domingo, 28 de junio de 2020

Nostalgia del presente.

Coincidiendo con el hecho de que nos ha dejado (el pasado día 19) el escritor Carlos Ruiz 
Zafón a los 55 años, a consecuencia de un cáncer, en Los Ángeles (Estados Unidos), donde 
residía, autor de la tetralogía iniciada con La sombra del viento después de ser conocido 
como autor de “literatura para jóvenes” y cuyo gran legado, posiblemente, sea el Cementerio 
de los Libros Olvidados, un símbolo de los libros, de la lectura y de la pervivencia de la 
memoria, un hallazgo literario de primera magnitud y uno de los clásicos del siglo XXI, 
descubrí, buscando algo (¿qué buscaba, que ahora ni lo recuerdo?), al fondo de un anaquel 
de la estantería donde guardo los libros en casa (llamarla biblioteca” suena pretencioso) unos 
“libros olvidados” de Jorge Luis Borges y, al hojearlos, “redescubrí” uno de sus últimos 
poemas, en el que Borges hablaba de la nostalgia del presente, ese sentimiento, en parte 
consciente, del que no quiere perderse nada, y que él escenificaba con un tipo que deseaba 
estar acariciando la mano de una muchacha en Islandia cuando estaba haciendo justamente 
eso. El poema en cuestión es:

En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de la fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.

Nostalgia del presente... El concepto existe y el ser humano lleva años dándole vueltas. La 
nostalgia del presente no tiene nada que ver con el pasado ni con el futuro. Se concentra en 
el aquí y el ahora, dice que todo está muy bien (no sé si debería contar esto: cuando 
confiesas que todo va bien, siempre sale alguien que se propone fastidiarlo), que todo es 
hermoso,... pero que no siempre será así, enfrenta a la vejez y a la muerte, algo a lo que te 
niegas cuando eres joven, cuando corres y sueñas y estás convencido de que nunca te 
morirás. Conforme te haces mayor, esa certeza se diluye. Se difumina la belleza en la que te 
instalaste y asumes una certeza: antes o después, la palmarás. No escaparás a eso. Nadie lo 
ha hecho. 

Uno no es consciente del ejercicio que está librando la mente, y eso, a veces, se transforma 
en ansiedad, y se pregunta:  ¿Añoro mi juventud? ¿Me gustaría regresar a mis veinte años, o a mis treinta o incluso a 
mis cuarenta o cincuenta?

Es curioso, pero no. Estoy bien aquí y ahora aunque eso no me consuela quizás por otros 
condicionantes. Pero la nostalgia siempre se relaciona con el pasado ¿por qué, entonces, 
aquí, el presente para ella? Porque se dice que uno siempre vuelve a los viejos sitios, físicos 
o sensoriales, donde amó la vida. Sin embargo, en la canción «Peces de ciudad» de Joaquín 
Sabina se escucha esta frase: «Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver». 
En un sentido metafísico no le falta razón a Sabina, pues, quizás al volver de nuevo a esos 
lugares que han marcado tu vida ya no podrás volver a verlos igual, los recorrerás con la 
mirada descubierta, sin una venda de enamoramiento y plenitud vital absoluta. Verás los 
edificios como son, estructuras de diversos materiales que acogen a autóctonos y a turistas, 
pero éstos ya no parecen actores puestos adrede en tu camino coprotagonizando tu misma 
historia. Sus olores ya serán ajenos y no te parecerán cómplices de la luz que alberga tu 
sentimiento. No serán cómplices cada vez que caminas por la estación más bella de la vida 
por la que tendrás que pasar, pero también salir, pues parece que todo es mucho más bello 
cuando tiene un final. 
 
  
 
Sin embargo, uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida, incluso se vuelve a 
esos lugares en imaginación, uno siempre vuelve cuándo quiere volver a sentir lo que sintió. 
Uno siempre vuelve para ilusionarse con algo, para demostrar que podría ser capaz de 
hacerlo. Una persona vuelve a los viejos sitios donde amó la vida a veces solo para 
lamentarse de haber dejado pasar su oportunidad, en cuyo caso, vuelve con tristeza y 
arrepentido pero quizás con más pasión que nunca pues pese a todo, la llama sigue 
encendida. Vuelve en espíritu para lamentar no haber sido valiente por miedos e 
inseguridades y sin embargo haberlo sido cuándo lo que ganaba no era la felicidad, sino la 
comodidad. Ese tipo de certezas solo pasan una vez en la vida.

