domingo, 31 de julio de 2022

La censura, un árbol de hoja perenne.


Hace pocas semanas, a cuento de la música que se hacía (y lo que se decía
en ella) hace cuarenta años, reflexionábamos en este blog acerca de cómo ha evolucionado la censura en este tiempo. Hoy, con vuestro permiso, nos centraremos en esa evolución pero en la prensa escrita. Un poco de historia: concluida la guerra (in)civil, el gobierno del general Franco mantiene la Ley de Prensa redactada por José Antonio Giménez-Arnau, director general de Prensa en el Ministerio de Gobernación dirigido por Serrano Súñer, y que supone el control total de la actividad periodística. En su preámbulo se afirma que el periodista es un “apóstol del pensamiento y de la fe de la Nación”. De esta forma, todas las empresas informativas se convierten en una “institución nacional” con la misión política de propagar las ideas nacionalsindicalistas, lo que significa el comienzo de una etapa en la que las publicaciones son consideradas botín de guerra, por lo que el nuevo régimen se apropia de ellas y quedan bajo el control de La Falange, que representa las fuerzas políticas del Movimiento Nacional. Por medio de la censura previa se prohíbe mencionar a determinadas personas, hablar de algunos sucesos que puedan dar una mala imagen de la autoridad del Estado, y opinar sobre política internacional. Además, se establece el sistema de consignas, por el que los periódicos tienen la obligación de incluir determinadas informaciones oficiales. La Ley de Prensa del 38 pretende adoctrinar a los ciudadanos y convierte al Estado en origen y fin del proceso informativo, puesto que de él partía y en él concluía.


Tras el término de la II Guerra Mundial se inicia un período de aislamiento internacional que tiene consecuencias internas para el régimen. Se aprueba El Fuero de los Españoles en 1945, al estilo de una constitución, que en su artículo 12 manifiesta: “
Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado(la coletilla final deja claro que todo sigue igual en cuanto a la libertad de prensa). En 1966 se inicia un proceso en el que disminuye considerablemente el número de consignas, y en el que la censura previa, que sigue vigente, se flexibiliza en su aplicación; es el preludio de una nueva ley de prensa que sustituirá a la de 1938, permitiendo este tímido avance la aparición de revistas de opinión política como Atlántida, Cuadernos para el Diálogo y Revista de Occidente, que suponen un hito en el periodismo durante el régimen. La nueva Ley de Prensa e Imprenta de 1966 (conocida como la Ley Fraga) tiene un preámbulo en el que ya se habla de la libertad de expresión, de empresa y de designación del director. Además, reconoce que la legislación de 1938 ha quedado obsoleta, y su vocabulario es completamente diferente al empleado en la ley elaborada durante la guerra. Sin embargo, su artículo 2 obliga al respeto a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional1. La nueva ley posibilita igualmente el secuestro de una publicación para luego denunciarla a los tribunales de Justicia, un mecanismo muy utilizado, aunque en muchas ocasiones el juzgado posteriormente le diera la razón al medio informativo. Además, toda la información internacional recibida desde el extranjero pasa obligatoriamente por la gubernamental Agencia Efe, lo que supone un control absoluto sobre estas noticias. Finalmente, la aprobación de la nueva Constitución en referéndum el día 6 de diciembre de 1978, que es promulgada en el Boletín Oficial del Estado el día 29 de ese mismo mes, cambia totalmente el panorama para los profesionales del periodismo. A partir de aquel día, en teoría, los periodistas españoles disfrutan de una auténtica libertad de prensa. Pese a ello, según denuncia Human Rights Watch, las leyes que limitan la libertad de expresión (con severos castigos para el discrepante y para quien publica esa discrepancia) han aumentado en todo el mundo en los últimos años, profundizando lo que expertos califican como una erosión de la democracia. Estas nuevas legislaciones, selladas en general por legislativos donde existe realmente poca pluralidad política, guardan elementos en común y demuestran una tendencia autoritaria que pasa por encima de las ideologías.


N
o es nuevo, sin embargo, esto de acallar al discrepante aunque su obra se revista de humor; un somero repaso histórico nos mostrará que se ha dado en todos los tiempos y todas las culturas, desde el poeta griego Sótades de Maronea que, hacia el siglo III a. C. fue condenado, encerrado en una caja de plomo y echado al mar por escribir unos versos humorísticos sobre la vida sexual de Ptolomeo II Filadelfo, faraón de Egipto, particularmente por haberse casado con su hermana Arsinoe II. Desde la antigüedad hay gente, sobre todo poderosos, a quienes no les gustan las bromas. La sátira y la caricatura, desde siempre, y con mucha frecuencia, han sido prohibidas y los cómicos, humoristas, dibujantes y escritores satíricos, en muchos casos han caído en desgracia. El emperador Septimio Severo cuando mandó ejecutar a varios senadores, según se recoge en Historia Augusta, unos por haber hecho algún chiste, otros por haberse callado, algunos por decir cosas de doble sentido como «he aquí un emperador que hace honor a su nombre, que es verdaderamente Pertinaz, verdaderamente Severo». Alcibíades, estratega griego (450-404 a. C.). fue ridiculizado en una obra titulada Baptae («Los que se zambullen»), por el comediógrafo Éupolis. El militar se vengó arrojándolo al mar. La Inquisición también se cebó posteriormente en Francisco de Quevedo, denunciado por su «indecencia del discurrir, la libertad del satirizar, la impiedad del sentir, y la irreverencia del tratar las cosas soberanas y sagradas». ¿A qué seguir? Napoleón, las diferentes monarquías europeas, la Alemana nazi,… tampoco toleraban la crítica.


En nuestro país,
aún después de la muerte de Franco se respiraba un clima de prohibición e intolerancia, cuando persistían figuras como la del fiscal de prensa, un censor en la práctica, y era común secuestrar números de revistas humorísticas. El episodio más negro de aquellos años fue el bombazo en la redacción de El Papus, con la muerte de un empleado, reivindicado por el grupo ultra «Alianza Apostólica Anticomunista» como venganza por las mordaces historietas publicadas en la revista. El humor es un extraordinario disolvente de fanatismos. La intransigencia es, antes que nada, intransigencia con los que se ríen de algo. Cabe recordar el atentado islamista de 2015 contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, en el que doce personas fueron asesinadas por caricaturizar a Mahoma; unos años antes, en 2006, un periódico danés publicó una serie de dibujos del profeta que desencadenaron una violenta ola de protestas en países árabes que se cobró diez muertos. En el uso del humor como herramienta de protesta, desde un anonimato seguramente inevitable2, la risa clandestina y mordaz se alza siempre como la mejor arma en tiempos difíciles. Se dice que el humor es la mejor combinación de la tragedia con el tiempo y esta máxima aumenta el mérito de tantos anónimos personajes que, desde su trinchera de ingenio y cuando fue necesario, combatieron la incidencia de la dictadura con su humor de combate. Un reconocimiento a todos ellos: analizar cómo el humor es un remedio que ayuda a sobrellevar las dictaduras erosionando al poder y creando espacios de libertad individual y comunitaria se presenta como una buena idea aunque el resultado tampoco es para tirar cohetes.



