónima del escritor y periodista colombiano Héctor Abad Faciolince 
publicada en 2005. 

 
En ella, el autor narra el asesinato por los paramilitares de su padre, Héctor Abad Gómez en 
Medellín en 1987 y cuenta el inmenso vacío que dejó en él y en toda su familia la pérdida de 
este hombre, médico de profesión, que dedicó su vida a luchar por los derechos humanos y 
mejorar la vida de los más desfavorecidos1. Describe de forma muy emotiva la relación de 
profundo amor que los unía desde que era un niño, la admiración que sentía hacia él, un 
hombre cariñoso, alegre, que educó a sus hijos desde la tolerancia y el respeto; que quiso 
abrir sus mentes a los libros, a los grandes escritores, a la cultura y que luchó casi 
obsesivamente por cambiar las cosas en la Colombia convulsa de los años 80. Una época 
devastadora, en la que todos aquellos que “molestaban”, eran apuntados en listas negras y 
asesinados sin miramientos.

 

Salvando las distancias, este libro consiguió que se encendiera viva una cuestión acerca de la 
paternidad, poniendo como base la educación, el respeto, el amor, el cariño incondicional y la 
confianza absoluta hacia los hijos en una vida familiar hecha de cotidianidad, esfuerzo, amor, 
felicidad... y dolor. Algo sobre lo que me ha hecho reflexionar y que ha seguido latiendo en mi 
cabeza después. Es un libro conmovedor, escrito con el corazón en la mano2, que relata una 
de tantas historias tristes, que quedan tras la pérdida de un ser querido. Sin que parezca que 
se le hace publicidad, un libro indispensable de tener en la biblioteca (en Colombia se ha 
convertido en un fenómeno de culto. Editado también en España, México y otros países, esta 
novela testimonial ha sido uno de los libros más leídos en Iberoamérica en lo que va 
transcurrido de este siglo).

 
El título del libro está tomado del primer verso de un maravilloso soneto atribuido a Jorge Luis 
Borges, "Aquí, hoy", que dice “Ya somos el olvido que seremos / El polvo elemental que nos 
ignora”. El poema, apócrifo o auténtico de Borges, fue encontrado en el bolsillo de Héctor 
Abad Gómez, el padre del autor, el día de su asesinato, junto a una lista de personas 
amenazadas que incluía su nombre. Y hoy, 28 de abril, para no alimentar ese olvido, es 
momento de poner en valor los versos, auténticos o apócrifos de Borges, “Ya somos el olvido 
que seremos / El polvo elemental que nos ignora” porque, ciertamente, todos seremos olvido y 
polvo, antes o después, aunque sea verdad eso de que alguien no muere realmente mientras 
es recordado, pues ¿y si no queda nadie que recuerde?, a la vez que entonamos un canto 
sentido sobre la paternidad, sobre la ausencia, pero, sobre todo sobre el amor y la familia.

 
Quizá sea conveniente en este punto distinguir entre olvido personal, consecuencia, al final, 
de la evolución de un sentimiento, y olvido oficial, que suele obedecer a otras causas, 
esencialmente políticas, para hacer ver que algo no ha existido (incluso se promulgan “leyes 
de olvido”). Un caso ilustrativo muy reciente: hace sólo dos días se cumplieron 35 años del 
accidente en la central nuclear de Chernóbil, en el norte de Ucrania, que en ese momento 
pertenecía a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a 3 km de la ciudad de Prípiat,  
levantada para albergar las familias de los trabajadores de la central, con 335.000 personas 
reubicadas (135.000 evacuadas las primeras 24 horas después del accidente) y miles de 
muertos e irradiados con una muerte diferida y lenta, que está considerado el peor accidente 
nuclear de la historia, y junto con el accidente nuclear de Fukushima I en Japón en 2011 como 
el más grave en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (accidente mayor, nivel 7). 
Asimismo, suele ser incluido entre los grandes desastres medioambientales de la historia pero 
como sus causas y desarrollo son objeto de controversia, el olvido oficial, no tal vez sobre el 
propio hecho, imposible de ocultar, sino sobre el sacrificio de personas que fueron llevadas al 
matadero (básicamente, soldados de reemplazo y bomberos), de acuerdo, para salvar otras 
muchas vidas… y para tapar, de paso, la incompetencia de estamentos oficiales, es clamoroso 
a la vez que inmoral. Vale que era su obligación, pero, ¿olvido? Oficial, quizá (son números) 
mas personal… Pero, sea como sea, recordando nuevamente a Borges, el olvido es una de las 
formas de la memoria, aunque, ciertamente,  Ya somos el olvido que seremos / El polvo 
elemental que nos ignora. Y siempre ha sido, es y será así, admitámoslo, pues, como dijo 
Quevedo en su  
Elogio al Duque de Lerma,

