viernes, 31 de marzo de 2017

Qui est veritas, non imperium.


Se atribuye a Sir Winston Churchill la conocida frase «La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás», o sea, que parece ser bueno en definitiva. Pero ¿qué es la democracia? Si hemos de ir a la etimología de la palabra, democracia (del latín democratĭa, y este del griego dēmokratía) se refiere a una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes elegidos para un tiempo limitado. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.
No hace falta que entremos en más berenjenales teórico-políticos, pues tan sólo la definición ya nos permite llegar a conclusiones lógicas como, por ejemplo, entre otras:

1.- Si el poder reside en toda la ciudadanía, los representantes de ésta han de gobernar para TODOS y no sólo para quienes le han votado a ellos.
2.- Los gobernantes son elegidos para representar a los ciudadanos, luego han de gobernar PARA la ciudadanía, no para otros agentes, por poderosos que sean.
3.- Si los gobernantes son conscientes de que son meros representantes de la voluntad popular, la información (obligada) de sus actos debe ser veraz, y no sesgada ni manipuladora (mucho menos si lo es en beneficio propio y no de la ciudadanía).
4,-....

Y podríamos seguir, como sabéis, desgranando matices acerca de la democracia. Lamentablemente, si hablamos de la decencia en los comportamientos o de la ética (que no es sólo una asignatura de Filosofía aunque dé que pensar. ¿será por eso que el gobierno actual quiere eliminar la Filosofía de los planes de estudio?), hay que ampliar el punto de mira a todos los sistemas políticos aunque a nosotros nos duele e indigna, obviamente, lo que pasa impunemente en el nuestro. Es un hecho que los poderes suelen vestir un fondo de algo de verdad con varias capas de información que disimulan un resto, cuando menos cuestionable (y si no que se lo digan, por ejemplo, a Trump, que viste con su slogan de campaña "make America greatest again" la salvajada de cargarse la incipiente política de protección medioambiental de Obama; hacerse líderes en energia,"greatest", sí, pero ¿a qué coste para todos? Y así con múltiples casos, no sólo de Trump).
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El mensaje oficial
La pregunta del millón es la de que, una vez que se descubre sin que quede ninguna duda que quien has elegido para representarte/defenderte te manipula en su provecho, ¿cómo y con qué razón se le sigue depositando la confianza? Quizá la respuesta haya que buscarla en los tentáculos del poder, particularmente en medios de información "independientes", con sonoros casos de sesgo en la publicación de opinión/noticias que afectan al Poder, según afirmen o desmientan la doctrina oficial, y eso pese al buen número de excelentes periodistas que tenemos.

Un ejemplo con un tema archidebatido: la cacareada recuperación económica. Sabido es que este gobierno que tenemos/padecemos, hace más de dos años está empeñado en presentar la mejora del Producto Interior Bruto nacional (que es el dato que da a sus socios comunitarios como indicador de final de crisis) como prueba sin más de que la recuperación de la sociedad es un hecho indiscutible, e incluso se permite de tachar de mal patriota a quien osa ponerlo en duda. Y eso pese a las evidencias del aumento del porcentaje de pobreza, del desplome de los salarios, del mantenimiento de las cifras del paro, de la precarización de los contratos de trabajo, de la aparición de una nueva clase social, la de los trabajadores pobres, etc., etc.

Para dar un halo de verosimilitud al mantra de que la recuperación es un hecho, se construye un mensaje monolítico que es repetido sin fisuras en su argumentación desde el Presidente del gobierno hasta el último mindundi del partido pasando por todos los ministros, portavoces, diputados y todo aquel a quien se le pone un micrófono delante. Mismo discurso. Y para dar más fuerza al mensaje se acude a expertos de prestigio que lo corroboren.

