jueves, 22 de marzo de 2018

El bufete de los "papeles de Panamá" cierra.

¿Quién se acuerda ya, con la escalada de noticias relacionadas que se producen diariamente, del escándalo de los “papeles de Panamá” y el rosario de “patriotas” puestos al descubierto con él y a los que, pasado el repentino impacto de los titulares de prensa en la ciudadanía, no les pasó NADA porque lo que hacían estaba dentro de la Ley?. Una Ley, por cierto, que hace convivir el aparente compadreo con el chorizo vocacional con el que un juez identifique la discrepancia con la rebelión, por poner un ejemplo, pero ese es otro tema, alineado con la triste evidencia de que nuestra clase política ha perdido (si anteriormente el actuar sólo siguiendo consignas le permitía tenerla) totalmente su capacidad de análisis si trata con un mismo rasero todas las leyes, sea cual sea su objetivo y contenido. A lo que íbamos con lo de Panamá: resulta que Mossack Fonseca, el bufete panameño de abogados offshore cuyos 11.5 millones de archivos filtrados estaban en el corazón de la investigación de los papeles de Panamá, se cerrará.
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Según un comunicado obtenido por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por su nombre en inglés), la firma de abogados cerrará sus oficinas antes de fin de mes,

"El deterioro de la reputación, la campaña mediática, el asedio financiero y las acciones irregulares de algunas autoridades panameñas han causado un daño irreparable, cuya consecuencia obligatoria es el cese total de las operaciones para el público", según el comunicado de la firma de abogados. La firma dijo que "seguiría pidiendo justicia" y cooperaría con las autoridades para "demostrar que no se ha cometido ningún delito" siguiendo la máxima de que si lo que se hace está dentro de la Ley no es delito. ¿Para cuándo la equiparación real de "ley" y "justicia"?


Ya en un comunicado enviado a los clientes en noviembre de 2017, que parece haber presagiado el cierre de la empresa, Mossack Fonseca dijo que tenía que "reducir significativamente" a su personal debido a cambios en las leyes y un "entorno comercial adverso".

Haciendo algo de memoria, la desaparición de la firma de abogados llega casi dos años después de que la investigación de los papeles de Panamá revelara los lazos económicos de algunas de las personas más poderosas y corruptas del mundo. Los archivos internos filtrados de la empresa contenían información sobre más de 214,000 entidades offshore vinculadas a 12 jefes de estado actuales y anteriores, 140 políticos de primera fila y muchos otros. La investigación también derribó a los primeros ministros de Islandia y Pakistán. Más de 400 periodistas de 80 países han publicado cientos de historias desde la primera ola de revelaciones el 3 de abril de 2016.

A consecuencia de la información destapada, la policía y los investigadores allanaron las oficinas de Mossack Fonseca en Panamá y El Salvador, las autoridades en Venezuela arrestaron a un empleado local y a finales de 2016, se habían cerrado al menos nueve oficinas de Mossack Fonseca, incluida una en los Estados Unidos.

Fundada en 1986, la firma de abogados de Panamá se convirtió en un imperio offshore con más de 40 oficinas en todo el mundo, desde las Islas Vírgenes Británicas hasta Nueva Zelanda. En 2013, empleó a más de 600 personas y sus facturas excedieron los 42 millones
de dólares.

"Durante 40 años, Mossack Fonseca ha operado sin inconvenientes en nuestro país de origen y en otras jurisdicciones donde tenemos operaciones", dijo un comunicado de la empresa cuando saltó el escándalo . "Nuestra empresa nunca ha sido acusada ni acusada en relación con una infracción penal".

Eso cambió en febrero de 2017, cuando la policía en Panamá arrestó a los fundadores de Mossack Fonseca, Ram
ón Fonseca y Jurgen Mossack, por cargos de blanqueo de capitales como parte de las investigaciones sobre el escándalo de soborno más grande de Brasil. Por separado, los fiscales en Panamá iniciaron una investigación sobre la firma de abogados y los Papeles de Panamá.



Los gobiernos en Europa, África, Asia y las
dos Américas, la del Norte y la del Sur, han recuperado más de 500 millones de dólares como resultado de las revelaciones. Pero en los territorios en los que se admite como excusa que los actos que envuelven corrupción están "dentro de la Ley"...
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domingo, 18 de marzo de 2018

El abuelo Cebolleta.

Muchos de los que hoy ya peinan canas (por peinar algo) tendrán, seguramente, en su recuerdo la mítica Editorial Bruguera, fundada con ese nombre en Barcelona el mismo año que acababa nuestra guerra (in)civil, 1939, por los hermanos Bruguera, como continuación de la empresa creada por su padre en 1910 con el nombre de Editorial El gato negro, que se había especializado en folletines, libros de chistes y sobre todo revistas de historietas, de las que destacaba el semanario Pulgarcito, lanzado en el lejano año 1921, siguiendo la estela de la entonces joven revista TBO (nacida en 1917 y que dio nombre a todo un género).

Desde 1947, una vez empezadas a superar las dificultades de la inmediata posguerra, la editorial aumentó su negocio editando otros tebeos, colecciones de novelas de consumo popular (en las que editó la obra de autores paradigmáticos de la novela rosa como Corín Tellado o de la novela del oeste como Marcial Lafuente Estefanía), novelas cortas de temática variada dentro de la marca Bolsilibros donde se acogió a autores represaliados por el franquismo1 a los que se les cambiaba el nombre (por poner un ejemplo, el prolífico Silver Kane no era otro que Francisco González Ledesma2), y los entonces novedosos cuadernillos de historietas de aventuras de un solo personaje, como El Cachorro (Iranzo) o El Capitán Trueno (Ambrós).

En el campo de la historieta, el papel desempeñado por la editorial Bruguera en la posguerra española fue fundamental y el escritor Terenci Moix acuñó la expresión "escuela Bruguera" para referirse a la producción de historieta humorística de la editorial con un estilo fácilmente reconocible, a medio camino entre el entretenimiento infantil y el costumbrismo satírico. Antes del boom de Francisco Ibáñez con la creación en 1958 de Mortadelo y Filemón, hubo otros dibujantes que pusieron los cimientos de la "escuela", como Peñarroya, Cifré, Jorge (Bernet Toledano), Escobar, Conti, Vázquez, Martz Schmidt (Gustavo Martínez), Enrich, etc.
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Una muestra de los más de 1.000 títulos publicados por F.G.Ledesma como Silver Kane.
Pero dejemos Bruguera y su azarosa trayectoria hasta su desaparición en 2010, paradójicamente cuando su catálogo se nutría de más obras de literatura "culta" que de la "popular" de su época dorada, para fijarnos ahora en uno de los dibujantes citados como pioneros de la "escuela": Vázquez3, que firmaba con by Vázquez, y, en concreto, una de sus obras más conocidas, creada en 1951 y aparecida por primera vez en la revista DDT, La familia Cebolleta.

La familia Cebolleta, como otras de historieta nacidas o desarrolladas en la época, como las Gambérrez, Churumbel, Ulises, Trapisonda, Pepe, etc., responde a la consigna oficial de la sociedad de posguerra, que quiere intentar reinstaurar los viejos valores y la situación anterior a la II República. Las relaciones dentro del núcleo familiar van a quedar configuradas como una relación de sumisión y de dependencia de la mujer frente al marido. La mujer debe obediencia y está sometida primero al padre, y posteriormente, una vez que se haya casado, a su marido. La mujer tiene una función procreadora, y aún más,en la décadas de los 40 y los 50, debido a las bajas de la guerra y a la política demográfica franquista para aumentar la natalidad. Para ello la consigna se basaba en conceptos como autoridad, obediencia, sumisión, disciplina, feminidad y valores religiosos. La educación influenciada por el pensamiento católico, que diferenciaba el papel de cada sexo, favoreciendo el mantenimiento del sistema patriarcal familiar. Esta educación partía de la premisa de la inferioridad intelectual de la mujer frente al hombre, por lo tanto, se impone una
educación diferente para cada sexo, se suprime la coeducación, se impone una educación “especial” para las mujeres, se depuran las escuelas... Además, se intenta imponer un modelo de mujer basado en la moral católica que controlaba la familia, el modo de vestirse, el trabajo, la manera de divertirse....
Lo preocupante socialmente es que, en la regresión que estamos viviendo hoy, parecen recuperarse con fuerza estas consignas. Pero este es otro problema.