 	“… Feliz el que…//.. nunca olvida 		
	ser polvo, en el halago del tesoro, 		
	y el que sin vanidad desprecia el oro...”
 
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1Por cierto, el autor también ha declarado que "La relación con tu país es como la familia, duele mucho"

2El, por otra parte, controvertido Mario Vargas Llosa dijo de él: «El libro es desgarrador pero no truculento, porque está escrito con una prosa que nunca se excede en la efusión del sentimiento, precisa, clara, inteligente, culta, que manipula con destreza sin fallas el ánimo del lector, ocultándole ciertos datos, distrayéndolo, a fin de excitar su curiosidad y expectativa, obligándolo de este modo a participar en la tarea creativa, mano a mano con el autor».

 

domingo, 25 de abril de 2021

Cómics e historia.


Por una de esas coincidencias que a veces pasan, el otro día, al intentar medio ordenar en los 
estantes de los libros unos cómics releídos (¡qué desorden, Señor!), me aparecieron juntitos un 
libro con la edición integral del buscadísimo El Cid, del genial Hernández Palacios, un ejemplar 
de Monte Arruit, de Braña y Bermejo, y uno de Maus, de Spiegelman, seguramente porque 
todos ellos son de temática histórica y, en su día (que no me acuerdo) se pusieron juntos por 
ello. Para refrescar un poco la memoria, decir que el primero es una epopeya gráfica basada, 
muy libremente, en la leyenda de El Cid (aunque, curiosamente, el protagonista no es él), el 
segundo versa sobre uno de los episodios más oscuros, desconocidos y tristes de nuestra 
historia reciente y el tercero es la crónica de un superviviente a las cámaras de exterminio 
nazis. El “hallazgo” permite reflexionar, aunque sea muy libremente, sobre el rol de lo que 
alguien llamó “la literatura dibujada” en nuestras ideas y convicciones.

 
El cómic, ese llamado noveno arte que une la narrativa visual del cine con los diálogos y 
recursos literarios de la narrativa escrita, ha evolucionado enormemente desde esas primeras 
tiras cómicas de los periódicos estadounidenses que buscaban mostrar una moraleja antes 
que contar una historia. Autores y artistas han llevado este arte a un nivel muy superior, 
pasando a ser otro medio de transmitir historias complejas, conmovedoras o despiadadas con 
la misma facilidad con la que lo hace un libro1 o una película. La historia, como tal, debe darse 
a conocer para que no se repitan los errores pasados, y el cómic ha resultado ser un narrador 
capaz de representar con fidelidad las luces y sombras de la humanidad. El cómic ha 
demostrado sobradamente su capacidad de convertirse en medio y herramienta para 
desarrollar, por un lado, universos de ficción en los cuales el límite está tan solo en la 
imaginación de sus creadores; sin embargo, eso no ha impedido que algunos autores hayan 
preferido apoyarse en hechos y personajes históricos o épocas determinadas de la humanidad 
como contexto a partir del cual construir sus ficciones o, se hayan decantado por la 
reconstrucción de los mismos (incluyendo la manipulación descarada, como lo atestiguan los 
cómics que se publicaron en nuestra guerra -in-civil, la Segunda Guerra Mundial, la “guerra 
fría”,...) Más que un matrimonio de conveniencia, lo que existe entre el cómic y la historia pasa 
por ser un verdadero amor inmortal plagado de momentos memorables.

