domingo, 24 de abril de 2022

Desinformación y no-información.


Tras ver las horripilantes imágenes de la matanzas de civiles en Bucha,
Borodianka, Kramatorks y otras ciudades ucranianas en el, llamémosle, conflicto armado entre Rusia y Ucrania y la desinformación a su alrededor, con unos y otros tirándose los trastos de la responsabilidad a la cabeza con el viejo argumento de “y tú, más”, incluso discutiendo si esas matanzas son “crímenes de guerra”, “crímenes de lesa humanidad”, “genocidio”,..., es inevitable admitir que eso de la desinformación o información falsa, sesgada y manipulada o, simplemente, la no-información nos alcanza a todos (síntoma del enorme valor político de la desinformación es que, en el conflicto actual, el ciudadano ruso le da más credibilidad a la propaganda oficial que a lo que le cuentan, incluso, sus masacrados familiares que viven en Ucrania). Precisamente, hablando de no-información, hace pocas semanas se cumplieron veinte años de la emisión sólo en las televisiones de Catalunya, el País Vasco y Andalucía (donde se programó a la una de la madrugada) del excelente documental, magníficamente documentado, de Montserrat Armengou y Ricard Belis Els nens perduts del franquisme (Los niños perdidos del franquismo), centrado en hechos de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo y con un componente, sobre todo, político, con una “segunda parte” del documental diez años después, para las décadas de los años sesenta y setenta, también del pasado siglo y con un componente esta vez (a)moral y económico, Torneu-me el fill! Els nens robats del franquisme (¡Devolvedme mi hijo! Los niños robados del franquismo), en los que se revela uno de los períodos más oscuros de la historia reciente de España: la desaparición de niños hijos de republicanos y la separación forzosa de sus familias por parte de la represión franquista, unos hechos que se habían mantenido encerrados en el silencio de la represión de Franco. Los autores ya denunciaban que los periodistas estaban supliendo un trabajo que debería realizar el Estado. "A mí me satisface, como periodista, que mi trabajo sirva de algo, pero como ciudadana creo que es una vergüenza", explicaba Montserrat Armengou. "Estamos hablando de cientos de afectados, y nadie se está encargando de ello". La generación que vivió la guerra (in)civil española se extingue y los vencidos apenas han podido dar su versión de los hechos. Por primera vez en democracia, un cuarto de siglo después de la muerte de Franco, estos documentales recogen las voces de algunas víctimas del franquismo que alertan sobre la muerte de cientos de criaturas en prisiones o sobre la desaparición de sus hijos, robados para hacer negocio mediante toda una legislación publicada en el Boletín Oficial del Estado (luego, era “ley”) que articuló el sistema de desaparición de miles de niños, y selló su destino bajo falsos pretexto.


La ley franquista de 4 de diciembre
de 1941(“sobre inscripción de niños repatriados y abandonados”) es de una crueldad y una hipocresía verdaderamente siniestra propia de otras actuaciones de esos responsables para encubrir sus actos; hace, pues, más de 70 años, el régimen franquista selló el sistema de cambio de apellidos de miles de niños robados a sus madres (detenidas masiva y sistemáticamente ilegalmente y sin otro cargo penal que su parentesco familiar con otros detenidos) en los “Conventos-Prisión”, en muchos casos arrebatados de sus brazos inertes, golpeadas hasta la inconsciencia para poder arrancárselos de sus brazos, como muchos testimonios recogen y entregados a “piadosas monjitas-guardianas” sin que se volviera a saber de ellos. Y también selló el destino de los cientos de niños robados en los paritorios a los familiares de guerrilleros antifranquistas o los cientos de niños inicialmente protegidos en las colonias infantiles de la republicana Victoria Kent, secuestrados por toda Europa y América por encargo directo del Gobierno de Franco. En España, el circulo de la desaparición de niños se cerraría con esta ley, que es necesario que sea recordada porque, además, una vez creados los mecanismos de la impunidad, inicialmente con fines de persecución de los vencidos, continuaría posteriormente con fines cambiados, igualmente espurios, de “tráfico o compra-venta de personas”; en uno y otro caso, incontestablemente, “crímenes contra la humanidad” imprescriptibles e inamnistiables, en tanto que unas y otras son conductas sistemáticas llevadas a cabo bajo la promoción y la aquiescencia de la dictadura. No existen distinción entre unos y otros, ni niños robados A y niños robados B, unos y otros, y sus familias que continúan esperando que nuestro país cumpla sus deberes internacionales y los busque a todos, son víctimas de “crímenes contra la humanidad”. La resolución del Consejo de Europa de 17 de marzo de 2006, Recomendación 1736, Documento 10737, aprobada por unanimidad, taxativa en sus más de cien puntos1, condenó todo ello sin paliativos pero hasta la fecha (y han pasado diez y seis años) los diferentes Gobiernos de España que ha habido no han reconocido nada ni han emprendido ni una sola medida para buscar a esos niños.


Todo ello resulta mucho más chocante todavía, cuando tan solo 3 días después de la promulgación de la ley española, el 7 de Diciembre de 1941, Adolf Hitler dictaba la conocida orden de desapariciones forzadas llamada “Noche y Niebla”, para que las SS hiciesen desaparecer “en la noche y la niebla” a toda persona sospechosa de colaborar con la resistencia en el este de Europa, cuando no existiese la certeza de que, de ser sometidos a un Consejo de Guerra, iban a poder ser condenados a muerte. Y ese mismo Decreto nazi sí que fue enjuiciado en Nuremberg, condenándose al Mariscal Keitel por ello. En España se nos ha pretendido decir (¿desinformación?) que los crímenes de nuestra dictadura están fuera del alcance temporal de la jurisprudencia de Nuremberg, por solo tres días de diferencia. Es inaceptable jurídica y democráticamente.