P
or eso es más digno de valorar cuando la crítica/sátira se hace con nombre y apellidos, y para analizar este hecho nos apoyaremos en dos publicaciones sensiblemente diferentes pero que en el imaginario colectivo guardan fuertes similitudes, particularmente en su lucha contra la censura, ya que tanto en el tebeo humorístico como en las publicaciones satíricas, se escondía la crítica mordaz, recurrían a los matices para que los censores no se dieran cuenta y, según el humorista Serafín, 'hay que reconocer que eran unos brutos'. Una de ellas es La Codorniz pues todo el humor español desde la década de 1940 hasta la de 1970 está en ella, 'la revista más audaz para el lector más inteligente', según decía su cabecera. Fundada en 1941 por el escritor y periodista falangista Miguel Mihura, sustituido en la dirección en 1944 por el escritor monárquico y “del Régimen” Álvaro de Laiglesia, la revista aspiraba a un enfoque muy cosmopolita y vanguardista para la época y en su primera etapa suscitó el interés de un público joven que deseaba escapar de la cultura oficial de la dictadura. La Codorniz llevó a la prensa un humor del absurdo que dinamitó los tópicos del franquismo. Así pues, la revista, aunque de entrada sin implicación política, se orientó hacia una crítica de la vida cotidiana cargada de pólvora en sus dibujos y en sus artículos con lo que contribuyó, a través de la veladura del humor y la gráfica, a la difusión de una comprensión de la realidad social que demandaba cambios profundos, convirtiéndose en caja de resonancia de estas demandas..La complicidad necesaria entre la viñeta de humor y su destinatario para alcanzar un significado completo implicaba un lector informado, no sólo por los titulares, al tanto de los acontecimientos de la actualidad, más y cuando el contenido de “humor puro” en estas revistas no era predominante. Dicha complicidad incomodaba a la autoridad competente, siendo habituales las presiones provenientes del Ministerio de Información y Turismo. Una relación peculiar la de revistas de humor gráfico y censura, condicionada precisamente por las particularidades de la sátira y la caricatura, al tratar la realidad no de modo directo sino mediante la insinuación, la ironía o la hipérbole, pudiéndose establecer diversos niveles de lectura, no siempre evidentes, dentro de las viñetas de humor gráfico. Esa fórmula de humor aparentemente blanco, pero lleno de ironía y de dobles sentidos, llegó a hacerse muy popular hasta el punto de que se convirtió en una revista que leían tanto personas maduras como jóvenes, tanto lectores del régimen como de la oposición. Así las cosas, un chiste contra la subida del precio del pan podía derivar en una enmienda a la totalidad de los desmanes de la dictadura. Solo sus portadas eran todo un alarde de ingenio creativo, que combinaba la mordaz ironía y la gracia del dibujo. Y tal era el interés que sus citaban, que hasta había bulos y ”documentadas historias urbanas” sobre portadas que, en realidad, nunca aparecieron. La censura impidió que algunos números llegasen a los lectores: una crítica le costó cuatro meses de cierre, pero si la censura le dio la vida, la censura se la quitó; en 1977, la revista cerró ante la falta de lectores: las nuevas generaciones preferían Hermano Lobo, Triunfo o Por favor, que fueron un ciclón y se convirtieron en las revistas de referencia del tardofranquismo, símbolos de resistencia y cuna de escritores como Vázquez Montalbán, Fernando Savater, Francisco Umbral, Luis Carandell o Haro Tecglen, autores fundamentales durante la llamada transición política.


Y
llegamos a ese segundo apoyo en nuestras reflexiones, y es que a partir de la aparición de Hermano Lobo”, La Codorniz empieza a quedarse desfasada y anticuada. Algunos de sus humoristas, con Chumy Chúmez a la cabeza, se pasan a la nueva revista, más moderna y crítica que conecta con las nuevas generaciones de los años setenta. Puede decirse que el boom del humor mató a La Codorniz porque, aparte de la irrupción de Hermano Lobo, la prensa de información general ficha a dibujantes de primera fila como Manuel Summers, el propio Chumy, El Perich o Forges, entre otros. Ya en el número dos,da un gran salto al inaugurar una de sus secciones más famosas: “7 preguntas al lobo”, idea de Summers, en la que se veía como un lobo “negro”, la mascota de la revista, contestaba con un “Uuuuuu” a varias preguntas, algunas de ellas aún de actualidad. Algunas, muy repetidas, pronto se hicieron clásicas, como: “¿Para cuándo la democracia en España?”, “¿Para cuándo el final de la censura?”, “¿Para cuándo la amnistía?”, y sobre todo una séptima, siempre la misma: ”¿Cuándo desaparecerá la censura cinematográfica?”, a la que el lobo siempre respondía con: ”El año que viene, si Dios quiere”. Un “Uuuuuu” que enseguida se empezó a imitar y que ¿por qué no decirlo?muchos utilizábamos como coletilla a la menor oportunidad. Como todo semanario irreverente, Hermano Lobo no dejaba títere con cabeza fuese cual fuese el sustrato social. Pero su verdadera pasión era el mundo de la política al que con su humor corrosivo atizaba sin parar. Colaboraciones grandiosas, y dibujantes que eran un verdadero lujo, impregnaban el ambiente de un humor innovador. Se sugerían las cosas con valentía. Algunas de sus portadas marcaron un antes y un después del humor en España. Bastantes de ellas se hicieron famosas, y algunas hasta míticas. Precisamente con el nº 153 a consecuencia del chiste de la portada ocurrió uno de los secuestros de la revista. La fiscalía argumentó que se trataba de un “menosprecio a la Justicia”. Se veía a un señor, bajo de estatura, menudo, de rostro algo inocente, escuchando una voz casi de ultratumba, que le culpaba y le gritaba diciéndole: “¡¡¿Conoce sus derechos?!!” A lo que le respondía: «sí, señor». Y sonaba de nuevo la fuerte voz, apabullándole con un «¡¡Pues olvídelos!!». Un humor con el que había que hilar muy fino, con una censura a la que no le dolían prendas, y que Hermano Lobo conseguía eludir con su soplo de aire fresco. La publicación fue una experiencia inolvidable con un desenlace final que su equipo afrontó con coraje y mucho humor. Ocurrió en el verano de 1976 y lo hicieron con un número extraordinario, el nº 213, cuyo título era “Verano & Fascismo”, el último de su historia. A pesar de que suponía su desaparición lo celebraron a lo grande: como en un gran espectáculo cuando al final saluda toda la compañía, ¡¡allí estaban todos juntos!!