Uno siempre vuelve a ese lugar para decirle que ningún otro logró hacerle sentir lo mismo. 
Otro lugar con personas, sensaciones y sucesos muy parecidos, pero la forma en la que 
alcanzaron su corazón nunca fue igual. A veces necesitamos comprimir toda nuestra 
existencia en poco tiempo. Esa forma de actuar libre, anárquica, imprevisible, rebelde y 
apasionada es un obsequio que tú le regalaste a ese lugar porque lo amabas por la forma en 
que te hacía sentir. No es una relación en la que alguien pierda: ambos recogieron la magia 
del otro para brillar más. Ese lugar brilla más después de saber que le has guardado fidelidad. 
Es un secreto entre los dos que no te encarcela, te hace ser libre.  Uno siempre vuelve a los 
viejos sitios donde amó la vida para ser valiente y para curar heridas sabiendo que pueden 
volver a sangrar otras que ya daba por cicatrizadas. Uno vuelve a esos lugares porque un 
momento de plenitud allí vale por millares de otros momentos sucedidos en cualquier parte y 
porque los días no son felices, los días tienen sentido y por tanto son de una felicidad 
refrendada. Uno vuelve a ser valiente porque es consciente de que un día pudo evitar vivir la 
vida en ese sitio que amaba, pero no está dispuesto a irse de ella sin volver a agradecerlo, a 
sentirlo…a intentarlo.
La nostalgia SIEMPRE es del pasado, lo tenemos asumido; un olor, un sonido, una canción, 
unos acordes de guitarra te transportan en el tiempo, a un momento, a un lugar, a la 
compañía de unas personas y te hace sentir, sentir eso, nostalgia. Recuerdas emociones del 
pasado y te pone triste el saber que, te pongas como te pongas, es imposible volver, pero te 
gusta ese sentimiento. Pasa también con los lugares, lugares físicos a los que no has vuelto 
desde hace años, ahora los vuelves a visitar y te parecen sitios muy distintos a como los 
recordaba, espacios sin ninguna emoción aparente.

Los lugares son prácticamente los mismos, es el mismo mar, son los mismos árboles, es el 
mismo pueblo, el mismo banco,.. Lo que hace especial los lugares eres tú y las personas que 
estabais en ese espacio. Casi se escapa la lágrima al volver al lugar donde se ha sido feliz, 
pero que en realidad ya no se parece al que se tenía guardado en la mente. El exótico 
camino a las cuevas de las afueras con sumo cuidado por el paso por las hoy inexistentes 
vías del, también desaparecido, renqueante tren de madera es hoy un relajado paseo, el 
portal que se recordaba de la casa familiar, minúsculo y la puerta más pequeña de lo que 
antaño fue ¿Qué ha pasado? ¿Han encogido? No, seguramente yo he crecido y ya no soy 
aquel niño, pero mis recuerdos están intactos. Entonces se cae en la cuenta de por qué soy 
como soy, el sonido de mi risa de niño, mi flequillo; el sabor del pan con aceite para merendar, 
las galletas con leche de las cabras del pastor para desayunar y cómo miraba por la ventana 
para ver el campanario de la lejana iglesia tras el bosque de eucaliptos que hoy ya no existe.
El tiempo se queda parado y en la cabeza te guardas bien marcado ese recuerdo de antaño. 
Pero como no quieres que eso suceda, te niegas a que sea así, intentas que nada cambie, y 
vuelves a lugares en los que fuiste feliz para reencontrarte con tus buenos recuerdos. En las 
rocas que tanto te costaba subir, puedes ahora sentarte e incluso te llegan los pies a tocar el 
suelo. Intentas trepar a aquel árbol al que subías de pequeño sin ser consciente que ahora 
tú pesas más que todo aquel árbol. Intentas sentarte en los bancos con el culo en el respaldo 
porque eso te hace sentir más juvenil pero ya tienes “una edad” y el respaldo está tan bajo 
que tus rodillas te tocan en la cara. Te emocionas buscando gominolas que antes comías 
para ver si te llevan a algún momento del pasado, pero solo consigues que te escueza la 
boca, por que sí, aquellas blandas pastillitas ácidas ahora lo son más. ¡Qué diferente es todo!

Y entonces sí, se llega a la conclusión, contradiciendo a Sabina, de que al lugar donde has 
sido feliz sí que deberías tratar de volver, y descubres que uno siempre vuelve a los viejos 
sitios donde amó la vida, aunque sea en imaginación…para volver a sentir el sentido de sus 
latidos y la inocencia al respirar en su pecho. Porque te recuerda la persona que eras y la 
que eres ahora, porque te ayuda a comprender que ser feliz depende tan sólo de valorar 
momentos, porque te saca las sonrisas que creías olvidadas y que la vida te va robando en 
pequeñas dosis por circunstancias y porque te recuerda que nada hay tan importante como 
los momentos y las personas. Todo lo demás, por muy gordo que sea, se pasa.

Pero, repitamos lo que decíamos al principio: la nostalgia del presente no tiene nada que ver 
con el pasado ni con el futuro. Se concentra en el aquí y el ahora, dice que todo está muy 
bien, que todo es hermoso,... pero que no siempre será así, enfrenta a la vejez y a la muerte, 
algo a lo que te niegas cuando eres joven, cuando corres y sueñas y estás convencido de 
que nunca te morirás. Conforme te haces mayor, esa certeza se diluye. Es decir, que la 
nostalgia del presente nace del convencimiento de que ese presente siempre será mejor que 
el futuro por venir y nos damos cuenta de que sentiremos nostalgia de lo que vivimos y de 
cómo lo vivimos hoy.
La “ley de vida” nos enseña la teoría de que hay, posiblemente muchas, personas que han 
formado parte de nuestra vida y jamás volveremos a ver, y lugares que nunca volveremos a 
visitar (eso de “sacar juventud de mi pasado” no pasa de ser la letra de una canción), y lo 
sabemos. Sin embargo, a veces por condicionantes físicos, esta teoría deviene cruel 
práctica y en ese caso hay que tomar conciencia de que las personas, momentos, lugares,... 
destinados a configurar un marco confortable en el que apoyarse anímicamente pasan a 
desenfocarse, a “salir de la foto” para diseñar planes futuros de regresos o reencuentros.
¿Quiere decir eso que desaparecen? En absoluto, es más, suelen cobrar más fuerza aunque, 
en aras de mantener una cierta estabilidad emocional, conviene depositarlos, 
conscientemente, en “cajones” del recuerdo más en un segundo plano y sustituirlos por los 
del hoy, que también serán, con el paso del tiempo, generadores de nostalgia, tal vez 
diferente por ser consciente y del presente, pero nostalgia. 

Y la nostalgia, amigos, es un arma de doble filo; es un tierno sentimiento, sí, pero que puede 
dominar a uno condicionando su voluntad consciente y, sobre todo, por ello, resulta 
claramente manipulable por terceros. La nostalgia es buena, necesaria incluso cara a la 
mencionada estabilidad emocional...sin perder nunca de vista que es sólo un sentimiento 
íntimo nacido de una o varias foto-fijas cuyo influjo no tiene por qué ser el mismo para todos 
sus protagonistas/espectadores, nunca un deseo. 
 
"Los recuerdos no siempre son la realidad de lo que viviste" 

domingo, 21 de junio de 2020

Racismo, cine… y Trump.

El 19 de junio se celebra en Estados Unidos el "juneteenth", que conmemora que en esa 
misma fecha, en 1865 (hace ahora 165 años), el general Gordon Granger entró en Galveston 
(Texas), una de las últimas regiones donde todavía se practicaba la esclavitud a pesar de su 
abolición, y anunció el fin de la Guerra Civil y la prohibición de llevar a cabo esta inhumana 
práctica. Un  año más tarde, los negros de Texas empezaron a celebrar ese día bajo el 
nombre de Juneteenth -un juego de palabra con el mes de junio y la pronunciación de 19 
ordinal en inglés- con eventos comunitarios como desfiles, oraciones multitudinarias, lecturas 
y actuaciones musicales siendo ahora festividad oficial en 45 estados. Sin embargo, pese a 
esa situación oficial, la realidad es muy otra y la frecuencia con que se repiten en Estados 
Unidos (pero, no nos engañemos, no sólo allí) los episodios de violencia de las llamadas 
fuerzas del orden con ciudadanos de etnias minoritarias, algunos de ellos con los trágicos 
resultados de los casos últimos, de George Floyd o Rayshard Brooks, nos lleva a la 
conclusión de que estamos ante un problema social estructural que trasciende leyes, normas 
y protocolos. Y si hay algo que, en los Estados Unidos particularmente, de una manera u otra, 
es testigo de la evolución social del país, sus normas y costumbres en tanto que divulgador 
de la “american way of life”, eso es el cine. Pues vayamos al cine.
 
En lo que se refiere al racismo, hubo una frecuente aparición del mismo en los inicios del 
cine de los Estados Unidos, en la primera parte del siglo XX. Un ejemplo característico de 
esto sería la mítica película El nacimiento de una nación1, que ha sido una de las más 
polémicas de la historia del cine debido a que su argumento promueve abiertamente el 
racismo, apoya sin ambages la supremacía de la raza blanca y describe en sus escenas el 
supuesto heroísmo de los miembros del Ku Klux Klan.  

Con el tiempo, como las relaciones interraciales han ido tomando otro cariz, han empezado 
a aparecer en el cine documentales sobre el racismo y películas en las que se le aborda 
desde otro punto de vista. Es lo que pasa, por citar un sólo ejemplo, con Arde Mississippi,  
película de 1988, dirigida por Alan Parker y basada en hechos reales, concretamente en el 
asesinato, por el Ku Klux Klan precisamente, de tres activistas pro derechos civiles, que 
ocurrió en Jessup (Mississippi) en 1964. Mención aparte merece el racismo ante otras etnias, 
como el que recoge la película Conspiración de silencio (1955), en la que un soberbio 
Spencer Tracy acaba descubriendo el racismo de la pequeña comunidad de Black Rock 
contra los japoneses, después del ataque japonés a la base militar estadounidense de Pearl 
Harbour.
Sn ánimos de hacer publicidad, dando protagonismo a la vertiente social del problema, viene 
a cuento citar que la plataforma televisiva Netflix ofreció a sus suscriptores hace unos meses 
la miniserie When they see us (Así nos ven, en la versión en castellano), basada en el 
llamado Caso de la corredora de Central Park, acaecido en New York el 19 de abril de 1989, 
y se centra en las vidas y las familias de los cinco adolescentes, cuatro negros y un hispano, 
sospechosos que fueron falsamente acusados y procesados por el ataque y la violación de 
una mujer blanca, Trisha Meili, de 28 años, que hacía joggin en Central Park. Los cinco 
jóvenes fueron divididos por el fiscal en dos grupos para el juicio. Cada joven fue condenado 
por jurados distintos de varios cargos relacionados con el asalto; cuatro fueron condenados 
por violación. Fueron condenados a penas máximas y encerrados, en principio, en 
correccionales para menores, a excepción de Korey Wise, que tenía 16 años en el momento 
del delito y el sistema legal lo trató como adulto. Había estado recluido en instalaciones para 
adultos y cumplió su condena en prisión para adultos. 

A pesar de la falta de pruebas, Antron McCray (15 años), Kevin Richardson (14), Yusef 
Salaam (15), Raymond Santana (14) y Korey Wise (16) pasaron años en prisión antes de que 
Matías Reyes, un asesino convicto y violador en serie recluido por el asesinato y violación de 
una mujer embarazada, confesó en enero del 2002 ser el verdadero autor de la violación de 
Central Park. Tras la confesión de Reyes, el entonces fiscal de distrito Robert M. Morgenthau 
recomendó que los cinco quedaran libres de todos los cargos. Las condenas y cargos fueron 
anulados el 20 de diciembre de 2002 y en 2003 Richardson, Santana y McCray demandaron 
a la ciudad de Nueva York por condena injusta, llegando a un acuerdo con la administración 
del alcalde demócrata Bill de Blasio, en el 2014, por 41 millones de dólares. Algunos de los 
protagonistas son hoy activistas a favor de la reforma del sistema de justicia y miembros de 
Project Innocence, una organización no gubernamental sin ánimo de lucro que busca liberar 
a las personas injustamente condenadas. 
 
En su caso, los interrogatorios a los que la policía sometió a los muchachos fueron tramposos 
con el fin de entregar cuanto antes a la opinión pública la cabeza de unos culpables, fueran 
quienes fueran. Se eludió la prueba del ADN, que no coincidió con el de ninguno de ellos, y 
se editaron y manipularon los vídeos de sus declaraciones para construir el relato del crimen. 
El complot policial impulsado por Linda Fairnstein, jefe de la unidad de crímenes sexuales de 
Manhattan, logró tras horas de interrogatorios ilegales y coacciones que los cinco chicos 
acabaran confesando haber participado en un delito cuya existencia incluso desconocían 
antes de entrar en comisaría. Tras un juicio sin más pruebas que esas falsas confesiones, 
fueron hallados culpables. La víctima, que estuvo varios días en coma, borró de su memoria 
la agresión y no pudo reconocer el rostro del violador. Yusef, Raymond, Korey, Antron y 
Kevin fueron condenados por asalto, robo, violación e intento de asesinato. A pesar de que 
se les ofreció algún acuerdo para rebajar sus penas o para que en su momento pudieran 
optar a la condicional, los cinco de Central Park defendieron tozudamente su inocencia, con 
un aplomo asombroso para tan tierna edad. Pasaron la adolescencia y primera juventud en 
la cárcel hasta que, como ya se ha apuntado, en 2002, un recluso, Matías Reyes, confesó 
ser el violador de Central Park. La investigación se revisó, se comprobó la coincidencia del 
ADN con Reyes y los cinco muchachos fueron exonerados de toda culpa. Pero sólo cuando 
Bill de Blasio asumió la alcaldía de Nueva York se compensó a los jóvenes con 41 millones 
de dólares, aunque nadie públicamente admitiera responsabilidad alguna.

Pero más allá de mostrarnos un terrible error judicial propiciado por una, cuando menos 
discutible, actuación policial, When they see us reflexiona sobre sus consecuencias y cómo 
la vida de personas inocentes se puede ir al traste. Estos jóvenes vivieron su paso de la 
infancia a la vida adulta privados de libertad, y su regreso a la vida real no fue fácil. Sufrieron 
el desprecio y el escarnio de parte de sus vecinos y tuvieron problemas para incorporarse al 
mercado laboral tras ser liberados. La miniserie busca remover conciencias, aunque 
lamentablemente no siempre lo consigue. El actual inquilino de la Casa Blanca, Donald J. 
Trump, también aparece en la serie: solo dos semanas después del arresto de los jóvenes y 
sin haberse celebrado los juicios, ya pedía reinstaurar la pena de muerte para acabar con 
sus vidas. Por la forma en la que el actual presidente de Estados Unidos afronta la actual 
crisis generada por la muerte de George Floyd y de Rayshard Brooks, parece que, cuando 
se estrenó la serie, no tuvo ocasión de verla y recordar esos tristes hechos de hace tres 
décadas. 
La miniserie no muestra a ningún actor interpretando al entonces magnate inmobiliario; 
Donald J.Trump sólo aparece en unas imágenes de entonces con su aire de galán hortera, 
célebre por sus discutidas operaciones financieras, símbolo de ese New York de millonarios 
en una ciudad sacudida realmente por la miseria, la droga y el crimen. Declaró en su día en 
varios programas televisivos que ya estaba bien de concederles ventajas a los negros.
veces, confesaba con su verbo simplón, desearía ser negro para disfrutar de tantos 
privilegios. Estas declaraciones fueron acompañadas de páginas enteras compradas en los 
principales periódicos de la ciudad exigiendo la pena de muerte y una mayor dureza en el 
trato policial. Hoy en día, se lamentaba entonces aquel Trump juvenil (que ya apuntaba 
“maneras”), las víctimas están desprotegidas y los asesinos campan a sus anchas. Trump 
solo habla en la serie a través de un puñado de grabaciones sacadas de las noticias y de su 
ya icónico anuncio publicado en cuatro periódicos de Nueva York de "Reinstauremos la pena 
de muerte. Reinstauremos a nuestra policía"."El alcalde (Ed) Koch afirma que el odio y 
rencor debería ser eliminado de nuestros corazones. Yo no lo pienso así", escribió Trump, 
quien pagó alrededor de 85 mil dólares por estos anuncios. "Quiero odiar a estos asaltantes 
y asesinos. Debería ser forzados a sufrir. [...]  ¡Debemos decirle a los criminales que sus 
derechos civiles terminan cuando un ataque a nuestro bienestar comienza!",

Incluso en tiempos recientes cuando los 'Cinco de Central Park' fueron exonerados, el 
mandatario se negó a retractarse y en octubre del 2016, en plena campaña presidencial, 
reafirmó su creencia que los entonces adolescentes eran culpables del crimen. "Admitieron 
que eran culpables. La policía que hizo la investigación inicial dijeron que eran culpables", 
dijo en una entrevista a CNN obviando que una de las razones del fiscal para retirar los 
cargos era, precisamente, la evidencia de coacciones en los interrogatorios. "El hecho de 
que el caso terminó mediante un acuerdo con tanta evidencia en su contra es indignante". 
Por el contrario, para los 'Cinco de Central Park', lo indignante es que Trump no se haya 
retractado de sus palabras.

Cuando Netflix estrenó la mini serie, Trump se hallaba de viaje oficial en Gran Bretaña, y la 
referencia insultante que dedicó al alcalde de Nueva York al decir que Sadiq Khan, el de 
Londres, era tan tonto como De Blasio, pero más bajo, algo tuvo que ver con el cabreo 
provocado por la serie que trata de sacarle los colores. Pero él jamás retrocede. No le 
importa ser racista, abusivo o misógino y exhibirlo. Utiliza el odio contra la corrección política 
para animar a sus votantes a seguir siendo racistas, supremacistas y misóginos. Una 
estrategia estudiada para arrebatar los servicios de salud pública a las mujeres pobres y a 
los niños, la legalidad a los inmigrantes y el trato de igualdad a los negros. Todo responde a 
un plan. Y le votan, pese a que, por ejemplo, en estos tiempos de pandemia que corren, y en 
el país con el mayor número de contagios y muertes por el Covid-19, programa un acto de 
partido masivo en la ciudad de Tulsa, Oklahoma (precisamente un día después del "juneteenth" 
y precisamente en Tulsa, donde hace 99 años se produjo el mayor linchamiento masivo de 
ciudadanos de raza negra de la historia de los Estados Unidos con al menos 300 personas 
asesinadas), en un recinto cerrado, prohibe el uso de mascarillas en él y pide que no se hagan 
más test con el argumento (?)  de que sólo valen para descubrir más casos (auténtico). Y viene 
a Europa, a lo que todavía es Europa, a recoger los frutos del mal que sigue sembrando. 
Y aquí lo saben. 
 
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1El nacimiento de una nación (título original: The Birth of a Nation) es una película muda estadounidense de 1915 dirigida por el prolífico David Wark Griffith, considerado el padre del cine moderno. Es, debido a su técnica, una de las más famosas de la época del cine mudo, con avances técnicos no utilizados hasta esas épocas que tornaron a la película en un notable progreso en cuanto a la aún joven cinematografía. En su estreno la película fue titulada The Clansman, pero el título fue cambiado posteriormente a El nacimiento de una nación para reflejar la creencia de Griffith de que Estados Unidos emergió como nación unificads de la guerra civil. A lo largo de la película los individuos de raza negra son presentados de forma grotesca como ignorantes y lerdos, ansiosos de diversión y de sexo, forzando un marcado contraste con los blancos del Sur.

jueves, 18 de junio de 2020

“Ethnic profiling”.

Cuando, recientemente, se produjo en Minneapolis (Estados Unidos) el caso del asesinato 
por agentes de policía de George Floyd y, seguidamente, el crecimiento de las protestas en 
prácticamente, todo el mundo para poner de relieve los legados de la esclavitud, el 
colonialismo y la violencia blanca contra la comunidad negra y otras minorías, así como la 
brutalidad de la policía, en estas líneas reflexionamos sobre la aporofobia como causa de 
fondo de esos sucesos; lamentablemente, sólo pocos días después, un nuevo caso de 
violencia policial contra un ciudadano afroamericano (o sea, negro) estremece otra vez a 
Estados Unidos y al mundo. Según se ha publicado, un video de seguridad muestra a un 
agente de la policía, blanco, de Atlanta que dispara por la espalda contra un hombre negro 
(Rayshard Brooks, de 27 años, que fue declarado muerto poco después, en lo que las 
autoridades forenses han calificado como "homicidio") al que había despertado unos minutos 
antes porque se encontraba durmiendo en un área de recogida de pedidos de un restaurante 
de comida rápida. La jefa de la policía de Atlanta, Erika Shields, dimitió tras el tiroteo. 
Nada hacía prever el fatal desenlace.
El hecho de que las imágenes del vídeo desmientan la versión primera de la policía sobre el 
luctuoso incidente y que la prensa de Atlanta publique que este es el 48° caso de tiroteo con 
policías implicados que investiga la Oficina de Investigación de Georgia desde comienzos de 
año, indica que la reflexión centrada en la aporofobia queda incompleta si lo que se pretende 
es analizar mínimamente unos hechos y ahora nos centraremos en el racismo estructural.

Nos repetimos que todos somos iguales. Que todos somos seres humanos. Que todos 
tenemos el mismo destino: seis metros bajo tierra. Pero, ¿de verdad nos lo creemos? Esto 
es algo estructural. No es un conflicto político parte del revoltillo coyuntural. El racismo existe, 
y existe en todo el mundo, no sólo en Estados Unidos. Algo tan superficial en el fondo 
(perdón por la contradicción retórica) como el color de la piel nos afecta profundamente. El 
racismo es un problema estructural y particular. En tierras como la del Tío Sam el asunto es, 
además, institucional. No es una polémica de barra pese a que, desde fuera, la mejor y más 
“civilizada” decisión es limitarse a los principios universales como el rechazo a la 
discriminación y a la violencia, tanto de los policías como de los vándalos. George Floyd, 
Rayshard Brooks y tantos otros eran negros, sí, pero sobre todas las cosas eran seres 
humanos, un valor que no conoce de fronteras.

Tampoco son temas ideológicos y no se debe pensar en que, como es la izquierda moderna 
la que toma la bandera de la defensa de las minorías, caer en el simplismo de verlo como 
una partida más entre liberales y conservadores. No. Primero, tengamos en cuenta que, en 
los Estados Unidos donde ocurren estos hechos, la segregación de iure fue abolida tan 
recientemente como en 1965 por un gobierno republicano, mientras las leyes que impedían 
a los negros, entre otras cosas, usar los mismos baños o el mismo transporte que los 
blancos, emanaron de las legislaturas locales controladas por el liberal Partido Demócrata. 
De hecho, quien consiguió, con la espada, derogar el derecho de un ser humano a ser 
dueño de otro fue el presidente Abraham Lincoln, del conservador Partido Republicano. 
 
Ningún problema es realmente nuevo, y parece conveniente recordar las palabras de John 
Donne1, dichas allá por 1624:

Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una 
parte de la masa. Si el mar se lleva un terrón, toda Europa queda disminuida, como si fuera 
un promontorio, o la casa señorial de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de 
cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca 
hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti.

Para establecer el marco conceptual, el sociólogo Robert Staples2 enfatiza que el perfil racial 
en los Estados Unidos "no es simplemente una colección de delitos individuales" sino más 
bien, un fenómeno sistémico en toda la sociedad estadounidense, que se remonta a la era 
de la esclavitud y, hasta la década de 1950, fue, en algunos casos, "codificado en derecho". 
La consagración de los ideales de perfil racial en la ley de los Estados Unidos puede 
ejemplificarse en varios períodos importantes en la historia de los Estados Unidos. Haciendo 
un poco de historia, en 1693, los funcionarios de la corte de Filadelfia otorgaron a la policía 
la autoridad legal para detener y detener a cualquier negro (liberado o esclavizado) visto 
deambulando. A partir de mediados del siglo XVIII, las patrullas de policía se utilizaron para 
detener a los esclavos en cualquier lugar con el fin de garantizar que fueran legales. A 
mediados del siglo XIX, los Códigos Negros, un conjunto de estatutos, leyes y normas, se 
promulgaron en el Sur para recuperar el control sobre los esclavos liberados y ex esclavos y 
relegar a los afroamericanos a un estatus social más bajo. 

El concepto de racismo institucional (pues de eso se trata) nace en los años sesenta en 
EEUU en el contexto de la lucha por los derechos de los afroamericanos para hacer alusión 
a aquellos ordenamientos legales y pautas de conducta establecidas con las que las 
personas pertenecientes al grupo dominante oprimen al grupo subordinado, sin que ello 
implique necesariamente una intención o propósito por parte del explotador ya que el énfasis 
está puesto en las consecuencias. Hablando de la dimensión institucional del racismo, hay 
que poner el acento sobre el carácter sistemático, estructural e implícito del mismo y, según 
esta perspectiva es un fenómeno imbricado en el funcionamiento de la sociedad y es, en 
parte, independiente de las intenciones y de la conciencia de algunos actores. En este 
sentido, curiosamente, el racismo es compatible con los discursos antirracistas.
 
Dando un salto en el tiempo, a fines de la década de 1990, el perfil racial se politizó cuando 
la policía y otras fuerzas del orden público estadounidenses fueron objeto de escrutinio por 
las paradas desproporcionadas de tráfico de los automovilistas de etnias minoritarias. 
Investigadores de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en 
inglés) proporcionaron evidencia de un perfil racial generalizado, y un estudio mostró que si 
bien los negros solo representaban el 42 por ciento de la población de conductores  en el 
estado de Nueva Jersey, representaban el 79 por ciento de los automovilistas detenidos en 
ese estado.

El mencionado perfil racial (ethnic profiling, como se le conoce oficialmente) es el sospechar 
o atacar a una persona sobre la base de las características o el comportamiento atribuidos a 
un grupo racial o étnico, en lugar de guiarse por una sospecha individual. Sin embargo, el 
perfil racial no se limita solo a la etnia o raza de un individuo, sino que también puede 
basarse en su religión o en su origen nacional. En los países europeos, como se ha apuntado 
más arriba, el término "perfil étnico" también se usa en lugar de perfil racial. En España, el 
uso del perfil racial por las fuerzas policiales es una práctica común y un estudio realizado 
por la Universidad de Valencia descubrió que las personas de aspecto no blanco tienen 
hasta diez veces más probabilidades de ser detenidas por la policía en la calle. Incluso 
Amnistía Internacional ha acusado a las autoridades españolas de utilizar perfiles raciales y 
étnicos, y a la policía de señalar a las personas que no parecen caucásicas en la calle y en 
los lugares públicos.

Como confirmación de este sensación, coincidiendo casualmente en el tiempo, la máxima 
autoridad de la policía de Catalunya, los Mossos d’Esquadra, Eduard Sallent, en una 
entrevista en el programa "Els matins" de la televisión pública catalana,TV3, ha admitido que 
los Mossos y todas las policías del mundo tienen un hecho común universal, un "sesgo étnico" 
a la hora de hacer su trabajo y, sobre todo, cuando se trata de hacer identificaciones. "Es 
una cuestión que es transversal a todas las policías y que tiene mucho que ver con los 
procesos migratorios y con la construcción de lo que han sido unas sociedades diversas. La 
ley de extranjería, los procesos migratorios y determinadas realidades de exclusión social 
producen en todos los cuerpos policiales, no sólo en los Mossos, un sesgo en las 
identificaciones policiales".
Eduard Sallent durante la entrevista.
A modo de ejemplo, explicó que si "un policía sólo entra en contacto con una comunidad en 
situaciones que tienen que ver con su trabajo", esto puede generar un estereotipo sobre 
aquella comunidad aunque el agente, en general, "no tiene una actitud racista activa. Se 
puede generar un resorte que, cuando ves una determinada persona, te genera una 
determinada alerta. Y que automáticamente lo pares y hagas una identificación, lo que es, 
además, tremendamente injusto, porque se está victimizado una comunidad, aparte de 
resultar tremendamente ineficaz", para lo que cita las conclusiones de un estudio que 
hicieron en 2007 en Girona.

Y eso a pesar de que en 2011, el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la 
Discriminación Racial (CERD) instó al gobierno español a tomar "medidas efectivas" para el 
perfil étnico, incluida la modificación de las leyes y reglamentos existentes que permiten su 
práctica, que en 2013, el Relator Especial de la ONU, Mutuma Ruteere, describió la práctica 
de la elaboración de perfiles étnicos por parte de los oficiales de policía españoles como "un 
problema persistente y generalizado" y que en 2014, el gobierno español aprobó una ley que 
prohíbe la discriminación racial por parte de las fuerzas policiales.

Y ¿qué dice Europa? Pues el Consejo de Europa describe el perfil racial o étnico en la 
vigilancia como "el uso por parte de la policía, sin justificación objetiva y razonable, de 
motivos tales como raza, color, idiomas, religión, nacionalidad u origen nacional o étnico en 
actividades de control, vigilancia o investigación" y afirma que se trata de una práctica de uso 
persistente y que, aunque de ninguna manera es nuevo, este fenómeno está muy extendido 
en el área de los países del Consejo de Europa, a pesar de la creciente conciencia de la 
necesidad de enfrentarlo con el apoyo de un cuerpo de jurisprudencia que está en  
permanente evolución.
Las políticas gubernamentales pueden otorgar poderes discrecionales excesivos a las 
autoridades policiales, que luego usan esa discreción para dirigirse a grupos o individuos 
según el color de su piel o el idioma que hablan. Muy a menudo, el perfil étnico es impulsado 
por prejuicios y una de sus formas más frecuentes es el uso de procedimientos de detención 
y búsqueda diferentes con grupos minoritarios y extranjeros. El perfil racial y étnico también 
ocurre en el sistema de justicia penal, con personas que pertenecen a grupos minoritarios 
que a menudo reciben sentencias penales más severas, a veces también debido a un sesgo 
implícito que cada vez se perpetúa más. Según los resultados de una encuesta en toda la 
UE realizada en 2015-2016 a más de 25,000 encuestados con diferentes antecedentes de 
minorías étnicas e inmigrantes, el 14% había sido detenido por la policía en los 12 meses 
anteriores a la encuesta y las estadísticas del Ministerio del Interior británico para 2017-2018 
muestran que, en Inglaterra y Gales, las personas negras eran nueve veces y media más de 
probabilidad de que sean detenidas que las personas blancas. 

La recopilación y publicación de datos estadísticos sobre vigilancia policial, desglosados por 
nacionalidad, idioma, religión y antecedentes étnicos, es un paso esencial para identificar las 
prácticas de elaboración de perfiles y aumentar la transparencia y la responsabilidad de las 
autoridades policiales. Los litigios estratégicos de los abogados, las ONG y las estructuras 
de derechos humanos, cuando corresponda, también contribuirían a una mayor conciencia 
del problema y obligarían a encontrar soluciones apropiadas. Además, la policía debe tener 
cuidado de no difundir y perpetuar los prejuicios al vincular el origen étnico, el origen 
nacional o el estado migratorio con la actividad criminal. Los medios de comunicación, por su 
parte, deben evitar los estereotipos de personas pertenecientes a grupos minoritarios, así 
como a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, ya que esto puede alimentar el racismo 
y el odio y puede contribuir a la "normalización" de las prácticas discriminatorias, incluido el 
perfil étnico. En cambio, debería reflejar correctamente la contribución positiva de los grupos 
minoritarios a las comunidades en las que viven y asociarse con las escuelas, las 
instituciones nacionales de derechos humanos y la sociedad civil para ayudar a construir 
sociedades más inclusivas y tolerantes, incluso a través de programas de educación en 
derechos humanos.

Eso es parte de lo que dice en sus recomendaciones el Consejo de Europa. El papel, que lo 
aguanta todo...


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1John Donne (1572-1631) fue el más importante poeta metafísico inglés de su época.

2Actual profesor de Sociología de la Universidad de California, está considerado una autoridad mundial en el estudio y divulgación de la forma de vida de las familias negras en EEUU.