Cuenta Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, que cuando sus alumnos (en sus palabras, gente joven, despierta y curiosa intelectualmente, horrorizados por las barbaridades realizadas por las dictaduras chilenas y argentinas tales como el robo de niños de padres asesinados por aquellas dictaduras) vieron el primer documental de los citados, “al entrar en el aula al día siguiente, noté un silencio ensordecedor. Los estudiantes estaban sorprendidos, avergonzados e indignados de que se les hubiera ocultado parte de la historia de su país. Sabían lo que había ocurrido en Argentina y Chile, pero desconocían lo que había ocurrido en España. Fue así como pude explicarles que no sólo lo que había ocurrido en aquellos países, sino incluso muchas de las cosas que habían ocurrido en la Alemania nazi, se habían dado también en España”. En realidad, parte de los experimentos realizados por la Gestapo en los campos de concentración nazis se habían iniciado en España bajo la supervisión de la misma Gestapo. En contra de lo que se ha dicho y escrito, el régimen militar liderado por el general Franco era racista; los militares golpistas se consideraban parte de una raza hispánica superior (el día nacional se llamaba entonces el día de la Raza), superioridad que le otorgaba el derecho de conquista y sometimiento sobre otras razas inferiores, entre las cuales incluían la raza de los republicanos rojos (término utilizado por la dictadura hacia aquellas poblaciones que se opusieron al golpe militar y a la propia dictadura). El ideólogo de tal doctrina era el militar psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera2 (o Nágera, llamado el Mengele español), que dirigía los Servicios Psiquiátricos del Ejército y que propugnaba en su libro Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza que "La raza es espíritu. España es espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas". Su purificación de la raza incluía el resurgimiento de la Santa Inquisición en contra de las personas que consideraba antipatrióticas, anticatólicas y antimilitares que corrompían la raza española. Vallejo-Nájera tenía un gran desprecio para las personas corrientes y creía que la sociedad moderna necesitaba de una "minoría selecta... con espíritu aristocrático... imbuido en una misión especial de salvar al país y a la raza". Era también profundamente anti-mujer, considerando que "las hembras no estaban facultadas para la lectura de libros". Desaconsejaba a las niñas que leyeran libros excepto los de carácter religioso, y alertaba que la debilidad mental de las mujeres las hacía especialmente vulnerables al marxismo, el máximo exponente del deterioro de la sociedad. Hablaba del marxismo como de una peste transmitida a partir de los centros urbanos, los centros industriales de la costa de España. La “inferioridad de raza”” podía corregirse, sin embargo, a la temprana edad de la infancia; de ahí que se requiriese que a las madres rojas se les quitaran los infantes para evitar su contaminación y degeneración. Estas teorías se emplearon para justificar el secuestro de niños republicanos; sus planteamientos, más ambientales que biológicos, postulaban que la raza era el resultado de un conjunto de valores culturales. Los valores que en España contenían los requisitos indispensables para la salud nacional eran jerárquicos, castrenses y patrióticos, y cualquier valor defendido por la República y la izquierda se consideraba hostil y había de erradicarse de inmediato. La Acción Social de La Falange y la Iglesia jugaron un papel muy importante en esta depuración de la raza "salvando" a los infantes de tal patología que podía transmitirse de madres a hijos. Tales robos eran frecuentemente hechos para el beneficio de parejas afines al régimen que deseaban tener niños y miles de niños fueron sustraídos de sus madres rojas. Esta política de robos era política del Estado. El Ministerio de Justicia tenía como responsabilidad robar (el término que se utilizaba era “recoger”) a todos los hijos de los asesinados, encarcelados o desaparecidos, a fin de "liberarles de la miseria material y moral que suponía su distanciamiento del nuevo Estado español". En 1943, acabada en teoría la guerra, los hijos de presos bajo tutela del Estado eran 12.043.


Estos hechos se han ocultado al pueblo español. Los documentales citados, además, no se han presentado en todo este tiempo en ninguna otra televisión, sea pública o privada, contribuyendo al olvido de los horrores de aquella dictadura cuyo conocimiento es muy escaso en nuestro país, y que el auto del juez Baltasar Garzón sobre el tema hubiera podido ayudar a remediar. Su retiro del caso por su condena a inhabilitación ha aumentado las posibilidades de que aquel horror continúe desconociéndose. Suele pasar con los Estados que de democracia tienen sólo el nombre (y pasa hasta aún hoy; basta con ver lo que es noticia en la prensa “generalmente bien informada” de aquí, que no suele coincidir con la prensa extranjera..Si esa desinformación, con frecuencia sesgada en un mismo sentido, no es manipulación….), dictan lo que se debe conocer y, por otra parte, detentan el poder. Como ahora pasa también en Ucrania con Rusia.

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1Valga como ejemplo el 72: Los “niños perdidos” son también parte de las víctimas del franquismo se trata de hijos de presas cuyos apellidos fueron modificados para permitir su adopción por familias adictas al régimen. (…).

2Antonio Vallejo-Nájera Lobón fue un psiquiatra reputado durante el régimen franquista, nació en 1889 y, en 1917, fue enviado como agregado a la Embajada de España en Berlín donde aprendió el idioma que posteriormente le permitió hacerse un ferviente admirador del nazismo. Durante la guerra (in)civil se convirtió en el máximo dirigente de los Servicios Psiquiátricos del franquismo, donde desarrollaría sus teorías supremacistas y eugénicas creando ya en 1938 el Gabinete de Investigaciones Psicológicas del Ejército (organismo que estaba bajo la jerarquía de la dirección de campos de concentración de prisioneros), que pasaba por ser una copia del Instituto Alemán que difundió las ideas eugénicas nazis, .estudio definitivo para dotar de un carácter científico la represión que se ejercía sobre los rojos o sea: iba en busca del “gen rojo”. Desde aquí desarrolló unas teorías que consideraban a los marxistas y los individuos de los estratos sociales más bajos entes a erradicar para mejorar la raza hispánica y elevarla a sus cánones medievales. Suyas son las frases “El fenotipo amojamado, anguloso, sobrio, austero, se transformaba en otro redondeado, ventrudo, sensual, venal y arribista, hoy predominante. Tiene tan estrecha relación la figura corporal con la psicología del individuo que hemos de entristecernos de la pululación de Sanchos y penuria de Quijotes” o “A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”. Vallejo-Nájera consideraba a los rojos y marxistas los culpables de toda la degeneración de la raza hispana, atribuía unas características negativas a las “hordas marxistas” y una características afectivas positivas a los miembros del bando nacional. Los nacionales eran, para él, una raza en la que predominaban la religiosidad, el patriotismo, la responsabilidad moral, e inclinación a los valores éticos y estéticos. En contraposición estaban los marxistas, que poseerían unas características que él denominó complejos psicoafectivos, que eran el resentimiento, rencor, envidia, arribismo, ambición y venganza, características que se veían ampliadas por su origen de clase, tal y como expresó en un artículo de la revista Acción Española del año 1936. En palabras de Antonio Vallejo-Nájera: “El simplismo del ideario marxista y la igualdad social que propugna favorece su asimilación por inferiores mentales y deficientes culturales, incapaces de ideales espirituales, que hallan en los bienes materiales que ofrecen el comunismo y la democracia la satisfacción de sus apetencias animales. El inferior mental y el inculto encontraban en la política marxista medios de facilitarse la lucha por la vida, al contrario que en cualquier otro régimen político social, especialmente los aristocráticos que fomentan el encumbramiento de los mejores”. Resulta muy llamativo que las bases ideológicas segregadoras y de estirpe dominante del psiquiatra se encontraran muy presentes en un artículo que el moderado Mariano Rajoy escribió en El Faro de Vigo, en 1983,. En el artículo Rajoy hace una elegía de la desigualdad con argumentos eugenésicos del mismo porte que los que Vallejo-Nájera expresó a lo largo de su vida. Rajoy explicaba que “En textos del siglo VI a. C. se afirmaba como verdad indiscutible que la estirpe determina al hombre, tanto en los físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de buena estirpe superaban a los demás– han sido confirmados posteriormente por la ciencia, desde que Mendel formulara sus famosas leyes ya nadie pone en tela de juicio que el hombre es desigual”. En el artículo Rajoy expresa las mismas dudas sobre la inferioridad del pensamiento comunista y socialista que Vallejo-Nájera al intentar igualar lo que nace desigual y así evitar el progreso y ascenso de los más preparados. “Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical al socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas…y establecen para ello normas… cuya filosofía última aunque se las quiera dar otro revestimiento es la imposición de la igualdad son radicalmente contrarias a la esencia misma del hombre”. El final del artículo de Rajoy expresa en misma forma y fondo el ideario de Vallejo-Nájera sobre la inferioridad del pensamiento que defiende la igualdad. Al considerar que defender los principios igualitarios impide a los mejores, a los más hábiles, a los más capaces, a los de buena estirpe conseguir progresar y traer bienestar a su sociedad.