 

Mientras el cómic estadounidense de superhéroes se ha convertido
desde hace ya años en su 
reserva imaginativa comercial, en Europa una nueva corriente reivindica la vigencia creativa y 
cultural del medio desde una perspectiva de autor. La autobiografía, la historia (hay excelentes 
trabajos, bien documentados, de todas las épocas: prehistoria, edad antigua, medioevo, 
historia moderna, el “lejano oeste” - sí, por autores europeos -, etc.) y la historieta de trasfondo 
social (hace falta aquí reconocer en ella la labor de autores como Carlos Giménez) son los 
caminos emprendidos por estos nuevos creadores para demostrar la vigencia del cómic. 
esto es así porque hay que ser consciente de que el camino que hemos seguido marca el que 
seguiremos en el futuro y que las decisiones tomadas, buenas y malas, decidirán qué nos 
pasará más adelante. Nuestras vidas son pequeñas tiras cómicas perdidas entre las páginas 
de los cómics de temática histórica. Como en la novelaNiebla’ de Miguel de Unamuno, poco 
podemos hacer para cambiar qué ocurre a nuestro alrededor salvo protestar a nuestro creador. 
La Historia (con mayúscula) es ese conjunto de desgracias y alegrías en las que pensamos 
para intentar justificar o cambiar el mundo que nos toca vivir ahora, esas pistas que fueron 
dejadas por los que estuvieron antes que nosotros. Ya sea en las paredes de una cueva, en 
las profundidades de una biblioteca o en la memoria interna de un ordenador, el ser humano 
parece tener (por suerte) una necesidad de plasmar lo que ocurre a su alrededor para dejar 
constancia de los grandes triunfos y fracasos de cada época. Heródoto, considerado el primer 
historiador, comenzó una tradición que llegaría enormemente extendida y desarrollada hasta 
nuestros días.

 
¿Son, pues, los textos, pongamos por caso, de los poemas épicos la Ilíada o de la Odisea, de 
Homero, una representación fiel de los hechos ocurridos? Sí y no. Con ese afán, tanto de 
adoctrinar como de hacer más sencillos los hechos, es una práctica común que los autores 
(también los de cómics) mezclen realidad y ficción para narrar los acontecimientos que han 
marcado las distintas épocas, tanto en sesudos y serios textos oficiales como en obras 
declaradamente de ficción. Desde los cuentos populares, los romances, las leyendas, los mitos 
o, más recientemente, las películas y series de televisión; la historia se adapta a mil formas 
distintas con tal de ser difundida. La imaginación humana se une a la realidad social para dar 
lugar a historias humanas que, tal vez, pasaron desapercibidas durante años.

 
Analizando las obras reaparecidas en las estanterías podremos ver las dos caras de la 
moneda en el tratamiento de los datos históricos. Prescindimos en esta ocasión del Maus de 
Spiegelman en este análisis, no por nada; simplemente porque su temática no forma parte 
directa de nuestra historia, pese a que, ciertamente, la locura nazi está incorporada a la
historia de toda la humanidad, y nos centraremos en los trabajos de Hernández Palacios y del 
equipo Braña-Bermejo

 

