sábado, 9 de diciembre de 2017

Nunca hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión

Dice el estribillo del conocido villancico popular:

"La Nochebuena se vie-e-ne,
la Nochebuena se va-a-a,
y nosotros nos ire-e-mos
y no volveremos má-á-ás"

Con respecto a lo segundo no hay ninguna duda, y con respecto a lo primero tampoco parece haberla a juzgar por los anuncios publicitarios que ya se oyen: "Ya llega vuestra Navidad de siempre".

Y por ahí van los tiros. Como cada año, ya ha empezado la época de bombardeo publicitario de cosas que tienes que comprar/regalar si no quieres quedar ante todos como medio tonto e insensible, en un ejercicio periódico de impúdica e indisimulada explotación comercial de unos sentimientos hábilmente moldeados con antelación de forma masiva para que el personal colabore con entusiasmo en alcanzar esos objetivos comerciales. Los sociólogos de un futuro quizá más inmediato de lo que pensamos tendrán (si quieren) por delante el arduo trabajo de estudiar las razones de fondo (que todos intuimos) y de hallar los resortes que lo han propiciado, por qué unas fechas entrañables en el ámbito familiar se han convertido en el plazo de tiempo de una generación en la desenfrenada y febril orgía consumista, en forma cada vez más ostentosa, superficial e indiferente a las desigualdades que es hoy la Navidad.

Seguramente, frente a otras influencias, no es tan relevante, pero en este cambio hacia la comercialidad de todas las fiestas algo tuvo que ver el Pepín Fernández de Galerías Preciados (grupo de empresas, actualmente desaparecido, que hoy serían considerados Grandes Almacenes, fundado en los años 40 del pasado siglo con una trayectoria marcada por los problemas financieros y que en su día fueron punteros, además, de la venta por correo y por catálogo) que, en la salida de la autarquía provocada por la carestía de nuestra guerra (in)civil, registró en 1956 (y, curiosamente ha causado baja por caducidad del registro en este 2017) y popularizó el afortunado slogan comercial "Practique la elegancia social del regalo", publicado al efecto en la prensa de entonces con motivo del Día del Padre, Día de la Madre, san o santa No-sé-quién, Navidad, etc., siempre ligado a festividades religiosas. Pero si estos aspectos nos resultan llamativos al reflexionar sobre la sibilina imposición del american way of life en estas fechas, más aún nos puede resultar el cambio (aunque eso sí, más dilatado en el tiempo) precisamente en la cuna de ese american way of life si tenemos en cuenta que hubo un tiempo en el que la celebración de la Navidad allí estuvo prohibida1. Pero eso forma parte de otro discurso.
Imagen relacionada
Monumento a Jorge Manrique en Segura de la Sierra (Jaén), que se disputa ser el lugar de nacimiento del poeta con Paredes de Nava (Palencia).
Dejando aparte que esta sensibleria comercial ñoña mete en el mismo saco a las personas que realmente tienen nuestro cariño y respeto junto con el cuñado impresentable, el pariente gorrón y desagradecido, el amigo que de tal tiene poco, etc., y que las fechas utilizadas para tal desaguisado emocional sean las navideñas u otras, lo cierto es que todo el montaje tiene un trasfondo psicológico innegable, en la utopía de revivir una vez y otra episodios felices que recordamos del pasado, en especial si están asociados a esta época. Por aquello que ya decía Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre:

"... cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor...."

y que añoramos ese tiempo pasado que queremos repetir para elevar, posiblemente, el ánimo, ese placer aludido que se ha marchado. Sin embargo, fijémonos en un detalle que no es baladí en absoluto: el poeta no dice que el tiempo pasado sea mejor, sino que lo es a nuestro parecer. Es importante ese matiz. El concepto de memoria tal cual lo conocemos en la actualidad, referido a procesos personales (si son colectivos requiere otro enfoque) de reconstrucción del pasado desde el presente es un campo abierto a inacabables debates entre sociólogos, psicólogos, filósofos y escritores, si bien todos coinciden en que la memoria considerada como se ha citado más arriba es involuntariamente selectiva, es decir que tiende a conservar cuidadosamente archivados con una ruta conocida los recuerdos que nos resultan agradables y procura, instintivamente, rechazar los desagradables. Es por eso, pues, que nuestro imaginario cuando volvemos la vista atrás sólo lo forman recuerdos agradables y nunca los desagradables necesariamente asociados con ellos para que los hechos hayan sido como han sido (quizá diferentes a cómo los recordamos2). Hemos defendido en este blog, y lo mantenemos, que anclarse en la nostalgia es un error, primero porque el pasado nunca vuelve como lo conocimos (hechos, lugares, personas) y segundo, y mucho más importante, es que el añorar el pasado hasta el punto de aferrarse a él como a una tabla de salvación puede provocar la ofuscación acerca de la realidad actual, con la que debemos construir el mañana.