 

domingo, 17 de abril de 2022

La Semana Santa rediviva.


Mi recuerdo por la Semana Santa se remonta a mi más temprana edad, con los pantalones cortos, los misteriosos penitentes encapuchados y, algunos, arrastrando cadenas, las cornetas y tambores de la banda de música, las saetas cantadas inesperadamente desde un balcón, la Guardia Civil, con los mosquetones al hombro apuntando al suelo escoltando los pasos procesionales y la imposición formal, oficial y ambiental en esos días de la no alegría y el silencio, y es que, pese a que los recuerdos no sean especialmente religiosos, en mi pueblo los históricamente tormentosos días finales de Jesús (representado por la figura del Nazareno) se vivían paso a paso, con un cierto sobrecogimiento colectivo y con las escenas tradicionales bíblicas, empezando por el “Cristo de la borriquilla” que, de manera humilde, entraba festivamente en Jerusalén aunque ya pronto todo se tornaba morado y se veía venir el final trágico de Jesús. Los episodios que nos leían de un Poncio Pilato indeciso y de carácter frágil, con su lavado de manos, se relataban con tal claridad y trascendencia, que el oyente veía Poncios Pilato por todas partes y en la intimidad del análisis, detestaba esa especie humana. Pero, la misma Iglesia ha ido apagando la luz de las tradiciones. Ahora el campanario no da los toques fúnebres de Viernes Santo anunciando las novenas, el itinerario de Jesús, el Domingo de Ramos, según me dicen, no es el de ayer; Judas (trascendiendo la celebración de la Semana Santa) no es sancionado por el pueblo y los testamentos se agotaron. A la gente de fuera no se le puede explicar –porque no lo entendería- que se necesitan estas tardes buscando cofradías pero que no se comulga con la religiosidad capillita de tantos que se repeinan con agua bendita y se llenan los bolsillos de estampitas. No se puede, pero es así. Un antiguo anarquista con carnet del pueblo decía que él no creía en Dios, que creía en el Nazareno. Y con esa filosofía se ha construido esta semana. La que llega cuando se consagra la primavera, cuando los azahares reventones y los jazmines llenan las calles de un olor tan dulzón, que parece incienso.


Una semana santa callejera que no aparece en las advocaciones marianas de los pregones, porque no pertenece a la iglesia, ni a las hermandades, sino a la gente del pueblo, una semana santa sentida y popular que no aparece en las declaraciones de los concejales que se visten de chaqué y compadrean con hermanos mayores encantados de conocerse, la semana santa que han vivido los barrios desde siempre, hecha de detalles como el runrún de un rosario rozando el varal de un palio por la calle. Recuerdos que se aprenden desde chico y se quedan grabados para siempre en la memoria del niño que fuimos. Con la edad se inventan nuevos ritos personales (como esa música de “La saeta”, de Serrat sobre un poema de Antonio Machado, incorporada con naturalidad al repertorio musical de las bandas) y se nos clavan en la cabeza nuevos detalles que se siguen repitiendo mágicamente año tras año. Cada familia, cada persona, sin que importen las clases sociales, tiene sus detalles propios de estos días; los de tu barrio, o los de tu historia personal. Los coleccionan como los niños las bolas de cera. Y los guardan de un año para otro para volver a ser lo que fuimos. Semana Santa son las torrijas que hacía tu abuela y que nos anuncian un pequeño paraíso. Por eso nos echamos a las calles. Esa semana santa está amenazada por quienes la quieren convertir exclusivamente en una realidad eclesiástica, los que creen que la semana santa son cultos de la hermandad; triduos, viacrucis, besamanos y besapiés que duran todo el año. No consienten sea un fenómeno autónomo que sale de las iglesias y que explota en la calle usando a las imágenes religiosas como excusa. Por eso, antes de que nos la roben, urge un discurso, lejos de la altisonancia oficial, que reivindique esa semana santa popular que nos emociona porque es sólo de la gente.


La semana santa popular sobrevive acosada por las autoridades, por los capillitas, por los opinadores meapilas que ocultan su clasismo y supremacía bajo los evangelios y cuatro cursilerías rancias. Esos conversos a un cristianismo puritano que acabarán por decir que no es semana santa la cervecita que toma el costalero en el bar de la peña mientras la cofradía, y los vecinos, vuelven una vez al año al barrio. Por ahora se han apuntado un punto: cada vez se reparten más medallitas en una religiosidad falsa que cala especialmente entre los frikis de la fiesta que empiezan a ser mayoría. Hasta le están cambiando el nombre a las cofradías en un farfulleo incomprensible para los que nos hemos criado diciendo la borriquilla , con los nombres y el lenguaje “culto” nos quieren colar también los triduos y las vallas amarillas para que la gente no se acerque a los penitentes. Y si hablamos de política, la izquierda cultural ha renunciado a reivindicar esta semana santa del pueblo que sobrevive porque materializa los barrios de la ciudad y refuerza el sentido de pertenencia a un colectivo. No ha entendido nunca muy bien la idea de que la cofradía concentra la esencia de cada barrio, que se reconoce alrededor de ella y le ha regalado todo el fenómeno a una iglesia acaparadora que intenta cambiar la identidad de cada barrio por una unificación cateta y sin gracia. Todas las cofradías ahora quieren ser serias como El Santo entierro y tan religiosas como un monaguillo franquista.


Pero la verdad es que una mayoría sigue echándose a las calles estos días con sensación de propiedad; de que la ciudad es nuestra. Por unos días no pertenece a esa casta de poderosos, a los que pintan algo en la ciudad, sino a los barrios. Volvemos a intentar ver la cofradía antes de que se meta en la carrera oficial, o de que se recoja.

Por supuesto que es difícil teorizar sobre esa alegría íntima que te invade cuando se te llena el pelo de los pétalos de clavel que arrojan desde un balcón sobre la virgen, mientras la música no para. Más difícil todavía es explicar la emoción colectiva, contagiosa como la histeria, cuando después de tanta espera llega por fin el paso, con sus andares propios, entre una masa conmovida hasta las lágrimas. Pero no cabe duda de que no lloramos necesariamente por pertenecer a una iglesia, sino a un barrio. Aún así, la semana santa no es un hecho homogéneo e idéntico en toda España, es decir, que no se da de la misma manera en todo el país ni con las mismas características. Hay una enorme variedad, según se trate de la semana santa de un pueblo pequeño, mediano, grande, o de una ciudad capital. Igualmente, las diferencias regionales (Andalucía, Castilla,...) y provinciales presentan características variadas. Tampoco es un fenómeno de igual vitalidad ni a lo largo de la historia ni en la actualidad y en este sentido, se puede decir que hay lugares en que la semana santa está muerta, en otros está esclerotizada, en otros en descomposición, en otros en crecimiento (unas veces espontáneo y natural -en el sentido que existían unas raíces que no se habían secado-, otras postizo -por un fenómeno de mimetismo forzado en el sentido de querer imitar a pueblos o ciudades en que la semana santa es considerada como un valor cultural, por ejemplo el caso de Sevilla-). Por tanto, no se puede hablar de la semana santa en general, sin correr el riesgo de ser inexacto. Habría que hablar de casos particulares o muy parecidos, dudando de que exista una semana santa como contrapunto a otras semanas santas.