Una contextualización necesaria: l
a historia del humorismo gráfico español ha dado nombre a muchas revistas de insigne memoria desde la mítica La Codorniz, pero quizás una de las más queridas y recordadas por el pueblo español sea Hermano Lobo, "Semanario de humor dentro de lo que cabe". Y es que la publicación llegó en el momento más oportuno, cuando la cerrada España parecía abrirse muy poco a poco. Con Chumy Chúmez como principal impulsor, e inspirado en el semanario francés Charlie Hebdo, la revista fue fundada el 11 de mayo de 1972; añadiéndosele con el título cierto aroma franciscano. Pronto se convirtió en la revista preferida de la sociedad española, relegando a un segundo plano a La Codorniz, a la que comenzaban a pesar sus treinta años de publicación. Por sus páginas pasaban dibujantes de la talla de Forges, El Perich, Manuel Summers, Quino, o Gila, además del propio Chúmez; y también numerosos escritores, como Manuel Vázquez Montalbán o Francisco Umbral (sin su libro). Y quizás muchos otros autores, que han permanecido ocultos tras seudónimos "por si acaso". El éxito conllevó también sus problemas con el régimen, iniciados con el secuestro del número 153 "por menosprecio a la Justicia", continuados con el expediente a Luis Carandell, por sus Coplillas de Don Luis (y no era Bárcenas, no) del número 178, y por el expediente múltiple contra el número 183, que podía haber conducido al secuestro de este número, si no hubiera sido por la inteligencia de los directivos, que mandaron las planchas de la revista, en vez de la revista en sí; y como no había sido impresa, no pudo ser secuestrada... A la semana siguiente salió el 184, como si nada; y en los números siguientes fueron colándose pedazos del número fantasma, sin que pasara absolutamente nada.. La publicación sobrevivió durante cuatro años, contabilizando 212 números a sus espaldas. Hermano Lobo surgió en un momento histórico, y ni que decir tiene que, al igual que La Codorniz, estuvo muchas veces rodeada de polémica. Con la nueva etapa de la transición social española su humor coyuntural no evolucionó lo suficiente y concluyó una estimulante aventura en una época difícil. Se ha dicho que el humor de Hermano Lobo” cáustico con el poder, irreverente, imposible con la intransigencia de hoy y muy crítico con la sociedad, fue el más inteligente y mordaz de aquellos tiempos. Antes, se ironizaba mucho más sobre la situación política, se provocaba más la sonrisa; ahora, ya no sonreímos tanto. Se echa bastante en falta. No debemos olvidar que para muchos: el humor es un arma de intervención en la realidad.



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1Algunos autores piensan que tiene una apariencia externa de libertad, pero continúa con el control del Estado si no se hace “buen uso” de esa libertad. El escritor Miguel Delibes lo expresa de esta forma: “Antes te obligaban a escribir lo que no sentías, ahora se conforman con prohibirte que escribas lo que sientes, algo hemos ganado”. Desde su puesta en vigor hasta 1975 se incoan 1.270 expedientes sancionadores contra periódicos y revistas, lo que demuestra que su aplicación dista mucho de las palabras reformistas utilizadas en su preámbulo.

2Josep Pernau recoge en su libro Humor de combate un chiste, obviamente de autor desconocido, que no nos resistimos a reproducir: El régimen aspiraba a sucederse a sí mismo, y para ello era necesario que el pueblo fuera adicto a los principios fundacionales. De ahí la importancia de la educación de las nuevas generaciones: Una maestra se declara falangista y pide a las niñas que levanten la mano las que se consideren seguidoras del partido único. Sólo una no levanta el brazo y la maestra está sorprendida. 

¿Por qué no has levantado la mano, Manolita?

Porque no soy falangista, señorita.

Caramba, y si no eres falangista, ¿con quién simpatizas?

Con el Partido Comunista.

Lo ha dicho con orgullo. La maestra no puede dar crédito a lo que oye.

Manolita, hija, ¿qué pecado has cometido para ser comunista?

Mi madre es comunista, mi padre también y mi hermano acaba de ingresar en el Partido. Por eso yo soy también comunista.

El orgullo de la pequeña aumentaba por momentos. La maestra estaba irritada.

Bueno, Manolita, pero eso no es motivo para ser comunista. Tú no tienes que ser como tus padres. Por ejemplo, si tu madre fuera prostituta y drogadicta, tu padre alcohólico, vago y traficante, y tu hermano ladrón, ¿tu qué serías?

Seguramente falangista, señorita.

 

miércoles, 27 de julio de 2022

Tienes un amigo, la canción.


James Taylor (puesto 84 de los 100 mejores artistas de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone) es un cantautor, músico y guitarrista estadounidense, ganador de cinco Premios Grammy. Su primer éxito fue el sencillo Fire and Rain (Fuego y lluvia) de su segundo álbum, publicado en 1970, Sweet Baby James. Musicalmente, Fire and Rain presenta un estribillo algo genérico, con líneas como, «He visto fuego y he visto lluvia / He visto días soleados que pensé que nunca terminarían», siendo aplicable a muchos momentos diferentes de la vida. Pero resulta que cada una de las tres partes de la canción se refiere a un momento muy específico en la vida del cantante: una trata sobre una amiga que se suicidó, otra sobre la adicción del propio Taylor a la heroína, y la tercera se refiere a un hospital psiquiátrico en el que estuvo ingresado un tiempo y una banda que Taylor fundó llamada The Flying Machine Sobre la muerte de su amiga Suzanne Schnerr (que inspiró la primera parte), el artista dijo que pasaron meses antes de que se enterara de su fallecimiento, porque sus amigos habían ocultado la noticia a propósito para evitar distraerlo. En esas circunstancias, uno de los mejores apoyos del cantautor fue su amiga Carole King, que compuso para el cantautor You´ve got a friend (Tienes un amigo), una de las creaciones más bellas y claras acerca de la amistad y que les acabó reportando un Grammy a cada uno, a King por la canción del año y a Taylor (que también la cantó) por la mejor interpretación masculina.


Como cuenta la propia Carole King, You’ve Got a Friend fue una respuesta en forma también de canción a Fire and Rain, cuando dice: “He visto tiempos solitarios cuando no pude encontrar un amigo”.King declaró que "la canción fue lo más cercano a la inspiración pura que he experimentado. La canción se escribió sola. Fue escrita por algo externo a mí, pero a través de mí". La canción fue escrita durante las sesiones de grabación e incluida en su millonario álbum ‘Tapestry’, de 1971 (que también incluye “So far away”, “I feel the earth move”, “Beautiful”, “Home again”, “It´s too late”, “(You make me feel like) a natural woman”… canciones de una calidad espectacular, llenas de poesía y ritmos personalísimos) y King nunca lanzó su versión como single1.


