domingo, 28 de julio de 2019

Cuando la violencia de género se institucionaliza.

Señor, es realmente cierto que Eulalia Lafarga, alias Ramoneta de la villa de Granollers, encontrándome yo en dicha villa de Granollers, me dijo si quería ir en su compañía a La Garriga … debían ser las nueve horas de la noche mas o menos. Fuimos a reunirnos a la casa de Leonor Reig, alias Maurineta, donde nos desnudamos, estando desnudas y dejando nuestras ropas en un aposento de dicha casa, que no puedo designar dónde estaba, nos untamos de ungüento todo negruzco que nos da dicha Reig, y cuando nos unta decíamos: “Yo me unto en nombre del demonio y Belzebú y otros demonios”.

Es la confesión de Eulalia Puig, una vecina de Caldes de Montbui (Barcelona), que fue condenada por brujería y ahorcada en la Plaza Mayor del pueblo el 26 de noviembre de 16191.

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Con el (pen)último asesinato de una mujer de 47 años, médico de profesión (asesinada por su marido, abogado, de 50 años, con el que tenía dos hijos. No existe constancia de denuncias previas entre la pareja), en Terrassa (Barcelona).se registran ya 56 feminicidios y otros asesinatos de mujeres en lo que va de 2019. El portal Feminicidio.net informa que, desde 2010, año en que se empezaron a documentar esos crímenes en España, se han registrado 1.044 mujeres asesinadas por hombres.

Sin ánimo de establecer comparaciones entre dos fenómenos, por otro lado sin puntos de comparación, se contabilizan 829 personas asesinadas por ETA desde 1968 hasta la última en marzo 2010. El 20 de octubre de 2011, la organización terrorista anunció el «cese definitivo de la actividad armada», lo que nos lleva a la conclusión de que hay más víctimas de violencia de género desde la disolución de ETA que asesinados por éstos en toda su historia. Eso sí que nos lleva a plantearnos una pregunta lícita: ¿por qué en el caso de ETA se llegó, de una forma relativamente fácil, a un consenso de legislar contra ellos dentro de una unidad de acción entre partidos, por otra parte, irreconciliables, mientras que ante el goteo continuo de crímenes de género nadie (que pueda hacerlo) hace nada más allá de rechazos y condenas verbales y manifestaciones grandilocuentes?

Una de las razones que primero vienen a la mente es la ineptitud de nuestra clase política, llena de animales políticos (a veces empeñados en demostrar que son más lo primero), en gestionar algo que no tienen ni idea de cómo abordar porque no consta en el “argumentario-guía burros” que le proporciona su partido y optan por minimizarlo, quitarle importancia, hacerlo pasar como algo normal. Y no; parten de la base, en su ignorancia vocacional, de que lo normal es aquello a lo que nos hemos acostumbrado, y así lo proclaman para justificar su inacción, olvidando, al menos, dos matices:

     - la sociedad NUNCA se acostumbrará a que una mujer sea asesinada por ser mujer.

     - NUNCA podrá sostenerse esta situación anómala como normal.

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Quizá convenga refrescar la memoria y recordar que se entiende por violencia de género cualquier acto violento o agresión, basados en una situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres que tenga o pueda tener como consecuencia un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas de tales actos y la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si ocurren en el ámbito público como en la vida familiar o personal. Se trata de una violencia que afecta a las mujeres por el mero hecho de serlo. Constituye un atentado contra la integridad, la dignidad y la libertad de las mujeres, independientemente del ámbito en el que se produzca.

Debe recordarse que la violencia es una estrategia de relación aprendida, no es innata. Si esto fuera así, todas las personas serían violentas o todas las personas ejercerían la violencia de la misma manera y en el mismo grado; sin embargo, no siempre la empleamos en nuestras relaciones: hablamos, negociamos, pactamos, tratamos de comprender el punto de vista de la otra persona y finalmente llegamos a un acuerdo, aunque no obtengamos el que en principio queríamos. Los maltratadores son selectivos en el ejercicio de la violencia, lo que demuestra que son capaces de controlarse en cualquier otra situación.

La discriminación de las mujeres y la violencia de género (como manifestación más brutal de las desigualdades entre hombres y mujeres) es un problema que traspasa fronteras y que está presente en la mayor parte de los países del mundo, con independencia de su nivel social, económico o cultural, religión, raza, etc., con la particularidad de que las vivencias del maltrato son enormemente parecidas en todos los lugares y culturas.

A lo largo de la historia de los territorios y las civilizaciones, la mujer ha sido ninguneada, menospreciada, humillada, usada, vendida,… incluso por aquellos que hacen gala de unidad de derechos y respeto2, pero casi siempre a título privado o tribal. Lo dramático es cuando su persecución (generalmente declarando motivos religiosos o pseudorreligiosos) se institucionaliza legitimando y alentando un odio irracional hacia ella, como pasó en la larga época conocida como caza de brujas, desarrollada en prácticamente todo el mundo ¿civilizado? entre los siglos XV a XVII. En el siglo XVII la caza de brujas en Europa, tanto en países católicos como protestantes, fue particularmente intensa, con más de cien mil procesos y más de sesenta mil ejecuciones.