Para empezar por
El Cid, Hernández Palacios la desarrolla en cuatro álbumes (nunca llegó a 
dibujarse el quinto álbum de la serie, del que el autor dijo en 1997 que tenía planificado ya su 
argumento, pero falleció tres años después sin encontrar editorial interesada en publicarlo)  
con cuatro historias, la primera, que sirve de introducción a los personajes, consiste en la 
historia de la dama Usúa (nombre en euskera que viene de Urtsua/Ursua/Usua/Usoa - Paloma -,
por la Virgen de Ujué del Santuario-Fortaleza de Santa María de Ujué, en Navarra), la cual 
vive en un  valle alejada del mundo, la segunda  sería la de Las Cortes de León, en donde 
veremos a cada uno de los protagonistas de la familia real y las rencillas entre ellos, el tercer 
álbum es el de la batalla y toma de Coimbra y el cuarto La Cruzada de Barbastro, y la historia 
empieza justo  después de la batalla de Graus en 1063 y  concluye con  la muerte de 
Fernando I el Magno, en 1065. Estamos ante una serie de temática medieval, con un trasfondo 
histórico muy concreto, la España de la reconquista y con una documentación muy meticulosa 
por parte del autor, el cual se documenta con obras como El Cantar del Mio Cid, Historia de 
España de Menéndez Pidal o incluso la película El Cid dirigida por Anthony Mann y 
protagonizada por Charlton Heston. Palacios recrea muy bien todo el marco socio-político del 
siglo X, con alianzas entre los cristianos y los musulmanes, relaciones de vasallajes en ambos 
sentidos y disputas entre los cristianos de todo tipo. Una buena muestra de ello es la relación 
de Sancho II con el emir de Zaragoza, Moctadir, las disputas entre cristianos o el episodio de 
la Cruzada de Barbastro, en donde por iniciativa del Papa de Roma se crea un ejército de 
mercenarios que irrumpen en la península para combatir a los musulmanes, estando al margen 
las tropas castellanas. La obra de Palacios está repleta de escenas cotidianas, recordando en 
esos aspectos estéticos a la obra de mediados del siglo pasado del maestro canadiense-
estadounidense Harold Foster: soldados entrenando, páginas enteras explicando como se 
mueve un ejército por sitios infranqueables, detalles de la vida en la corte y personajes 
retorcidos y malvados que pongan el contrapunto a los protagonistas. Es importante destacar 
que la obra de Palacios estaba promovida en 1970 por la entonces nueva revista Trinca, de 
Editorial Doncel, propiedad del falangista Frente de Juventudes, aún durante la dictadura 
franquista, aunque ya en sus últimos estertores, en la que la exaltación de los símbolos 
mitos nacionales es parte fundamental de la propaganda del Régimen.

 

E
n el otro extremo, la obra de Braña y Bermejo Monte Arruit se refiere a un episodio oculto 
(¿ocultado en una historiografía que sólo narra victorias a un público “patriota”?) de nuestro 
pasado reciente, que tuvo lugar en el verano de 1921 (habrá que ver cómo se conmemora, si 
se conmemora, el centenario, precisamente este año), durante el tiempo en el que Marruecos
era protectorado español, en el curso de la guerra del Rif (también desconocida). El General 
Navarro con las tropas procedentes de la retirada de Annual (tras la grave derrota militar 
española, importante victoria para los rifeños comandados por Abd el-Krim. La batalla 
ocasionó la muerte de alrededor de once mil quinientos miembros del ejército español, de ellos, 
nueve mil españoles y dos mil quinientos rifeños afectos a España encuadrados en unidades 
indígenas, más de la mitad ejecutados tras rendirse) se refugió en el fuerte de Monte Arruit  
(localidad conocida hoy como Al Aaroui), donde quedó cercado a la espera de recibir ayuda de 
Melilla, la cual jamás llegó. La fortificación fue asediada desde el 24 de julio hasta el 9 de 
agosto en que se produjo la rendición, tras un pacto por el cual la tropa podría volver a Melilla 
entregando previamente el armamento. Los supervivientes tras deponer las armas fueron 
asesinados por las tropas rifeñas, quedando prisioneros únicamente algunos oficiales que 
fueron liberados tras el pago de un importante rescate. Fallecieron 3000 miembros del ejército 
español, la mayoría soldados, solamente lograron escapar con vida unos 60 hombres. En el 
cómic podemos ver el horror de la guerra desde el primer plano; se centra en gran medida en 
las necesidades del día a día de una plaza sitiada: la búsqueda de agua, el hambre, los 
cigarrillos, la importancia de los pozos o la pérdida de la dignidad de las personas. En cierto 
modo, vemos la deshumanización que los militares, y las personas en general (aunque es 
verdad que en el cómic se trata de militares), sufren en las guerras, las infecciones, la 
convivencia con la muerte, el sacrificio de animales, el suicidio o la deserción. El patriotismo 
queda a un lado cuando la guerra muestra su lado más cruel. Y el final, como no podía ser de 
otro modo, trágico y cruel. Fiel a la realidad. E incluye la transcripción de una carta escrita 
desde el frente por un soldado español a su novia, poco antes de morir, y que inspira en parte 
la historia que da pie al cómic. Testimonio escrito de nuestra historia real. Un cómic que sabe 
tocar la fibra y que responde a la idea del propio Braña en el prólogo, contrariamente a lo que 
hemos visto en las fuentes de El Cid de Palacios:La historia la hace quien la vive, no quien la 
escribe.

