sábado, 21 de abril de 2018

La ocultación de la historia, ¿ignorancia o engaño?

 «Malfia’t de la història. Somia-la i refes-la» 
(Desconfía de la historia. Suéñala y rehazla) 
-Joan Oliver i Sellarés/Pere Quart-

En una época como ésta que vivimos, en la que, lamentablemente, se denuncia con datos en la mano que está decayendo en nuestro país año tras año el hábito de la lectura, hay un tipo de publicaciones que sí que se venden como rosquillas, y son esas que se conocen como libros de autoayuda, donde se abordan las más variadas temáticas, desde cómo dejar de fumar en una semana hasta cómo convertirse en multimillonario mientras se sestea a la sombra de un pino, pongamos por caso. Nada que decir, no obstante, sobre ello, y mucho menos generalizar porque realmente hay algunos (aunque sean poquitos) serios y buenos.

En cualquier caso, tanto en los libros serios como en los que se limitan a ofrecer "recetas mágicas" estándar, se observa un denominador común en el escenario de inicio ante cualquier proceso de eso que implica el conocido como "crecimiento personal", valorando siempre trabajar la mejora de la autoestima, la revisión de las actitudes y, en su caso, la reafirmación personal. El cómo hacerlo y en base a qué es lo que marca las diferencias. Hay quien, con buen criterio (no exento de dificultad), propone mirar hacia dentro y potenciar los puntos fuertes (que todos tenemos) que se descubren en el proceso de autoexamen serio a la vez que se controlan los débiles que también se descubren. Otras doctrinas proponen establecer "espejos" de actuación, referencias a las que seguir/imitar; este método es, a mi juicio, cuestionable, y puede llegar a convertirse en peligroso, toda vez que, quizá de forma inconsciente, uno deviene, en el fondo, en una marioneta manipulable por el "espejo". Por ejemplo, si uno se identifica para su crecimiento personal con un equipo de fútbol, la pretendida mejora sólo se corresponderá con los días en que ese equipo gane, y los demás estarán dominados por la frustración, la rabia, el malhumor,... o sea, que de mejora personal, nada de nada. Lo que no quiere decir que uno no pueda vibrar con los colores de su equipo, faltaria más. Pero la personalidad y su expresión es otra cosa.
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Lo dramático es que esta forma de manipulación representada por la identificación con un "espejo" y sus reacciones actitudinales inducidas es más moneda corriente de lo que creemos, sobre todo en la política, llegando con facilidad al engaño sistemático para provocar en quien/es se siente/n identificado/s de esa forma reaccione/n como se desea de él/ellos. (la introducción de plurales en este párrafo trasciende, por desgracia, el mero ejercicio gramático). Todo empieza por el uso maniqueo de la historia que, no nos cansaremos de repetir, en lo referido a un país, consiste en la narración de unos hechos de tal manera que justifiquen la situación presente. En ese sentido, las historias "oficiales" habituales suelen ser una relación de victorias bélicas que comportan la aniquilación del adversario político (y, a menudo, de su cultura), como se puede comprobar echando un vistazo a las efemérides (hechos relevantes escritos para ser recordados o conmemorados, palabra, la de efemérides, que comparte origen etimológico, por cierto, con efímero, de corta duración) oficiales, donde no suelen figurar hitos sociales, que son, más que las batallas, los que guían en realidad el progreso de las civilizaciones y las sociedades.