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En España son conocidas las brujas gallegas (meigas que, haberlas, haylas), canarias aragonesas, vascas, navarras, catalanas,… y es en éstas en las que nos centraremos, pues, a decir de los estudiosos expertos, ser bruja en Catalunya era mucho peor que serlo en cualquier otro sitio de Europa. La precocidad, la intensidad y la dureza de la caza de supuestas brujas en el territorio catalán no tuvieron parangón en el resto de España y le otorgan al fenómeno una siniestra preeminencia en el conjunto de toda Europa. La caza de brujas es un fenómeno muy común en Europa durante los siglos XVI y XVII. En Catalunya, el fenómeno afectó muy especialmente las comarcas centrales (Bages, Osona, Moianès y Vallès) y el condado del Rosselló (hoy francés), y se radicalizó tras las grandes tormentas y riadas del otoño de 1617, el Año del Diluvio, del que se culpó a las brujas, y un informe inquisitorial de 1621 hablaba ya de más de mil ejecuciones. En la comarca del Vallès, aunque se han documentado procesos anteriores que en general terminaron sin víctimas, la caza de brujas se generalizó entre mayo de 1619 y junio de 1620. La represión afectó un gran número de villas y lugares, tales como Viladrau (con 14 ejecuciones), Caldes de Montbui (12), Granollers (10), Calders (8), Terrassa (5), y otras.

El perfil de las acusadas como brujas era el de mujeres (aunque también hombres, en algo más del 20 % de los procesos) vulnerables, pobres, diferentes, “raras”, por lo común solteras o viudas, raramente casadas, y consideradas como culpables de los males del momento3; lo que se sabe de la caza de brujas es por lo que aparece en los documentos antiguos, los cuales hablan de la tortura como un hecho habitual para “admitir” sus culpas o denunciar a sus “cómplices”. Las mujeres consideradas brujas eran procesadas por tribunales civiles y eran colgadas en la horca - y no quemadas.

No entraremos en detalles pero sí que vale la pena valorar el hecho de que estas actuaciones eran legales, al amparo de una ley promulgada en 1424 que incluía como delito penal la brujería4 (más hechicería y similares) por considerarla culpable de todos los males, personales y colectivos, de cualquier índole. Hay que recalcar que los procesos se desarrollaban y resolvían por tribunales locales. Otro hecho a considerar es cómo se solían iniciar los procesos, casi siempre por delaciones cargadas de odio y resentimiento (en los que nada tenía que ver la brujería), por problemas de convivencia, incluso problemas del ámbito familiar o por la intervención de personajes a los que se atribuía la capacidad de identificar a una bruja; de éstos han pasado a las crónicas Joan Malet, un morisco al que, precisamente, el Santo Oficio detuvo acusado de denuncias falsas y ejecutó en la hoguera, Cosme Soler, Tarragó, detenido posteriormente sin que conste su destino, y Llorenç Calmell, detenido por la Inquisición y condenado a galeras.

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Malet en el romancero posterior: “...que en Malet i sos enganys / han pagat lo deute seu” ("...que Malet y sus engaños /  han pagado su deuda")


En este año de 2019 se cumplen 400 años exactos de dos hechos antagónicos en este tema de la violencia institucionalizada y legal contra la mujer. Por un lado, en 1619, la represión contra las mujeres acusadas de ser brujas alcanza su punto más alto, con el máximo número de ejecuciones, y por otro, por primera vez se alza una voz (la del jesuita Pere Gil) que condenaba esta persecución. En efecto, Pere Gil, a la sazón rector del Colegio de Belén, de Barcelona, y calificador de la Inquisiciónescribió una carta a las autoridades judiciales denunciando la manera de actuar de los tribunales locales y exigiendo el cese de las persecuciones (“que se proceda con grande cautela y madureza en respecto de las bruxas, porque se presume, y casi es cierto, que algunas d’ellas son innocentes; y si ay de culpables, como son ciegas y engañadas del demonio por su daño y perdición d’ellas, las más o muchas d’ellas no merecen pena de muerte”), al hilo del Edicto proclamado en 1614 por la propia Inquisición ordenando a los inquisidores parar la persecución de brujas y evitando que el alboroto popular fuera causa de persecución.

En todo caso, hay que esperar al 15 de mayo de 1620 para ver un decidido cambio de actitud por parte de la Inquisición. Cinco meses después, el 7 de noviembre, Felipe III proponía en una carta al duque de Alcalá “conceder perdón general a los que huvieren incurrido en este pecado, por ser tantos, para castigar a los que reincidieren después con major rigor”.

Así las cosas, en 1622, la Real Audiencia de Catalunya se declaró competente civil (no penal) en estos asuntos, ordenó el traslado de todos los procesos abiertos a detenidas en esos momentos y las liberó a todas. En la práctica era el fin de la caza de brujas pero por el camino quedaron centenares de víctimas inocentes.