Si se han de buscar razones técnicas, aquí van unas cuantas: la revalorización de las tradiciones de cada pueblo, ciudad o grupo social; cuando entró la urbanización e industrialización, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, hubo una especie de desprecio por todo lo rural y tradicional, hubo una fuga del campo (la tradición) a la ciudad (modernidad) pero en la actualidad se empieza a notar un hastío de la ciudad (lo moderno) y una fuga hacia en campo, a la búsqueda de raíces, lo que se hace más patente en las grandes ciudades donde se acumulan muchos emigrantes desarraigados: las salidas de los fines de semana hacia las residencias secundarias, muchas de ellas construidas en los pueblos que habían sido abandonados en el éxodo rural, así como el retorno de los emigrantes a sus lugares de origen en tiempo de vacaciones, o con ocasión de fiestas, son una buena muestra de este éxodo urbano a la búsqueda de las raíces tradicionales, o sea que la revalorización de lo popular, es decir, de todo aquello que exprese o identifique al pueblo, es un hecho de la mentalidad y opinión pública, y mediados los años setenta, se observan aires nuevos, se empieza a mostrar interés, aprecio, fomento e incluso deseos de recuperación de todo lo religioso popular. Los partidos políticos también muestran un aprecio y apoyo por todo lo religioso popular, aunque las convicciones personales o partidistas no sean religiosas. El turismo es también otro factor importante en esta revitalización de la semana santa, aunque no el único. El país sabe que tiene una serie de valores culturales apreciados hoy y ausentes en otras regiones y naciones, valores admirados y codiciados por otros; de aquí que se dedique a comercializarlos. No sólo vive estos valores para sí misma, sino que se dedica a producirlos para venderlos y ganar así dinero y admiración. En esta misma perspectiva del prestigio social, habría que indicar el factor del mimetismo: la semana santa se está desarrollando o resucitando en muchos sitios por la influencia de la imitación de pueblos o ciudades valorados en el conjunto del país y en los que la semana santa funciona como elemento de refuerzo de ese valor (como la feria de Sevilla, su semana santa y la romería del Rocío).


En resumen, el ritual de la semana santa es un capital simbólico que es valorado por la masa y que les atrae y concentra; las personas o grupos que tienen o buscan el poder económico, o de prestigio o de clase, intentan meterse en la semana santa, a través de las cofradías, para hacerse con el monopolio de su gestión y orientar ese capital y esa influencia sobre la masa, para acrecentar ese poder y prestigio propio y utilizarlo al servicio de sus intereses. Se trata de un verdadero secuestro del ritual. Cuando las cofradías dejen de estar secuestradas por los poderosos (dinero y prestigio), para pasar a manos del pueblo, las virtualidades sociales del ritual serán un cauce de participación, creatividad y ejercicio de la vida social y no (como es de hecho, en la mayoría de los casos) un hacerles el juego a estos poderosos, que dan a cambio «pan y espectáculos» a personas, grupos y masas que, por otra parte, se sienten tocadas por el ritual atávico en fibras muy hondas de su ser. Se habla a veces que la semana santa es algo turístico; en efecto, el turismo, que está en manos de estos grupos de poder, sería una forma de manipulación del ritual, sin tener en cuenta al pueblo y su cultura. Só1o acabando con esta manipulación del ritual por los poderosos, devolviendo el ritual al pueblo, la semana santa dejará de ser un fenómeno de justificación y reforzamiento del estado de cosas, reproduciéndolas y conservándolas, y no será una experiencia conservadora, elitista y consumiste, sino participativa y popular, que hace vivir, revivir y transformar la sociedad, es decir, un fenómeno revolucionario, una fiesta liberadora, como está en el recuerdo.

 

miércoles, 13 de abril de 2022

Dedicado a quienes lo han pedido.


Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la máxima distracción en los hogares era la radio, oída con atención, esfuerzo, cierta veneración,... e interferencias en el vetusto aparato Telefunken, esa época en la que Internet todavía no había condicionado nuestras vidas y, por lo tanto, no había archivos musicales que pudieran “viajar” de un sitio a otro de forma prácticamente instantánea, de forma que, si una composición musical se escuchaba a través de la radio era porque había un disco de pizarra o vinilo que la contenía y se ponía en ese momento, y aquellos que tengan la suerte de haber vivido muchos años sin que la memoria les haya jugado una mala pasada, recordarán un programa habitual en esa radio, en todas las emisoras, que se llamaba precisamente “Discos dedicados” cuyo formato era muy sencillo; los oyentes llamaban por teléfono (quien tenía tal avance, muy caro) y accedían en directo o, mejor, escribían con la debida antelación una postal indicando que, preferiblemente en tal fecha, querían dedicar tal o cual canción que ya se había emitido antes, luego, “sonaba”, a un amigo, familiar o pariente… El motivo de la dedicatoria también respondía a la variopinta voluntad del “dedicante”; así, se podían dedicar discos con motivo de un cumpleaños, santo, próximo enlace, aniversario, etc., y la emisora daba satisfacción a estos oyentes poniendo en antena las canciones solicitadas.


Y, ¿por qué cuento todo esto? Simplemente por concatenación de ideas con algo que absolutamente nada tiene que ver (el cerebro, a veces, es caprichoso y te lleva por vericuetos impensables), y es que, después de repetir la conversación “filosofal” mantenida hace tres años por el francés Bernard Henry-Levy y el ruso Aleksandr Dugin (o Duguin, como aparece citado a veces), recogida por Infobae y reproducida aquí, no han sido pocos los mensajes recibidos interesándose por saber algo más de este último, y como en los viejos discos dedicados, aquí va para ellos y ellas. En el plano personal, este “filósofo”, usualmente de imagen desaliñada y con barba a lo Dostoievski, de 60 años, en su juventud, era disidente y anticomunista, y trabajó como periodista antes de involucrarse en la política justo antes de la caída del comunismo. Participó en el levantamiento popular que condujo al derrocamiento de Yeltsin. En 1988, él y su amigo, el activista islámico, filósofo y politólogo Heydar Jemal, se unieron al grupo nacionalista Pámyat, que más tarde daría lugar al ascenso del fascismo ruso con lo que, más tarde, fue el principal organizador del Partido Nacional Bolchevique, del Frente Nacional Bolchevique y del declaradamente neofascista Partido Eurasia, teorizando sobre la fundación de un "imperio euroasiático capaz de luchar contra el mundo occidental dirigido por Estados Unidos”1. Se dice que actualmente mantiene estrechos vínculos con el Kremlin y el ejército ruso y, concretamente con Vladimir Putin. Su frase de 2007, en unos momentos en los que Putin hacía juegos de manos (eso sí, “legales”, mediante la promulgación de nuevas leyes o incluso con reformas constitucionales, certificando así, por si alguien lo dudaba, que eso del “imperio de la ley” es meramente un instrumento retórico y clara señal de identidad de dictaduras y totalitarismos, aunque se llamen democracias) para perpetuarse en el poder, conseguido ahora hasta ¡2036!, «No hay más opositores al rumbo de Putin y, si los hay, son enfermos mentales y hay que enviarlos a un examen clínico. Putin está en todas partes, Putin lo es todo, Putin es absoluto, y Putin es indispensable»2 lo dice todo.