Veamos, por ejemplo, este año 2018, en el que se conmemora que hace 1.300 años de la primera rebelión importante de poblaciones hispanorromanas y visigóticas contra el poder invasor musulmán en la Península Ibérica, encabezada, se cuenta, por el noble visigodo Pelayo, o 1.000 años de la fundación de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos como Caballeros Templarios, o 500 de la incorporación de los territorios de las Indias (América) a la Corona de Castilla, en el reinado de Carlos I , o 100 años del fin de la Primera Guerra Mundial o de los coletazos de la Revolución Rusa con la creación del Ejército Rojo o el asesinato del zar y su familia, todas ellas de carácter bélico o parabélico. Más dignas de examen, sin embargo, son algunas efemérides más cercanas en el tiempo, concretamente hace 50 años, por su influencia en la evolución social actual.
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Me refiero a los conocidos globalmente como "los hechos del 68", movimientos sociales de 1968, Revolución de 1968, o simplemente el 68, término de gran éxito mediático, pero de difícil precisión historiográfica aunque sí social, incluso de debatida calificación como revolución si bien a veces se habla de ella como de un ciclo revolucionario por la coincidencia temporal en el año 1968 del Mayo francés -que se suele considerar el epicentro del movimiento- con hechos y procesos similares, que pueden localizarse, entre otros países, en Estados Unidos (las protestas contra la Guerra de Vietnam, especialmente las que tuvieron lugar durante la Convención Nacional Demócrata de 1968 tras la matanza de civiles de My Lai por tropas estadounidenses, el Movimiento por los derechos civiles -que significativamente sufrió ese mismo año el asesinato de dos líderes significativos: Martin Luther King y Robert Kennedy- y otros hechos y procesos relacionados), Checoslovaquia (Primavera de Praga, con su propuesta de "socialismo de rostro humano" quizá el desencadenante en puridad del posterior movimiento parisino pocos meses después, mientras que su represión por los soviéticos ese mismo año significó una honda decepción en gran parte de la opinión progresista occidental), México (matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, coincidente en días, para disimular, con la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968) y España (algunos movimientos universitarios de oposición al franquismo, de mucha menor entidad).

Aparte de estos hechos relevantes, también ese año realizó Estados Unidos decenas de pruebas nucleares en pozos construidos para tal fin en el desierto de Nevada, cerca de Las Vegas, mira por dónde, y, además, Nauru, Isla de Mauricio, Maldivas y Guinea Ecuatorial alcanzaron su independencia y nacieron como nuevos países en el contexto mundial.

¿Y en España? Pues, dejando de lado que en febrero de 1968 se autorizó la enseñanza del euskera en las escuelas públicas de San Sebastián (la verdad es que poco se ha recordado oficialmente este hito social), parece que lo único que pasó es que Massiel ganara con la canción La, la, la, polémica con el catalán incluida, la 13.º edición del Festival de la Canción de Eurovisión, celebrada en mayo de ese año en Londres. Y nada más. ¿Y nada más? Un momento... ¿No hemos mencionado más arriba que en 1968 tuvo lugar la independencia de España de la República de Guinea Ecuatorial? ¿Por qué nadie habla de ella?