Si en un territorio ha sido durante un tiempo normal y legal ejercer la violencia, incluso institucionalizada, contra la mujer, sea cual sea la excusa para hacerlo, y desde tiempo inmemorial no ha sido algo “mal visto” sino acogido con indiferencia (cuando no con complacencia) por la sociedad, resulta comprensible (no justificable, ojo) que esta sociedad no presione con la debida fuerza y determinación a los poderes públicos para acabar con esta lacra y deba actuarse, y mucho, en el campo educativo/formativo desde edades tempranas y empezándose desde el ámbito familiar. Más difícil de entender es la actitud de la clase política, renuente a legislar de una vez por todas leyes que no permitan a algunos jueces emitir sentencias que abochornan a todo un país. Peor es que haya partidos políticos del arco parlamentario que, directamente, nieguen que exista la violencia de género y despotrican e insultan con impune desparpajo a quienes luchan contra ella. Y que haya mujeres que los votan.


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1Recogido por Pau Castell, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Barcelona, en su tesis Orígenes y evolución de la caza de brujas en Cataluña (siglos XV y XVI), que recoge 300 juicios y documentación inédita sobre el particular.

2A título únicamente de anécdota, cuando el Papa Juan Pablo II consagró al culto católico la gaudinina y barcelonesa Basílica de la Sagrada Familia (aún hoy en construcción), con gran pompa y boato, y lógico protagonismo de gente del clero en sus variadas formas y dignidades, las únicas monjas (mujeres) que se vieron fue el equipo que se hizo cargo de fregar y limpiar apresuradamente el altar en el que tenía que oficiar el Sumo Pontífice, y justo el tiempo en que realizaron el trabajo. Después, desaparecieron.

3La idea central de dicho concepto es la creencia en que las brujas establecían pactos con el diablo. Este pacto no solo suministró la base de la definición legal del delito de brujería, sino que vinculó la practica de la magia nociva con el supuesto culto al diablo. Esta idea puede encontrarse ya en los escritos de San Agustín, (354 - 430) pero no se difundió por Europa Occidental hasta el siglo IX, cuando se tradujeron al latín diversas leyendas referentes a dichos pactos. En éstos, la parte humana establecía un acuerdo similar a un contrato legal según el cual el diablo proporcionaba salud u otra forma de poder terrenal a cambio de servicios y la potestad sobre el alma después de la muerte. En algún caso el pacto implicaba prácticas mágicas. 

4Episodios como éste deberían hacer pensar a los adalides defensores sin matices del mantra “La ley está para cumplirla” olvidando que la ley debe estar antes en revisión permanente de su adecuación a la Justicia (con mayúsculas) para poder exigir su cumplimiento. De igual forma sirve de aviso a muchos bocazas ignaros (que los hay) que buscan votos viscerales tachando de delincuentes a la menor ocasión a sus adversarios políticos por haber vulnerado una ley (¿cuál? ¿sobre qué?). No, infórmense, delincuencia es otra cosa.

domingo, 21 de julio de 2019

¿Lectura electrónica o impresa?

Pues iba yo tranquilamente sentado distraido mirando el paisaje familiar en uno de mis 
frecuentes viajes en tranvía cuando, en una de las paradas, subió, y quedó de pie al lado de 
mi asiento, un señor, de aquellos de edad indefinida, que parecía enfrascado en la lectura de 
un libro electrónico en la tablet que llevaba. Pensé en lo mucho que ha cambiado el “paisaje” 
de la gente en los espacios públicos (y no digamos de los privados) entre una mayoría de 
personas, de todos los sexos, de todas las edades y de cualquier condición, abducida por la 
pantalla de un teléfono móvil (que es usado generalmente de todo menos, precisamente, de 
teléfono) y una minoría, muy minoría, que aún leen libros tradicionales de papel y no libros en 
formato electrónico.

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Para nada se trata aquí de negar el desarrollo. No. Está demostrado que un sistema ha coexistido en la dinámica de la vida de los lectores junto al otro, sin que se tenga que pensar en la desaparición del formato impreso. Aunque todos los que prefieren un buen libro impreso refieren maravillas sobre esa sensación que se experimenta ante un libro recién comprado, el hojear de las páginas y guardar para la eternidad, con dedicatorias incluidas, un ejemplar que formará parte de la colección inseparable de la vida. Diseños, colores, texturas, olores y múltiples recuerdos asociados con los volúmenes dan al lector una experiencia única, es decir, el aura del objeto único. Además está la certeza de que nunca ha de fallar cuando se necesite: no habrá baterías agotadas, incompatibilidad entre formatos y archivos, ni la obligación de comprar un dispositivo nuevo cuando el antiguo no dé más de sí. Y un libro leído siempre es diferente al que está por venir. Por otro lado, estudios académicos de la psicología humana confirman que el cerebro prefiere el papel.

Sin embargo, de lo que no hay duda es de que la lectura es siempre beneficiosa, no importa el formato, si nos trasmite paz, como don bendito de cada palabra. El hábito de la lectura está lleno de beneficios que permiten el desarrollo de aspectos cognitivos y afectivos. Las nuevas tecnologías han revolucionado nuestro mundo en los últimos años y también nuestra forma de enfrentarnos a situaciones cotidianas. Leer a través de las hojas de un libro ha empezado a ser remplazada por la leer a través de pantallas.