La (pen)última ayuda recibida para corroborar las tesis del Gobierno ha sido la del Gobernador del Banco de España, en intervención profusamente recogida por todos los medios (detalle nimio sobre el que después volveremos) que apoya decididamente la política económica del Gobierno, en cumplimiento tal vez de una de las funciones de la Institución que representa1 (¿olvidando otras?) y que aprovecha, dicho sea de paso para meter el miedo en el cuerpo al ciudadano medio con el futuro de las pensiones. No es momento ni lugar para criticar o alabar la función del Banco de España, pero sí que cabe recordar que, no hace mucho tiempo, lo que decía la institución o sus portavoces iba a misa, tanto en España como en el extranjero (incluso, mira por donde, en los denostados países bolivarianos, que siempre han confesado tenerla como modelo) y eso, en parte por su fama de independiente y porque sus gobernadores (alguno de trayectoria personal cuestionable) se alineaban totalmente con el criterio del Banco, sin divergencias, sobre todo en esa independencia.

Por eso resulta tan llamativo que, pocos días después de la intervención del gobernador del Banco a la que aludimos, la Central de Balances2 haya publicado un documento en el que echa por tierra el triunfalismo de su máximo representante y, de rebote, del Gobierno, si bien de ello se ha hecho eco una cantidad mínima de medios en comparación con la difusión que obtuvo la intervención del gobernador. El documento, publicado el día 22 de marzo dentro de la colección de “Artículos analíticos” con el nombre de  Resultados de las empresas no financieras: un avance de cierre del ejercicio 2016, empieza, eso sí,con un posicionamiento amorfo: “La mayoría de los sectores y empresas de la Central de Balances Trimestral mostraron una
evolución positiva en su actividad productiva y un incremento del empleo durante 2016.

El dinamismo de la actividad, junto con el comportamiento favorable de los gastos e ingresos
financieros, ha permitido que los beneficios ordinarios de las empresas hayan crecido a un
ritmo elevado. Esto ha supuesto un nuevo aumento de los niveles agregados de rentabilidad
ordinaria.

Por último, se mantuvo el fortalecimiento de la posición financiera de las empresas, que se
plasmó en una disminución de las ratios de endeudamiento y de la carga financiera.”, pero es la letra pequeña del informe, que sugerimos vivamente leer, la que ofrece datos ciertamente jugosos. A modo de resumen:

- Los datos se basan en la información facilitada por casi un millar de empresas representativas del 13,3% del Valor Añadido Bruto (VAB) del total de las sociedades no financieras.
- Las empresas (sin contar bancos y similares) elevaron su beneficio un 200,7% en 2016, o sea, que triplicaron sus beneficios.
- En términos de porcentaje sobre el VAB, este excedente se elevó hasta el 32,2% y el resultado ordinario neto creció un 23,8%,
- El VAB aumentó un 4,1%, tasa inferior a la registrada en 2015 por el impacto del subsector de refino de petróleo.
- El empleo creció un 1,1%, dato algo inferior al del año previo (1,3%).
- El porcentaje de empresas que aumentaron sus plantillas se situó en el 44,1%, cifra superior al de las que destruyeron empleo (39,9%).
- La recuperación del empleo sigue caracterizándose por ser más intensa en el de carácter temporal, que creció un 7,6%. Los empleos fijos, en cambio, descendieron ligeramente (un 0,3%).
- Los gastos de personal aumentaron en 2016 un 1%, en un contexto en el que las remuneraciones medias prácticamente se estancaron (-0,1%). Recordemos los beneficios se han triplicado.
- Por ramas de actividad, la de Energía registró un ligero descenso (-0,2%), algo más moderado que el del año anterior, que fue del -0,5%. También se contrajo el empleo en el sector de Información y comunicaciones, y lo hizo de forma más acusada (-3,4%), al ser en este sector en el que se concentraron los principales ajustes de plantilla. En el resto de ramas el empleo creció, destacando las de Industria y de Comercio y hostelería, con aumentos del 2% en ambos casos.
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¿Imagen de la recuperación?
Son datos del Banco de España. ¿seguirá defendiendo el Gobierno a machamartillo eso de la recuperación confundiéndonos con datos macroeconómicos? ¿Recuperación cuando se pondera y defiende una reforma laboral que permite que sucedan cosas como las que se detallan en el informe que precisamente hoy se divulga, presentado ayer por Cruz Roja en Catalunya con el revelador título de La cronificación de la pobreza en el que se afirma entre otras cosas que el 40% de sus usuarios (trabajadores que cobran entre 300 y 600 euros al mes) no tendrán jubilación? No, definitivamente, las verdades que ofrece el Gobierno están muy alejadas de la realidad y cobra sentido y actualidad el título, aunque tenga siglos de antigüedad: Qui est veritas, non imperium. (La verdad está en la gente, no en el gobierno)