Cuando estés hundido y con problemas

y necesites una mano amiga,

y nada, nada te salga bien,

cierra los ojos y piensa en mí

y pronto estaré allí

para iluminar hasta tu noche más oscura…»

Y la verdad, no ha existido un canto a la amistad más conmovedor y profundo que el que se esconde en este tema pleno de belleza y sensibilidad desde los primeros acordes de piano. Se trata de una visión tierna y real de las relaciones personales, de los sentimientos que trascienden las propias relaciones amorosas para permanecer en la vida de las personas indefinidamente, de manera desinteresada. El cariño por el cariño, el mundo de los afectos, de las sensaciones compartidas… Todo está en esa canción que habla del poder de la evocación de una persona querida cuando las cosas van mal y el abatimiento nos abruma.


De todos los muchos artistas que han interpretado You´ve got a friend, (Lynn Anderson, Bob Belden, Brand New Heavies, Jim Cole, Jimmy Cliff, Billy Crawford, Billy Ray Cirus, Anne Murray, Michael Jackson, Aretha Franklin, Donny Hathaway, Dusty Springfield. y un larguísimo etcétera), me quedo sin duda con James Taylor, que la hizo suya como el regalo que fue de su entonces íntima amiga Carole King pues la versión de Taylor fue la que marco el tema. por algún raro mecanismo que hizo que ésta quedara poco a poco como ‘la versión’,. Esta versión enriquece aún más el tema y la de los dos cantantes al unísono pone la carne de gallina.


La letra dice así.

When you're down and troubled

And you need some lovin' care

And nothin', nothin' is goin' right

Close your eyes and think of me

And soon I will be there

To brighten up even your darkest night

You just call out my name

And you know, wherever I am

I'll come runnin'

To see you again

Winter, spring, summer or fall

All you have to do is call

And I'll be there

You've got a friend

If the sky above you

Grows dark and full of clouds

And that old north wind begins to blow

Keep your head together

And call my name out loud

Soon you'll hear me knockin' at your door

You just call out my name

And you know, wherever I am

I'll come runnin', runnin', yeah, yeah

To see you again

Winter, spring, summer or fall

All you have to do is call

And I'll be there, yes, I will

Now, ain't it good to know that you've got a friend

When people can be so cold?

They'll hurt you, yes, and desert you

And take your soul if you let them

Oh, but don't you let them

You just call out my name

And you know, wherever I am

I'll come runnin', runnin', yeah, yeah

To see you again

Winter, spring, summer or fall

All you have to do is call

And I'll be there, yes, I will

You've got a friend

You've got a friend

Ain't it good to know you've got a friend

Ain't it good to know, ain't it good to know

Ain't it good to know

You've got a friend

Oh, yeah, now, you've got a friend

Yeah baby, you've got a friend

Oh, yeah, you've got a friend

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1Pero James Taylor y Carole King sí interpretaron juntos You've Got a Friend en 2010 durante su gira Troubadour Reunion, y, en 2015, Taylor tocó una versión acústica de la canción en el Ayuntamiento de París, por invitación del Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, como homenaje a las víctimas de los atentados de Francia en enero de 2015 (los de la revista Charlie Hebdo)

 

domingo, 24 de julio de 2022

"Hombre", el cómic.


En el mundo de la literatura dibujada, en la década de los años setenta del pasado siglo, y más concretamente, después de la muerte del dictador Francisco Franco (noviembre de 1975), tuvieron lugar, al igual que en toda España, profundos y rápidos cambios sociales, políticos, económicos y culturales: primero en la etapa final del régimen y, después, en la transición a la democracia, proceso complejo que la historiografía suele considerar finalizado en 1982, cuando el PSOE alcanzó el poder, tras siete años de gobierno de Adolfo Suárez, con un partido formado mayoritariamente por los reformistas procedentes del franquismo. Durante este periodo, la sociedad española experimentó transformaciones en todos los ámbitos, y el de la cultura popular no fue una excepción. La relajación de la censura —aunque no su eliminación total— permitió la llegada de discos, novelas y películas extranjeras, y la producción propia pudo también comenzar a cambiar sus maneras y modernizarse rápidamente. El cómic, por supuesto, no fue ajeno a esta coyuntura. Durante esa década experimentó una auténtica revolución, gracias a una efervescencia creativa y editorial sin precedentes. El que había sido considerado hasta entonces un medio intrínsecamente infantil y juvenil, comenzó a producir obras adultas de todo tipo. Este fenómeno, conocido como el boom del cómic adulto, llegaba con cierto retraso con respecto a los grandes focos de producción de la historieta occidental; no resulta extraño, ya que lo mismo había sucedido en muchos otros ámbitos de la cultura.


Para ser exactos, con la aparición del libro Tebeo y cultura de masas (1966) de Luis Gasca y la publicación de la revista teórica Bang! (1968) de Antonio Martín, así como la celebración de la "Primera Reunión nacional de dibujantes de historietas" (Sitges, Barcelona, 1969) se genera un replanteamiento cultural si bien hubo que esperar hasta bien entrados los años setenta, como decimos para que empezaran a darse las condiciones económicas, políticas y sociales que permitiesen el desarrollo de una industria de historieta para adultos; en muy poco tiempo, la mayoría de las grandes obras que desde los años sesenta estaban demostrando que el cómic podía producir obras para un público más maduro —aunque, en muchos casos, esa «madurez» pasara por recurrir al erotismo y a la violencia—, tanto en Europa como en Estados Unidos, llegaron a España como un torrente 1que reventaba la debilitada presa de un régimen agónico y anacrónico. Y el mercado español se adaptó a todo ello, a veces con precipitación y no poco oportunismo comercial, pero, en muchas ocasiones, apoyado en el talento de al menos dos generaciones de artistas que, por fin, podrían publicar su trabajo destinado a un público adulto directamente en España. Se editaron un montón de revistas, con tiradas de decenas de miles de ejemplares, como El Víbora, 1984 (nada que ver, salvo la inspiración para el nombre, con la conocida obra futurista homónima de George Orwell) , Cimoc, Totem,… Una edad de oro en la que el cómic fue protagonista de movimientos culturales o contraculturales como “La movida madrileña”, que no puede entenderse sin la efervescencia de fanzines y publicaciones y sin el nacimiento de revistas como Madriz.