No podemos olvidar que la lectura digital aporta beneficios a personas con dificultades visuales, permitiendo aumentar el tamaño de la fuente o incluso incluir sonidos (los audiolibros, tan de moda). Del mismo modo, las personas que sufren dislexia se ven beneficiadas de la lectura digital. El aumento del espaciado entre las letras favorece una mejora en el proceso lector de las personas con dificultades en la lectura.

Está comprobado también que la lectura digital aporta grandes beneficios a los más pequeños, pero no podemos olvidar, por ejemplo, que la lectura de cuentos de papel a la hora de dormir entre padres e hijos crea un vínculo muy especial y favorece el sueño. Este efecto tan positivo se ve algo reducido a través de las pantallas, ya que el exceso de luz que estas suponen para nuestro cerebro en horas en las que necesita oscuridad para entender el tránsito de la vigilia al sueño, se ve afectado. Antes de dormir la lectura más recomendable es la tradicional, a través de libros de papel.
¿Qué es mejor, pues, leer libros impresos en papel o electrónicos? Desde que aparecieron las lecturas y los libros digitales, las teorías anunciaban la desaparición paulatina del libro de papel, pese a que las últimas informaciones publicadas hablan con datos y cifras de un repunte de las ediciones en papel y un estancamiento de las ediciones digitales. Los libros en papel tienen un valor simbólico y ofrecen la seguridad de que nunca dejarán de funcionar, pero esas no son sus únicas ventajas. Según diversos estudios neurocientíficos, la lectura de textos impresos permite concentrarse más y recordar mejor lo que se ha leído. Al cerebro, además, le resulta más fácil elaborar mapas mentales al leer textos impresos que digitales, ya que puede obtener una idea de conjunto a través de los sentidos.


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En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la presente es todavía la primera etapa de la lectura digital y, sobre todo, de los libros electrónicos. Está claro que las pantallas de las tablets y de algunos e-readers, producen mucho cansancio visual. De hecho, científicos de la Universidad de Harvard han recomendado no utilizar estos dispositivos antes de dormir, ya que perjudica la calidad del sueño y, por consiguiente, la salud general. Y las pantallas de tinta electrónica sin retroiluminación ya buscan parecerse lo más posible al papel, y en ellas el brillo no es un problema. Quedará por ver qué sucede en el futuro: si para los nativos digitales -los niños de la actualidad, que desde el comienzo de sus vidas están familiarizados con estas pantallas- es importante la pérdida de la experiencia física de los libros de papel, y si pueden conformar sus propios mapas mentales a partir de los textos en formato digital, sin necesidad del volumen físico. Parece ser que la diferencia se encuentra en el formato con el que se aprendió a leer. Así, aquellos que aprendimos la lectura a través de escritos en hojas impresas tenemos mayores dificultades para organizar la lectura a través de pantallas. Si no sabes cuánto se tarda en leer una página, podemos hacer alguna aproximaciones pero no es lo mismo leerlas en un formato físico que en uno digital. Incluso existen aplicaciones que nos informan de lo que vamos a tardar en leer un libro y que pueden servir de referencia.

La falta de referencias es una de las grandes desventajas de la lectura digital. Conocer el número de hojas a través de la vista, dibujos e incluso el tacto del libro, ayudan a aquellos que aprendimos a leer y estudiar a través de libros. El estudio y la memorización se ven entorpecidos a través de pantallas, ya que la costumbre de trabajar sobre los textos mediante notas al margen, subrayado, etc. se hacen imposible a través de estos nuevos formatos. Al escribir sobre los textos reorganizamos la información de forma más sencilla, ya que desde los inicios de nuestro estudio nos acostumbramos a ello, y así lo hizo también el cerebro, lo que le exige un menor esfuerzo (a pensar de ser tan plástico y flexible que nos permita hacerlo también a través del formato digital). Sin embargo, los “nativos digitales” parecen no encontrar estas dificultades con respecto a la referencia, ya que se acostumbraron a no tenerlas desde sus inicios. Los hipervínculos y referencias permiten ampliar la información de un texto de manera inmediata. La consulta a diccionarios y enciclopedias no es necesaria a través de la lectura digital, y esto supone grandes ventajas a nivel de tiempo para el lector.


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Pero he de reconocer que todos estos razonamientos se fueron al traste cuando llegó mi parada del tranvía, me levanté del asiento y pude ver que mi circunstancial vecino de viaje estaba leyendo ¡un cómic! en la tablet. Posiblemente esto sea así porque realmente, hubo un tiempo en que todo eran cómics (antes, tebeos). Ahora, una parte de ellos se llaman novela gráfica (o "literatura dibujada", como puso de moda Romà Gubern) e interpelan a un lector habitual de literatura, que se ha atrevido a romper con ese cliché que asociaba al género con la narrativa superficial. «No, yo no leo cómics, leo novela gráfica», que era una frase adecuada para que los esnobs rompieran sus prejuicios. Ciertamente el cómic sirve como puente entre la lectura tradicional y la lectura de imágenes porque el dibujo como motor para dar cuerpo a las ideas es, incluso, un recurso muy usado en los primeros años de escolaridad. En ellos, ilustrar una idea, un cuento o a la inversa, poner palabras a la imagen, son prácticas que aparecen en las escenas de los chicos que transitan sus primeros años en la escuela y, al final, realmente, “la historieta es literatura dibujada”