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1 Desde la implantación de la moneda única en Europa, el Banco de España participa en el desarrollo de las funciones básicas atribuidas al Sistema Europeo de Bancos Centrales principalmente definiendo y ejecutando la política monetaria de la zona del euro y, además, como banco central nacional:
- Poseer y gestionar las reservas de divisas y metales preciosos.
- Promover el buen funcionamiento y la estabilidad del sistema financiero.
- Supervisar la solvencia y el cumplimiento de la normativa específica de las entidades de crédito.
- Poner en circulación la moneda metálica.
- Elaborar y publicar las estadísticas relacionadas con sus funciones.
- Prestar los servicios de tesorería y de agente financiero de la deuda pública.
- Asesorar al Gobierno.

2La Central de Balances del Banco de España, que opera desde 1984 como una división del Departamento de Estadística, es un servicio que analiza la información económico-financiera que envían voluntariamente las empresas no financieras españolas y que permite elaborar las cuentas financieras de la economía española y analizar el comportamiento empresarial y los efectos de las medidas de política monetaria sobre la financiación y los resultados de las empresas. Sus principales objetivos son:
- Obtener información adelantada trimestral para los estudios de coyuntura económica que elabora.
- Disponer de datos sobre las operaciones financieras -activos y pasivos del subsector de sociedades no financieras-.
- Analizar el comportamiento empresarial y los efectos de las medidas de política monetaria.
- Valorar la calidad crediticia de aquellas empresas cuyos pasivos podrían ser aportados por las entidades de crédito como activos de garantía en las operaciones realizadas con el Banco de España.
- Facilitar a las empresas colaboradoras información sectorial agregada y homogénea, como contraprestación por su colaboración.
- Difundir la información sectorial agregada para su uso por otros analistas ajenos al Banco: instituciones financieras, universidades, investigadores, administración central, comunidades autónomas y organismos públicos, tanto nacionales como internacionales.

viernes, 17 de marzo de 2017

La carraspera del amanuense


Hay en Barcelona un mercado de barrio, el de Sant Antoni (San Antonio), ubicado donde la Ciutat Vella (Ciudad Vieja) pasa a transformarse en el Eixample (Ensanche), que actualmente está en obras para su remodelación, y que durante los días laborables cumple su función tradicional de venta de productos de alimentación en su interior, dedicando su perímetro exterior a la venta de productos textiles, de decoración, etc., en tenderetes de quita y pon instalados bajo unos porches metálicos vetustos adosados a la fachada exterior de la manzana de casas que constituye el mercado.

Los domingos, sin embargo, con el mercado propiamente dicho cerrado, todo ese perímetro exterior porchado se transforma en un concurridísimo zoco (hasta que dieron comienzo las obras que exigieron una redistribución provisional de los espacios, el dominical "mercado de San Antonio" aparecía como visita obligada en las guías turísticas de Barcelona) de productos variopintos más o menos relacionados con el hecho cultural, desde venerables discos de vinilo hasta los más modernos juegos de ordenador, pasando lógicamente por esas cosas que un día fueron icono de la Cultura (con mayúscula) que son los libros, (primeros protagonistas, indiscutibles, de ese mercado, particularmente si son antiguos, descatalogados o que no se encuentran ya en las librerías "normales") y por revistas de todo tipo, comics, postales antiguas, cromos de colección, etc.