Una de estas publicaciones, posiblemente, por su longevidad (de 1979 a 1995, todo un récord para ese tipo de producto), abanderada del movimiento cultural, fue, como se ha apuntado, Cimoc, por cuyas páginas desfilaron multitud de series de autores nacionales, además de acoger a numerosos reverenciados extranjeros como Druillet, Moebius, Enrique Breccia o Frank Miller, y una de estas series nacionales, a la que, por actualidad, por ese estado de confusión prolongado que nos ha tocado vivir, nos referiremos hoy, empezada ya en el número uno de la revista (inicialmente las primeras historias autoconclusivas en blanco y negro y, posteriormente, en color), era Hombre, serie post-apocalíptica influenciada del western que percibe el día a día como una amenaza en una sociedad arrasada, historieta de ciencia ficción con un considerable éxito en el mercado extranjero, principalmente en Francia, pero también en otros países como en el Reino Unido, Italia o Estados Unidos, con guion de Antonio Segura2 y dibujada por José Ortiz3, dos nombres fundamentales en el desarrollo del cómic adulto español. En pleno siglo XXI, en tiempos de pandemia, en plena explosión de la fiebre apocalíptica, donde zombies y catástrofes naturales invaden la gran pantalla y la pantalla doméstica, y en la que el ecologismo y otras tantas corrientes profetizan, como el nuevo milenarismo, el caer de la civilización (y quizás el surgimiento de una nueva raza), es casi un crimen cultural que Hombre haya caído en el olvido tocando, como toca, temas de permanente actualidad. Sólo los fans del género y quienes tuvieron la suerte de verlo nacer comprenden esto como una evidencia. Mientras los efectos especiales y burdas tramas amorosas en civilizaciones perdidas atontan a más de una generación, el clásico cómic de José Ortiz y Antonio Segura ha quedado sepultado, como otras tantas obras maestras, por la proliferación de la morralla artística.


En Hombre (así, sin nombre), desde el principio se nos presenta un futuro sombrío como pocos. No es el apocalipsis nuclear ni una invasión alienígena ni una súbita catástrofe ecológica lo que ha destruido la civilización sino la propia estupidez humana. La escasez de energía, la inestabilidad social, la incapacidad de los políticos… todo ello ha contribuido a la desintegración de la civilización tal y como la conocemos hoy: la vida urbana, el comercio, las leyes, el orden, la moralidad… En esos años, un virus mutado de la gripe se extiende por todo el mundo (¿os suena?), las grandes ciudades se están convirtiendo en guetos de miseria, las armas, mantas, ropa y medicinas son el valor más preciado en la inmensa cárcel de hormigón en la que se había convertido la ciudad. En el infrahumano mundo de Ortiz y Segura los conceptos del bien o el mal han dejado de tener sentido, las ciudades han quedado reducidas a cascarones de hormigón en ruinas donde malviven desesperados que nada tiene que perder porque ya lo han perdido todo; grupos de personas viven diseminadas en pequeños asentamientos tratando de defenderse de salteadores y carroñeros. La humanidad ha perdido la partida y los seres humanos se convierten en bestias tratando de sobrevivir. Hombre es un superviviente que considera que vive en el infierno que nos merecemos, solitario y pesimista solo cree en la fuerza, generando un ritmo constante al borde de un precipicio, perfecto para el conjunto de la obra, empujado constantemente a mascullar, “los sentimentales no tienen ningún futuro en este mundo de mierda”: esa es la filosofía que rige su vida, una vida que no tiene más expectativa que sobrevivir en ese mañana sumergido en la barbarie en el que no hay amigos ni amores porque en nadie puedes confiar, tan solo rivales por los últimos pedazos aprovechables de un brillante pasado.. La ciudad sería la tumba que hace conexión con un formato que se decantarían por una visualidad pura y una elipsis de lectura que sobrevuela la realidad yendo al hueso de la historia, contándonos lo esencial. Hombre juega con dos grandes recursos la lucha por la supervivencia.


Hombre
es un antihéroe muy a la española. De la misma forma que el patrio Don Quijote nada tiene que ver con el heroico rey Arturo, la creación de Segura y Ortiz guarda poco parecido con los flamantes héroes anglosajones, valientes, emprendedores, nobles y siempre sujetos a unas estrictas normas éticas aun en los peores entornos y situaciones ya que en los años de la Guerra Fría, el cómic (predominantemente norteamericano y generalizando más de lo que debiera) estaba plagado de héroes que iluminaban el horror del desastre nuclear, que demostraban que la fe en el ser humano no es una quimera, sino un anhelo que, incluso en la adversidad, nos hace caminar firmes hacia la gloria.; al público le gusta que todo acabe bien y que, a pesar del cinismo mostrado por el héroe, haya un resquicio de humanidad que se defina con un frenazo en seco: el protagonista consigue a la chica, salva a la humanidad, se convierte en un tipo normal. Hombre es sucio, feo, egoísta, individualista y cruelmente pragmático; no defiende causa alguna ni cree en nada más que en su propia supervivencia, abomina de la especie humana y vive a caballo entre una perpetua nostalgia por lo perdido y un profundo pesimismo que le impide soñar en un mundo nuevo, sus historias, aunque nunca exentas de acción, son en realidad negros retratos de los peores defectos del ser humano puestos en evidencia ante situaciones y dilemas de difícil resolución, no es completamente malo, pero sabe ser cruel y despiadado en un mundo postapocalíptico que mucho tiene que ver con el western por su ambiente de frontera, de mundo sin ley y personajes extremos.


No se podría exponer la dualidad trágica de Hombre sin hacer referencia a su doble femenino, esta sí con nombre, Atila, nacida en el campo y, al igual que Hombre, adaptada a su medio para sobrevivir. En lugar de las raudas ropas de la civilización, viste con pieles, como una amazona, y ataca con arcos y cuchillos (pues las balas se agotan, la pólvora es obsoleta, y nada hay más que árboles y animales). El detalle más relevante es que ella acata los principios morales que Hombre ha abandonado; se puede decir que mientras él es un mensajero del infierno, ella es una hija del Edén. En más de una historieta, Atila compensa la brutalidad y mordacidad de Hombre, quien a su vez teme que sus sentimientos se conviertan en ataduras. Éste, envejecido y cansado, encuentra algo parecido al amor, la amistad y la familia, solo para perderlo cuando, por primera vez, empieza a pensar en tener un futuro libre de violencia. Es entonces cuando encuentra a la joven Atila, nacida tras el colapso de la civilización y representante de la nueva raza de salvajes que viven libres, sin depender de los restos materiales y morales de un pasado que no conocieron. Atila le hace sentir aún más anciano, más amargado y más fuera de lugar. El personaje debería haber muerto en esa aventura, pero los autores prosiguieron sus peripecias con una serie de historias cortas cada vez más alejadas de la esencia del protagonista. La compleja relación de ambos es emponzoñada por el miedo a la debilidad, con la diferencia de que Atila ve en cada acto la redención de los errores del ser humano, mientras que Hombre sólo es capaz de ver la calamidad. Y, con todo, Atila no es una heroína histérica de cómic que necesite ser salvada. Su temperamento es fuerte, adaptada a su tiempo. Conoce los límites y carece prejuicios, los mismos que Hombre ha tenido que ahogar, porque ella creció en la agonía de su especie. La distopía de Hombre es una vorágine de inseguridad, el titubeo existencial del ser humano. Saca a la luz aquello que la vida moderna trata de ocultar con hipocresía y comodidad de cartón, cómo nos aferramos, en una carrera desbocada, a la vida, pisando y devorando a nuestros hijos para seguir eternamente en nuestros altares. En resumen, obra clave del cómic español y de la ciencia-ficción nacional en viñetas. A recomendar los álbumes de este antihéroe antipático pero tristemente verosímil. Desde este humilde blog nos rendimos ante una de las mejores obras nacionales de los años ochenta que quedará permanentemente en la memoria de los aficionados al cómic y si no la conocéis deberíais apresuraros a leerla, este título es esencial y marca una excelente obra que nos recuerda que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra pese a que es un Hombre el que se rebela ante un colapso total de la sociedad civilizada.