En el caso de los Cebolleta, se trata de un grupo integrado por el cabeza de familia, Rosendo Cebolleta, calvo, con bigote y pajarita; su esposa, el ama de casa Leonor (al principio, Laura); su pequeño hijo Diógenes, que cambiará radicalmente su aspecto, de calvito con gafas a travieso rubio; y Jeremías, un loro parlanchín algo cínico, que como el José Carioca de Disney, no se separa de su cigarro puro. También forma parte de la familia (y aparece en contadas ocasiones, hasta que se la cargó la censura, activa también en publicaciones infantiles) una hija mayor, Pocholita o Lolita, ejemplo de dibujo de joven atractiva de la editorial Bruguera. Pero sobre todo, destaca por su personalidad el recordado abuelo Cebolleta, padre de Leonor, con barba, bufanda, bastón y un pie vendado, cuyo único afán es relatar sus supuestas peripecias en batallas del pasado (ha pasado al imaginario colectivo y a la lengua común a través de la frase hecha: "Cuentas más batallitas que el abuelo Cebolleta"). El tiempo que ocupa el anciano en hablar de sus hazañas se alarga hasta el infinito en la historieta, y todos a su alrededor intentan escabullirse como pueden del torrente de palabras. Su deseo frustrado de ser escuchado se inscribe en los cánones más ortodoxos de motivaciones de personajes. Siempre desazonado por sus achaques cotidianos, la gota y el lumbago, la única satisfacción a que aspira el abuelo Cebolleta es relatar algún episodio bélico en el que participara, ya sea en una campaña de las guerras coloniales británicas al mando de un regimiento de cipayos (tropas indígenas bajo mando inglés) o en la Guerra de Cuba (circunstancia que nos permite, por cierto, establecer un mínimo de edad para el personaje de unos ochenta años en 1951, momento de iniciación de la serie, dado que en sus relatos siempre se coloca al mando, con lo que en 1898 debía tener, como oficial, por lo menos, cerca de 30 años), o en guerras y batallas de difícil identificación.
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El abuelo Cebolleta "en su salsa".
Más allá del tratamiento jocoso/costumbrista que le da Vázquez a las situaciones ficticias que narra en las historietas, la verdad es que el personaje del abuelo Cebolleta tiene más de real que de imaginado si nos atenemos a los rasgos anteriormente descritos de su perfil: desazonado por sus achaques cotidianos, anhela ser escuchado en algo que narra (inventado tal vez) que sólo él conoce. Esta, no nos engañemos, puede ser en la realidad una muestra del deterioro social que comportan los años en la medida que los recuerdos de uno cada vez son menos compartidos cuando, por esa llamada ley de vida, van desapareciendo las personas con las que se comparten.

Una de las características de la memoria es su subjetividad, de manera que sabemos que un mismo hecho vivido por varias personas queda (o no) archivado en la memoria de cada una de forma diferente según los puntos que cada cual, de forma íntima e instintiva, considere relevantes en el escenario creado; es por eso que, al evocar una vivencia con otra persona también partícipe de ella, la recreación resulta positiva siempre, al poder incorporar a las sensaciones del recuerdo propio las matizaciones enriquecedoras aportadas por otro. A medida que se van perdiendo las referencias comunes va cobrando valor el relato propio y puede llegar el momento en que no queda nadie para compartir el recuerdo de la vivencia y el abuelo Cebolleta de turno necesita imperiosamente que alguien sea capaz de escuchar algo que, comprensiblemente, le resulta completamente ajeno, paso previo a la etapa de tener que hacerse compañía uno mismo aunque esté rodeado de una multitud teóricamente cercana, eso que los ingleses llaman solitude, y que a veces desemboca en cuando uno se encuentra sólo, privado de compañía humana y también de la propia compañía, identificado como loneliness.
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No es un capricho, en este contexto de la reflexión, acudir a los matices del concepto de soledad en inglés, y es que, según publicó la BBC el pasado 18 de enero, "La primera ministra británica, Theresa May, anunció esta semana la creación de un Ministerio de la Soledad, al frente del que estará Tracey Crouch, quien deberá lidiar con una problemática que afecta a 9 millones de personas en ese país (el 13,7% de la población total)..."
Poca broma. En unos días en los que, casualmente, hemos de soportar la desvergüenza pública exhibida por nuestros políticos debatiendo acerca de la dignidad de los pensionistas (repugna que se admita con normalidad eso como tema de debate; y de los medios que lo corean, mejor no hablar) con variopintos argumentos, se agradece ver la sensibilidad de gobiernos (que no son ¡ay! el nuestro y, si me apuráis, ideologías aparte) que conocen la realidad social y la abordan sin complejos.

Theresa May define el problema de la soledad como la triste realidad de la vida moderna y, aunque ciertamente este fenómeno no distingue edades, los más afectados son las personas mayores, los abuelos Cebolleta protagonistas de esta reflexión, claramente más vulnerables precisamente porque son viejos, pobres, desdichados, fracasados o tímidos se ven abocados a ella contra su voluntad (cuando, a la vez,es posible que su espíritu sea jovial, generoso, emprendedor y afable, y eso aún les produce un mayor desasosiego); se estima que en Inglaterra, la mitad de los ancianos de 75 años viven solos, lo que equivale a unos 2 millones de personas y muchos de ellos dicen que pasan días, incluso semanas, sin ningún tipo de interacción social (según datos estadísticos de encuestas, más de 200.000 personas mayores en el Reino Unido no han hablado con nadie en más de un mes). Varios expertos afirman que la soledad, entendida como aislamiento social, puede ser una amenaza mayor para la salud que la obesidad y aseguran que sociabilizar puede reducir en un 50% la muerte prematura de quienes se sienten y están completamente solos.

Hay que decir que los responsables de la sanidad inglesa se han apresurado a elogiar la creación del Ministerio, no sólo porque “la soledad es psíquicamente dolorosa, sino por dar lugar a consecuencias médicas graves: enfermedades cardíacas, cáncer, depresión, diabetes y suicidio”. Así lo prueban abundantes estudios epidemiológicos y clínicos (que algunos, todo hay que decirlo, cuestionan). Es decir, que combatiendo la soledad podrían ahorrársele a las arcas públicas ingentes cantidades del dinero, destinadas ahora al tratamiento de esas enfermedades. El escritor Andrés Trapiello, en un comentario publicado sobre el tema, apunta que entre los estudios asociados, se menciona uno según el cual la soledad reduce la esperanza de vida tanto como fumar quince cigarrillos diarios, lo cual no debe importar gran cosa a los solitarios, pues muchos de ellos, para sobrellevar su soledad, son fumadores y alcohólicos.

¿Es éste el futuro final que queremos para nuestros abuelos Cebolleta que han contribuido con su esfuerzo a que estemos donde estamos y seamos quienes somos, precisamente cuando las expectativas de vida se han multiplicado por dos, al tiempo que ¡cuidado! las nuevas tecnologías y el entretenimiento enlatado (seriales, cine, videojuegos, móviles, tabletas, internet) propician la soledad.?

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1Bruguera (conocida como "los rojos" por las autoridades de la época) estaba, en el fondo, vinculada a la izquierda anarquista y republicana. La empresa responsable de la edición de Las hermanas Gilda, Carpanta o Mortadelo y Filemón y sus trabajadores estaban muy conectados con la izquierda -catalana sobre todo-; algunos estuvieron en campos de concentración y volvieron, o lucharon en la guerra (in)civil en el bando republicano. Bajo la aparente inocuidad de las viñetas juveniles de humor, dibujantes como Conti, Vázquez, Escobar, Schmidt o Cifré, retrataron de modo hiperbólico a una sociedad magullada y pobre recién salida de la guerra. Hay que fijarse que, en los tebeos de los comienzos, el hambre no sólo lo tiene Carpanta, que es el personaje que se ha mantenido, sino que casi todos los personajes de cómic de la posguerra pasaban penurias: Doña Urraca y Don Pío, por ejemplo, se quejaban siembre del hambre que tenían.