Pues bien, paseando entre los tenderetes ojeando sin buscar nada en concreto, me detuve hace algún tiempo en uno de ellos ante unas postales, en blanco y negro algunas y otras en sepia, en las que aparecían fotografiados una especie de quioscos adosados a la pared en una plaza cercana a las Ramblas. Eran los quioscos de los amanuenses, esos “escribanos por encargo” que, a cambio de un pollo, un pan o una taleguita de garbanzos, escribían lo que les pedían sus clientes, naturalmente, ágrafos o, sencillamente, analfabetos (casi tanto como ese alto ejecutivo que, comentando lo que ha evolucionado la sociedad y el alcance actual de la cultura, se empeñaba en llamar "emanuenses" a esos escribanos. Juro que es verdad).

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Los documentos, en su mayoría cartas a organismos oficiales, cumplían una labor aséptica y sin estilo, pero, el otro gran bloque de trabajo del amanuense, las misivas personales o familiares, no acostumbraban a formarlo escritos "al dictado", sino más bien escritos en los que el amanuense interpretaba la idea que le transmitía su cliente y la plasmaba de forma más razonable en el papel. Seguramente había mucho para captar entre líneas en el trecho que iba desde las incendiarias y apasionadas soflamas del enamorado cliente al escribano y la romántica misiva que recibía su amada, pongamos por caso.

La confianza del cliente en el escribano había de ser total (pensemos que, después de todo, no tenía capacidad para poder verificar lo escrito) y, por otra parte, para intentar evitar dispersiones peligrosas o incómodas en el contenido, el amanuense dejaba escapar el sonido de una leve carraspera cuando su cliente le comunicaba alguna idea inconveniente que, expresada por escrito, podría ser comprometedora en exceso; esto era una argucia conocida y aceptada, que obligaba al "dictador" a repensar y reformular su idea antes de escribirla.
Y, al final, puede afirmarse que la obra era conjunta: las ideas a plasmar se habían ido puliendo y su representación en esos signos inteligibles para terceros podía ser todo un éxito que, en definitiva, era lo que se buscaba.

Quizá hoy, en las relaciones humanas en entornos digitales, tan estereotipadas y aparentemente regidas por cánones definidos, esta situación pueda parecer trasnochada o, cuando menos, pintoresca, pero vale la pena reflexionar sobre las raíces de esa aportación de cada una de las partes a la conquista de una meta inalcanzable sin esa forma de colaboración.

Quizá no sea descabellado intentar asumir cada uno ese doble rol de "dictador" y amanuense y practicar con asiduidad esa suerte de carraspeo delante de un teclado antes de verter según qué expresión o idea en las Redes. Siempre será una solución mejor que la que tener que aprovisionarse cada uno de un barril de salfumán para limpiar y desinfectar las frecuentes salpicaduras de bilis que se encuentran en numerosos mensajes en las Redes. ¿O no?

sábado, 11 de marzo de 2017

No todo es Trump



Hace un par de semanas podíamos leer en los medios de comunicación un titular que decía: "Los mayores bancos de EEUU piden a Trump reducir las obligaciones antiblanqueo por ser onerosas e ineficaces". Y desde entonces, nunca más se supo en los medios, perdidos en la maraña diaria con el bombardeo de iniciativas del nuevo mandatario estadounidense, polémicas, escandalosas, incendiarias, acompañadas frecuentemente de lapidarios y contradictorios mensajes vía Twitter que me niego a calificar. No son pocos ya los analistas políticos (incluso de dentro de los Estados Unidos) que empiezan a considerar ésto como una muy meditada estrategia de comunicación, alternando la divulgación de noticias muy llamativas como maniobra de distracción ante otras iniciativas normativas simultáneas de mucho mayor calado pero que se hacen pasar más desapercibidas.