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1Como ya dio a entender Romà Gubern en su libro de referencia de 1972 El lenguaje de los cómics.

 

domingo, 18 de abril de 2021

El hambre más allá de Los Juegos (del hambre).



En los últimos meses (ya más de un año) toda la atención mundial ha estado puesta, 
conteniendo la respiración, en la evolución de la crisis socio/económico/sanitaria generada por 
la pandemia del aún semidesconocido coronavirus Covid-19, de una gravedad indiscutible. Sin 
embargo, desde hace muchos años, gran parte de la humanidad se ha visto y se ve azotada 
por otra pandemia que, a diferencia del covid, no se detiene (los estudios apuntan que esta 
pandemia de ahora acabará cuando menos se espere, cuando el “bicho” se canse de hacer 
mal, eso sí, con la colaboración en acelerar ese final de la mascarilla, el confinamiento y la 
vacuna) ni se investiga, sino que va en aumento: el hambre, y el número de personas 
afectadas crece cada año. 

 
Siguiendo con la tónica de banalización de realidades difíciles ya apuntada en nuestras 
reflexiones sobre la pobreza, el hambre no es lo que presenta la exitosa película de ciencia 
ficción de Gary Ross (basada en la novela del mismo nombre de Suzanne Collins) Los juegos 
del hambre. El hambre se manifiesta técnicamente cuando una persona no puede acceder a 
alimentos; si esta situación se alarga, puede presentar desnutrición, que es el estado en el 
que al cuerpo le faltan los nutrientes necesarios para llevar una vida sana. Quizás no seamos 
conscientes de ello, pero también en nuestro entorno, no en las manidas imágenes africanas, 
hay gente con problemas para acceder a la comida y a una alimentación saludable. Por eso, 
el hambre se considera la mayor pandemia del siglo XXI y, según cifras de estudios creíbles, 
mata a 3,1 millones de niños cada año1 (8.500 niños y niñas cada día). Y las pruebas revelan 
que el mundo no va por buen camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 
(ODS) de la ONU de Hambre Cero para el año 20302. El hambre es el causante del 45% de 
las muertes entre los menores de 5 años en todo el mundo, y se calcula que 47 millones de 
niños y niñas de menos de cinco años sufren de adelgazamiento patológico, 14,3 millones de 
los cuales en casos muy graves.  
 

El hambre, estrechamente vinculada con la pobreza, también tiene rostro femenino. La 
pobreza afecta más a las mujeres que a los hombres pues las desigualdades de género están 
en el origen y las consecuencias del hambre y la pobreza, ya que las mujeres tienen menos 
oportunidades para recibir una educación y para encontrar empleo remunerado, además de 
escasa presencia en espacios de representación y de toma de decisiones. Las previsiones 
muestran que el mundo no está en vías de acabar con el hambre para 2030 y, pese a que se 
han realizado ciertos progresos, tampoco lleva camino de lograr las metas mundiales sobre 
nutrición, de acuerdo con la mayoría de los indicadores. Además, es probable que la seguridad 
alimentaria y el estado nutricional de los grupos de población más vulnerables se deterioren 
aún más debido a las repercusiones socio-económicas y sanitarias de la pandemia de la 
enfermedad por coronavirus. Las proyecciones combinadas de las tendencias recientes en el 
tamaño y la composición de la población, en la disponibilidad total de alimentos y en el grado 
de desigualdad en el acceso a los alimentos apuntan a un aumento de casi un punto 
porcentual respecto a la situación de ahora. En consecuencia, el número mundial de personas 
subnutridas en 2030 superaría los 840 millones.

