martes, 25 de abril de 2017

La naturaleza o la ley

Cuando uno oye, precisamente por quienes dicen ser políticos, proclamar ese mantra recurrente últimamente de "la ley está para cumplirla" sin observar ni un atisbo de duda, dando por sentado la ininmutablidad eterna de la ley, sea cual sea su naturaleza, es inevitable que el magín acuda a sonoras incoherencias en la creación/redacción de algunas leyes. 

Para no meternos en camisa de once varas, acudamos a cosas pueriles pero indicativas de por dónde pueden ir los tiros en estas cosas jurídicas que luego se eternizan.

Que la Naturaleza tiene sus propias leyes, que creemos inmutables, es cosa sabida; que las leyes de los hombres que rigen la relación entre personas, también; que, en contadas ocasiones se producen lo que podríamos llamar conflicto de intereses entre unas y otras, ya no parece tan normal. Y, sin embargo, el hombre ha pretendido variar, incluso, las Leyes de la Naturaleza.

Y ahí está, sin ir más lejos, el humilde tomate, para demostrarlo.

Verán ustedes: el tomate (etimológicamente, “tomatl”, vocablo náhuatl – pobladores de algunas zonas de lo que hoy es Mèxico - que viene a significar “fruto lleno y jugoso”) es una planta solanácea con diversas variedades, para cada una de las cuales hay un vocablo azteca diferente que no viene al caso pero que tiene la raíz común que significa planta de bulbo jugoso y muchas semillas internas; los análisis científicos de su contenido y su estudio botánico lo incluyen dentro de las frutas. Se venía cultivando desde unos 700 años antes de Cristo por los aztecas y los incas. Tras la llegada de los españoles a esas tierras, el vocablo (y el propio fruto, como es natural) se introduce en la cultura castellana hacia 1532; sin embargo, por su parecido con la belladona1, tardó en imponerse en la cocina y, en principio, su destino era ornamental.

Mas, hete aquí que se producen ciertos conflictos armados entre ingleses, que derivan en penurias y escasez, y, a falta de otra cosa que echarse a la boca, la cultura anglo sajona descubre las propiedades nutritivas de esas plantas que sólo eran consideradas ornamentales.
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Llegamos a la guerra de secesión americana; en los Estados Unidos aún no se había extendido su uso hasta que también las carencias derivadas de la guerra lo redescubren. Y entonces se produce el milagro jurídico de la transformación por ley de fruta en verdura: resulta que a finales del siglo XIX las frutas importadas en aquel país estaban exentas de impuestos, al contrario que las verduras. En 1893 un comerciante solicitó que su partida de tomates procedente de las Indias Occidentales tuviese el mismo trato fiscal que los plátanos del Caribe, argumentando que desde el punto de vista botánico no había diferencia entre unos y otros. Pero el juez de la Corte Suprema Horace Gray desestimó la solicitud del comerciante, dictaminando que, según la tradición (que ya se ve que igual vale para un roto que para un descosido), la frutas suelen consumirse como postre, mientras que las verduras se utilizan para acompañar el plato principal2.

Lejos de corregir tamaña estupidez, la historia ha corroborado la prioridad de la costumbre y el lenguaje común sobre la auténtica biología de las cosas, de forma que, no sólo el tomate: también los pepinos, calabacines y pimientos son, a todos los efectos, verduras.

Pues, como eso, todo con nuestros legisladores (?). Y con cosas, lamentablemente, mucho más relevantes.
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1 Planta venenosa y narcótica, solanácea como el tomate, de hojas alargadas, simples y alternas, flores solitarias y acampanadas, de color púrpura y fruto carnoso.
2 Pensemos que, al menos en aquella época, las comidas y cenas estaban constituidas por un plato único


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