Algunos le llaman el noveno arte, pero aún así, en algunos lugares es un género que ha considerado de segunda o sub-literatura, a diferencia de lo que ocurre en otros países como Francia, Japón o Estados Unidos, donde el cómic ha jugado siempre un papel importante en las industrias editoriales y ha tenido un lugar central en las librerías, las bibliotecas públicas y escolares como una suerte de "espejo social". Incluso en Japón, el manga se usa para distintos fines recreativos y educativos, como por ejemplo, en campañas para prevenir el consumo de drogas.

Sea como sea, el cómic (aunque se elabore con los últimos adelantos técnico/informáticos) suele estar concebido para su edición impresa en papel, en páginas que proporcionan un ritmo secuencial que determina la continuidad o discontinuidad de la trama, la intriga, el misterio que narra,… en suma, el interés y su seguimiento y que suelen, con su composición (que se puede perder con su visión en pantalla), guiar al lector. Dejando de lado que puede considerarse un sacrilegio visionar en pantalla y no en papel obras gráficas de Hal Foster, Alex Raymond, Gir, el más actual Milo Manara, nuestro Hernández Palacios por citar algún nombre de un larguísimo etcétera, nos tomaremos la licencia de señalar una sola muestra demostrativa de que la lectura de cómic está desaconsejada en formato digital.


"Boccaccio nº 2" E.Sió.
Gustavo Adolfo Bécquer (18361870) fue un poeta y narrador sevillano perteneciente al movimiento del Romanticismo cuya obra más célebre es Rimas y Leyendas, un conjunto de poemas dispersos y relatos, reunidos en uno de los libros más populares de la literatura hispana. Las edulcoradas Rimas, breves en general, representan el tono íntimo, al oído, de la lírica profunda mientras las Leyendas son, en su mayoría, narraciones pertenecientes al género del relato gótico o de terror, otras, auténticos esbozos de poesía en prosa, y otras narraciones de aventuras. Una de esas Leyendas es El miserere.

Carlos Giménez es un historietista, adscrito habitualmente al Grupo de La Floresta1, uno de los historietistas más importantes del denominado boom del cómic en España y uno de los pocos que aún continúan en activo.

En el mes de febrero del año 1971 la revista Trinca publica una adaptación dibujada en cinco páginas por Carlos Giménez del Miserere de Gustavo Adolfo Bécquer2. En ella Giménez prueba una serie de nuevas ideas relacionadas con la composición de la página que a la postre terminan por convertir el relato en una pequeña joya de la historieta.

Las dos primeras páginas de la historia nos muestran la llegada de un romero a la abadía navarra de Fitero, donde es recibido por un monje que escucha con atención lo que el peregrino tiene a bien contarle sobre su vida y sus pretensiones. La intención de éste, que fue en su día músico de renombre, es escribir un miserere que le redima de todo el mal que en algún tiempo pasado cometió. El hermano le habla entonces de un triste cántico que puede escucharse todas las noches de Jueves Santo en las montañas. Allí quedaron las ruinas de un monasterio que en la antigüedad vivió su destrucción a manos de unos sanguinarios bandoleros y de allí surgen lúgubres quejidos que emiten las almas de los monjes que fueron masacrados.

El romero sube a la montaña y ante los vestigios de la antigua iglesia, pensando ya que ha sido engañado por el fraile, llegan a sus oídos unos sonidos tan extraños como inquietantes que comienzan con el tañido de unas campanas que ya no existen. Es entonces cuando se muestran ante el lector toda una serie de recursos narrativos que prescinden del texto y que se apoyan en la onomatopeya, las figuras cadavéricas de los monjes y las expresiones de espanto del protagonista para trasladar la acción a un escenario de verdadero terror que nunca antes las páginas de un tebeo habían enseñado de esa forma.

El empleo de las luces y las sombras, el sorprendente y novedoso montaje de las viñetas y el formidable uso que el autor hace del tiempo narrativo son todas nuevas formas de expresión, experimentos al servicio de una historia que consigue su propósito casi a la perfección gracias al uso de esos recursos. Todo acaece en segundos. El órgano emite su terrible sinfonía y los monjes cantan bajo una vidriera que se ilumina nadie sabe bien con qué luz. El rostro del músico nos muestra la transición desde la agonía del terror hasta la pérdida de la cordura. Pues ya está loco cuando ha terminado de escuchar el miserere y loco morirá sin poder escribir el final del cántico.

Con la asombrosa historia de El Miserere Carlos Giménez da una vuelta de tuerca a la propia concepción del cómic en una época de cambios en la que se trataba de acercar la historieta a un terreno cultural más específico, para ser degustada página a página.

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"El Miserere" G.A.Bécquer-C.Giménez

Esto no quita, como es lógico, que, al hilo de los avances tecnológicos, los autores vayan concibiendo sus obras para ser leídas/vistas como libro electrónico (de hecho ya son comunes los programas para lectura de comics, distintos de los estándar), pero ¿es esta una solución razonable para las concebidas para ser editadas en papel?. Estudios futuros y, sobre todo, la experiencia de los lectores darán la respuesta.