Este es el caso de la noticia citada al inicio, que se relaciona directamente con la eterna lucha ideológica entre la derecha, que achaca los problemas de la economía a un exceso de regulación, y la izquierda, que los achaca a una regulación escasa y laxa, es decir, y simplificando mucho, las polémicas de la campaña presidencial estadounidense, entre lo que se identificaba como políticas del Presidente Obama y del candidato Trump.

Vayamos por partes para intentar analizarla en su medida, y veamos le evolución reciente de la normativa estadounidense en el campo de la regulación.

Como consecuencia de la crisis de 2008, generada sobre todo por la indiscriminada emisión de títulos “subprime”, en 2010 el presidente Obama promulgó la Ley Dodd-Frank con el objetivo básico es evitar nuevas quiebras catastróficas, que puedan convertirse en sistémicas. Para ello, en términos generales, la Ley obliga a las grandes entidades bancarias a que realicen pruebas de resistencia ante las combinaciones de varios escenarios (real, en situaciones de crisis, de expansión, con varios niveles de tipos de interés e inflación), aumenta los requerimientos de capital de las entidades, ordena que se estructure un procedimiento de desmantelamiento ordenado de empresas (en casos de quiebras), reactiva el espíritu de la Ley que separaba la banca comercial de la banca de inversión, prohibe el reparto de dividendos sin permiso de la Reserva Federal, se enfoca a las grandes entidades por el hecho de que estas son las que tienden a afectar el citado riesgo sistémico y crea una propuesta legal con el fin de reformar el sistema bancario a través de la limitación del tamaño de las entidades y controlar sus posiciones de riesgo (al efecto impide operaciones especulativas, aunque ofrece exenciones a ciertos productos en el mercados de valores con coberturas de riesgos). En ese mismo orden de cosas, instituye procesos regulatorios tendentes a garantizar que los bancos no efectúen operaciones propias maquillándolas como coberturas y estipula un límite de 3% del capital total de las entidades para aportar capital a fondos de inversiones alternativas o ejecutar operaciones en el corto plazo con fondos propios para su beneficio, requiriendo un control eficiente del registro de sus actividades. Por otro lado, impide a las entidades bancarias la captación de depósitos garantizados por el Estado, controlar hedge funds (fondos de cobertura), fondos de private equity o comprar y vender títulos por cuenta propia (especificamente hipotecas subprime). Con toda esta serie mareante de medidas, de probada eficacia posterior, se busca evitar el crecimiento desproporcionado de entidades cuya eventual quiebra pueda derivar en obligación de rescate por parte del estado.
 
Todo lo anterior, como es natural, genera una serie de procedimientos y obligaciones que limitan la otrora libertad que disfrutaba el sector financiero norteamericano antes de la crisis, con sus consecuentes costos. En tal sentido, el capitalismo dio un giro por la participación de los estados en la salvación de las entidades financieras con problemas de liquidez y como consecuencia de esto se emitieron regulaciones restrictivas, que, no nos engañemos, nunca son muy agradables.
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Una de las promesas de campaña de Trump, como oposición a Obama, fue la de “desregularizar” el sector financiero, o sea, que, según eso, en el límite, eliminaría las normas de supervisión y control que generan restricciones al adecuado desarrollo de las operaciones financieras, lo que, como casi todas sus prontas decisiones y mandatos, ha provocado reacciones internas y externas. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, reaccionó al respecto indicando: “Una de las principales razones de la crisis actual es el desmantelamiento de la regulación del sector bancario en los años previos a la crisis. Lo último que necesitamos es relajar la regulación financiera internacional. Eso sería preocupante. Muy preocupante”.Y el ex precandidato demócrata a las elecciones presidenciales estadounidenses, Bernie Sanders, lo calificó de farsante, debido a lo que él entiende que es un doble discurso de Trump en torno a Wall Street (uno en la campaña y otro ahora) reprobando que se pretenda deshabilitar una norma que, además, protege a los consumidores.