Con respecto al actual conflicto bélico, Dugin, que representa el «partido de la guerra» en el Kremlin, una división dentro de la dirección, es autor de la iniciativa de Putin para la anexión de Crimea a Rusia y considera que la guerra entre Rusia y Ucrania es inevitable y hace un llamamiento para que Putin empiece a intervenir en la Guerra del Donbás. En su día dijo que el renacimiento ruso sólo puede ser detenido por Kiev y durante las protestas prorrusas en Ucrania de 2014, Dugin estuvo en contacto regular con los insurgentes separatistas prorrusos; un video de YouTube lo mostraba dando instrucciones a los separatistas del sur y el este de Ucrania. Antes de que estallara la guerra entre Rusia y Georgia en 2008, visitó Osetia del Sur y predijo: "Nuestras tropas ocuparán la capital georgiana, Tiflis, todo el país, y quizás incluso Ucrania y la península de Crimea, que históricamente forma parte de Rusia". Después dijo que Rusia "no debería detenerse en la liberación de Osetia del Sur, sino que debería ir más allá", y "tenemos que hacer algo similar en Ucrania". En 2008 afirmó que Rusia debería repetir el escenario de Georgia en Ucrania, es decir, atacarla. En agosto de 2014, Dugin pidió un "genocidio" de ucranianos y mantiene que los Estados Unidos elevaron a los neonazis rusófobos al poder con el propósito de esta guerra (Rusia-Ucrania). Rusia es la principal fuerza impulsora de los actuales acontecimientos en Ucrania sólo porque Rusia insiste en su soberanía, su libertad, responde a los desafíos que se le lanzan, Rusia intenta integrar el espacio postsoviético…


En cuanto a sus “amistades”, Dugin entró en contacto con la extrema derecha francesa y belga, invitó a Rusia a algunas de las figuras europeas de extrema derecha que había conocido y también se reunió con Steve Bannon (asesor “estrella” de Donald Trump) en Roma en 2018 para discutir las relaciones geopolíticas de Rusia con Estados Unidos y China, así como la filosofía tradicionalista. Dugin también desarrolló vínculos con partidos políticos de extrema derecha en la Unión Europea, como la ultranacionalista Unión Nacional Ataque en Bulgaria, el nacionalista húngaro Jobbik, el Partido de la Libertad de Austria, Amanecer Dorado en Grecia, Vox en España y el Frente Nacional de Francia, aparte de multitud de formaciones extra parlamentarias, para influir en la política de la UE sobre Rusia. Para Putin, Dugin y los suyos subyace la idea de abrazar el soberanismo ruso imperial y, en un escenario multipolar, combatir el liberalismo y a los globalistas (para Putin es clave asentarse sobre su identidad y sus tradiciones religiosas –necesarias para justificar su superioridad moral sobre Occidente–, de modo que Rusia sea portadora de una civilización, capaz de ejercer su soberanía y de proyectarse sobre Eurasia, partiendo de la Rusia de Kiev); por eso Putin se entiende mejor con el endogámico Trump que con el demócrata liberal Biden pues, al no ser globalista, Trump no es enemigo de Rusia. Tampoco es casual la atracción de Putin sobre el italiano Salvini y la francesa Le Pen, soberanistas europeos, ni que el español Vox beba de algunos postulados de Dugin en su lucha contra las “élites globalistas”. Pero, como ya sucedió cuando estalló el conflicto en 2014 en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y de Lugansk en la región del Donbás de Ucrania, los grupos y partidos políticos de extrema derecha de todo el mundo, especialmente en Europa y en Rusia, se encontraron frente a un gran dilema. Es el caso también de España y de partidos como Vox, la principal formación ultraderechista de España, o grupúsculos neofascistas como Hogar Social Madrid. Un dilema que vuelve con la invasión militar de Rusia a Ucrania aunque hay quienes apoyan el imperialismo euroasiático de Vladimir Putin inspirado, precisamente, en la corriente ultraderechista de Dugin (que ha estado, al menos, dos veces en Madrid, impartiendo conferencias).


La relación de Vox con la Rusia de Putin siempre ha sido un tanto ambigua, puesto que, aunque se encuentra en el grupo parlamentario europeo más atlantista (es decir, más cercano a Estados Unidos y la OTAN), el de los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), la formación liderada por Santiago Abascal mantiene buenas relaciones con los aliados de Rusia, como el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Además, una investigación publicada en 2019 por OpenDemocracy señaló que la junta directiva de CitizenGo, la organización internacional del grupo ultracatólico Hazte Oír que ha estado ligado históricamente a Vox, tiene de socio a un «oligarca ortodoxo» que ha sido objeto de sanciones por parte de Estados Unidos y Europa por haber supuestamente apoyado a las autoproclamadas repúblicas del Donbás. Por otro lado, hay que señalar que no existen pruebas ni evidencias de relaciones directas y cercanas entre Vox y el Kremlin, más allá de compartir alianzas e ideas. De hecho, Rusia no parece tener especial interés en España en lo que respecta a su política exterior; es más, recientemente, la postura oficial del partido es la condena a Putin y a su agresión a Ucrania, y en sus discursos trata de establecer una relación entre Putin, el comunismo y la izquierda. Vox también mantiene relaciones con enemigos de Moscú, como Ley y Justicia, el partido político de ultraderecha que gobierna en Polonia. No es de extrañar, por lo tanto, que la posición de Vox haya sido relativamente ambigua en los últimos meses. De hecho, es muy probable que el partido contenga elementos rusófilos entre sus filas, bastante trufadas de corrientes ideológicas un tanto heterogéneas, y que el hecho de que Rusia ataque Ucrania haya forzado al partido a posicionarse y a virar su discurso. De hecho, la extrema derecha europea más institucional está haciendo un revisionismo profundo de su discurso para oponerse en mayor o menor medida a la agresión rusa y así no perder apoyo popular, de modo que también Salvini ha borrado tuits donde llevaba una camiseta con la cara de Putin; o el equipo de campaña de Le Pen ha decidido tirar a la basura un millón de folletos electorales porque en ellos aparecía la líder ultraderechista junto al mandatario ruso. En el actual conflicto, no parece haber en la ultraderecha, parlamentaria o extra parlamentaria, simpatizante o no de Dugin, un consenso general sobre cuál es el relato dominante, por lo que todos los grupos de extrema derecha han difundido en esa ceremonia de confusión una gran cantidad de información sobre problemas internos de España, como personas migrantes saltando esos días la valla de la frontera de Melilla, o bien han coincidido en rechazar al gobierno (por enviar armas a Ucrania, por ejemplo) o en apoyar el acogimiento de refugiados ucranianos (y no otros al considerar a los primeros de la misma «raza») y, por supuesto, no ha faltado quien ha tachado al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, de sionista por ser judío.

