jueves, 26 de agosto de 2021

¿Hipocresía en las Redes?


Muy recientemente he pasado por el trance de la pérdida de una persona querida, de ésas que, 
pese a la distancia física, “siempre están ahí” y que, en el fondo, se nos convierten en referente 
sin que nos demos mucha cuenta. Poco importa ahora saber si era o no una situación 
esperada o incluso previsible por eso que llaman ley de vida, si ha tenido algo que ver la 
pandemia por el coronavirus Covid-19, si...; el mazazo emocional es igual de duro. La persona 
que nos ha dejado era activa en las Redes Sociales y es precisamente la reacción observada 
en ellas lo que nos mueve a estas reflexiones. Todo viene porque, cuando se hace público por 
la familia su fallecimiento, su página personal en las Redes se inunda de mensajes de 
condolencia de personas que jamás antes hicieron algún tipo (el que fuere) de comentario 
sobre sus aportaciones, que parecían ni haber leído, esos amigos “descubiertos hace un 
instante” que ya cantó Joan Manuel Serrat en su monumento a la sensibilidad que es la 
canción La tieta. Y no se trata, ojo, de cuestionar la autenticidad y sinceridad de los 
sentimientos que dan lugar a las condolencias, que nadie se equivoque, hay que reputarlos de 
sinceros y respetarlos como tales, pero ¿por qué expresarlos ahora y nunca antes? ¿por qué 
en las Redes, con publicidad, y no en privado a los deudos?

 

Empecemos por lo segundo y, para ello, dejadme compartir una experiencia, creo, ilustrativa: 
hace un tiempo pasé por un trance similar al que provoca estas líneas sólo que, en el ámbito 
personal, por la cercanía emocional, más doloroso y desequilibrante; por razones que no 
vienen al caso, lo pasé muy mal (no me duelen prendas reconocerlo) y cualquier muestra de 
apoyo era bienvenida. Por entonces, una persona de las que yo creía amigo (de hecho, él me 
había buscado para desahogar conmigo sus cuitas de índole muy distinta y pedirme consejo 
sobre ellas) publicó una condolencia, hay que admitir que modélica, en la página pública de la 
persona que se había ido, pero yo, en teoría su amigo, aún hoy estoy esperando un simple 
“¿Cómo estás?”. Por supuesto, no se debe generalizar ni elevar a la categoría de dato 
estadístico lo que seguramente no es sino la anécdota de un caso aislado, pero sí que el 
cavilar sobre ése y otros casos aislados que se prodigan permite concluir en un perfil de 
actuación común a todos ellos. Se ve que, para ellos, lo importante no es la persona, sino el 
marco en el que se ve reflejada, es decir, que lo prioritario es mejorar la propia imagen a 
través de que muchas personas conozcan, accedan y lean esa sentida despedida pública 
difundida y magnificada por las Redes (antes de ellas, eso no pasaba) en lugar del consuelo y 
acompañamiento íntimo y callado, sin publicidad. Luego está el morbo de otros al entrar 
rápidamente a la página de la persona fallecida antes de que se cancele para comprobar 
quién y en qué términos ha dado el pésame. Parece confirmarse que el qué dirán y el vivir de 
cara a la galería siguen en vigor, presidiendo las actuaciones de algunos (¿muchos?), y con 
las Redes, más.

 

La primera de las preguntas que nos hacíamos, esa de que realmente se constata que una 
vez que alguien nos deja han quedado, casi siempre, muchas cosas en el tintero y no queda 
otra solución que expresarlo vía condolencias, es más compleja y merece ser abordada desde 
otro punto de vista, casi a caballo de la psicología y de la herencia cultural. ¿Cuántas veces 
nos ha pasado que al coincidir en un funeral con familiares y amigos nos hemos lamentado de 
que nos veamos, precisamente, sólo allí y de que no seamos capaces de organizar una 
reunión con otro escenario? Por descontado, acabada la ceremonia, la idea de la posible 
reunión vuelve a quedar tan ambigua y difusa como antes de ella; vuelven otras prioridades. Y 
en eso, algo tiene que ver la cultura y costumbres heredadas; en nuestra sociedad nadie nos 
enseña a aceptar como algo normal una pérdida, ni siquiera estamos preparados para recibir 
una simple negativa a nuestros deseos porque nos inculcan sutilmente desde pequeñitos que 
conseguiremos todo aquello que queramos, y que todo estará ahí para siempre. 
Consecuentemente, tampoco suelen enseñarnos a decir “te quiero” a nadie (es tan cursi..., ni 
a dar abrazos, ni a manifestar lo mucho que nos importa una persona. Eso ya lo podremos 
hacer más adelante. Total, mañana también estará ahí…, pero puede que no sea así y tal vez 
mañana ya no esté, luego entonces, ¿por qué no le dices tus sentimientos ahora? Si hay 
alguien a quien quieres abrazar, a quien quieres ver, a quien quieres expresarle tus 
sentimientos, hazlo ahora porque la vida es corta, sí, es corta para todos, y llega un momento 
que se acaba. No estamos acostumbrados a hablar de la muerte. Es algo que sabemos que 
existe y que puede llegar sin previo aviso, sin importar nuestra edad ni si estamos más o 
menos preparados para afrontarla, pero actuamos como si fuese algo que desaparecerá si no 
lo pensamos y si no hablamos de ello. Pero no es así. Sigue estando ahí y esta forma de 
pensar y de actuar, en definitiva, no nos hace bien.

 

La muerte es algo natural y nadie puede prometer que se encontrará de aquí a mucho tiempo, 
plácidamente y cuando uno sea mayor, sino que puede ocurrir en cualquier momento de forma 
brutal e inesperada. Debemos asumir que no somos eternos, que llegará el momento de 
marchar para nosotros también. La vida es como arena entre los dedos, se escurre sin remedio 
por mucho que uno se aferre a ella, mas, a pesar de lo efímera que es, debemos esforzarnos 
por ver la vida como algo hermoso, porque lo es. Que los días nos sirvan para dar lo mejor de 
nosotros y para amar de una forma sana: 
 	- Si tienes hijos diles que les quieres, abrázalos, regálales amor constantemente. 
 	- Si tienes padres abrázalos, porque no estarán ahí para siempre. Ámalos aunque no 
los entiendas, o aunque no compartas su manera de pensar. 
 	 - Si tienes hermanos habla con ellos, diles que representan algo importante en tu 
vida. Son los recuerdos de tu niñez, son los compañeros de tu vida. 
 	- Si tienes amigos hazles saber que te gusta compartir tu vida con ellos. ¡Que no te dé 
vergüenza demostrarles tu sentimientos! 
En resumen, el refranero es muy sabio: no dejes para mañana… Hagas lo que hagas, 
la muerte de un ser querido siempre causará dolor, pero no esperes a saber que alguien tiene 
una enfermedad terminal, o peor, que ya ha fallecido,  para demostrarle tus sentimientos y que 
lo necesitas. ¡Hazlo ahora! Dar amor y regalar caricias no es malo, todo lo contrario, hace 
crecer y creer en el ser humano, hace mejor persona. La vida es bella, aunque a veces nos 
parezca injusta, y merece ser vivida en plenitud y con amor hasta el último minuto. Lo que se 
haga después...




 

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