Es en ese contexto en el que se produce la noticia de que los mayores bancos de ese país han solicitado reducir las obligaciones antilavado de activos (antiblanqueo de capitales para nosotros) por considerarlas onerosas e ineficaces, proponiéndolo en un documento en el que destacan que no hay pruebas de reducción de los delitos por la aplicación de esas normas y que junto a los elevados costes para negocios y consumidores se ha producido una reducción de servicios financieros para los pobres (¡toma ya argumento!), que el coste es la privacidad y las dificultades de investigación de "los malos" cuando se les cierran las cuentas y los canales financieros formales. Entre las cuestiones que se critican señalan el que cada condena a una entidad por blanqueo supere de coste los 7 millones de dólares o que un banco pequeño deba dedicar un 15% del personal a tareas de compliance. Además, requieren que el pilar que es en la lucha antiblanqueo el conocimiento del “beneficiario final” no sea responsabilidad de las entidades sino que éstos sean parte de un registro oficial de sociedades.

En este punto cabe recordar que Estados Unidos pertenece al G20 (en tanto integrante de su crisol, el G8) y también a la OCDE y al GAFI. Pues bien, en la reciente reunión del G20 en China en el segundo semestre de 2016, con asistencia de Estados Unidos, los países acordaron acelerar la agenda en la lucha contra paraísos fiscales, flujos ilícitos y blanqueo de capitales, pedir a la OCDE para julio de 2017 una lista de países no cooperantes y solicitar al GAFI la preparación para marzo de 2017 de un documento que impulse la implementación de acciones contra la financiación del terrorismo. ¿No es eso antagónico con lo que se difunde de las ideas de desregulación de Trump? ¿O acaso las sanciones que impone el Tesoro de Estados Unidos serán sólo válidas para bancos extranjeros como el Crèdit Suisse, el Deutsche Bank... o la Banca Privada d'Andorra, a quienes no afecta la desregulación que se pide?

Algo no cuadra, algo falla que escapa a la lógica.

Y es que es cierto que las promesas de campaña, en el ámbito económico, de Trump se anclan en cuatro bases:
            1) Desarrollar una política fiscal expansiva, a través de la reducción de la presión fiscal y ampliando el gasto de capital;
            2) Reenfocar la política energética, promoviendo la extracción de combustibles fósiles      (fracking), lo que podría tender a estimular la oferta;
            3) Impulsar el proteccionismo a través de la revisión de los acuerdos internacionales y
            4) Implementar un proceso de desregulación del sistema financiero.

Pero realmente, ¿a qué se refiere en concreto esta último punto? Porque la desregulación como se vendía en campaña no goza de apoyo entre renombrados economistas,sean votantes republicanos o demócratas, que opinan que un laissez faire-laissez passer podría generar otra crisis financiera. Es imposible ignorar los acuerdos de Basilea III (promovidos, entre otros, precisamente por el G20) y creer que ahora los organismos internacionales están prejuiciados contra los Estados Unidos y no son transparentes. Con un proteccionismo económico excesivo, sin comercio mundial y con desregulación financiera, una nueva crisis no durará mucho en manifestarse.

Veamos, pues, qué es lo que ha propuesto el presidente Trump. Ha iniciado el proceso de “desregularización” con dos órdenes ejecutivas, la primera, “Reducción de la Regulación y Control de los Costos Reglamentarios”, y la segunda, “Principios Básicos para la Regulación del Sistema Financiero”, publicada ambas con diferencia de días sin que merecieran la atención de los medios, más preocupados por los tuits del Presidente y otras cosas igual de polémicas y llamativas.