Decía el poeta alemán Rainer Maria Rilke (que escribió parte de su obra en España, concretamente en Ronda) que "La verdadera patria del hombre es la infancia" y que uno gasta toda su vida adulta en un ejercicio, a la postre siempre inútil, de volver a esa infancia añorada pues, como nos recuerda entre otros, el filósofo y cantautor italiano Franco Battiato en su canción La estación de los amores, el tiempo (y no sólo el malgastado, como dice la canción) ya no volverá, no regresará más.


Pero la misma canción nos habla de que los deseos se mantienen con un nuevo entusiasmo que volverá sin avisar, ajeno, necesariamente, al del pasado, cuya evocación nos puede resultar perjudicial. ¿Tan pernicioso es anclarse en la nostalgia? ¿Cuándo empieza realmente el valor del recuerdo? El valor (positivo, pero, particularmente si es negativo) empieza en el instante siguiente a aquel en que sucede el hecho que lo provoca. Volvamos a los autores clásicos; Pedro Calderón de la Barca pone en boca de Segismundo en el Monólogo de su celebrada La vida es sueño aquellas conocidas estrofas de

"... ¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son...."

O sea, que la vida es un frenesí, una alocada sucesión de hechos fruto de decisiones, propias y ajenas, tomadas continuamente y que al final se transforman en un sueño, y la eventualidad de que el sueño sea realmente una pesadilla, parece confirmar que el darle al pasado (reciente o lejano, positivo o negativo) más relevancia de la que deba tener es un error garrafal. Esta puede ser la razón fundamental de la sinrazón de querer repetir vivencias que ya han pasado, si bien el posicionamiento de la persona es distinto si lo que se evoca es la nostalgia de los recuerdos en los que se ha hecho la criba involuntaria de las pesadillas (en estas ocasiones no se buscan porqués) o lo que pugna por salir es el atroz sentimiento de impotencia ante una pesadilla no superada. En cualquier caso, el pasado de hace un instante es pasado, y por más que se le dé vueltas no se puede modificar y sólo se puede/debe partir de la premisa de controlar sus efectos prescindiendo de analizarlo como punto de partida. Es como quien está al timón de una nave que embarranca al acercarse a una isla desierta; el objetivo principal en esa situación es poder abandonar la isla desierta y no desviar tiempo y energías en analizar qué es lo que falló para que el barco quedara varado, aunque esto es también importante (ojo, lo cual no quiere decir que se deseche la posibilidad de salir de la isla usando el mismo barco reparado, pero eso es otro matiz).

Hay una frase célebre, se supone que de autor anónimo, pese a que algunas fuentes la atribuyen al activista social, escritor y político estadounidense Abbie Hoffman, Hoy es el primer día del resto de tu vida, que en situaciones de observar que recuerdos incómodos pugnan por dominarnos y nos conducen a primar la búsqueda de porqués por encima de otros planteamientos más positivos,, nos ayudan a ver que, efectivamente, cada día es el inicio de una nueva vida. Cada hoy es el momento de dejar atrás los errores (aunque disimulados, si se han compensado con aciertos, en el corpus de la nostalgia navideña prefabricada, pongamos por caso) y de aprender de ellos, y debe ser tomado como el comienzo de un futuro maravilloso y repleto de satisfacciones.

No es fácil, porque luchar (seguramente esta expresión no es la más adecuada, pero la dejamos por la contundencia de su significado) contra los recuerdos para ponerlos en su lugar (de respeto y tributo, sin duda) es casi como luchar contra uno mismo y hay que convencerse antes honestamente de la fuerza propia, confiar en ella y definir claramente el objetivo. Y, quizá, identificar apoyos en los que confiar también en fases duras, que siempre aparecen en estos procesos.

Sí, la nostalgia per se sigue siendo un error en la medida que mantenerla requiere esfuerzos que se han de detraer de otros propósitos. Dice una canción de Joaquín Sabina que "Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver3" y, bien pensado, algo de razón tiene, toda vez que plantearse volver a donde/cuando/con quien se ha sido feliz implica reconocer que ahora la situación es otra, y eso puede conducir al colapso mental negativo para el análisis de lo que hacer hoy. Volviendo al ejemplo citado más arriba, si el barco ha embarrancado, todos los esfuerzos deben ir encaminados a salir de la isla desierta, y ya se analizará después las circunstancias o errores que han propiciado el embarrancar y tenerlos en cuenta para el futuro (el pasado es inmodificable por mucho que duela a veces y que lo intentemos), y en modo alguno dejarse condicionar dedicando esfuerzos a relamerse las heridas sin más.