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1Es curioso, pero en un primer momento, hasta aproximadamente 1952, ni el sexo ni la violencia preocuparon en exceso al régimen (con la única excepción de los cómics importados, que se sometían a mayores rigores de la censura). Las cosas cambiaron cuando el nacionalcatolicismo cobró mayor fuerza, en cuyo momento el erotismo se convirtió en la principal preocupación, mucho más que la violencia, que siguió sin preocupar en exceso hasta finales de los años cincuenta y, sobre todo, desde la década de los sesenta, con el boom del cómic adulto.

2Antonio Segura Cervera (1947-2012) se labró un hueco entre los grandes guionistas de la historia del cómic patrio, siendo el primer guionista no italiano en escribir la mítica serie Tex. Sus primeros guiones “de encargo” los inicia hacia 1980 pero pronto comienza a desarrollar proyectos más personales, diseña una serie con José Ortiz (Hombre) que cristalizó en una fórmula de universo de podredumbre sin ley. Su intrincado contraste de personajes busca erigirse como una nueva civilización dominante que con voz en off te va informando de las constantes y polvorienteas situaciones por las que pasa la débil capa de asfalto. Gran apasionado de la ciencia-ficción, creó tres personajes para otros tantos dibujantes a la búsqueda de su obra más personal. Hombre (José Ortiz), Bogey (Leopoldo Sánchez) y Orka (Luis Bermejo). que eran series que transcurrían en diferentes momentos del mismo futuro.

3José Ortiz Moya fue un destacado dibujante (1932-2013) caracterizado por un vigor narrativo de estilo propio. Adscrito a la denominada Escuela Valenciana por sus dibujos para Maga, Valenciana, Toray, etc., trabajó para multitud de países y dejo un legado inmenso en el que contó su increíble capacidad para el dibujo, le encantaban las historias del oeste y la ciencia ficción y de su cruce nació Hombre. Su trayectoria es demasiado extensa como para siquiera mencionar de pasada los títulos en los que participó. En los años sesenta destina su producción al extranjero a través de agencias, destacando su participación en la editorial norteamericana Warren, de la que, gracias a su rapidez y eficacia, se convirtió en el principal dibujante. Pero en la década de los ochenta, cansado de ilustrar guiones escritos por autores con sensibilidades muy diferentes a la propia y aprovechando la oportunidad que brindaba el nuevo mercado de revistas de historieta español, vuelve al panorama nacional.

 

miércoles, 20 de julio de 2022

Respeto y canciones.


Las canciones que conocemos, que tenemos asumidas de determinada manera y que forman parte de nuestra “banda sonora”, no siempre han nacido como las identificamos y títulos que corroboren este hecho hay centenares; posiblemente uno de los ejemplos que nos resulta más familiar sea el de la canción My way, en la voz de Frank Sinatra, cuya letra, “traducida”, incluido el título, por Paul Anka, nada tenía que ver con el original francés de Comme d’habitude, de Claude Francois, en la que se basaba. Otra cosa es que una canción, al cambiar desde su original, se convierta en algo totalmente distinto, y eso es lo que pasó con la canción Respect, de la que hablaremos hoy en recuerdo de la Reina del Soul, el año que hubiera cumplido los ochenta. La canción original nace de la indignación del cantante Otis Redding (ya sabéis el autor e intérprete de ‘(Sittin’ On) The Dock of the Bay’), con su esposa, y es que el hombre, cada vez que llegaba de gira, no veía en su mujer la reacción de alegría y entusiasmo que a él le habría gustado. Comentando el tema con el batería del grupo, Al Jackson Jr., éste le dijo: “Estás en la carretera todo el tiempo. Todo lo que puedes esperar es un poco de respeto cuando llegas a casa”. Fue la chispa que encendió su inspiración, así que Redding compuso una canción de queja reclamándole a su esposa más atención (o respeto, según sus palabras) cuando regresaba al hogar. Primero la canción se pasó a Speedo Sims, su mánager que también era cantante en un grupo, los Snging Demons, pero al intentar grabarla no llegaba a los tonos que requería el tema, así que, finalmente, Otis Redding la reescribió, aceleró el tempo del ritmo, la interpretó él mismo y la publicó en 1965, en el disco ‘Otis Blue/Otis Redding sings soul’, su tercer disco. El cantante se mostraba muy orgulloso: “Es una de mis canciones favoritas porque su ritmo es el mejor de los que he grabado en cualquiera de mis discos anteriores. Y su letra también dice algo: 'Lo que quieras, nena, lo tendrás; lo que necesites, nena, lo tendrás; todo lo que pido es un poco de respecto cuando llegue a casa'".


Y en eso llegó Aretha Franklin. La primera vez que la cantante de Memphis escuchó por la radio a Otis Redding cantando Respect, según sus palabras en una entrevista en la revista Elle, "Acababa de abandonar la casa de mi padre y me había mudado a un pequeño apartamento. Lo estaba limpiando, y había puesto la radio, había sintonizado una buena emisora. ¡La canción me encantaba. Me encantaba! Sentí que podía hacer algo diferente, y mi hermana Carolyn y yo trabajamos en ella". En aquella época, antes de que Aretha, en justicia, fuera denominada 'Reina del Soul', ya había lanzado algunos éxitos y empezaba a ser popular, pero todavía no había alcanzado el conocimiento total. De hecho, en noviembre de 1966, después de seis años con Columbia, la compañía había rescindido su contrato porque su nivel de ventas no era el esperado, aunque inmediatamente encontró un sitio en el sello Atlantic Records. Fueron, pues, Aretha y su hermana Carolyn quienes concibieron la perspectiva femenina de la canción. Aretha cambió por completo el significado original y la convirtió en un himno de empoderamiento femenino y en banda sonora de los derechos humanos. Además de incorporar nuevos arreglos e instrumentos, hizo varios cambios en la letra entre los que figuraban los coros de sus hermanas, Carolyn y Erma, en el contagioso estribillo “R-E-S-P-E-C-T” deletreado.