Paralelamente, para la presentación al Congreso de estas órdenes, el Secretario del Tesoro deberá emitir un informe en el cual se deberán identificar las leyes, tratados, reglamentaciones, directrices, requisitos de registros y otras políticas gubernamentales que puedan impedir la regulación federal del sistema financiero que se propone, de forma coherente y efectiva con los Principios Básicos. No puede dejarse caer en saco roto que estas órdenes ejecutivas aun no pasan de ser propuestas, pues deben ser aprobadas por el Congreso, ya que sólo el poder legislativo, actualmente de mayoría republicana, puede emitir o cambiar una ley.
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Por fortuna, parece que las propuestas se alejan del escándalo que puede inferirse de la lectura aséptica del titular citado al inicio (y, desde luego, de las intenciones de los bancos según el mismo) y, leyendo la letra pequeña, están más enfocadas a una suerte de reestructuración o flexibilización de las regulaciones emitidas y a aumentar el proteccionismo pero sólo buscando mayor eficiencia y objetividad en sus aplicaciones. Si es así, en el corto plazo, puede estimularse el crédito, catalizando el previsto crecimiento del Producto Interior Bruto. Lo que Trump y sus asesores no deben olvidar es que no es bueno incluir en lo concerniente a esta desregulación la revisión de las nuevas normas que limiten la participación de muchos elementos económicos extranjeros en el sistema financiero norteamericano. Si no lo hace, ciertamente ayudaría a mejorar la eficiencia del sistema de pagos norteamericano, pues de otra forma se generan mayores costos a los clientes de los productores y vendedores de servicios estadounidenses, por eso lo que se espera son reglas claras y precisas, no desproporcionadas, para generar una óptima adaptación que promueva la creación de riquezas, con justa equidad, sin que se le reste calidad a la prevención de crímenes financieros, blanqueo de capitales, financiación del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva.

En definitiva, se confirma que algunos medios viven de titulares llamativos, aunque éstos se revelen sesgados e inexactos y, lo que es peor, no asumen responsabilidad alguna si lo que hay de cierto detrás de la noticia modula o contradice el titular. Parece que nos hemos de acostumbrar, en la era Trump, a convivir en una suerte de equívoco permanente en el juego de dar siempre una de cal y otra de arena y ya ve que se ha de obrar con cautela y analizar los porqués de la una y de la otra antes de llegar a conclusiones. Lo que no disculpa los nefastos efectos del personaje.

martes, 7 de marzo de 2017

... y en esas llegó Trump...

Decir a estas alturas que las iniciativas político/sociales que viene tomando el nuevo Presidente de los Estados Unidos en el corto tiempo de su mandato provocan confusión y desasosiego diarios y continuados en todo el mundo no es ninguna originalidad ni ninguna novedad. Donald Trump ha conseguido despertar la consternación tanto en su propio país como en el extranjero con su retórica incendiaria y con una racha de órdenes ejecutivas (no todas posibles de realizar y, cuando menos, discutibles la mayoría de ellas) dictadas para cumplir sin matices las explosivas promesas de campaña, todo ello en menos de dos meses después de asumir la presidencia.

El ex promotor inmobiliario que es Trump va camino del récord: ya retiró a los Estados Unidos de un acuerdo comercial en la zona del Pacífico, trató de reducir la inmigración por el expeditivo método de prohibirla si procedía de determinados países que no le eran simpáticos, acusó de deshonestos a los medios que lo criticaban, atacó a jueces, y a servicios de Inteligencia de su país, desairó al primer ministro australiano, a China, a Suecia y se enfrentó públicamente con el presidente de México, dejando aparte en este resumen esa relación no se sabe bien si de amor o de odio con el entorno del Presidente ruso, Vladimir Putin, movimientos que han despertado honda preocupación en círculos, no solo de política exterior, sino en prácticamente todos los sectores y a todos los niveles.

