domingo, 17 de enero de 2016

¡Que viene el lobo!



Las casualidades, a veces, hacen que se produzcan convergencias temáticas curiosas en un mismo período de tiempo. En el último post de este blog hacíamos una reflexión, casi rayana en el divertimento, sobre el no-paralelismo efectivo entre la Bolsa y la economía real, sin ningún rigor analítico, referido sólo a España y sólo como pensamiento superficial. Sin embargo, un buen amigo (gracias, Jaime) nos hizo notar que, justamente por esas fechas, se estaban lanzando avisos casi apocalípticos desde entidades financieras del Reino Unido acerca de la inminencia de una crisis ante la cual la que se inició en el 2008  y que estamos aun sufriendo quedaría en pañales en una correlación  perversa entre la evolución de los índices de las Bolsas de todo el mundo y la macroeconomía.


Efectivamente, según recogen los medios de comunicación británicos (y algunos, pocos, españoles) esta misma semana, entre otros, The TelegraphThe Guardian, la reputada entidad financiera Royal Bank of Scotland (RBS, que junto con el National Westminster Bank y el Ulster Bank forma el Royal Bank of Scotland Group. El  RBS tiene unas 700 sucursales de banca minorista - en un mapa bancario financiero y de servicios que no se parece en nada al español  - principalmente en Escocia pero también en Inglaterra y Gales), la misma que se atrevió a predecir que se avecinaba la actual crisis, ha advertido que los mercados muestran unas señales de alerta similares a las de los meses anteriores al colapso de Lehman Brothers, en 2008.


El jefe del crédito de RBS, Andrew Roberts, prevé que Wall Street y las bolsas europeas pierdan este año entre el 10 % y el 20 % y vaticina que los precios del petróleo Brent seguirán bajando, hasta alcanzar incluso el umbral de 16 dólares por barril, algo que no se ha visto desde 1999.


El RBS lanzó sus primeras advertencias en noviembre; sin embargo, los acontecimientos han evolucionado más rápido de lo esperado (basta pensar que el índice de la Bosa española, el Ibex 35, ya acumula en lo que va de año unas pérdidas superiores al 10 %). Así, el banco británico, como dato de referencia, estima que la economía estadounidense se ralentizará a una tasa de crecimiento de 0,5 % en el primer cuatrimestre.


No obstante, la entidad financiera advierte que el epicentro de la tensión global es China, cuya expansión, estimulada por la deuda, ha alcanzado su punto de saturación. De este modo, el país asiático se enfrenta a una fuga de capitales masiva y necesita que su moneda tenga un valor "considerablemente más bajo", por lo que en una  Nota a sus clientes, el banco les aconseja: "Venda todo lo que tenga invertido en Bolsa excepto los bonos de alta calidad y hágalo rápido porque en una sala llena de gente, las puertas de salida siempre son pequeñas” toda vez que, augura, ya el año 2016 "será catastrófico".


La desaceleración económica de China y, consecuentemente, una menor demanda global de crudo, ha provocado que los precios del petróleo se hayan desplomado por esa menor demanda y un exceso de oferta, especialmente por casos como el de Irán, que como ya “vuelve a ser un buen chico” podrá reiniciar las exportaciones cuando se levanten definitivamente las actuales sanciones[1] y porque la OPEP es reacia a reducir la producción para frenar la caída de los precios.