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1No me resisto a referenciarlo; nombre por el que se conoce a un grupo de 6 historietistas “de bandera” formado por Luis García, Carlos Giménez, Esteban Maroto, Suso Peña, Ramón Torrents y Adolfo Usero, que trabajaron colectivamente a finales de los años 60. El nombre viene del barrio de San Cugat del Vallés (Barcelona) donde se hallaba el edificio, "una torre con jardín y en medio del bosque prácticamente", como la definió el propio Giménez, donde instalaron su estudio.

2Hoy se puede encontrar en el libro recopilatorio de algunas obras dispersas del autor “Sabor a menta”, de Ediciones Glénat.

martes, 16 de julio de 2019

Recuerdos de Isa, por ejemplo.

En la antigua cultura griega se decía que todos nos morimos dos veces, la primera cuando lo 
hacemos físicamente, pero ésta sólo es un preámbulo, porque la muerte de verdad sucede 
cuando todo el mundo te olvida. Cuando ya nadie dice tu nombre, cuando nadie recuerde 
quien fuiste, entonces te desvaneces, simplemente dejas de existir.

Cuando se afronta el difícil momento de un duelo, cada persona tiene una serie de 
sentimientos dominantes: nos aislamos, soñamos, quizá en algún aspecto nos sentimos 
aliviados pero al mismo tiempo culpables. Hay toda una serie de cosas que suceden, y 
entonces de lo que se trataba era de que las moiras1, que siempre han sido y que ahora 
también están aquí aunque no las veamos, son las que dicen: te vamos a coger de la mano y 
vamos a ir a ver a las personas que tú más has admirado y querido para que veas qué 
hicieron ellos -que también pasaron por estos momentos- y así ayudarte a resolver todos los 
problemas que tú tienes ahora. 
 
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Posiblemente cuando ese dolor inicial lacerante pasa a formar parte de uno (eso sí, en 
permanente modulación para que sea soportable) y el sentimiento se cronifica, es cuando se 
pone en valor la idea expresada más arriba y, seguramente sin querer, viene a la mente un 
listado de personas que un día fueron parte de ti y que ahora están en esa segunda muerte 
griega, nadie dice su nombre, nadie recuerda quiénes fueron. Posiblemente, en ese proceso, 
algo tenga que ver lo que sostiene el psicoanalista Rodrigo Solís en el sentido de que “El 
recuerdo, así como el olvido nunca son fenómenos puros, pues siempre somos selectivos al 
recordar y olvidar lo que hicimos. Cualquier situación vivida hoy puede activar un recuerdo de 
la infancia que se ha desalojado de la conciencia. La memoria no es un archivo cronológico, 
por ello se olvida lo más importante y se recuerda lo trivial”, de forma que cobra plena 
vigencia la sentencia de Gabriel García Márquez  “La vida no es la que uno vivió, sino la que 
uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”:

Para no perderse conceptualmente hay que diferenciar “memoria” de “recuerdos”. La 
memoria es una mera función fisiológica del cerebro que permite al organismo codificar, 
almacenar y recuperar la información del pasado mientras que los recuerdos son imágenes 
de ese pasado que se archivan en la memoria y que sirven para traer al presente algo o a 
alguien. Se definen los recuerdos también como una reproducción de algo anteriormente 
aprendido o vivido, por lo que están vinculados directamente con la experiencia personal. Los 
recuerdos de un colectivo humano dan una aproximación más cercana de la realidad personal 
que la propia historia, puesto que ésta suele saltarse los hechos individuales para centrarse 
en los acontecimientos globales. Vivir de recuerdos, sin embargo, es peligroso, pues, según 
el psicoanálisis, el aferrarse a un recuerdo puede generar depresiones y, en casos extremos, 
incluso una ruptura con la realidad actual. Un inciso, aunque parezca que no viene a cuento, 
pero se refiere a la salud mental: los recuerdos se refieren a experiencias o vivencias 
personales; lo que machacan los malos políticos para manipular los sentimientos es otra 
cosa. 

Por todo ello, la auténtica relevancia de un recuerdo es que sea compartido, para que sea 
vivo, aún referido a personas que ya no están y se comprende así la trascendencia del 
paradigma griego sobre la muerte con que se iniciaban estas reflexiones. Eso que llamamos 
ley de vida condiciona poderosamente este aspecto pues, a medida que van desapareciendo 
las personas que compartieron una vivencia va desapareciendo también la nitidez del perfil 
que delimita su recuerdo hasta el punto de que puede volverse borroso y distorsionado. 
Como ejercicio de memoria puede ser interesante activar el recuerdo en torno a personas 
que ya tuvieron su primera muerte, que están acechadas ¡ay! por la segunda y definitiva por 
un olvido general por parte de su cada vez más reducido entorno y en cuyo paso entre 
nosotros no consta ningún hecho que ponga su nombre en los anales y quede registrado. 
Vamos, como la gran mayoría. En este ejercicio queda de manifiesto que la alternancia/
mezcla/suma de los recuerdos colectivos, los compartidos y los personales conforman esa 
imagen/película final que evocamos, pero en la que cada uno de nosotros (y eso es lo 
manipulable) define las prioridades y que el recuerdo de una persona está compuesto por 
flashes aislados que se ensamblan espontáneamente. 
 