2Francisco González Ledesma (1927 - 2015) fue abogado, periodista, guionista de historietas y novelista, especializado en los últimos años en el género policíaco; fue considerado como uno de los principales impulsores de la novela negra de corte social en España, junto a Manuel Vázquez Montalbán. Utilizó varios seudónimos para su obra, el más popular, en la posguerra, el de Silver Kane, con el que publicó más de 1.000 novelas, la mayoría del oeste. En 1984 obtuvo el Premio Planeta por Crónica sentimental en rojo.

3Manuel Vázquez Gallego (1930 – 1995), que no debe confundirse con su casi homónimo Manuel Vázquez Montalbán, fue un historietista cómico español, uno de los autores más influyentes del mercado nacional junto con Francisco Ibáñez, autor de una ingente obra gráfica entre la que destacan sobre todo sus series Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta y Anacleto, agente secreto. Vázquez fue siempre irreverente, marginal y bohemio.​ Su falta de disciplina le privó de lograr un mayor reconocimiento popular... y de una mayor libertad real (cuentan que se casó siete veces y fue encarcelado tres veces, una de ellas por bígamo). Siempre atravesó problemas económicos, de los que salía con un descomunal talento para el sablazo (Ibáñez ha confesado que su personaje del sablista en su serie 13, Rue del Percebe, está inspirado en Vázquez) y un ingenio fuera de lo común, de lo que siempre se sintió orgulloso.

jueves, 15 de marzo de 2018

Amigos, conocidos y saludados

Tomo prestada para el título de esta entrada la definición que hizo el genial aunque hoy semidesconocido escritor ampurdanés Josep Pla1 de los diferentes niveles de relación con las personas con las que tratamos en nuestra vida cotidiana: amigos, conocidos y saludados, con el propósito de reflexionar, muy brevemente, sobre la influencia de la generalización del uso de las Redes Sociales en conceptos que creíamos afianzados.

Las personas somos, generalmente, animales racionales sociales (unos más animales que otros, según el dicho popular y según el esfuerzo visiblemente desarrollado por algunas en demostrarlo continuamente con sus actitudes o acciones) a los que nos gusta relacionarnos entre nosotros. Por cierto, por puro sentido común y salud mental, salvo que alguien parta de la base de que el mundo está para rendirle pleitesía, es importante plantearnos alguna vez cuál es nuestro papel hacia los demás. Pero eso forma parte de otro escenario en el que no entraremos hoy.

Antes de entrar en el fondo del análisis de los cambios observados en la definición de Pla, quizá convenga preguntarse ¿cómo son estas relaciones sociales? Obviamente, cada persona es un mundo y no se debe generalizar, porque cada cual siente sus relaciones hacia los demás como le han enseñado, como ha interpretado por su cuenta o como buenamente puede. Sería como intentar explicar como experimentamos cada uno de nosotros la alegría o la tristeza… Lo importante en el campo relacional (y no digamos si lo que se intenta es mejorarlo) de verdad, es poder llegar a entender y respetar como las sienten los demás. Otro error muy común es querer etiquetar a las personas que nos rodean: “¡Esta persona es amigo, esta no!” y actuar sólo conforme a esa etiqueta. En la vida, quien menos te esperas, aparece entre la multitud (como Simón Cirineo en la subida de Jesús al Gólgota) para ayudar desinteresadamente y sin conocernos a cargar con nuestra pesada cruz… en cambio, personas en quien realmente confiabas, van a desaparecer de tu lado cuando estés a punto de caer al suelo derrotado…
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Josep Pla en su imagen característica.
Técnicamente, antes de llegar a la clasificación de Pla, hemos de partir de la evidencia de que nuestra relación hacia el resto de humanos la podemos separar en dos grandes grupos: los no conocidos, que son la gran masa de personas de todo el planeta de la que desconocemos totalmente su existencia, ya que nunca hemos visto u oído hablar de ellos aunque pueden vivir en la casa contigua a la nuestra o en Australia, y los conocidos, que son el grupo de humanos que, como mínimo, conocemos de vista u oído, y que podemos dividir en diferentes niveles de relación entre los que se pueden incluir los "saludados" de Pla: simples conocidos, compañeros, pseudoamigos, amigos y amados. Y dentro de los simples conocidos podemos ubicar a los saludados, esas personas con las que el reconocimiento puede ser mutuo, pudiendo incluso coincidir en determinados lugares de forma más o menos habitual (por ejemplo, cada mañana, en la parada del autobús), pero no existir con ellas ningún otro tipo de relación.
Si queremos ampliar la visión en esta división propuesta, los compañeros son el grupo de personas con las que ya mantenemos algún tipo de relación conjunta, por ejemplo: de trabajo, de estudio, deportiva, política, etc., los pseudoamigos (colegas, amiguetes, etc.) pueden ser también compañeros pero, con ellos ya compartimos los momentos de ocio y recreo (como ir al teatro, de bares, a un concierto, a bailar...), el amigo es la persona con quien mantenemos una relación de amistad, ese sentimiento difícil de explicar y fácilmente confundible por otros más banales y, por último, el amado, que es la persona con/por la que sentimos el súmum de todos las emociones humanas: ¡el amor! Si ya decimos que es difícil explicar la amistad, más difícil es definir el amor, que sobrepasa los objetivos de esta entrada y en el que, por tanto, no entraremos.

Las relaciones humanas son complejas y, obviamente, mucha gente le dice amigo a personas que no pasarían de pseudoamigos, compañeros o, incluso, simples conocidos en la anterior clasificación... como siempre, se puede hacer una mala interpretación de los sentimientos. Muchas personas proclaman y presumen de que tienen “muchos amigos”... ¿seguro que lo son? Tener simples conocidos es normal si vivimos en sociedad; tener compañeros o pseudoamigos también es una cuestión relativamente fácil si nos relacionamos… pero tener un verdadero amigo es ya más difícil (seguramente se pueden contar con los dedos de una mano... y quizá sobren).
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Simón de Cirene (Tiziano): ayudar a alguien sin conocerlo.
Con todo lo visto, ya puede definirse la clasificación que hacía Josep Pla, entre amigos, conocidos y saludados como de lo más acertada ya que en muchas ocasiones utilizamos la palabra amistad de una forma mal entendida englobando en ella a todo tipo de relaciones. Incluimos a aquellos con los que vamos a tomar unas copas y poco más, aquellos con los que solemos charlar pero cuyas conversaciones son banales y superfluas, y a unos pocos, en realidad, muy poquitos, a los cuales si podemos darles el apelativo de amigos. Son aquellos que, pase lo que pase, el tiempo que pase, y como pase, siempre los tendremos ahí. Son aquellos que no desaparecen en las situaciones difíciles de nuestra vida, y que ante éstas, no se escabullen o diluyen como el agua, y que nos brindan su ayuda (física o emocional) y no una palmadita en la espalda con la típica frase de "todo saldrá bien” mientras cogen la chaqueta para salir corriendo por la puerta antes que les puedas pedir algún tipo de favor o ayuda. Esos son los verdaderos amigos, y es en situaciones complicadas, difíciles, y en ocasiones, traumáticas, cuando descubres a quien puedes llamar amigo. Y es en estas circunstancias, cuando te puedes llevar una grata sorpresa al descubrir que alguno de los que considerabas como conocido o saludado está a tu lado, sin esperar nada, sin exigir nada a cambio.

En conclusión, amigos tenemos habitualmente muy pocos, conocidos muchos y saludados muchos más y siempre debe tenerse en cuenta que en ningún caso se tratan de compartimentos estancos donde están localizados unos y otros, sino que, contrariamente, las amistades, como muchos otros aspectos de la condición humana, nacen y mueren.

Sí, sí, todo eso ya se sabía, pero ¿qué pueden variar en este tinglado las Redes Sociales?