Tal vez sea ese "olvido" porque chirría frente al triunfalismo oficial de presentar la historia únicamente como una relación de victorias, privándonos a todos de poder analizar las circunstancias que rodearon a los hechos que no fueron victorias y aprender para mejorar como sociedad. Si la historia se allana a la manipulación, el ocultar unos hechos la aumenta porque hacen perder referencias reales de actuaciones en el caso de que se produzcan en un futuro hechos análogos. Y qué duda cabe que, en la actualidad, el llamado tema catalán guarda ciertas analogías con el de Guinea Ecuatorial (Española entonces) de hace 50 años. Para no meternos en camisa de once varas, y limitar estas líneas al estudio superficial de la actuación de los políticos en situaciones con puntos de similitud, no nos basaremos en la situación endemoniada de ahora (y lo que te rondaré, morena), sino que procuraremos realizar el análisis comparando algún aspecto concreto del caso guineano con el del momento actual, que nunca debió cambiar y se debió gestionar sabiamente en sus inicios, en que, tras repetidas manifestaciones pacíficas masivas en tal sentido, los dirigentes catalanes proponen una consulta para decidir la forma en que la ciudadanía quería ser respetada dentro de España (ahí está la hemeroteca; fueron los partidos que apoyan al gobierno quienes se negaron a la consulta -constitucional, a decir de algunos "padres de la Constitución" consultados- con el argumento de que eso de decidir era como pedir la independencia, sin hacer nada más por conocer y gestionar los motivos del desapego. Y hasta hoy)
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Firma por Fraga Iribarne de la independencia de Guinea Ecuatorial
Unos apuntes previos, a vuela pluma sobre Guinea: en 1778 se toma posesión de los territorios del golfo de Guinea en nombre de España; en 1956 dichos territorios fueron organizados con el nombre de Provincia del Golfo de Guinea y en 1959 adquirieron el estatus de provincia española (sujeta, por tanto, a la unidad de España). Las primeras elecciones locales se celebraron en 1960, y se eligieron los primeros procuradores en cortes ecuatoguineanos. En 1965, la ONU pidió a España que fijase lo antes posible la fecha para la independencia de Guinea Ecuatorial y en diciembre de 1966 el Gobierno español acordó preparar la Conferencia Constitucional, se formó una Convención Constituyente que produjo una ley electoral y un borrador de constitución. El referéndum sobre la constitución se produjo el 11 de agosto de 1968, bajo la supervisión de un equipo de observadores de las Naciones Unidas. Un 63 % del electorado votó a favor de la nueva constitución y el 22 de septiembre se celebraron las primeras elecciones presidenciales. La independencia de Guinea Ecuatorial se proclamó el 12 de octubre1 de 1968. El país adoptó el nombre de República de Guinea Ecuatorial y fue admitida en la ONU como miembro 126 de la Organización.

Como es natural, cualquiera puede ver que los casos de Guinea hace 50 años y de Catalunya actual son radicalmente diferentes, pero los pocos puntos de coincidencia que se les observa nos permiten reflexionar sobre las reacciones y actitudes de nuestra clase política en general y lanzar alguna hipótesis de por qué se nos escamotea esta información. En el caso de Catalunya, cuando pidió ser escuchada en su discrepancia (desapego creciente ya denunciado en sede parlamentaria por Pasqual Maragall en 2004 y por José Montilla en 2006 sin que conste que nadie les hiciera caso), la reacción de los partidos alineados con el gobierno (aunque formalmente alguno fuera oposición) fue impedirlo o, en caso de conseguir ese derecho a decidir el encaje dentro de España, toda España debía votar.

Hagamos un ejercicio de comparación, sólo en este aspecto concreto, con el caso de Guinea: en su referéndum de septiembre del 68, en plenos tiempos oscuros de la dictadura, ¿votaron murcianos, extremeños,... porque era algo que afectaba a la unidad territorial de la España que conocían? ¿O sólo los guineanos? Casualmente, en el referéndum de Escocia, sólo votaron los escoceses, en los del Quebec, sólo los quebequeses, en el Brexit sólo los británicos o en el previsto de Nueva Caledonia, sólo irán los kanakos (por cierto, en este último estaría bien que los gobernantes franceses fueran más coherentes puesto que promueven de manera entusiasta la independencia de la francesa Nueva Caledonia mientras atacan ferozmente la celebración de una simple consulta que afecte, no a ellos, sino a cualquier estado miembro de la UE). Y este principio de participación ceñida sólo a los afectados en procesos de consulta popular es totalmente lógica y extensiva a cualquier tema de debate ¿o votaron los cántabros, además de los sevillanos (ni siquiera sus vecinos cordobeses o gaditanos), en el referéndum que éstos organizaron en 2016 sobre la ampliación de la Feria de Abril?
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Este aspecto, llevado al extremo de la autodeterminación, lo explica mejor el fallecido Jordi Solé Tura, político y jurista español, uno de los padres de la Constitución de 1978: “El derecho de autodeterminación a través de una consulta electoral significa que la población del territorio donde este derecho se ejerza puede pronunciarse por la independencia o rechazarla. Pero, precisamente porque es un derecho de autodeterminación, solo se pronuncia la población del territorio que pretende autodeterminarse. La población del resto del Estado -es decir, en nuestro caso, del resto de España- no se pronuncia electoralmente, sino que se limita a tomar nota del resultado electoral en el territorio en cuestión y aceptar el resultado2”. Curiosamente, este principio (aunque con matices particulares, todo hay que decirlo) también subyace, aunque sea sólo en el plano teórico, en el libro "Estructura política de España: la vida social y política en el siglo XX", publicado en 1961 por alguien tan poco sospechoso de independentista como el político, diplomático, profesor de Derecho y ministro, durante el franquismo y después de la muerte de Franco, Manuel Fraga Iribarne, padre también de la Constitución.
El concepto de que se parte es el de derecho de autodeterminación de la ONU, en especial el contenido en la Resolución 2625 (octubre de 1970) de su Asamblea General, cuando trata del derecho a la libre determinación de los pueblos. Solé considera este derecho, a la vista de la Resolución, como “un principio democrático indiscutible, pues significa que todo pueblo sometido contra su voluntad a una dominación exterior u obligado a aceptar por métodos no democráticos un sistema de Gobierno rechazado por la mayoría tiene derecho a su independencia y a la forma de Gobierno que libremente desee”

Con estos antecedentes, choca que personajes políticos, incluso con alto nivel de responsabilidad, se empecinen en intoxicar con ideas que, no sólo no se sostienen jurídicamente, sino que ya durante la misma dictadura se respetaban escrupulosamente y que, lo que es peor, incitan a actuar contra quien piensa diferente, sólo por el hecho, precisamente, de pensar diferente, sin detenerse ni tan siquiera en conocer los porqués de esa discrepancia. Cuando una parte plantea un desencuentro de cualquier tipo, ninguna otra parte tiene la facultad jurídica de interferir; el alentar a que lo hagan es engañarlos y manipularlos porque se les habla de unas prerrogativas o responsabilidades que no les corresponden, promoviendo acciones de consecuencias incalculables.

La pregunta del millón es si se actúa así por ignorancia política (inadmisible), se oculta la historia a conveniencia para que su análisis no interfiera en los mensajes emitidos por voluntad de captar votos pese a quien pese, o por otras razones que no se alcanzan a determinar, entre las que cabe citar la de, disimuladamente, hacer recaer en determinada opinión pública previamente manipulada una responsabilidad que es propia sobre asuntos incapaces de gestionar . O quizá sea, como decía Friedrich Nieztsche, porque, una vez conseguido hacer pasar a alguien por el "enemigo interior a aniquilar" (¡A por ellos!), “A veces, la gente no quiere escuchar la verdad porque no quieren que sus ilusiones se vean destruidas” Como ya nos recordaban hace años Les Luthiers, no siempre eso que se presenta y nos suena como un himno triunfal lo es:



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1Hoy sería impensable que un día que se consagra a loar ferozmente la unidad territorial de España sea el elegido para la ceremonia de independencia de una parte de ella, como se hizo con Guinea; eso es así porque el 12 de octubre, considerado aniversario del descubrimiento de América por Colón, se ha celebrado con diferentes nombres y objetivos, según soplan los aires políticos del momento: Día de Colón, del Descubrimiento, de la Madre Patria, de la Raza, de la Hispanidad, Nacional de España y actualmente, de la Fiesta Nacional desde que en 1987, la Ley 18/1987 (BOE 241/1987) en vigor, establece el Día de la Fiesta Nacional de España en el 12 de octubre y prescinde definitivamente de la denominación de "Día de la Hispanidad" como festividad asociada al Descubrimiento de América. Cuando la independencia de Guinea, lo que se pretendía recordar el 12 de octubre era la importancia de la huella española.
2‘Nacionalidades y nacionalismos en España’ (1985)

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