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Había una vez un poblado minero anglo-andaluz ubicado en un enclave privilegiado de la 
sierra. El pueblo no era el clásico “pueblo blanco” de la zona y tenía bastante similitud en su 
construcción a los típicos pueblos mineros del sudeste de la campiña inglesa por haber sido 
levantado en el siglo XIX por los propietarios ingleses de las minas que se explotaban; los 
servicios comunitarios tenían una gran importancia y estaban organizados por la empresa 
(se entiende ésto porque cuando se construyó el pueblo, quedaba “lejos de todos sitios” y se 
enfocaba para que fuese autónomo), había escuelas, hospital, farmacia, economato, 
mercado, iglesia católica e iglesia protestante (vestigio de sus raíces inglesas), biblioteca, 
cuartel de la Guardia Civil y, para el ocio, campo de fútbol y de tenis (como no podía ser de 
otra manera al haber habitantes ingleses; se dice que de los primeros campos, si no el 
primero, que se construyó en España), cine de verano e invierno y un casino alrededor del 
cual giraba la vida social del pueblo. Pero este entorno idílico, al igual que en la “fiebre del 
oro” en el far west, también fue lugar de miserias, frustraciones (no había futuro, o al menos, 
no lo había fuera de la mina), ruina, enfermedad y muerte (particularmente relacionada con 
el trabajo en la mina). La organización social, estaba estructurada jerárquicamente, con 
construcciones de viviendas para obreros solteros, para obreros casados, las destinadas a 
capataces y las zonas más lujosas para ingenieros y directivos2, con una particularidad: las 
viviendas, propiedad de la empresa, se asignaban a trabajadores en activo, de forma que, si 
alguien dejaba de serlo, perdía el derecho a vivienda.

Este es el entorno donde vio la luz una niña, llamémosle Isa, en una familia en la que todos 
sus miembros estaban vinculados a la mina. Una vida y expectativa “normal” y previsible, 
pero…. el padre de Isa fallece, y todo su mundo se derrumba como un castillo de naipes; de 
repente queda, no sólo con el dolor de la pérdida y sola con su madre, sino, para la vida 
cotidiana, sin el sustento y sin techo que las cobije a ambas. Dejan entonces obligatoriamente 
su vivienda para instalarse como buenamente pueden en el pueblo más cercano, procurando 
perder el mínimo contacto con los que han quedado en la mina. Isa es una niña despierta, 
adelantada a su edad, pero a duras penas, por motivos económicos, puede acabar la 
educación básica y, antes de alcanzar la mayoría de edad oficial, se casa con, llamémosle, 
Paco, un joven que hoy diríamos volcado con el medio ambiente pero que en esos años era 
casi despreciado por ser un “campesino” a sueldo (de miseria, que nadie se engañe) de un 
rico y elegante hacendado que no sabía distinguir una cabra de una oveja. 
 
Resultado de imagen de el centenillo

 
Tras la boda, se instalaron a vivir a un cortijo solitario propiedad del hacendado a casi dos 
horas (andando, claro; otro medio de desplazarse era inimaginable) del pueblo, en medio de 
la sierra, donde vivieron un tiempo en armonía. La carencia de todas las comodidades  
domésticas quedaba superada por el contacto con la naturaleza, los animales, el huerto, el 
agua abundante de manantial en una cueva cercana,… hasta que llegó el primer hijo de los 
dos que tuvieron, niño y niña, y quedó a la vista la imposibilidad de que aquel fuera el entorno 
conveniente para que crecieran los niños, y vuelta al pueblo, a una casa facilitada por el 
Ayuntamiento a menesterosos como ellos. Empiezan las penurias de la búsqueda de un 
trabajo (que lo hay, aunque sólo para los elegidos) para cubrir las necesidades cotidianas, 
topándose con la realidad de que, en algunos ambientes, la integridad es considerada como 
algo negativo y únicamente se consiguieron (y aún gracias) ocupaciones a salto de mata que, 
entre otras cosas, impidieron acceder a la anhelada formación académica a los pequeños.

Esta situación y su prolongación sin solución en el tiempo hizo mella en dos flancos: la salud 
física, que se tornó quebradiza, y la psíquica, que no debe interpretarse en merma de 
facultades, sino en algo más bien de carácter actitudinal, en el progresivo, y a la postre 
imparable, proceso de aislamiento de todos y de todo. Santo Tomás de Aquino popularizó 
aquello de que "Dios escribe recto con renglones torcidos" en la teoría que elaboró para 
poder probar la existencia de Dios, lo que quiere decir que cuando hay alguna situación difícil, 
como una enfermedad, un conflicto, una depresión y otros, eso es lo que podríamos llamar 
renglones torcidos, que es nuestra percepción, pero Dios escribe recto sobre ellos y lo 
soluciona. Pero, como en todo, las excepciones confirman la regla, y se ve que este caso 
era una excepción: no sólo no se arregló ningún problema sino que un (mal) día, de repente, 
la hija sufrió algo parecido a un infarto fulminante (pese a su juventud) y no se llegó a tiempo 
de salvarla.  
 