Como reflexión final, no deja de ser sarcásticamente paradójico que la procedencia de esos machacones intentos de banalización comercial de unos sentimientos/recuerdos sea del mismo país, no ya de las oportunidades sino de las segundas oportunidades, lo que, en la práctica cotidiana, se traduce en un ejercicio continuado en ese país de obligarse a archivar los recuerdos y partir siempre de cero en la gestión de situaciones adversas. En efecto, dentro del catálogo de sentencias/slogans profesionales más conocidos y divulgados en las escuelas de negocio estadounidenses, podríamos recordar el que descarta el factor positivo de las segundas oportunidades: el actitudinal, el de Nunca hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión, rigurosamente cierto, y de aplicación normal en una cultura como la anglosajona que, a diferencia de la latina, no estigmatiza ni margina a quien se ha equivocado, sino que le recuerda, simplemente, que para levantarse de nuevo, debe tener, seguramente, nuevos enfoques, nuevas estrategias, nuevos apoyos,... ante los que esa primera impresión puede ser determinante, desde luego alejada de la condicionada por el presunto error anterior.

No, la nostalgia, sea en Navidad, el 14 de abril, el 11 de septiembre o cuando sea, sigue siendo un error, y debemos saber contextualizar cuando oímos algo así como "vuelve a casa, vuelve por Navidad". Fin de la cita, como popularizó un conocido registrador de la propiedad, no conocido precisamente por su labor como registrador de la propiedad.

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1En efecto, los que alegremente tachan de que esto o aquello es ilegal, deben saber, entre otras cosas, que las leyes, entre las que se incluyen las Constituciones están para revisarse, adaptarse a la evolución de la sociedad y, si es conveniente, cambiarse,, y que algo hoy tan inocente y fuera de dudas como es la Navidad, de 1647 a 1660 estuvo prohibida en Inglaterra, y también en Boston entre 1659 y 1681 y sujeta a castigo penal. En EEUU sólo a partir de 1870 se declaró día festivo. Todo tiene su porqué. En el caso concreto de la Navidad, en la época colonial de los Estados Unidos, los puritanos de Nueva Inglaterra rechazaron la Navidad, y su celebración fue declarada ilegal en Boston aunque al mismo tiempo, los cristianos residentes de Virginia y Nueva York siguieron las celebraciones libremente. La Navidad cayó en desgracia en los Estados Unidos después de la Revolución, porque se consideraba una costumbre inglesa y les recordaba a la Iglesia de Inglaterra y a las costumbres del viejo mundo del cual acababan de escapar; en segundo lugar, no consideraban que la celebración fuera verdaderamente religiosa (el 25 de diciembre no fue seleccionado como fecha del nacimiento de Cristo sino hasta varios siglos después de su muerte). En la década de 1820, las tensiones sectarias en Inglaterra se habían aliviado y algunos escritores británicos comenzaron a preocuparse, pues la Navidad estaba en vías de desaparición. Dado que imaginaban la Navidad como un tiempo de celebración sincero, hicieron esfuerzos para revivir la fiesta. El libro de Charles Dickens Un cuento de Navidad, publicado en 1843, desempeñó un importante papel en la reinvención de la fiesta de Navidad, haciendo hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar. La Navidad fue declarada día feriado federal de los Estados Unidos, como se ha apuntado, en 1870, en ley firmada por el Presidente Ulysses S. Grant, pero es un hecho que aún es una fiesta muy discutida por los distintos líderes puritanos de la nación. También en Cuba Fidel Castro la prohibió durante cuatro décadas.

2Hay un experimento sencillo que realizan frecuentemente los estudiosos del tema, y es el de comparar los registros conscientes que han guardado de una misma vivencia compartida dos de sus protagonistas; los resultados suelen ser asombrosos ya que difieren, no sólo en los detalles, sino en el núcleo del hecho analizado. 

3La estrofa completa dice "en Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver" y tiene su miga que Sabina relacione el mensaje de que no conviene volver atrás con el pueblo mexicano de Comala, que existe y se menciona en la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, como destino para recuperar un pasado que se ignora (“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera”)

1 comentario:

  1. Joder Miguel, has recibido la iluminación con este blog. Es lo que siempre pensé pero nunca supe expresar.Enhorabuena!!!.

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