La palabra amistad2 la podemos definir, según el DRAE, como el afecto personal, puro y desinteresado compartido con otra persona que nace y se fortalece con el trato. Sin embargo, a diario interactuamos con muchas personas a las que llamamos "amigos", en una relación que consiste, a lo sumo, en saber de su vida por lo que publica en sus Redes Sociales, compartir sus comentarios y darle un "me gusta" a las fotos y video que difunde. Incluso hay quienes llaman "amigos" a las personas que son "contactos" virtuales y que jamás han visto cara a cara ya que una característica de las Redes Sociales es la de solicitar (y, habitualmente, conceder) "amistad" a personas que no conocemos de nada. Frente a esta realidad, ¿es preciso actualizar el concepto de amistad? ¿Las personas con las cuales hablamos exclusivamente a través de las Redes pueden ser tan amigas como aquellas con quienes compartimos momentos de la vida real?
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¿Son esas las relaciones que se buscan?
Afirman los psicólogos que el significado y el valor que se le atribuye a la amistad sigue siendo el de siempre, toda vez que un amigo se define como un par con el cual uno se identifica, se comparten las mismas características y valores independientemente de raza, color, creencias, ideas políticas, etc., incluso independientemente de distancia física. Además, se espera que esté presente ante las necesidades o problemas, como así también que destinen tiempo a la construcción de la amistad.

Con ello se pone de manifiesto la idea de que los "amigos virtuales" son tan importantes como los de la vida real. Y eso es así porque el significado que uno le otorga a la amistad tiene que ver con la autopercepción, o sea que si una persona cree que la otra está cuando lo necesita, es escuchado y acompañado -más allá del medio en que se desarrolle esta amistad- será una amistad verdadera como la de "amigos físicos tradicionales" pese a saberse que la mayoría de los mensajes relacionales no se dan a través del lenguaje, sino a través de la comunicación no verbal, como los gestos, la postura, el tono y el ritmo de la voz, entre otros. "Decimos "te quiero" mucho más con la cara y el sonido de la voz que con el lenguaje. Por ejemplo, uno construye la relación con los hijos a través de miradas, caricias, sonrisas. Después se puede mantener el contacto, claro, a través del teléfono o las redes sociales, pero ninguno de estos medios per se proporciona toda la variedad de mensajes que tiene el estar cara a cara con el otro.

Según el psicólogo evolucionista británico Robin Dunbar, un individuo puede tener solo una o dos personas que funcionen como amigos íntimos, con las cuales hay interacción a diario. En otro nivel se encuentran los individuos con los que uno interactúa por afinidad y siente aprecio por ellos. Más abajo se encuentra el resto de los amigos, en los cuales se invierte menos tiempo en la relación, la conexión es más superficial y el contacto no es constante.

Por lo tanto, es difícil que la relación de amistad pueda construirse con la misma intensidad a través de WhatsApp o Facebook ya que son medios emocionalmente más distantes aunque hay estudiosos del tema que afirman que, efectivamente, se puede mantener una "amistad verdadera" sin que haya contacto cara a cara, como alguna vez se tuvo por carta (los amigos por correspondencia, y antes también) porque, argumentan, el contacto presencial fue perdiendo su significado a través de distintas generaciones y hoy, los jóvenes miden la amistad en contacto y sostén, pero no en la manera de cómo es dicho contacto. Mientras que para los mayores puede ser inconcebible tener como amigo íntimo a alguien a quien nunca vieron en persona, esto no sucede en las más jóvenes pues no hay que olvidar que los adolescentes nacieron en la época donde las redes sociales se transformaron en un medio masivo de comunicación que estrechó los vínculos y posibilitó las nuevas formas de comunicación, generando nuevas creencias sobre los vínculos amistosos y en la manera en que estos llegan a manifestarse".

Evidentemente, no hay una verdad absoluta en torno al concepto de amistad en la era de las redes sociales. Deberá entonces, cada cual, reflexionar acerca de cuan intensas son las relaciones que uno mantiene con las personas con las cuales se comunica exclusivamente a través de los medios digitales. Lo que sí es relevante es distinguir que el significado que encierra el concepto de amistad tradicional y el de amistad virtual estándar de las Redes son muy diferentes y usar conscientemente los recursos de una u otra (o, más exactamente, los de una por otra) proporciona al observador más datos psicológicos de personalidad de los que cabría suponer.
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Para entender que el saber (el querer debe darse por descontado, si no, el escenario es muy otro) usar apropiadamente el canal correcto para no dar lugar a consecuencias en las relaciones que pueden ser catastróficas, partamos de un supuesto: supongamos una persona A, del montón, con amigos tradicionales con nexos de vivencias y sueños comunes, con un alto grado de confianza, con un conocimiento mutuo forjado durante años de relación, y con amigos virtuales (alguno coincidente con los tradicionales) en las Redes Sociales. Supongamos que A pasa un bache emocional intenso por una circunstancia irreversible, de esas que se identifican con el que "las palabras no sirven para nada" y en las que sí que es relevante el cómo se expresan esas palabras y la actitud (física o a distancia) que se percibe en quién las dice. Vamos, que parece lógico que A espere de un amigo tradicional B, a quien posiblemente le ha comunicado directamente la noticia de la desgracia, que lo acompañe en privado con auténticas muestras de apoyo en demostración de que A le interesa, como, por ejemplo, "¿Quieres hablar del tema?¿Quieres que yo hable o que sólo escuche?¿Quieres hablar de otra cosa?¿Se te ocurre que yo puedo hacer algo?..." o similares, todas ellas (no generalizables, por supuesto) demostrativas de la transparencia y confianza que se supone en la relación. Si en lugar de ello, B, también amigo en las Redes, opta sólo por un mensaje típico y tópico en abierto en éstas, ciertamente queda la constancia pública ante terceros de su mensaje, pero su sentido de la amistad auténtica que conduce a preocuparse por la situación anímica de A salta hecho añicos y resulta sugerente comprobar, desde un punto de vista de análisis psicológico, que el hecho de usar la "amistad" de las Redes (priorizando la imagen propia ante terceros) en lugar de la tradicional (priorizando la persona) puede tener iguales consecuencias devastadoras en la relación, sea consciente o inconsciente ese uso.

Volviendo al principio, a la clasificación de Josep Pla, ¿dónde cabría ubicar ahora a los B de turno que confunden (¿inconscientemente?) la gimnasia y la magnesia? Es probable, incluso, que su lugar hasta ahora pueda ser ocupado por un amigo virtual con una mayor sensibilidad.

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1Josep Pla i Casadevall (1897 - 1981), fue un escritor y periodista español en lenguas catalana y castellana. Su original y extensa obra literaria fue esencial en la modernización de la lengua catalana y en la divulgación de las costumbres y tradiciones locales. Sus artículos de opinión, sus crónicas periodísticas y sus reportajes sociales de numerosos países constituyen también un singular testimonio de la historia del siglo XX. Todo ello, le ha consagrado de forma unánime como el prosista más importante de la literatura catalana contemporánea sin desdeñar su importantísima obra en lengua castellana.

2No es casual constatar que la amistad era una divinidad alegórica entre los griegos y romanos. Las estatuas que le erigieron los unos y los otros resaltaban su atemporalidad al ponerle una corona con las palabras: "invierno" y "verano", en la franja de su túnica se leían estas otras: "La Muerte" y "La Vida" y la inscripción: "De cerca y De lejos". Pintaban también a la amistad con los pies desnudos, dando a entender con esto que no hay incomodidad por grande que sea que no venza un verdadero amigo en beneficio de otro.

domingo, 11 de marzo de 2018

Música, músicos y un mundo de sensaciones.

La película de 1965 Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music originalmente y La novicia rebelde en su distribución en Hispanoamérica), que lanzó a la fama a Julie Andrews y Christopher Plummer, es una adaptación de la novela La historia de los cantantes de la familia Trapp y narra en forma de musical edulcorado una parte de la historia real en la que, pocos meses antes de que Austria se uniera a la Alemania de Hitler, en la ciudad de Salzburgo una novicia llamada María (Julie Andrews) es enviada a casa de un viudo capitán de la antigua Marina Imperial austriaca llamado Georg von Trapp (Christopher Plummer) para que trabaje como institutriz de sus hijos, con los que entabla amistad a través de la música y acaba casándose con el viudo capitán, viviendo con él y los niños en Salzburgo. Formado un grupo musical en el que intervenía toda la familia, María, ya en la vida real, planeó una gira ficticia a América, y así fueron cómodamente en tren a Italia, de donde siguieron subrepticiamente a Londres y de ahí finalmente lograron emigrar a los Estados Unidos. Dicen las crónicas que allí siguieron cantando durante años, pero, al parecer, dejaron de hacerlo cuando el grupo empezaba a tener miembros de fuera de la familia.

Este es, posiblemente, un caso extremo y anecdótico del influjo del mundo de la música en los avatares de la vida pero lo que es una evidencia es que la música tiene incidencia real sobre nuestros procesos mentales, sensaciones y percepciones. La música ejerce una importante fuerza emocional sobre las personas, sobre nuestro comportamiento en cualquier etapa de la vida.

La música está más presente en nuestras vidas de lo que pensamos. Desde que somos muy pequeños, estamos expuestos a la voz de las personas de nuestro entorno, que nos llega en forma de una melodía muy particular, especialmente la de los padres. La música está muy relacionada con la inteligencia emocional, por lo que escucharla de la forma adecuada permite desarrollar y controlar ciertas habilidades como la empatía, es decir, la capacidad de ponerte en el lugar de otra persona, de compartir sus sentimientos.

Por hablar sólo de algunos aspectos que genera, confianza, placer, sensación de unidad con los demás y el mundo, amor por la Naturaleza, euforia, tranquilidad, ganas de hacer cosas y acercarnos a los demás. También el recuerdo de momentos y lugares bellos, sensaciones de apertura espiritual, elevación del nivel de consciencia, alegría sin causa, lágrimas… Estas son sólo algunas de las variadas e intensas emociones y sensaciones que puede provocar en los seres humanos la música, esa singular combinación de melodía, ritmo y armonía, que para el filósofo griego Platón “es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”, y que según el dramaturgo y novelista irlandés Oscar Wilde era “el arte más cercano a las lágrimas y los recuerdos...”. Según sea suave, lenta y relajante, o trepidante, rápida y estimulante, la música puede provocar en la persona que la escucha un impacto sentimental tan variado como intenso.
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Si hubiéramos de censar los beneficios de la música,seguramente los podríamos agrupar, más o menos, como sigue:

- Aísla al estrés. Un mínimo del 25% de las enfermedades que sufrimos hoy día está asociado al estrés y, afirman los psicólogos, escuchar media hora de música suave aunque sea dos veces por semana, reduce significativamente los niveles de estrés y ansiedad. Escuchar música suave también ayuda a reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial y, por tanto, reduce el riesgo de sufrir problemas de salud.

- Aumenta el rendimiento porque la música no solamente elimina la sensación de fatiga, cansancio y aburrimiento sino que actúa como un estimulante que aumenta la productividad. Un estudio realizado en 2005 demostró que escuchar música mientras se hace ejercicio aumenta la pérdida de peso y ayuda a ser constante.

- Facilita el sueño. Escuchar música de baja frecuencia induce a la relajación, y facilita y mejora el sueño. Esto ayuda a que nos pongamos en un estado saludable: los efectos del estrés y la ansiedad desaparecen.

- Aumenta el optimismo. La música también puede ser usada para trasladarnos a un estado de ánimo mucho más positivo. Gracias a la música recordamos momentos felices, pero también aumentamos la autoestima y la confianza en nosotros mismos. Otro de sus múltiples beneficios es que cuenta con la virtud de cambiar el ánimo de una persona rápidamente, y ayuda a tener autocontrol, mejora el poder de seducción y vence la timidez. Todo eso hace que la convierta en el mejor remedio para uno mismo.

- Invita a socializar. La música une a personas que comparten una pasión similar. Ayuda a conocer gente nueva, a hacer vida social y a unir grupos.

- Facilita meditar. Las melodías suaves tienen un efecto mágico y relajante sobre los estados de tensión y el estrés del día a día. Ayuda a meditar a muchísima gente que hasta entonces tenía dificultades para hacerlo, y está demostrado que dedicar unos minutos al día a la música de baja frecuencia es una de las mejores técnicas de relajación que existen.

Pero si nos preguntamos si provoca el mismo efecto en todas las personas y en todas las culturas, es decir, si la música es verdaderamente un lenguaje universal, como suele afirmarse, hemos de puntualizar que, de acuerdo a un reciente estudio del Instituto Max Planck de Neurología de Leipzig (Alemania), la respuesta es afirmativa, ya que los sentimientos expresados musicalmente se entienden igual en todo el mundo y la música logra superar sin mayores dificultades las barreras entre las culturas.Sabemos que, en la antigüedad, Pitágoras, Aristóteles y Platón ya creían que la música puede influir a nivel físico y emocional, además de que estaban convencidos de que aumenta el bienestar social y mejora la calidad de vida, aunque hemos de reconocer que las opiniones no siempre han sido favorables; ahí está, sin ir más lejos, Napoleón Bonaparte (a quien, paradójicamente, Berlioz, Fauré, Tchaikovsky y hasta el mismísimo Beethoven, entre otros, le dedicaron obras) y su famosa afirmación de que “La música es el más bello de los ruidos... pero ruido al fin.”.
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Desde la antigua Grecia, pues, se tiene constancia de la existencia de formas de notación musical; sin embargo, es a partir de la música de la Edad Media, principalmente el canto gregoriano, cuando se comienza a emplear el sistema de notación musical que evolucionaría al actual y dejaría constancia de la música que se hacía. Las distintas formas de notación musical y los soportes empleados han sido muy diversos a lo largo de la historia, y son objeto de estudio por parte de los musicólogos e historiadores de la música en la actualidad. Los diversos sistemas de notación dan testimonio de la realidad artística y cultural del momento, de forma que, si bien es cierto que desconocemos la música que escuchaba Pitágoras y sólo nos quedan las pinturas y relieves, y contados hallazgos arqueológicos, que nos muestran los instrumentos que utilizaban, a partir de la Edad Media podemos comprobar que la buena música no tiene edad, y que provoca similares emociones ahora que cuando se compuso.

Es el caso de "Greensleeves" (algo así como "Casquivana"), canción y melodía tradicional del folklore inglés de la que la leyenda, muy extendida, asegura que fue compuesta por el Rey Enrique VIII (1491-1547) para su amante y futura reina consorte Ana Bolena. No se sabe si la leyenda es cierta, pero la canción todavía se asocia comúnmente a dicha dama en la opinión pública. Y probablemente circuló primero oralmente y después en forma de manuscrito, como mucha música de uso social, mucho antes de que fuera impresa. En la obra de Shakespeare Las alegres comadres de Windsor, escrita alrededor de 1602, el personaje de Ama Ford se refiere dos veces, sin ninguna explicación, a «la melodía de Green Sleeves». Desde que la técnica permite conservar registros sonoros, son centenares las versiones grabadas (con y sin letra) de la melodía, en prácticamente todos los estilos, desde el jazz a la música celta. Incluso hay referencias en música "culta" ya que, en 1934, el compositor británico Ralph Vaughan Williams compuso una Fantasía sobre Greensleeves, así como una versión para piano y violín de la misma melodía.

Lo relevante para lo que nos ocupa es la constatación de que sigue despertando en todas las versiones los mismos sentimientos.



Con los adelantos técnicos, hoy día puede encontrarse música "por encargo" que, a través de la aplicación de sintetizadores, mezcladores de sonidos y otras novedades técnicas, consiguen piezas musicales, a veces con resultados apreciables, en las que se intenta remedar el funcionamiento fisiológico de los resortes que activan determinadas sensaciones, derivado de la transmisión de ondas desde el oído hasta el cerebro, pasando por el sistema nervioso central.

Pero si es cierto, y lo es, que la música nos permite explorar los sentimientos a fin de, en definitiva, lograr hacer cambios positivos en nuestro estado de ánimo y emocional y ser capaces de desarrollar un sentido de control de nuestras vidas, no es descabellado pensar que eso es posible a través de experiencias de otro, es decir, que, de alguna forma, nos convertimos en reflejo emocional del compositor de esa música que nos está influyendo.

La composición musical tiene mucho de arte y mucho más de brujería; lograr que con la combinación del sonido de siete notas musicales principales en determinados tonos, ritmos, intensidades,... y usando diferentes instrumentos para expresarlo (es diferente como se oye un Do al piano, al oboe o al cello, pongamos por caso) nuestro ánimo se vuelva triste, soñador o eufórico, trasciende las barreras de la comprensión racional y entra en el terreno de la magia,

Claro, que si Mozart compuso por un lado La marcha turca y por otro la Lacrimosa, por fuerza hemos de convenir en que todas las composiciones tienen un algo de registrar el estado anímico del compositor en ese momento y no, seguramente, en toda su obra, y si esa sensación se transmite a nosotros al escucharla, nos convertimos sin saberlo en replicantes anímicos del compositor. A lo largo de la historia de la música encontramos que, en una obra con una cierta uniformidad en su llegada a nuestros oídos, pueden percibirse ramalazos de tratamientos, más altos o más bajos en su aspecto emocional que el resto de obra, que parecen obedecer a baches emocionales del autor. Es lo que se observa, por ejemplo, escuchando atentamente Cuadros de una exposición, de Mussorgsky.1
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Famoso retrato de Mussorgsky pintado por Ilya Repin
Unos antecedentes necesarios: en 1873 fallece a los 39 años, víctima de un ataque cardíaco, Victor Hartmann, arquitecto, acuarelista, diseñador y amigo personal de Modest Mussorgsky. Éste, que no era la más estable de las personas, se hundió en una profunda depresión, estaba obsesionado por la muerte de su amigo y por una irracional creencia de que era en parte responsable de ella2. Empezó a beber, vendió algunas de sus pertenencias para obtener ingresos, sufría de alucinaciones, desapareció durante días, se involucró en un alboroto y le echaron de su apartamento. Vladimir Stassov, amigo tanto de Hartmann como de Mussorgsky, estaba preocupado por la salud mental y física de este último y creía que podría ser de ayuda para el compositor si le comprometía en alguna actividad en honor de Hartmann, así que organizó un año después de los hechos, a modo de homenaje, una exposición de alrededor de 400 obras del artista. Mussorgsky asistió a la exposición y se sintió conmovido por lo que veía, pero no pudo componer una pieza conmemorativa para Hartmann (que era lo que le sugirió Stassov) hasta algunos meses más tarde. Cuando finalmente se puso a trabajar, decidió escribir una suite para piano de diez movimientos, cada uno de los cuales representaba uno de los cuadros de Hartmann, en la que intenta evocar a partir de la música los cuadros contemplados y las sensaciones allí percibidas. El nexo de unión entre todos los movimientos era un tema de "paseo", tema común que, a decir del propio Mussorgsky, lo representa a él mismo en la transición entre cada cuadro.

En la audición estamos ante un ejemplo de música programática, ese tipo de música de carácter descriptivo (que tuvo su momento de mayor esplendor en el romanticismo) que tiene como objetivo evocar ideas o imágenes extra-musicales en la mente del oyente. Mússorgsky realizó un conjunto de piezas brillantemente descriptivas que adquieren unidad y continuidad con el repetitivo tema del "paseo" (Promenade), destacando en el conjunto una salvaje y furiosa pieza llamada Baba Yaga que debe su nombre a la bruja de una leyenda rusa que vivía en una cabaña en ruinas sostenida por gigantes patas de pollo. Pero, como contrapunto obligado por la desaparición de Hartmann, compone la pieza Il vecchio castello (así, en italiano), apaciguada y a la vez melancólica tonada, acentuada por la posterior orquestación de Ravel, que está inspirada en la acuarela de un viejo castillo italiano en ruinas, y la figura en ella de un trovador que escribe poesía y toca música. Las imágenes musicales de Mússorgsky transmiten un sentimiento de nostalgia por una época cuyo esplendor, junto con las personas asociadas a él, desapareció hace mucho tiempo.



En suma, a través del trabajo y sentimiento de los músicos, la música es capaz de crearnos/transmitirnos sensaciones que hacen aparecer imágenes que, seguramente, están guardadas en algún lugar de nuestro mundo interior, nos trae recuerdos de épocas pasadas, de encuentros y de desencuentros y, a la postre, la música está presente en todos los momentos de nuestra vida, incluso en los de soledad, de euforia o de depresión, también como compañera y cómplice de esos momentos.

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1Modest Petrovich Mussorgsky (1839 - 1881) Compositor ruso, el que mejor supo reflejar el alma del pueblo ruso, a pesar de las profundas carencias de su preparación técnica. Músico de formación autodidacta, muchas de sus obras quedaron inacabadas por falta de conocimiento del oficio de compositor, pero a pesar de ello revelan un talento y una originalidad que ejercerían una profunda influencia en autores posteriores. Hijo de un terrateniente, su vida transcurrió en el medio rural  hasta que fue destinado por su familia a seguir la carrera militar pero, en 1857 entró en contacto, en San Petersburgo, con los compositores Balakirev, Borodin, Cui y Rimski-Korsakov, con quienes formaría el Grupo de los Cinco y dejó el ejército para iniciar carrera en la música ganándose la vida de forma discontinua como funcionario. De su obra destaca la magistral ópera Boris Godunov, el ciclo vocal Canciones y danzas de la muerte, la suite pianística Cuadros de una exposición, orquestada posteriormente por Maurice Ravel, y la pieza orquestal Una noche en el Monte Pelado. Epiléptico y alcohólico, Mussorgsky falleció prematuramente sin poder acabar una nueva ópera, Jovanchina, culminada por Rimski-Korsakov.

2Se cuenta que su pena se mezclaba con sentimientos de culpa, pues recientemente había estado paseando con Hartmann cuando el arquitecto tuvo un primer ataque y no podía respirar. En lugar de llevarle a un médico, Mussorgsky trató de calmar al afligido Hartmann: "Descansa un poco, tranquilo, y luego seguiremos" Debido a este incidente, Mussorgsky ilógicamente se culpaba a sí mismo por la muerte de Hartmann: "Cuando recuerdo esta conversación, me siento desdichado, porque me comporté como un cobarde con temor a la enfermedad. Este temor existía porque yo temía preocupar a Hartmann, ¡así que me comporté como un tonto niño de escuela!",se puede leer en su correspondencia posterior.

jueves, 8 de marzo de 2018

En el Día de la Mujer (con mayúscula)

Hoy, día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer (antes Día de la Mujer Trabajadora), institucionalizado en 1975 por la ONU para conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona, en un año, 2018, en que se han globalizado las manifestaciones reivindicativas en diferentes ámbitos y con objetivos segmentados (igualdad de derechos, acoso, maltrato, violencia,...), parece justo homenajear a esas mujeres anónimas que, con sus aciertos y errores, consagraron su vida a mejorar (no sólo económicamente) su entorno cotidiano sin recibir nunca reconocimiento por su esfuerzo. Y es que la lucha por la igualdad no puede convivir con los estereotipos comunes, que a veces pasan desapercibidos, de "micromachismo".

Viene como anillo al dedo recordar una anécdota de Buenaventura Durruti, una de las "bestias negras" de las derechas de este país por su combate, en vida, al franquismo. Se cuenta que un día fue a visitarlo Manuel Pérez, secretario del sindicato CNT-FAI, y lo encontró en la cocina, haciendo la cena; ante su expresión de asombro y estupefacción, Durruti le dijo:

- Si se está convencido de la necesidad de una revolución y se decide luchar por ella, la revolución empieza en casa.

Más claro, el agua; eso saca a la luz hipocresías como la de quienes predican igualdad entre todos los humanos... de puertas afuera. Un ejemplo: cuando el Papa vino a Barcelona para bendecir para el culto la inacabada Basílica de la Sagrada Familia, el ÚNICO protagonismo femenino en una ceremonia trufada de circunspectos personajes ensotanados fue el de unas monjitas que, provistas de bayetas y fregonas, limpiaron a conciencia el altar ceremonial. Ahí están las imágenes. De ahi a calificar el feminismo como el demonio por un obispo que no ha entendido nada de nada, un paso. Y muchas feligresas se lo creen a pie juntillas porque busca cambiar lo que para él y ellas es "normal" (¿Se entiende que cojan escalofríos cuando dirigentes políticos abogan en todo por "volver a la normalidad" cuando en realidad se instalan en un inmovilismo que olvida que la política es/debe ser espejo de la realidad?). O como los partidos que dicen no sumarse a las acciones reivindicativas porque aún no hay paridad en los convocantes, confundiendo posiblemente "mayoría masculina" con "mayoría machista". Y no es lo mismo.
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Por eso resulta repugnante que hoy aún haya hombres ¡y mujeres! que, con argumentos que difícilmente se sostienen, ataquen, menosprecien o se burlen de este más que justificado ejercicio de reivindicación. Sin hacer política, lo que se observa es que quienes alientan y divulgan estas burlas se suelen asociar a unos colores políticos que exhiben sin ningún reparo la marca identificativa de hacer chanza y menospreciar todo aquello que sobrepasa sus entendederas y que son, por tanto, incapaces de gestionar.

Con nuestro homenaje y respeto a todas las mujeres, usualmente menospreciadas (y consentido por la sociedad) por el simple hecho de ser eso, mujer.

domingo, 4 de marzo de 2018

El duelo duele. Y mucho.


"Para morir basta un ruidillo,
el de otro corazón al callarse..."
(Vicente Aleixandre – "La destrucción o el amor")

¡Cuánta razón tenía nuestro hoy poco valorado Nobel Aleixandre! Sin darnos cuenta, todos vamos muriendo poco a poco mientras nos esforzamos en hacer ver que vivimos. Y en este proceso, cuyo final conocemos de antemano, no sólo juegan las condiciones físicas y su inevitable deterioro sino, y de forma más lacerante, sobre todo, la progresiva desaparición (por eso que llamamos ley de vida) de los puntos de referencia, particularmente los emocionales, indiferentes a las distancias físicas, de los que, ingenuamente, pensábamos que dispondríamos siempre, y cuya ausencia (repentina o no) se traduce, seamos o no conscientes de ello, en un peldaño que nos vemos obligados a bajar porque es un asidero de nuestra vida que desaparece.

Hace muchos años, una persona conocida, de esos que se identifican como amigo de un amigo, tuvo un gravísimo accidente de coche que le produjo semanas de hospitalización hasta conseguir recuperar una cierta normalidad para poder afrontar los esfuerzos que exige la vida cotidiana. Contaba después el accidentado que, cuando se despertó en la UCI del hospital, un día después del accidente, su primera impresión era que había asistido en esas horas a la proyección de una película en cámara rápida en la que se había repasado toda su vida, remarcando episodios que él consideraba poco importantes o incluso olvidados.
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Pero ese pase de película que citaba esa persona no es privativo de esas ocasiones o similares, y se extiende a casi cualquier situación traumática. Cuando a uno le comunican la noticia de que todo indica que una persona de esas que es referencia de vida ha iniciado el proceso de su marcha de con nosotros, después de los primeros sentimientos de confusión, de ira (¿por qué tiene que pasar ésto?) o de frustración (impotencia por no poder hacer NADA para evitarlo)… una de las emociones que termina por instalarse en cualquiera de nosotros es… la tristeza. Tristeza hacia nosotros mismos, no hacia la persona que inicia su marcha por la evidencia de que en adelante no nos acompañará; tristeza, por tanto, por la llegada de una cierta forma de soledad,del final de un algo compartido.

En ocasiones resulta muy duro tener que aceptar, cuando ésto sucede, que el deterioro físico puede impedir, no ya el acompañamiento en esos momentos delicados del traspaso, sino la simple repetición del abrazo fraterno que otrora, periódicamente, permitía una recarga de energía vital. Es, pues, en esas ocasiones, cuando cobra toda su importancia asistir, quizá dolorosamente, a esa película hecha de recuerdos, vivencias, experiencias difíciles, silencios compartidos,.. e insconcientemente diseñamos un guión para la película en el que cobran protagonismo de quien nos deja pequeños retazos de una vida que ahora calificamos como ejemplar, y pasan ante nuestros ojos las imágenes de una lejana niñez llena de privaciones pero feliz, una adolescencia y juventud marcadas por las renuncias, una vida, en definitiva, que se identifica con el sacrificio por terceros, nunca por beneficio propio, sólo atenuado este sacrificio por el amor volcado en sus hijos (personas maravillosas, por otra parte, a los que supo inculcar su filosofía de vida), y todo ello sin un mal gesto, ni incluso en los momentos más difíciles, transmitiendo a todos una serenidad envidiable. Son retazos, en suma, de los que realmente somos co-partícipes y de los que se guardan recuerdo vivo porque la obligada lejanía física nunca significó alejamiento sino, al contrario, acrecentamiento constante del cariño y respeto, y afortunado redescubrimiento en cada reencuentro: bastaba estar ahí

En estos casos, la tendencia natural es la de considerar que sólo es uno quien siente la intensidad de determinadas emociones y sentimientos, incluso que nadie es capaz de entenderlo, cuando la verdad es que estos sentimientos tienen bastante de universalidad si bien la forma de exteriorizarlos tiene mucho que ver con cómo es cada uno. Para muestra, un botón, en una canción archiconocida compuesta e interpretada por Alberto Cortez en la que, eso sí, hay que hacer abstracción de que el autor se refiere a que la pérdida está encarnada por la pareja amorosa y fijarnos solamente en los sentimientos universales que provoca la ausencia.


Pero ahora, de repente, esa persona no está ahí. Y ha saltado hecho trizas el nexo auténticamente valioso y sólido con un tiempo, unos lugares, unas gentes, unas vivencias,... que fueron parte de un aprendizaje de vida y que ahora, perdido el poder de evocación conjunta como instrumento de crecimiento personal, quedan, como mucho, como una sucesión de postales aisladas, como una pesada carga para uno solo, con sólo el valor de dato estadístico. ¿Qué hacer? Porque la vida sigue, con sus penas y alegrías... Es conocido el dicho popular de que "si has nacido, ya sabes que, antes o después, te toca morir", o sea que la muerte es una faceta natural de la propia vida consustancial con ella y como tal deberíamos tomarla, sin aspavientos y cuidando de priorizar, en el momento del traspaso, el valor que nos aportó la persona que nos deja por encima del dolor que nos causa su marcha. Nadie dice que sea fácil, es más, uno de los aspectos más difíciles de asumir no es, curiosamente, el de la propia muerte en un futuro desconocido, sino el hecho de que, en el tiempo que nos quede de vida, ya no volveremos a tener la compañía/referencia de la persona que marcha. Terreno abonado, en la desesperación, por cierto, para TODAS las religiones, que, vía resurrección, vida eterna, reencarnación, etc., prometen que la ausencia será puntual, y dentro de un tiempo indeterminado se recuperará la feliz y añorada convivencia en el Más Allá.

Dejando a un lado las respetables creencias y sus promesas de vida futura, lo cierto y punzante es que en el presente se ha originado un doloroso vacío que no sabemos bien cómo tratar: ¿focalizando las acciones en la persona que se ha ido? ¿actuar únicamente de cara a quien queda? ¿con una actuación diferente en el círculo común con el finado y en el círculo más amplio con terceros? La pregunta, en todo caso, es si nuestros actos han de ser, efectivamente, selectivos y, para ayudarnos a tomar la decisión correcta (si se puede denominar así en estas circunstancias), podemos acudir a la idea recurrente de imaginar que no se ha producido la pérdida y que esa persona sigue con nosotros observándonos, por lo que no es descabellado proponerse realizar el esfuerzo de actuar en todo momento y ante cualquiera, aunque sólo sea como muestra de respeto a su memoria, de tal forma que se sintiera contenta y orgulllosa de nosotros o, al menos, que no le diéramos a sabiendas motivos para censurarnos.
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En unos momentos en los que surgen como hongos los llamados libros de autoayuda, no podían faltar entre ellos cantidad de manuales (?) de cómo afrontar una pérdida o algo parecido, que igual se aplican a un divorcio, a la muerte de una mascota, a la pérdida de un empleo o, por extensión, a casi cualquier circunstancia presuntamente traumática. Sin restarles validez para quien los considere válidos, nos permitiremos reflexionar sobre el tema de la actuación ante la pérdida de un ser querido, no desde la teoría sino desde la óptica de un afectado, con los sentimientos a flor de piel, procurando aplicar la objetividad apuntada en el párrafo anterior, es decir, imaginando que aún nos acompaña, partiendo de la base necesaria de que para manejar esta intensa y a veces desbordante emoción, hay que reconocerla y comprenderla. Y pensar que nuestra actuación tiene fuerte influencia en el entorno: luchemos por que esta influencia sea siempre positiva.

Para entenderos, intentaremos refleionar sobre el periodo inmediatamente posterior a sufrir una pérdida, que se llama época de duelo (seguramente porque duele) emocional, que es un proceso de adaptación que nos permite restablecer el indispensable equilibrio personal que ha quedado alterado por la pérdida. Las consecuencias emocionales están directamente relacionadas con la persona que hemos perdido y también con el modo en el que se ha producido la pérdida, con el tiempo de relación, la intensidad y las circunstancias de esa relación, lo imprevisto de la pérdida… Pero siempre supone un gran dolor, tristeza, desestructuración y desorganización. A pesar del sufrimiento que causa, el duelo emocional es un proceso necesario y ayuda a adaptarse a la pérdida, prepara para vivir sin la presencia física de esa persona, y es fundamental, para conducir correctamente el vínculo afectivo con ella de forma que sea compatible con la realidad presente y posterior. Su duración es muy variable, pero dicen los psicólogos expertos en el tema que los dos primeros años suelen ser los más duros, aunque cada persona tiene su propio ritmo y necesita un tiempo distinto para la adaptación a su nueva situación. Sobre todo no hay que desalentarse y anclarse en el pasado, confiando siempre en que se saldrá adelante.
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No hay que olvidar que, a decir de los expertos, al trago psicológico con su marasmo de sensaciones y emociones, hay que añadir determinados síntomas físicos que conviene conocer para contrarrestar, tales como sensación de estómago vacío, falta de energía, agotamiento, llanto, alteraciones del sueño (tanto insomnio como sueño excesivo), inapetencia, pérdida de peso, opresión en el pecho o palpitaciones y, al parecer, un largo etcétera según cada persona.

Si hemos de hacer caso a la duración de esos dos años de la fase más crítica del duelo estimada por los psicólogos, lo que sería una locura insoportable es pensar que la intensidad de las emociones fuera la misma, lineal, en todo el proceso, por lo que cabe pensar que en él se van sucediendo, llamémosle, etapas, posiblemente solapadas, que conducen al final el estadio de serenidad deseado, seguramente cuando la evocación de los recuerdos de la persona que se ha marchado ya no es un obstáculo emocional sino un apoyo íntimo. En este sentido, vamos a intentar agrupar esa evolución según los sentimientos que van aflorando: en la primera etapa, que suele ser breve (días o incluso horas) domina el desconcierto, el aturdimiento, y funciona como un mecanismo de defensa. Implica un shock de irrealidad y, posiblemente, aparece la sensación de no sentir, de no pensar junto al estrés físico, y las expresiones más frecuentes son del tipo “Esto no puede ser”, “Esto no puede estar pasando”, “Seguro que es un error”. Se niega lo ocurrido como una forma de darnos más tiempo para ir procesando la pérdida aún cuando se haya sido testigo directo del fatídico lance, esperado y temido o, contrariamente, soportando u dolor casi físico si no ha habido oportunidad de acompañamiento y calor en la despedida. Debemos tener en cuenta (válido para todo el proceso, nuestro entender) que si nos "cerramos" emocionalmente en esta etapa y no progresamos mentalmente, nos va a costar mucho aceptar y entender nuestras emociones, así como expresarlas.

Cuando ya somos conscientes del vacío que ha dejado la pérdida nos invade una tristeza profunda y anhelo-búsqueda porque el futuro que nos imaginábamos/imaginamos ya no es posible, buscamos el confort que solíamos tener con la persona que nos ha dejado, e intentamos llenar ese vacío de su ausencia. Aquí seguimos identificándonos con ella, buscando recordatorios constantes y formas de estar más cerca de ella y de su recuerdo. Una vez que nos hemos enfrentado seriamente a la realidad aparecen emociones intensas, como pena, dolor, miedo, ira, culpa y resentimiento. Es natural sentirse frustrado e irascible, con una ira que puede dirigirse hacia uno mismo, hacia los demás (mucho cuidado con involucrar a terceros del entorno o de fuera de él), incluso hacia el ser querido por habernos abandonado. Racionalmente sabemos que no podemos culparla pero emocionalmente estamos enfadados.. al mismo tiempo que nos sentimos culpables por estar enfadados. Es cuando nacen los condicionales: “¿Qué habría pasado si…?” “Debería haberlo hecho mejor cuando…”, “No le cuidé lo suficiente”. Como apuntamos en el paso anterior, también aquí, si nos estancamos, vamos a pasar la vida intentado llenar ese vacío de la pérdida y teniendo en nuestra mente de forma constante a ese ser querido.

El paso siguiente es cuando se toma conciencia de la pérdida (a nuestro juicio es diferente la consciencia del vacío que produce la pérdida de la de la propia pérdida) y aceptamos que todo ha cambiado y no volverá a ser como era o como nosotros imaginábamos, de lo que la pérdida implica en nuestra vida y eso conduce a la desorganización/desesperación con la aparición de síntomas depresivos como la apatía y desinterés, tristeza sostenida, sensación de soledad, fragilidad física y falta de objetivos. Se siente como si la vida nunca va a mejorar o no va a volver a tener sentido sin la presencia del fallecido, con el riesgo de alejar a los demás de nosotros si no controlamos estas actitudes; si no superamos esta etapa continuaremos consumidos en la tristeza, la depresión, y nuestra actitud ante la vida va a ser negativa y sin esperanza.
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Sin abandonar, sin embargo, el dolor y sin caer en el olvido consciente del ser querido, sino manteniendo (y controlando) siempre un recuerdo emocionado, llega el momento en que la fe en la vida comienza a recuperarse, se acepta plenamente la realidad de la pérdida, pero reaparece la esperanza y la adaptación a la nueva realidad, nuevos objetivos, nuevas relaciones. Poco a poco te empiezas a reconstruir y te das cuenta de que la vida puede (y debe, como a ella le gustaría) ser positiva después de la pérdida. Se reestablece la confianza lentamente; en esta etapa, el duelo no se ha ido del todo, pero la pérdida retrocede a una parte más reservada de la mente, donde continua influyéndonos pero no está en la primera línea.

Por supuesto, no somos expertos y no pretendemos convertir estas reflexiones en etapas lineales ni universales a observar. Cada persona lleva su propio proceso de duelo, que puede ser diferente al de los demás y es posible que no pasemos por todas las etapas descritas, que retrocedamos en alguna porque puede admitirse que parecen  fases comunes, pero en ningún caso son “obligadas”. De hecho, el duelo real se parece más a una montaña rusa de emociones que a una lista de etapas ordenadas.

El gran poeta granadino Antonio Carvajal, Premio de la Crítica de la Junta de Andalucía y Premio Nacional de Poesía en 2012, escribió un hermoso soneto, nada triste ni sombrío, inédito, a la muerte de la madre de un amigo común, el mismo que me lo dio a conocer emocionado. Estoy seguro de que nadie pondrá ningún inconveniente en que lo reproduzca aquí en esta ocasión. Dice así:

Del fondo gris del horizonte brota
penúltimo un carmín algo subido
como de un pensamiento malherido
surge una pena viva, mas remota.


No falta nada: el barco, la gaviota,
el paseo recién encandecido,
el rumor de las olas, el crecido
candor de ese lucero – leve nota


en el acorde pleno de la tarde -.
No falta nada. En la memoria arde
el amor bien cumplido y su certeza.


Y el agua, siempre nueva aunque mirada
siempre, le dice al alma enamorada
que mire y busque siempre su belleza.



Lacrimosa dies illa
Qua resurget ex favilla
Judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus:
Pie Jesu Domine,
Dona eis requiem. Amen.