 
En general, y sin tener en cuenta los efectos del Covid-19, las tendencias previstas de la 
subnutrición cambiarían drásticamente la distribución geográfica del hambre en el mundo y 
África superaría a Asia (actualmente, por números, encabezando el ranking) para convertirse 
en la región con el mayor número de personas subnutridas (433 millones), lo que representaría 
el 51,5% del total. La pandemia del Covid-19, que se extiende por todo el mundo, supone 
claramente una grave amenaza para la seguridad alimentaria ya que las evaluaciones 
preliminares basadas en las últimas perspectivas económicas mundiales disponibles sugieren 
que la pandemia podría añadir entre 83 y 132 millones de personas al número total de 
personas subnutridas en el mundo en 2020, dependiendo del escenario de crecimiento 
económico (pérdidas que oscilan entre 4,9 y 10 puntos porcentuales en el crecimiento del 
Producto Interior Bruto, PIB, mundial); la recuperación prevista para 2021 haría que el número 
de personas subnutridas disminuyera, pero aun así sería superior a lo proyectado en un 
escenario sin la pandemia. Una vez más, es importante reconocer que toda evaluación en 
esta etapa está sujeta a un alto grado de incertidumbre y debe interpretarse con cautela. 
Según informa la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia provocada por el 
Covid-19 podría hacer que aumentasen en 130 millones de personas más aquellas que pasan 
hambre. Y según estudio de Acción contra el Hambre, la pandemia de coronavirus tiene 
impactos múltiples y masivos, que varían de una región a otra, que hacen más urgente que 
nunca las acciones para erradicar el hambre y la desnutrición.

 

Un alto necesario; ¿pandemia? ¿el hambre es una pandemia? Según nuestro Diccionario de
la Real Academia de la Lengua, “pandemia” es la enfermedad epidémica que se extiende a 
muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región, y la 
Organización Mundial de la Salud (que, seguramente, algo de eso sabe) la denomina como la 
propagación mundial de una enfermedad, con carácter infeccioso y de tipo epidémico, que 
ocurre simultáneamente en diferentes países y que afecta a una parte importante de la 
población, lo que ocurrió, entre otras, con la peste negra, la mal llamada gripe española, la 
gripe porcina o A, o la actual del Covid-19. A la vista de estas definiciones, surgen nuevas 
preguntas que, sin duda, encierran un mucho de retórica, como ¿es el hambre, pues, una 
enfermedad? ¿y es infecciosa?

 
Contrariamente, no hay ningún virus infeccioso detrás del hambre ni es ninguna enfermedad 
fatal y sin remedio; la solución está en, básicamente, responsabilidad y solidaridad generosa 
de todos los humanos porque es cierto que son muchos los factores que contribuyen al 
hambre pero no es menos cierto que la pobreza es la mayor causa de hambre en el mundo, 
tanto en los países ricos como en los pobres y no importa si las personas viven en áreas 
urbanas o rurales. La mayoría de aquellos que sufren de hambre es porque viven sumidos en 
la pobreza extrema, que se define como la población que vive con un ingreso de 1.25 dólares 
o menos al día. Estadísticamente, el mayor grupo de personas sumidas en la extrema pobreza 
a nivel mundial son los pequeños agricultores de los países en desarrollo porque no poseen 
tierra para cultivar suficientes alimentos para el autoconsumo durante todo el año y el poco  
ingreso obtenido de sus ventas no les alcanza para poder comprar alimentos una vez que los 
suyos se agotan, sin olvidar que, paralelamente, en países desarrollados, con ingresos altos, 
el hambre es causada en su mayoría por la pobreza que genera la falta de trabajo, los trabajos 
precarios o los bajos salarios; se  puede comprobar (y estos tiempos de pandemia lo muestra 
crudamente en el aumento de las colas ante los comedores de beneficencia o en los Bancos 
de Alimentos) que las tasas de hambre aumentan cuando la economía nacional o local cae 
hasta el punto que una vez que la gente pierde el empleo es incapaz de encontrar otro, a lo 
que quizá haya que sumar la problemática particular y social, por ejemplo, que en los hogares 
monoparentales (casi siempre representados por mujeres) puede que se haga imposible 
aceptar un empleo o trabajar suficientes horas debido a que carece de opciones para el 
cuidado infantil y aún cuando la economía mejora, existen algunas personas que continúan 
luchando por encontrar empleo. 