Resultado de imagen de residencia tercera edad
 
Este hecho supuso el inicio de un proceso físico/emocional irreversible que condujo a Isa a 
una situación deteriorada de total dependencia, y a Paco a la presencia de una enfermedad 
incapacitante que, en resumen, encaminaron a ambos a ser ingresados en una Residencia 
asistencial al efecto donde, con una diferencia de menos de dos meses entre ambos, llegó el 
fin de sus días.

Y hasta aquí un resumen de una vida que, quien fue testigo de ella, ha podido convertir en 
imágenes de recuerdo de forma que está en condiciones de que se cumpla el paradigma de 
la cultura griega que augura ese tiempo de vida posterior a la muerte física y que está 
fundamentado en hacer revivir a la persona fallecida mediante la evocación de las imágenes 
de quién fue, lo que hizo, su entorno, etc. Se infiere en este punto un dilema delicado. ¿qué 
pasa con quien llega a conocer la historia pero NO ha sido testigo? Evidentemente no cabe 
hablar de recuerdos, porque no los hay, aunque sí de sentimientos, los propios que despierta 
el saber que han ocurrido unos hechos.

Pero, pensemos: si se priorizan ciertos aspectos en el relato, la manipulación está servida al 
encarrilar la potenciación de unos sentimientos por resaltar unos hechos y minimizar (u 
ocultar) otros. Y los manipuladores (sobre todo los políticos) son grandes expertos en usar 
medias verdades (los de las fake news son, sencillamente, despreciables embusteros) en su 
beneficio, o sea que mucha atención a aquellos cuya única estrategia es crear un universo 
de aparentes y sesgados recuerdos para provocar así la reacción buscada de la/s persona/s 
a quien se dirige. En la historia de Isa desarrollada más arriba (y, con respeto, parafraseando 
a José Larralde, “… no pienses que te estoy utilizando...”) es fácil ver que, para alguien que 
no ha sido testigo directo, basta con cargar las tintas de la exposición, sin faltar a la verdad
por supuesto, en tal o cuál aspecto para conseguir que la reacción sea una o la opuesta. Sin 
ser exhaustivo, que quede comandando la reacción y los sentimientos la belleza agreste del 
paisaje, el exótico poblado minero, su organización social, el amor de los protagonistas por 
la naturaleza, su preocupación por darles formación a sus hijos,… mientras que se pasa de 
puntillas, concediéndole casi el perfil de determinista (prefijado de una manera necesaria por 
las circunstancias en que se produce, y, por consiguiente, ninguno de los actos de la voluntad 
es libre, sino necesariamente preestablecido) al cúmulo de factores externos negativos, 
incluso agresivos, que pesaron en cada fase de la evolución y su desenlace.

Por poner sólo un ejemplo, y no el más dramático de la historia, como base de reflexión: 
¿qué habría pasado si Paco, si todos los Pacos como él, hubiera encontrado un trabajo 
digno que le hubiera permitido pensar en luchar por el futuro de los suyos? No encontrarlo, y 
tener que doblegarse a las consecuencias de ese designio no es, obviamente, una decisión 
propia, autónoma y voluntaria. Hay que ponderar el trasfondo caciquil de la época en la  
situación (asombrosamente negado hoy en diferentes foros), pero es un problema que, en 
una sociedad opulenta como la actual, sigue plenamente vigente. El término que usa Serrat 
en la letra de la canción que proponemos escuchar, de “mendigo a jornal fijo” no es hoy, por 
desgracia, una licencia poética, sino una moneda corriente (y en auge) en el mercado laboral 
y no sólo en el mundo rural al que se refiere el poeta. Queda abierta la interpretación sobre el 
trágico final de la canción 
 
 
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1En la mitología griega, las Moiras (en griego antiguo Μοῖραι, ‘repartidoras’) eran las personificaciones del destino. Sus equivalentes en la mitología romana eran las Parcas, las Laimas en la mitología báltica y las Nornas en la nórdica. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada mortal (e inmortal -?) desde el nacimiento hasta la muerte; son las diosas del destino. Vestidas con túnicas blancas y de semblante imperturbable, se representan por tres hermanas hilanderas que personifican el nacimiento, la vida y la muerte.

2La explotación de las minas finalizó en 1964, dando lugar con su cierre a la diáspora forzada de todos sus habitantes y la desaparición y abandono del pueblo. Después, todas las casas se pusieron a la venta y poco a poco, las viviendas volvieron a rehabilitarse, ahora con fines de descanso, vacacionales, y en la actualidad es una zona de ocio y descanso que, debido al desarrollo de la actividad rural, tienen un gran auge, por encontrarse en un enclave privilegiado en el corazón de la sierra y, en general, con visitantes ajenos a su dura historia, con los vestigios de un pasado minero que debería conservarse antes de que se pierda del todo.