Vayamos por partes, porque corremos el riesgo de considerar que la situación en China y el caso del petróleo, aunque vinculados, son una misma cosa.  En cuanto a la primera, ciertamente los inversores se han asustado por los temores de una desaceleración severa de la economía china y una caída en el valor de su moneda, el yuan, lo que tiene su reflejo en el accidentado mercado de valores del país, a pesar de los intentos de las autoridades chinas para controlar la estampida. Las inversiones en China se han visto justificadas durante un tiempo por las bajas tasas de interés fuera de ella, las medidas de estímulo de los bancos centrales, y las esperanzas de recuperación económica global. A corto plazo, sin embargo, habrá que estar atento a la previsible decisión de la Reserva Federal de subir los tipos, decisión a la que sumaría el Banco de Inglaterra, lo que, si se produce, además, quitaría atractivo a destinar las inversiones a la China. Pero tampoco hay que darle tanta importancia para el pequeño inversionista, ya que la nota del RBS no hace más que poner al día el viejo consejo, a menudo olvidado, de que invertir en renta variable y en valores sustentados en el crédito (¿a quién?) suele ser muy peligroso.

Y no olvidemos que en estos embrollos no puede descartarse la aparición de la Ley de Murphy en forma de "daños colaterales" y ya se habla de la posibilidad de una guerra de divisas. En efecto, en opinión de los analistas de Bloomberg es un riesgo no descartable ya que "el fortalecimiento del yen y del euro activaría la política del llamado estímulo monetario en Japón y en Europa" mientras se vuelve más evidente la tensión en la economía china.
Mientras tanto, la política monetaria de Estados Unidos se ha estancado en medio de señales de que la economía estadounidense no puede quedar indemne ante una desaceleración en China. Eso es, precisamente,"lo que está pesando sobre el dólar, lo que, a su vez, obstaculiza los objetivos económicos del Banco de Japón y del Banco Central de Europa, que se benefician cuando sus monedas se deprecian".



Otra cosa muy diferente es el tema del crudo, que se ha de tomar con pinzas. Es indiscutible que la rebaja del precio del petróleo puede beneficiar, en principio, a los países importadores y que el alza en paralelo del valor del dólar, divisa de referencia en las transacciones con esa materia prima, no perjudica esa mejora. Pero ¿qué ocurre con las potencias exportadoras? Hay que recordar que, en general, los presupuestos de la mayoría de países se habían elaborado para unos precios de crudo de entre 50 y 60 dólares por barril y, por ejemplo, Morgan Stanley ha dicho que el precio podría caer a 20 dólares por barril, e incluso Standard Chartered ha pronosticado un tobogán aún mayor, hasta un mínimo de 10 dólares, argumentando para ello que "los precios se mueven casi en su totalidad por los flujos financieros causados ​​por las fluctuaciones en los precios de otros activos, incluidos los mercados del dólar y de renta variable de Estados Unidos”. Lo cierto es que, con la evolución actual, se salvan del colapso (por ahora) Arabia Saudita, Iraq e Irán, y las demás productoras tienen auténticos problemas: Venezuela ha decretado emergencia nacional, Rusia ha anunciado una reducción del 10 % en su presupuesto nacional (excepto Defensa), EEUU no ha anunciado medidas aún[2], Qatar, directamente afectada, no ha dicho ni pio (¿peligran sus inversiones en España?), etc.
 

Por cierto, que RBS no es la única voz negativa sobre el momento actual. Con él coincide también UBS, y los analistas de JP Morgan han asesorado a clientes para vender acciones.

Un último apunte de perfil casero. No tienen desperdicio las páginas (26 a 30) que la Nota a sus clientes del RBS dedica a España como destino de inversiones, de alto (casi único) análisis político. Exceptuando que el análisis está confeccionado sobre la hipótesis de elecciones en Catalunya en marzo, que no se harán, el resto de aspectos que contiene mantienen su validez y su atención (aunque con matices, naturalmente)





[1] Hay que pensar que forma parte de esta estrategia el hecho de que Irán tiene en estudio la construcción de refinerías fuera de su territorio (se habla, incluso, de España, junto con inversores españoles) para dar salida a sus excedentes y facilitar su comercialización. 

[2] Algo positivo en este guirigay: en EEUU se está replanteando la continuidad del fracking, inviable económicamente en este escenario de precios. Eso sí se pasa de puntillas sobre la agresión al medio ambiente que representa y sobre sus efectos negativos en la salud de la población

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