El (pen)último toque de alarma lo ha divulgado alguien tan poco sospechoso de radical o extremista como la agencia de calificación Fitch. Sabido es que las agencias de calificación crediticia han sido objeto de fuertes (y merecidas) críticas por su desastroso papel en los inicios de la actual crisis y su protagonismo en las consecuencias de quiebras de corporaciones que se produjeron a pesar de que se les había asignado la máxima calificación en solvencia y fiabilidad por las agencias. Eso no quita para que Fitch, Moody's y Standard & Poors hayan sido reconocidas por la Securities and Exchange Commission (para los amigos, SEC, Comisión de Bolsa y Valores) de EE.UU.
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Pues bien, Fitch ha argumentado que la fiabilidad de Estados Unidos se está erosionando, destacando el "tono agresivo" de la administración y planteando que existe posibilidad de "cambios repentinos e imprevistos en las políticas estadounidenses" que podrían tener implicaciones globales negativas, incluso ya a corto plazo.

"Los principales riesgos para los créditos soberanos incluyen la posibilidad de cambios perjudiciales en las relaciones comerciales, la disminución de los flujos internacionales de capital, los límites de la migración que afectan las remesas y los intercambios de confrontación entre los responsables políticos que contribuyen a una mayor y prolongada volatilidad de los mercados financieros" .

Pensemos la preocupación que encierran estas palabras hechas públicas si partimos de la base de que las agencias de calificación tienden a adoptar un enfoque muy cuidadoso en política, especialmente en las grandes economías del mundo. Precisamente otra de las "tres grandes", Standard & Poor's, fue duramente criticada por los políticos por despojar a los Estados Unidos de su calificación crediticia "AAA" de primera categoría en 2011 debido a la "barbarie política" sobre las emisiones de deuda estadounidenses. Por lo tanto, el informe de Fitch se destaca por su evaluación optimista aunque dura.

No es la única Fitch en alzar la voz de alarma. El fundador de Bridgewater, el mayor grupo de fondos de cobertura del mundo, Ray Dalio, dijo en una nota reciente dirigida a sus clientes que estaba "cada vez más preocupado" por los primeros pasos de la administración Trump, desconcertado por los peligros de "nacionalismo, proteccionismo y militarismo" que representan.

También de esta preocupación se hizo eco Seth Klarman, de Baupost, otro gran fondo de cobertura, que advirtió en su carta anual a los inversores que los mercados eran demasiado optimistas e ignoraban la posibilidad de "una larga caída en la hegemonía del dólar, un rápido aumento de las tasas de interés y la inflación, y la angustia global", claro preludio de inestabilidad mundial.

"Las tendencias erráticas y el exceso de confianza en sus propios conocimientos y juicio que Donald Trump ha demostrado hasta la fecha son inconsistentes con un liderazgo fuerte y una sólida toma de decisiones", escribió Klarman. "El panorama general para los inversores es el siguiente: Trump representa una alta volatilidad, y los inversionistas generalmente aborrecen la volatilidad y procuran evitar la incertidumbre. No sólo es Trump sorprendentemente impredecible, parece que él es deliberadamente así; dice que es parte de su plan".

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¿Tratar con él?
Volviendo a Fitch, la agencia alerta sobre que si los peligros de los repentinos cambios en las políticas estadounidenses se materializan, perjudicarían el crecimiento económico mundial y aumentarían la presión sobre las finanzas públicas, que en muchos casos ya son débiles. "Los aumentos en el costo o las reducciones en la disponibilidad de financiación externa, particularmente si están acompañados por la depreciación de la moneda, también podrían afectar las calificaciones". En este sentido, afirma que los países primeramente en riesgo por el automático "efecto dominó" serían aquellos con "estrechos vínculos económicos y financieros con Estados Unidos que ya están bajo escrutinio de las agencias debido a desequilibrios financieros existentes o percepciones de marcos o prácticas injustas que rigen sus relaciones bilaterales con los Estados Unidos", y apunta a Canadá, China, Alemania, Japón y México, pero "es poco probable que la lista termine ahí"

"Cuando las barbas de tu vecino..." Parece que es buen momento para analizar si la tan cacareada recuperación va en serio.