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1 La ideología eurasiática de Dugin pretende la unificación de todos los pueblos de habla rusa en un solo país mediante el desmembramiento territorial forzoso de las antiguas repúblicas de lo que fue la Unión Soviética. Esta “Rusia renacida” es, según Charles Clover del Financial Times, una versión ligeramente rehecha de la Unión Soviética con ecos del 1984 de George Orwell, donde Eurasia era uno de los tres superestados de tamaño continental, siendo a Asia Oriental y Oceanía los otros dos, y participaba en una guerra interminable entre ellos. En la esfera del discurso público de Eurasia, la política comunista totalitaria desplegada por varios grupos internacionales que forman parte del movimiento, es una versión de reintegración del espacio postsoviético en una esfera de influencia "euroasiática" para Rusia.

2La frase fue votada como la número dos en halago y adulación por los lectores del diario ruso de política y economía Kommersant. Cabe preguntarse, por otra parte, cómo seria la número uno.

 

domingo, 10 de abril de 2022

Música y memoria.


He asistido recientemente a una enconada “lucha generacional” (civilizada, por supuesto) en la que se defendía ardorosamente que la música que se hacía en una época de una determinada generación era la mejor y, por descontado, mucho mejor a la que se hacía en la época correspondiente a la generación de la otra parte. Se excluía, curiosamente, de la discusión, la música de Monteverdi, Mozart, Tchaikovsky, etc. (por citar algunos no contemporáneos entre ellos) que, por no identificarse con la época de ninguno de los “discutidores”, quedaba, digámoslo así, libre de culpa. Luego la discusión no versaba sobre la calidad musical (o no) de unos y otros o de una época u otra sino sobre la conexión subjetiva entre determinada música que uno considera como suya, y eso nos conduce a unas reflexiones acerca del tema.


En el inicio de las civilizaciones, los principales conocimientos, leyendas costumbres,... que se iban creando en las diferentes culturas se traspasaban de generación en generación a través de la tradición oral, que dependía de la memoria, y antes de que las narrativas pudieran estar escritas o ser parte de un texto, fueron recitadas o cantadas, por lo que textos como La Ilíada, La Odisea, los salmos y otras grandes épicas antiguas se transmitieron primero en forma de versos. Luego la música ocupó este mismo espacio. Y ahora tal vez no escuchemos la epopeya de Eneas o el extenso viaje de regreso de Ulises a Ítaca en las voces de nuestros mayores, pero hay canciones que nos llevan a un lugar, a un aroma, a un momento,…; la canción favorita, la melodía que evoca. La relación entre la música y la memoria es poderosa porque la música evoca emociones que luego traen recuerdos, de forma que cuando escuchamos una pieza de música de hace años, parece que viajamos de vuelta a ese momento, podemos sentir todo como si estuviéramos allí.


Técnicamente, nuestra memoria a largo plazo se puede dividir en dos tipos distintos, a saber, memoria implícita y memoria explícita. La primera es recordar de forma deliberada y consciente el pasado, implica cosas como el aprendizaje de libros de texto o recuerdos experienciales, cosas que deben ser conscientemente traídas a la conciencia mientras que los recuerdos implícitos son nuestros recuerdos inconscientes y automáticos como, por ejemplo, subir en bicicleta o, hablando de lo que hoy nos interesa, tocar un instrumento musical o recordar la letra de una canción cuando alguien canta las primeras palabras; una gran parte de la memoria tiene lugar en la mente inconsciente pues la memoria explícita se desvanece en ausencia de recuerdo (los sistemas explícitos de la memoria se dañan por condiciones tales como enfermedad de Alzheimer), mientras que la memoria implícita es más duradera, puede durar toda la vida incluso en ausencia de práctica posterior y se puede formar escuchando pasivamente música de fondo mientras se realizan otras actividades; incluso podemos desarrollar una preferencia por ciertas piezas o estilos musicales simplemente porque se han tocado repetidamente en el fondo. Por cierto, este fenómeno psicológico se conoce como el mero efecto de exposición, a la gente le gusta más lo que es más familiar y las principales discográficas saben que tocar algo de forma frecuente es la clave del éxito en las ventas de discos. La memoria implícita es una forma clásica de condicionamiento: un evento, una emoción y una canción se conectan a través de ella, de manera que cuando una pieza de música se combina con un evento muy emocional, puede ser una señal efectiva para traer de vuelta la fuerte emoción que se sintió en ese momento. Por ejemplo, la canción "Candle in the Wind" a menudo se asocia con la princesa Diana de Gales porque Elton John la interpretó en su funeral. Los recuerdos estimulados por la música a menudo provienen de ciertos momentos de nuestras vidas. La mayoría de las personas tienden a reportar excesivamente recuerdos de cuando tenían entre 10 y 30 años en lo que los psicólogos han llamado el "golpe de reminiscencia" aunque la música de ese período puede asociarse con más recuerdos de la música que en otros períodos de la vida. Nuestros años de adolescencia y los de la veintena son momentos especialmente importantes y emocionantes en nuestras vidas, ya que experimentamos cosas por primera vez. La preferencia musical también se forma alrededor de la adolescencia media.


Hemos mencionado de pasada la relación de la música con las enfermedades neurodegenerativas que afectan a la memoria, la más conocida de las cuales es el Alzheimer, y es que la música es una de las pocas formas de penetrar el cerebro en esas enfermedades. Aquellos que sufren de demencia pueden recuperar recuerdos vívidos escuchando música que escuchaban cuando eran jóvenes. A pesar de una profunda pérdida de memoria e incluso una pérdida de conocimiento sobre quiénes son, las personas con demencia a menudo muestran una memoria notable para la música. La investigación muestra que la música autoseleccionada puede desencadenar recuerdos positivos que de otra manera podrían tener dificultades para ser recordados. La música puede ayudar a desbloquear recuerdos no musicales y promover la comunicación en adultos mayores con enfermedad de Alzheimer o similar. Recordar algo no siempre es fácil, no viene simplemente cuando quieres recuperarlo; sin embargo, la música ayuda a recordar todos los recuerdos que se han conectado con una canción. Escuchar una pieza musical que se tocó mucho durante un evento importante de la vida, como una boda o un funeral, puede desencadenar una experiencia emocional profundamente nostálgica aunque no todos los pacientes reaccionan igual a la música pero otros sí; ahí está, sin ir más lejos, el cantante americano ya fallecido Glen Campbell. Hace poco se hizo viral un video de una anciana sentada en una silla de ruedas, que después de que alguien le hiciera escuchar la famosa pieza de ballet "El lago de los cisnes", de Piotr Ilich Tchaikovski, parece que se pone a bailar; en su silla, con los ojos cerrados como evocando una luz, ejecuta con sus manos los movimientos de ballet casi como si estuviera frente a un auditorio repleto, pero lo cierto es que estaba en un geriátrico. Su nombre era Marta González y sufría de Alzhéimer (murió en 2019, poco después de grabar el video), había estudiado ballet en Cuba, bailado El lago de los cisnes y esos bellos movimientos no los había olvidado a pesar del avance de la enfermedad. 


Pero estábamos con los “problemas generacionales” en la música. Hace poco, la BBC hizo una encuesta y preguntó sobre las canciones que se pensaba que nunca se van a olvidar, y aunque muchas de ellas estaban relacionadas con el amor, lo cierto es que la mayoría estaba determinada por un momento preciso de la vida: el nacimiento de un hijo, el primer viaje al exterior, la muerte de un amigo, la salida de la cárcel… Desde la ciencia, esa correlación también se explica desde la conexión de las melodías con la memoria, pues la música está relacionada con el placer, pero también se conecta con las emociones de forma que así como una canción puede hacer parte de un momento concreto -un viaje inolvidable, el momento en que uno se enamora de alguien, un logro importante-, también el artista que interpreta la canción o la letra de la canción juegan un papel importante; resulta que si la canción es interpretada por un artista que conocemos bien, del que sabemos sus rasgos, su historia,… entonces, también se activa la memoria semántica en nuestro cerebro porque aunque pareciera que simplemente la música nos da placer y la guardamos en nuestra memoria, lo cierto es que ocurren muchas cosas más en nuestra cabeza y también se transmiten emociones -que pueden ser hasta de tristeza- y nos despiertan sentimientos. Y no solo por un breve lapso de tiempo. Por ejemplo, un tema que nos marcó cuando teníamos 15 años, podemos escucharlo muchas veces durante el resto de nuestras vidas y termina grabado en nuestra memoria de una forma excepcional. Por cierto que, en la situación actual, muchos encuestados han confesado que ni el sexo, ni la comida, ni el licor han sido de gran ayuda para lidiar con el encierro y las circunstancias a las que nos ha llevado a vivir la pandemia; la mayoría indica que la música ha sido su mejor aliado, que esa ha sido una forma de soportar lo que está ocurriendo. Y seguro que muchos recuerdos se han creado a partir de esa combinación.


Pues va a ser que no, que de “lucha generacional” (siempre presente en todas las épocas, por otra parte), al menos con la excusa de la música, nada de nada. Es evidente que la música de Elvis, Simon & Garfunkel, Leonard Cohen o Rosalía, por citar momentos y estilos diferentes, no es la misma; que una sea mejor o peor que otra es algo subjetivo pero todo indica que si alguna de ellas corresponde a ese período llamado por los psicólogos “golpe de reminiscencia” antes citado, ha quedado asociada a un recuerdo agradable y se identifica con él, pasa a ser NUESTRA música, la mejor de todas, sea del estio que sea. Se confirma, pues, aquí también, el viejo y conocido dicho de que la nostalgia es un error porque, instalados en nuestra zona de confort emocional, arropados por unos recuerdos agradables con una determinada música que los identifica y fija, cerramos los oídos (nunca mejor dicho) a otras manifestaciones, achacando su desconocimiento a falta de calidad respecto a lo NUESTRO, una calidad que, aceptémoslo porque es así, ni nos hemos molestado en conocer ni mucho menos comparar.






 

domingo, 3 de abril de 2022

¿Quién se ha llevado... ?


Spencer Johnson, fallecido hace cinco años, fue un médico, psicólogo y escritor estadounidense, autor de varios libros a caballo entre la psicología y la gestión, y conocido sobre todo por el éxito internacional de uno de ellos, publicado originalmente en 1998, aunque con versiones posteriores “para niños” y “para jóvenes”, ¿Quien se ha llevado mi queso? (Who Moved My Cheese?), especie de parábola que nos cuenta que había una vez dos ratoncitos y dos hombrecillos que vivían en un laberinto y que dependían del queso para alimentarse y ser felices. Como habían encontrado una habitación repleta de queso, vivieron durante un tiempo muy contentos. Pero un buen día el queso desapareció y… hasta ahí se puede contar para no destripar el libro, pero se puede decir que esta fábula simple e ingeniosa puede aplicarse a todos los ámbitos de la vida; con palabras y ejemplos comprensibles incluso para un niño, nos enseña que todo cambia, y que las fórmulas que sirvieron en su momento pueden quedar obsoletas. El "queso" del relato representa cualquier cosa que queramos alcanzar o que nos rodee, la felicidad, el trabajo, el dinero, el amor,... y el laberinto es la realidad, con zonas desconocidas y peligrosas, callejones sin salida, oscuros recovecos... y habitaciones llenas de queso, a veces otro queso diferente del que conocemos y al que estamos acostumbrados.



El movimiento de los chalecos amarillos (Mouvement des gilets jaunes) es un movimiento social de protesta que se formó en Francia a partir del mes de octubre de 2018 y que tiene su origen en la protesta contra el alza en el precio de los combustibles, inicialmente se centra en el rechazo generalizado al alza del impuesto sobre el carbono, pero rápidamente se amplía a la fiscalidad, la merma del poder adquisitivo y, en general, contra las medidas del gobierno. El movimiento se organizó en torno a los bloqueos de carreteras y rotondas y ha tenido lugar todos los sábados desde el 17 de noviembre de 2018 y, al encontrar una fuerte participación en las diferentes regiones, las protestas se extendieron a las ciudades más grandes. En esto llega la pandemia, también a España, la demanda de servicios de transporte apenas crece o incluso disminuye como consecuencia de ella, del bloqueo general de la oferta y de los cambios en las pautas de consumo. Y, aunque en algunas actividades haya comenzado a incrementarse, no lo ha hecho lo suficiente como para dar negocio y rentabilidad suficientes a todas las empresas y transportistas del mercado. Para acabar de arreglarlo, por si no hubiera suficiente con todo lo derivado de la pandemia, a finales de febrero se le ocurre al mandamás ruso Vladimir Putin lanzar una ofensiva bélica contra Ucrania y sus tropas invaden este país, con lo que los precios, especialmente del gas y del petróleo, de los que Rusia es productora y suministradora, ya considerablemente altos, se disparan, o sea que, para colmo, los costes de combustible se han disparado, como es bien sabido, y los pequeños transportistas convocan un paro indefinido, primero, contra el gobierno, pero, bien mirado, ¿la solución a estos problemas es aumentar sin cesar por el gobierno las ayudas a todo el sector por igual y seguir permitiendo o incluso favoreciendo el exceso de oferta que inevitablemente va unido a precariedad y pérdidas para las empresas y autónomos menos competitivos? Pues, seamos sensatos, eso es una auténtica barbaridad porque, por un lado, hará todavía más rentables a quienes ya lo son de por sí, incluso con las bárbaras subidas de costes actuales, y por otro, simplemente prolongará la agonía de quienes, digámoslo con sinceridad, debieran salir del mercado del transporte y, muchos más, cuando la transición energética que inevitablemente se avecina hará crónica y, seguramente, inasumible la subida en espiral de los costes. Limitarse a dar más ayudas para que todo siga como estaba sólo servirá para aumentar la ineficiente sobredimensión actual del sector, bajar la productividad y extender la precariedad ya de por sí muy grande. Supongamos por un momento los miles de pequeñas empresas y transportistas que apoyan el paro que este tienen éxito y derriban al gobierno: ¿de verdad alguien cree que eso iba a limitar el poder de las grandes plataformas y empresas que son quienes de verdad les vienen imponiendo a los pequeños transportistas las condiciones de penuria en las que están ahora? ¿De dónde iba a sacar el gobierno que viniera el dinero público para darles más ayudas, si lo que proponen, según dicen, es reducir los impuestos de quienes más tienen y reducir el gasto público?


Salvando las distancias, el tema es como el de ¿Quién se ha llevado mi queso?; el problema real no es el de conseguir tal o cual ayuda sino el de ser consciente de que el queso, en este caso el combustible tal como lo conocemos, se acaba y cabe anticiparse a su final sin esperar al último día, en que, seguramente, ya no se podrá hacer NADA, salvo culpar al gobierno de turno, sobre todo si no es de derechas (los italianos, muy dados a aforismos para resumir, suelen decir lo de “¡Piove?, ¡porco governo!” cada vez que las cosas van mal; con echarle la culpa al gobierno lo explicamos todo). Sin embargo, conviene recordar (y tener muy presente) que hace años se fijó 2050 como punto y final para los coches de combustión en las ciudades de Europa1. Pero la Comisión Europea va mucho más allá y quiere terminar con el consumo de combustibles fósiles que provocan emisiones de efecto invernadero; su plan pasa por conseguir que los vehículos de combustión desaparezcan del mapa, y que el 80 % de la electricidad que consumimos provenga de energías renovables en 2050. En el punto de mira se encuentra el calentamiento global, que se quiere mantener a raya, procurando que la temperatura a final de siglo no ascienda en más de 1,5 a 2 grados. ¿Son realistas estas pretensiones? Bien, teniendo en cuenta que Europa es responsable de un 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, cuando gigantes como Estados Unidos o China son mucho más dañinos en este sentido, habrá que ver hasta qué punto los deseos de la Comisión Europea se traducen en un resultado eficaz para todo el mundo. Su estrategia no profundiza en el sector del transporte, si bien reconoce la importancia de electrificar coches y camiones y mantiene la posibilidad de utilizar biocombustibles. Además, desde Bruselas defienden el uso de impuestos y subvenciones como una "herramienta eficiente para la política ambiental".



A nadie se le escapa que la era de los combustibles fósiles (que, posiblemente, haya llegado a su fin) ha permitido crecer como nunca antes lo consiguió ninguna otra fuente de energía23 pero tampoco se pueden ignorar sus principales efectos adversos: el más evidente habla de la contaminación y el calentamiento global pero otro, que no conviene dejar de lado, lo componen las guerras por el control del petróleo. Bruselas defiende que es posible crecer mientras se reducen los gases de efecto invernadero pues, según sus estimaciones, al propio índice de crecimiento deberemos añadir el ahorro de costes derivados del cambio climático además de los costes derivados de la dependencia externa del petróleo. Nadie dice que el proceso sea fácil, pero siempre será mejor que encontrarse el último día en un callejón sin salida y sin alternativas. El problema latente de la gran dependencia que tenemos del petróleo y sus derivados es el enorme desaguisado que supondrá para nuestro actual modo de vida su desaparición, dado el sin fin de aplicaciones que tiene, la mayoría de las cuales se quedarán sin materia prima, al no haber hoy por hoy sustituto ya que la práctica totalidad de nuestras tecnologías y nuestras industrias están relacionadas con productos o subproductos del petróleo: se usan para producir energía eléctrica, transporte, lubricación, maquinaria, fertilizantes, pesticidas, plásticos, materiales compuestos o sintéticos, productos químicos, etc.



En palabras de la ONU, Con el transporte mundial en una encrucijada, los líderes gubernamentales, los expertos de sector industrial y los grupos de la sociedad civil han de trazar el camino hacia un futuro más sostenible para el sector y una mayor acción para afrontar el cambio climático. “En los próximos nueve años debe producirse un cambio global hacia las energías renovables. El transporte sostenible es fundamental para esa transformación" dijo al respecto el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres. La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto que el transporte, tanto público como privado, es mucho más que un medio para llevar a las personas y las mercancías de un punto a otro, de hecho, el transporte es fundamental para la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, que estaban ya muy mal encaminados antes de la crisis sanitaria. Luego, hay que “ponerse YA las pilas”, como en el ¿Quién se ha llevado mi queso?

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1En el caso de España, se aprobó en mayo de 2021 una ley climática que pondrá fin a la producción de combustibles fósiles en todo su territorio para 2042. El país va a la zaga de otras naciones europeas (Francia, Dinamarca, Groenlandia,…) en cuanto a objetivos de reducción de emisiones, y los activistas en favor del clima esperan que la nueva ley sea un paso en la dirección correcta. Por ella se prohíben todas las nuevas prospecciones de carbón, gas y petróleo con efecto inmediato, además de integrar en la ley la prohibición de los vehículos de combustible fósil para 2040 y el objetivo de generar el 74 % de la electricidad del país a partir de energías renovables para 2030.

2En la preparación de la Cumbre del Clima de Copenhague que había de ratificar el Acuerdo de Kyoto (finalmente frustrado), la Administración de información energética - Energy Information Administration – EIA (organismo estadounidense de estadística y de análisis que recoge, analiza y difunde información independiente e imparcial de energía para promover la comprensión pública de la energía y su interacción con la economía y el medio ambiente) estimó que las principales fuentes primarias de energía en el mundo eran: el petróleo en un 35,9%, el carbón en un 27,4% y el gas natural en un 22,8%. Por lo tanto, con un 86%, los combustibles fósiles son la fuente de energía principal en el mundo y, pese a que no lo parezca, la tendencia actual es la de usarlos cada vez más, al menos mientras sea posible. Por ejemplo, en los diez años comprendidos entre 1996 y 2006 la producción mundial de combustibles fósiles aumentó una media del 26%, más que la nuclear (16%) y la hidroeléctrica (20%)

3El petróleo es el combustible fósil para el que resulta más difícil estimar la duración de las reservas conocidas en la actualidad; se viene utilizando en la era moderna de forma significativa aproximadamente desde 1850, aunque no fue hasta la llegada del motor de combustión interna en la segunda mitad del siglo XIX cuando comenzó a dispararse su consumo. La intensa explotación a la que ha sido sometido este recurso ha reducido sus expectativas de agotamiento hasta el margen 40-50 años, lo que le convierte en el combustible fósil más escaso. Pero es difícil estimar la fecha de su agotamiento con mayor precisión. La mayoría de científicos coinciden en la idea de que tanto el descubrimiento de nuevos yacimientos de hidrocarburos como su extracción obedecen a una tendencia conocida gráficamente como teoría del Pico de Hubbert, influyente teoría acerca de la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo y otros combustibles fósiles, prediciendo que la producción mundial de petróleo llegará a su cenit y después declinará tan rápido como creció, resaltando el hecho de que el factor limitador de la extracción de petróleo es la energía requerida y no su coste económico.