El 14 de febrero de 1967, el Día de San Valentín, entró en los estudios de Atlantic Records en New York, y grabó la canción, pero algo completamente diferente. Tanto, que su versión se convirtió en un tema icónico, en un poderoso himno de los derechos civiles y de los movimientos feministas. Incluso su autor, Otis Redding, poco antes de fallecer ese mismo año 1967, a los 26 años, en un accidente de avión reconoció: "Ya no es mi canción. De ahora en adelante, le pertenece". La perspectiva femenina, sin ser ese su objetivo, se convirtió en reivindicativa, en un alegato feminista. Su letra era una respuesta directa a la de Otis, lo que ella hizo fue darle una vuelta de tuerca y cambiar su mensaje por completo. Esta vez la voz cantante la llevaba la mujer, quien reclamaba más respeto a su marido después de esperarle todo el día en casa. Ya no es el hombre el que pide respeto a su mujer cuando llega a casa, sino que es ella quien le replica que, si quiere respeto, se lo tiene que ganar. Por si eso fuera poco, incluyó los coros que decían “sock it to me / sock it to me / sock it to me...”, que significa “dámelo ya”, a modo de reclamo1. Hay quienes vieron en esa petición un contenido sexual pero Aretha, que tan solo tenía 24 años, lejos de querer enmendarlo, lo potenció para darle mayor electricidad a la canción. Y acertó. Primero el black power y más tarde el movimiento feminista tomaron como himno el grito reivindicativo de la reina del soul. “Reflejaba la necesidad de una nación, la necesidad del ciudadano medio, del hombre y la mujer de la calle, del empresario, de la madre, del bombero, del maestro… todo el mundo quería respeto. Respect es básicamente lo que quiere todo el mundo. Es básico para la humanidad. Quizá lo que mucha gente no podría decir, lo dice la canción por ellos", escribió Aretha en su libro de memorias, Aretha: From these roots. También era el grito de la batalla del movimiento de los derechos humanos. La canción adquirió un significado monumental.


El despertar del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos y el nacimiento de una fuerte corriente feminista tuvieron lugar gracias a canciones como Respect, cuando dejó de tratarse en ellas una simple relación conyugal y catalizó en sus líneas el sentimiento de empoderamiento de la mujer afroamericana, atravesando el espíritu de libertad de la época. Detrás de ese leit motiv, donde la mujer le exigía respeto a su pareja cuando regresaba a la casa desde el trabajo, se plasmaba un reclamo de igualdad. Aretha se convirtió en bandera del feminismo afroamericano: la cantante estaba conectada con el movimiento de derechos civiles y en su casa familiar se hacían tertulias donde participaba, entre otros, Martin Luther King., La canción reflejó la necesidad de integración racial y otros sectores de la sociedad también se sintieron representados Detrás de "Respect" y más allá de ella, la cantante encontró la manera de hablar de una mujer moderna y poderosa que se plantaba de otra manera en la sociedad de los años sesenta (atravesada en los Estados Unidos por el movimiento contracultural hippie, la aparición de los Panteras Negras y la guerra de Vietnam) cantando un repertorio de canciones como "Chain of Fools", "Think", "I Say a Little Prayer", "Do Right Woman-Do Right Man", y "(You Make Me Feel Like) A Natural Woman", que la acompañaron toda su carrera. Aretha definió como nadie la expresión más profunda del dolor de la sociedad americana atravesada por la tensión racial y la guerra de Vietnam. Su voz, que parecía tocar la gracia divina y resonaba más allá de las relaciones individuales, reflejó a un país, una sociedad y un mundo que esperaba un cambio. Y que lo sigue esperando. Por cierto, la canción Respect, de Aretha Franklin (no la de Otis Redding) figura desde el año 2002 en la Librería del Congreso de los Estados Unidos.

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1Esa frase repetida velozmente 'sock it to me' se había hecho muy popular en los años 60 gracias a un programa de televisión. “El término '¡Sock it to me!' fue gran cosa en nuestro vecindario – todos los chicos decían eso", explicaba Aretha. Aunque aclaró que, aunque a menudo se malinterpreta… "No es nada sexual. Es solo una frase cliché".

 

domingo, 17 de julio de 2022

La demografía no engaña.


En un país como el nuestro, con indudables logros de corte social entre los llamados civilizados (no tantos logros como querrían algunos y quizá demasiados en opinión de otros), el tema de las pensiones es un Guadiana que aparece cada dos por tres en todos los gobiernos para volver después a la “normalidad” del silencio,
poniendo siempre sobre la mesa el caballo de batalla de su financiación. La base de esta financiación es el aporte económico al sistema de los trabajadores en activo en forma de cotizaciones, modalidad en la que, cuando el número de trabajadores en activo es suficientemente amplio, se registra un superávit cada ejercicio. En ese sentido, en todo el mundo tuvo lugar el llamado “baby boom”, proceso social tan potente que trascendió las fronteras de la demografía y pasó a la cultura popular; el estallido de los nacimientos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, que coincidió con un incremento sostenido de la expectativa de vida, signó el pasaje a una era de paz y bienestar social en muchos países. El baby boom no fue homogéneo en todas partes pese a que la tasa global de fecundidad, que estima el número de hijos promedio por mujer, pasó a nivel mundial de 5,02 en 1930 a 4,58 en 1945, coincidiendo el descenso con el ciclo negro que se inauguró con la Gran Depresión y que continuó con la Segunda Guerra. Desde 1946 comenzó un ciclo alcista que, si bien tuvo una caída en el medio, llegó a su pico en 1963, cuando la media trepó a 5,4 hijos por mujer, 18% más que en 1945. En realidad, hay un descenso continuo en la natalidad en muchos países de Europa continental desde aproximadamente 1850 a 1880. El baby boom no fue más que un efecto temporal: durante la guerra los hombres se fueron y cuando volvieron, cuando la vida se volvió más estable y la incertidumbre disminuyó, nacieron más bebés. Fue una especie de efecto de recuperación.


El viraje
estadístico lo sintieron especialmente las mujeres pues de un orden social general en el que no tenían muchas más alternativas que ser madres se pasó a uno en el que ganaron la libertad de decidir qué querían hacer con su vida; muchas empezaron a sentirse cómodas sin tener la obligación de ser madres y otras, sin dejar de desearlo, comenzaron a combinar ese anhelo con la búsqueda de crecimiento personal a través de la educación y el trabajo. El resultado inevitable de este proceso fue una disminución de la fertilidad global. Hay algunas variables clave. La primera y más importante, desde 1960, es la introducción de la píldora anticonceptiva, que les permitió a las mujeres decidir sobre su fertilidad. Segundo, la expansión femenina en la fuerza laboral, y tercero, en la educación secundaria y terciaria. En la actualidad, hay más mujeres que hombres en las universidades , lo que retrasa los primeros embarazos hasta finales de la década de los 20 años y principios de los 30, y reduce el número de nacimientos potenciales. A partir de los años 70 y 80 se sumaron cambios en el sistema económico que también conspiraron contra la paternidad. El agotamiento del modelo de posguerra de importantes regulaciones estatales llevó a una progresiva liberalización de las relaciones laborales. Las personas ganaron autonomía, pero perdieron previsibilidad. Por otro lado, se incrementaron la desigualdad y el costo de vida. La necesidad de trabajar más horas y durante más años para llegar a niveles de ingresos suficientes para afrontar los costos crecientes de la crianza también operó como un desincentivo a tener hijos. Tanto se popularizó el concepto de “baby boom”que a la generación que nació en esos años se la conoce como baby boomers, con unos bebés nacidos en la posguerra que fueron, décadas más tarde, protagonistas de profundos cambios económicos y sociales que dieron lugar al proceso contrario: el baby bust, término, menos conocido que podría traducirse como “el colapso de los bebés” y designa la caída persistente de los nacimientos que se produjo a partir de los años 60. Una tendencia que en algunos países se convirtió en un problema, porque la esperanza de vida sigue aumentando, por lo que la relación entre la población económicamente activa y la pasiva se vuelve cada vez más insostenible.


Tanto el baby boom como el baby bust responden a transformaciones económicas y socioculturales que se produjeron en el último siglo y que cambiaron drásticamente la organización familiar. Que después de una crisis como la de l
os años 30 bajara la fecundidad tiene sentido por muchas razones; por un lado, para tener hijos hay que tener posibilidades económicas de mantenerlos. Así que, cuando aumenta el desempleo y se deteriora el poder adquisitivo, es lógico que muchas personas decidan no tener hijos o tener menos de los que quisieran. Otro factor a tener en cuenta es la incertidumbre que generan las crisis profundas. Tener hijos es el mayor proyecto a largo plazo que puede emprender una persona, así que requiere mínimos niveles de previsibilidad. Si alguien no sabe dónde o de qué va a vivir en el futuro inmediato es difícil que quiera comprometerse a la paternidad. Es por eso que el aumento de la fertilidad a partir de la posguerra es indisociable del ciclo de fuerte expansión económica que se inauguró en ese momento, y de la consolidación del Estado de Bienestar en Occidente, sobre todo en los países más industrializados. La generalización de empleos bien pagados y estables, licencias por maternidad y sistemas sanitarios y educativos accesibles para la mayoría de la población creó las condiciones ideales para que más familias decidieran tener más hijos.


Y
también llegó la pandemia. En este contexto, la pandemia de coronavirus amenaza con profundizar el baby bust, al menos en el corto plazo; aunque es muy pronto para tener datos del efecto concreto sobre los nacimientos de todo lo sucedido desde marzo de 2020. Sin embargo, hay distintos estudios (americanos, por supuesto) que prevén una caída significativa. Un informe reciente de la Brookings Institution, uno de los think tanks más importantes de Estados Unidos, anticipa que, fruto de la pandemia, habrá una disminución de entre el 8% y el 13 por ciento en el país y, por otro lado, encuestas realizadas en varios países muestran que muchas personas decidieron postergar o directamente abandonar sus planes de tener hijos. La incógnita, como con tantas otras cosas que cambiaron a partir de las medidas tomadas para tratar de reducir la circulación del virus, es si se trata de transformaciones pasajeras o de largo recorrido pues, si algo provocó la pandemia es incertidumbre. Nadie sabe qué va a estar permitido ni qué va a poder hacer en un plazo mayor a 30 días; además de los factores económicos y laborales, la pandemia ha amplificado la incertidumbre por el futuro, lo que podría perjudicar aún más la decisión de tener hijos, se volvió casi imposible proyectar con nueve meses de anticipación. Muchas personas pueden mantener igual su decisión de tener hijos, pero no son pocas las que van a preferir esperar, para tener alguna garantía de cuál va a ser su situación, la del país y la del mundo cuando nazca el niño. Es probable que la incertidumbre inducida por la pandemia haya disminuido la fertilidad. Los hijos son costosos y el riesgo de perder ingresos aumenta. También han disminuido los embarazos accidentales fuera de los matrimonios y las parejas estables. Pero tenemos que esperar un poco más para ver realmente el efecto porque, tal vez, la baja fecundidad actual sea sólo una fluctuación aleatoria y podría ser que aumente después de la pandemia.

Sea como sea, lo cierto es que, en tasa de nacimientos, estamos en el vagón de cola, circunstancia no imputable a ningún gobierno en concreto, pero todos ellos, tengan el color político que tengan, tienen un abultado dossier de cosas pendientes para, con ese perfil demográfico, asegurar dentro de lo posible, ese soñado y prometido “estado del bienestar” y una de esas cosas es ser conscientes de que el país necesita que lleguen para trabajar unos 200.000 inmigrantes al año como mínimo durante los próximos treinta años para poder compensar la caída en el número de trabajadores españoles (por el envejecimiento de la población) y poder pagar las pensiones, lo que supone que al cabo de esos treinta años España contaría con 5,7 millones de extranjeros nuevos trabajando en lugar de los poco más de dos millones actuales. Contrariamente a lo que propugna alguna formación ¿política?, la inmigración puede ser, para un país como España, más una fuente de soluciones que de problemas, ya que la entrada de población que viene de fuera ayudará, en parte, a mitigar el desafío demográfico en el corto y medio plazo, pero no lo resolverá por sí solo a largo plazo, ya que la población inmigrante también envejece y tiende a adaptar los patrones de fecundidad nacionales. España necesita recibir fuerza laboral inmigrante para compensar la caída de la población activa (en edad de trabajar) que va a sufrir en las próximas décadas por el efecto del envejecimiento demográfico, que podría reducir nuestra población en edad de trabajar en un 12% para mediados de siglo (los efectos del cambio demográfico serán casi imperceptibles de aquí a 2030, pero se acentuarán significativamente a partir de entonces, de modo que, en 2050, nuestro país podría contar con 3,7 millones menos de potenciales trabajadores). Manteniendo las tasas de empleo de 2019 (previas a la pandemia), esta caída de la población en edad de trabajar se traduciría en una reducción del número de ocupados de 2,5 millones, lo que tendría negativas consecuencias profundas para la economía y los ingresos públicos, y supondría una fuente de tensión para la sostenibilidad del estado de bienestar tal y como lo conocemos hoy en día, admiten. Si se gestiona bien, la llegada de esa población extranjera a nuestro país tendría efectos eminentemente positivos para todo lo futuro, no sólo para la viabilidad de las pensiones ya que, además, la evidencia empírica demuestra que el aumento de la inmigración no produce en paralelo un incremento del desempleo, al tiempo que sí beneficia a la economía. (entre 1998 y 2007, España recibió 3,8 millones de inmigrantes y la tasa de empleo aumentó en 17 puntos. De hecho, la población extranjera tiene unas tasas de actividad y empleo significativamente más elevadas que las de la población autóctona, constituyen una fuerza de trabajo clave en sectores como el de los cuidados o la agricultura – que los “patriotas” españoles no quieren -, contribuyen a la Hacienda Pública, y no recurren más que la población española a los servicios públicos y a prestaciones como las ayudas por desempleo o las pensiones). Dicho sea de paso, además de insertar inmigrantes en el mercado laboral, España necesitará incrementar inserción laboral de las mujeres (resulta una contradicción en este sentido que en 2019, el 58% de las personas que se graduaron en una universidad española fueron mujeres), los jóvenes y las personas de más de 55 años de edad, que presentan una tasa de empleo inferior a la de la media europea.