 

Luego están los factores “técnicos”, entre los que no es menor el cambio climático, en el que 
se da la cruel paradoja de que, a pesar de no haber contribuido a él, los países en desarrollo 
(más pobres) son los que ya están experimentando sus efectos. El cambio climático está 
afectando la producción de alimentos y al abastecimiento de agua potable de manera 
significativa. Este es el mayor desafío ambiental que el mundo haya enfrentado jamás y la 
forma de responder a dicho desafío determinará si la erradicación del hambre continúa siendo 
un objetivo conseguible porque alimentar a todos los habitantes del mundo sería lo 
suficientemente importante sin que a eso se agregara el cambio climático. Numéricamente, se 
espera que la población mundial aumente a más de 9 mil millones para finales del siglo luego, 
aunque solamente se espera un pequeño aumento en la tierra cultivable disponible, la 
producción agrícola deberá aumentar en un 70% para poder mantenerse a la par con el 
crecimiento poblacional.

 
No podemos echar en saco roto tampoco, en este somero repaso a algunos factores 
“naturales” responsables de la “enfermedad” del hambre, que es tanto causa como efecto de la 
guerra y los conflictos. La pobreza y el hambre a gran escala conducen a la frustración y el 
resentimiento con los gobiernos que parecen ignorar los problemas de las personas que 
padecen de hambre. Los miembros más pobres de la sociedad (a vueltas con la pobreza) son 
los que más sufren durante las guerras y los conflictos, hogares son destruidos y comunidades 
desplazadas; cuando por fin llega la paz, la realidad es que a menudo la misma es muy tenue 
porque la infraestructura necesaria para la reconstrucción ha sido dañada y en ocasiones 
destruida. Como no se pueden olvidar factores como carencia frente a desperdicio de 
productos (por “los ricos”), la inestabilidad de los mercados alimentarios, deficiencia de 
infraestructuras, discriminación en el “reparto”,… ¿a qué seguir? Con todo lo visto, se llega a 
la conclusión fácil de que de virus y de enfermedad, nada de nada, y que la actitud del género 
humano tiene bastante que ver en la erradicación del hambre.

 
Y luego, un factor atípico, para añadir más leña al fuego. La religión ha contribuido, junto a la 
tecnología, la economía, la organización social y los procesos de aprendizaje, a la adaptación 
del ser humano a su universo aportándole seguridad y en todos los pueblos o culturas, las 
elecciones alimentarias están condicionadas muy a menudo, al menos aparentemente o en 
primera instancia, por todo un conjunto de creencias religiosas, prohibiciones de diverso tipo y 
alcance, así como por concepciones dietéticas relativas a lo que es bueno y a lo que es malo 
para el cuerpo, para la salud en definitiva, lo que no quita que, en la religión mayoritaria en 
este país se ponga de manifiesto la necesidad de acabar con el hambre. En los versículos 
35-40 del capítulo 25 del Evangelio de Mateo podemos leer que Jesús dice, personificando el 
tema:  "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui 
forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la 
cárcel, y vinisteis a mí." Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te 
vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos 
como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en 
la cárcel, y vinimos a ti?" Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo 
hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis." 

 

Pero, ¿realmente puede hacerse algo efectivo para luchar contra esta lacra, que ni es 
enfermedad, ni mucho menos pandemia? Todos podemos contribuir a reducir el hambre en el 
mundo. Nosotros, desde casa, debemos concienciarnos para frenar el desperdicio de alimentos 
y promover su consumo responsable (pensemos que cada año se desperdicia un tercio de los 
alimentos que producimos). En los países desarrollados, los alimentos se desperdician a 
menudo en el plato, mientras que en los países en desarrollo se pierde durante la producción. 
Por eso también hay que innovar e invertir para que las cadenas de suministro sean más 
eficientes. Y para ello hay que mejorar también las infraestructuras en las zonas más pobres, 
especialmente las carreteras, el almacenamiento y la electrificación para potenciar la actividad 
agrícola. Fomentar los cultivos sostenibles más variados y hacer de la nutrición una prioridad 
a nivel mundial son otras de las prioridades para poder hacer realidad el hambre cero en 2030.
 
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1Las fuentes de información y datos son la ONU, la FAO, la OMS, la ONG Acción contra el hambre, WFP y otros informes de organizaciones sobre el problema.

2Este es, de hecho, unos de los desafíos más importantes de nuestra época, y así queda plasmado en el listado de los 17 Objetivos Globales para el Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por la ONU para mejorar las vidas de las personas antes del 2030. En concreto, el Hambre Cero es el Objetivo 2 de los ODS, y su finalidad es la de acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible.