domingo, 24 de julio de 2016

De animalistas y animalicidas

Verano. Por fin verano y, para muchos (no nos engañemos, de aquellos que hoy tienen la enorme suerte de tener trabajo en este país y pueden permitirse ciertos gastos) , inicio de unos días de disfrute de unas, seguramente, merecidas vacaciones, lejos de las rutinas diarias y, si es posible, con nuevos entornos, nuevas costumbres y nuevas compañias... o no, pero con voluntad declarada de ver las cosas diferentes de como se ven el resto del año.

Dentro de estas nuevas ópticas se repite cada año la de quien descubre estupefacto (porque era algo que, en su día, no cabía en su sesera) que la encantadora mascota que él mismo le regaló a la niña para el dia de Reyes se ha transmutado en un desagradable bicho incómodo que, por una parte, reclama cuidados (lo que se traduce en tiempo y, lo que es peor, comporta gastos) y, por otra, les condiciona disponibilidad de días para esa estancia de relax programada en las fantásticas playas de El Algarve. Solución: deshacerse del bicho de la forma que sea: si es un periquito, un loro, etc., soltándolo entre la arboleda del parque de al lado; si es una tortuga, un pez o así, en los humedales del canal o río más próximo, y si es un perro o un gato, cargarlos en el coche y abandonarlos a unos cientos de kilómetros de casa. Total, no importa demasiado porque ya le compraremos por Reyes a la niña otra mascota, más bonita, para que olvide este capricho.

Maltrato animal: antesala de la violencia social

Claro, que frecuentemente, la escasa hucha de los ahorros no permite demasiadas alegrías, y entonces se recurre al viaje al viejo terruño y solar familiar, a redescubrir eso que llaman antiguas tradiciones en forma de festejos curiosos de los que los pueblos de nuestra geografia están llenos en época estival. Y, mira por donde, en muchos hacen protagonistas a animales. Así, por ejemplo, en Cazalilla (Jaén) arrojan una pava desde el campanario de la iglesia, en la riojana localidad de Nalda, se celebra la Fiestas de los gallos que consiste en arrancarles la cabeza a gallos, colgados previamente por las patas en una soga con la cresta para abajo (hay que decir, ante la polvareda que se ha levantado por este maltrato animal, que desde hace unos años se utilizan gallos de goma), en Manganeses de la Polvorosa (Zamora) arrojan cabras desde el campanario de su iglesia, en Coria (Cáceres), un toro al que se le da suelta en el pueblo es acribillado con dardos en las fiestas del pueblo (¡en honor a San Juan!), en la vallisoletana ciudad de Tordesillas, en la tradicional Fiesta denominada El Toro de la Vega, un animal es perseguido, acosado, torturado y lanceado bárbaramente por decenas de "valientes" tanto a pie como a caballo, sin citar los festejos con toros ("bous", atados, entorchados, etc.) en el Levante y Catalunya, los Sanfermines (en los que los toros son después sacrificados, no lo olvidemos), las corridas, y un largo etcétera. Por supuesto, todo ello con cobertura legal y con excusa de celebración religiosa para honrar al patrono o a la patrona (ya me diréis cómo justificar desde el punto de vista estrictamente religioso estos actos a la vista de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino o San Francisco de Asís, sin ir más lejos).

O sea, que asistimos a la esquizofrenia colectiva de que se persigue socialmente y se rechaza (como debe ser, sin duda) a quien abandona un animal mientras se protege legalmente a quien hace un espectáculo de su martirio y sacrificio. Pues vaya...

En cualquier caso, y antes de seguir reflexionando sobre esta paradoja, es lícito preguntarse: ¿cómo es posible que existan y se permitan actos de crueldad hacia los animales? Empezando quizá por actitudes a nivel particular que se amplían al campo social, ya se trate de perros, gatos u otras mascotas o animales que se califican "de granja", "de entretenimiento", etc., toda vez que es frecuente que aparezcan casos (generalmente divulgados por las redes sociales y raramente por los medios de comunicación tradicionales) que producen escándalo en la opinión pública. En todos estos casos, la pregunta genérica sobre las causas del maltrato es la misma., y conviene explorar algunos de los motivos que llevan a la crueldad hacia los animales, y algunos consejos para evitarla y superarla.


La dificultad mayor con que nos encontramos en la lucha contra el maltrato animal es la evidencia de que a pesar de que hay legislación en ese campo, la realidad oficial es muy otra, de forma que muchos de los festejos que incluyen ese maltrato, no sólo están protegidos por una ley (con minúscula, por favor) sino que, sin ningún rubor, se llegan a calificar de "culturales", lo que conduce a sugerir de urgencia a nuestros Poderes Públicos que revisen seriamente su concepto de CULTURA. Ciertamente, los defensores de estas fiestas esgrimen en general otros dos argumentos que no se sostienen: la tradición y la identificación de los festejos con el arte.


La tradición. Veamos (sin interpretar, ni de lejos, que sean hechos comparables; sólo a efectos de hipótesis de reflexión): en algunos países es tradición hoy el vender a las hijas, incluso menores de 10 años, para contraer un matrimonio que a nosotros nos parece repugnante con quien paga el precio de esa dote. Más tradiciones: en otros países se procede legalmente a la ceremonia de ablación de clítoris a las niñas con las consecuencias para la salud y psicológicas que esa aberración produce. Por desgracia podríamos seguir citando centenares de ejemplos en todo el mundo en los que se invoca la tradición de que "siempre se ha hecho así" para intentar justificar lo injustificable. Además, si no se tuvier en cuenta la evolución social y con ella las tradiciones, seguiría en vigor el Código de Hammurabi, ni siquiera el Derecho Romano.

El arte. Aludir al arte para justificar el maltrato animal (especialmente las corridas, muy recurrente con este argumento) es, directamente, una estupidez. Sería como si, sobre la base de que hay magníficas obras pictóricas cuyo tema es una batalla, se justificaran las guerras por su presunto componente estético, o como si, aprovechando la armonía y vigor de "La masacre de los inocentes", de Rubens, se intentara justificar la matanza ordenada por Herodes que nos cuenta la Biblia, o como si, cautivados por el magnetismo estético del cuadro de Repin "Ivan el Terrible y su hijo Ivan" en el que retrata la desesperación del primero tras haber matado a su hijo, alguien intentara dar carta blanca al asesinato por su estética1, o... ¿seguimos? ¿hacen falta más ejemplos para desmontar la insensatez del arte como justificación del maltrato?

En definitiva, el maltrato animal seguirá impune mientras se sigan aplicando dos varas de medir.: la restrictiva para el ámbito privado y la del "todo vale" y "es legal" para los actos públicos.
Pero decíamos que puede resultar conveniente examinar los motivos que producen estas actitudes para con los animales, y, a tal fin, desglosaremos tres niveles.

Maltrato inconsciente

Muchas de las personas que abusan o maltratan a los animales no lo hacen a propósito, o al menos, no teniendo intención ni conciencia de hacerlo. Todos hemos sido educados en una sociedad profundamente antropocéntrica, es decir, que encasilla a los animales como "cosas insensibles" y sin validez moral, por lo que actuamos en consecuencia sin percatarnos de lo que hacemos, ni mucho menos, de reflexionar sobre ello. 

Con los animales "siempre se ha hecho así" y los animales "no sienten"2, y "si es que sintieran", sus sentimientos no importan ni son relevantes; por lo tanto tampoco importa mucho lo que hagamos con ellos. Por esta idea entran los casos de negligencia, es decir, en los que se falla al proveer a un animal (del que somos responsables) de sus necesidades básicas de alimentación, agua, refugio y cuidados veterinarios, incluyendo aspectos de psicología animal como mantener las mascotas en un espacio vital muy reducido o dejar que las hembras tengan una camada de cachorros, para luego "regalarlos" (o incluso, venderlos). En su lógica, ellos como "dueños" no hacen nada malo.

En estos casos, de un primer nivel, la solución es la educación y sensibilización para aprender y entender que está siendo cruel, ver que realmente hay maltrato y se tome conciencia de las necesidades de sus mascotas, recordando, en su caso que puedenser actitudes castigadas por la Ley.

Maltrato intencional "social"

Otro grupo de personas que maltratan a los animales lo hacen a propósito y con pleno conocimiento de que lo que hacen es malo; pero lo hacen por un corto período de tiempo, o lo ejecutan en pocas ocasiones. Por ejemplo, un grupo de niños que decide lanzar piedras a los nidos de los pájaros, o maltratar a un gato/perro que ronda en el vecindario. Estas personas usualmente son jóvenes y dañan a los animales porque no están pensando en el daño que causan sus acciones en ellos sino en la diversión de ejercer poder sobre ellos (o porque no pueden oponerse a la presión que ejerce el grupo de amigos).

Quienes no están pensando en el daño ocasionado puede que lo sea por estar molestos o sentirse frustrados, y descargan su rabia contra los animales; o bien piensan que es entretenido ver cómo el animal se retuerce o huye. En cualquier caso, no están pensando en los sentimientos de los animales a los que causan daño, ni en la magnitud del daño que le están causando, mucho menos en las consecuencias para el animal. Y los que presionan al grupo para realizar el maltrato sólo quieren mostrar su poder e influencia sobre el resto; o bien están tratando de impresionarse mutuamente, por lo que siguen lo que el grupo hace.

El daño intencional a los animales es un tema serio, que debe ser reorientado y castigado. Nunca deben tomarse como "bromas o inocentadas de niños", sino que se trata de actitudes que, de no ser reorientadas, podrían perpetuarse en el tiempo3. Nuevamente en estos casos, es a través de la educación que se debe inculcar la empatía y el ponerse en el lugar del animal maltratado, aprendiendo a sentir como los otros, para orientarnos fuera de nosotros mismos y entender que los animales también sufren. Y que si esos animales sufrieron, fue por una acción y decisión personal, que debe ser castigada/penalizada para no volver a repetir la escena. Aprender que los actos propios tienen consecuencias negativas -y si uno lo quiere, también positivas- sobre otros seres vivos.

Maltrato intencional cruel o violencia voluntaria

Encuadradas en este nivel se encuentran esas personas que maltratan sistemáticamente de manera intencional, porque disfrutan provocando daño a otros seres vivos, por el hecho de sentirse poderosos. Necesitan ejercer su poder sobre otros, y dañarán a los animales porque piensan que de esa manera los controlan y gobiernan. O maltratan al animal para ejercer su poder sobre otra persona (es el típico caso del novio/marido maltratador que pega/daña/tortura/mata al perro/gato/pájaro de su novia/esposa para retenerla en sumisión, pues le podría hacer lo mismo a ella). Otros harán que sus animales dañen a otros animales, porque eso les convierte en una dupla poderosa, donde evidentemente, quien tiene el control es el dueño.  El caso extremo patológico es de quien simplemente disfruta ejerciendo la violencia y provocando dolor a otros seres vivos. Obviamente las personas de este grupo sufren serios problemas psicológicos que no pueden dejarse desatendidos porque no "pasarán" con el tiempo. Estas personas necesitan, con urgencia, apoyo profesional que les rehabilite en sus relaciones sociales y con su entorno inmediato. Sin ayuda, los problemas psicológicos de estas personas los afectarán de por vida, y ellos continuarán maltratando -de manera cada vez más violenta- a otros seres vivos, y seguro que también a otras personas.
 
El maltrato animal es, a la vez, un factor que predispone a la violencia social y una consecuencia de la misma,y forma parte de la cascada de la violencia que nos va alcanzando a todos como individuos y como sociedad. La violencia es un acto intencional que puede ser único o recurrente y cíclico, dirigido a dominar, controlar, agredir o lastimar a otros. No puede pasarse por alto que casi siempre es ejercida por las personas de mayor jerarquía, es decir, las que tienen el poder en una relación, pero también se puede ejercer sobre objetos, animales o contra uno mismo, y puede variar desde una ofensa verbal hasta el homicidio.


La crueldad es una respuesta emocional de indiferencia o una obtención de placer en el sufrimiento o dolor de otros, o una acción que innecesariamente causa tal sufrimiento. La crueldad de los niños, que incluye a los animales, es un signo clínico relacionado a desórdenes antisociales y de conducta.

En las familias en las que hay violencia, ésta es más frecuentemente dirigida hacia los más débiles, lo que incluye ancianos, mujeres, niños y animales de compañía. El maltrato hacia los animales es tolerado por aquellos que lo observan; se minimizan sus causas y sus efectos, y los padres, maestros y comunidades que no dan importancia al abuso animal en realidad incuban una bomba de tiempo.

Debe hacerse énfasis en que la detección, prevención y tratamiento de la violencia hacia los animales es un acto de humanidad en sí mismo. Los animales son criaturas que se encuentran, en relación al ser humano, en un nivel de inferioridad dentro de la escala evolutiva; esto nos hace responsables de su bienestar, ya que tener supremacía lleva consigo una obligación, una responsabilidad, que es la de cumplir como guardián de las especies inferiores en términos intelectuales. Si realmente queremos combatir la violencia, una parte de nuestra lucha consiste también en erradicar el maltrato a otros seres vivos.


Estas reflexiones se limitan a un somero examen de acciones/recomendaciones en el ámbito privado ante el maltrat animal que, mediante la educación, concienciación y ¿por qué no considerarlo? eventual castigo, conducen al posterior cuestionamiento moral de las actitudes colectivas actualmente consentidas que en el fondo vulneran la legalidad.

Otra cosa es la actuación, con la Ley por delante, ante determinados criaderos, granjas o mataderos (los menos, por fortuna), antesala y copia de la Casa de los Horrores, pero eso trasciende estas reflexiones.

Y que los seguidores de ciertos festejos crueles con los animales recapaciten sobre la validez de su muletilla habitual para justificarse: "Pues a mí me gusta. A quien no le guste, que no venga". ¿Admitiría que el caco que ha desvalijado su casa se defendiera diciendo que a él le gusta robar?

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1No nos llamemos a engaño en este punto, pero tampoco nos confundamos. Existe un libro escrito por Thomas De Quincey llamado, precisamente, Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes en el que el lector, engañado por el título, puede creer que encontrará una descripción de esos pulcros crímenes de las viejas novelas policiales en que se escamotea el dolor y la angustia de la muerte para convertirla en cifra de un tranquilo problema intelectual. Nada de eso. A De Quincey no le interesa el asesinato por su abstracción sino por su tremenda materialidad y, cocainómano confeso, desarrolla una crítica social descarnada atravesada por relámpagos de humor que se agradecen.

2Muestra extrema es la asombrosa e inclasificable afirmación del alcalde de Tordesillas, que asesgura que el toro de la Vega, perseguido, acosado, alanceado hasta la muerte "no sufre". Sin comentarios.


3Aquí cabría incluir las múltiplies "peñas taurinas infantiles" que existen, incluso contraviniendo la legislación vigente.

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