jueves, 10 de febrero de 2022

Cecilia Bartolomé, ¿otra voz silenciada?


A menos de un mes del 8 de marzo, ese día en que es habitual oír (dicho, eso sí, con la mejor de las voluntades aunque, por qué no decirlo, con altas dosis de insensatez inconsciente) eso de “Feliz día de la mujer” como si fuera una fiesta llena de jolgorio y no un día dedicado en todo el mundo a la reivindicación, aún hoy activa, de la igualdad de unos derechos eternamente escamoteados por el poder, reflejo en este punto de la sociedad, y olvidando incluso la trágica historia para las mujeres de por qué es esa fecha en concreto, destinaremos unas líneas a recordar el papel de una mujer (quizá en representación de otras muchas) que vive semiolvidada, no sólo por ser mujer, sino por no haber escondido, en su vida ni en sus obras, sus ideas antifranquistas en los años de plomo de la dictadura: la cineasta Cecilia Bartolomé, de actualidad ahora por haber sido galardonada con el Premio de Honor en los Premios Feroz de 2022, instituidos casi diez años atrás por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España. En palabras de la propia Cecilia (no referidas a ella misma, naturalmente), reivindicar a los olvidados es el primer paso hacia el cambio. Pues a eso vamos.


Unas notas biográficas: nacida en Alicante como Cecilia Margarita Bartolomé Pina en septiembre hará 82 años, pasa, cuando tenía 7, de las palmeras mediterráneas a las de la entonces colonia española de Guinea Ecuatorial, donde es trasladado su padre, funcionario. Para niños que venían de España era un mundo muy diferente más abierto, más luminoso, más libre... y sobre todo más exótico. Entre Guinea y algún viaje a España se va haciendo mayor hasta que a los 20 años se mudó a Madrid ("Encontré una sordidez descomunal, a la que me costó mucho tiempo adaptarme y un machismo recalcitrante" explica en una entrevista años después). Después de abandonar los estudios de Ingeniería y de Económicas consigue entrar en la franquista Escuela Oficial de Cine, una de las 4 escuelas de cine más importantes de Europa en aquel momento, de donde salieron, desde Bardem y Berlanga, una serie de generaciones de los directores más conocidos del cine español, ¡todos hombres! Muchos años después, con Josefina Molina1 en un coloquio, cuentan sus experiencias como "directoras pioneras" y las únicas, junto a Pilar Miró, que lograron titularse en la Escuela de Cine. Allí rodó varios cortometrajes, desde sus primeros trabajos La siesta (1962) La noche del doctor Valdés (1964) o Carmen de Carabanchel (1965) sobre la vida sexual de las mujeres españolas que resultó provocador para los profesores (curiosamente, años después Carmen de Carabanchel fue programada en un ciclo porque se decía que con él había cambiado el estilo de la Escuela, cuyo lenguaje hasta entonces había sido como el de Antonioni). En 1969, su práctica de fin de carrera, un musical satírico ("Margarita y el lobo") despierta las iras de la censura de la época por considerarlo una provocación, queda totalmente prohibido y a su autora se le incluye en las "listas negras" del Ministerio de Cultura, imposibilitando su incorporación al cine, por lo que, durante los cinco años siguientes sigue rodando, pero sólo trabajos audiovisuales que figuren sin su firma, como la publicidad y los documentales industriales. Hasta la muerte de Franco y el final de la dictadura no puede realizar su primer largometraje: "Vámonos, Bárbara", una divertida (y controvertida) comedia que la prensa (y el historiador cinematográfico Romà Gubern) bautizan como "la primera película feminista española"2, encargo del productor Alfredo Matas, adaptación al contexto español de la película estadounidense Alicia ya no vive aquí (1974) dirigida por Scorsese. Con el paso del tiempo, Cecilia Bartolomé, siempre irreductible, siguió dando trabajo a los censores tan aplicados que España siempre tuvo. Y tiene, y entre 1977 y 1981 rueda dos documentales diseccionando la transición española, englobados bajo el título genérico "Después de3" ("No se os puede dejar solos" y "Atado y bien atado"), correalizados con su hermano José Juan en los que, por contar lo que los noticiarios no contaban y pronosticar el golpe del 23-F, entre otras razones, fueron secuestrados por el gobierno del momento aunque con el cambio de gobierno, y el nombramiento de Pilar Miró como Directora General de Cinematografía, que desmontó las triquiñuelas legales que se habían buscado para prohibirlos, fueron rehabilitados. Su última película, "Lejos de África" (1996), inspirada en los años que vivió en ese continente, es un drama irónico y sentimental sobre la colonización española en Guinea Ecuatorial, tema que había sido "materia reservada" durante mucho tiempo, y se tuvo que esperar a que fuera desclasificado para poder rodarla. Junto con otras cineastas actuales, Cecilia Bartolomé ha participado en la creación de la Asociación de Mujeres cineastas y del Audiovisual (CIMA), que engloba mujeres de diversos sectores con cargos creativos o de responsabilidad (directoras, guionistas,productoras, ejecutivas de TV y de publicidad, abogadas, artistas audiovisuales, etc) y cuyo objetivo es luchar por la integración de la mujer en unas actividades en las que sigue estando en franca minoría. Y algo se avanza pues Cecilia Bartolomé protagonizó algunos de los momentos más especiales de la gala de entrega de los Premios Feroz 2022, celebrada recientemente en Zaragoza en la que ha sido galardonada con el Premio Feroz de Honor, tras una presentación en la que los organizadores se lamentaban de que la censura, el machismo y el franquismo nos hubiera robado la posibilidad de disfrutar de más trabajos suyos.



Vista esta breve semblanza ceñida al cine, sin contar sus trabajos para la televisión4 ni como guionista, ya se ve que siempre ha sido como una piedra en el zapato del poder; a más abundamiento, en segundo curso de la EOC la suspendieron porque, como se ha dicho, su cortometraje Carmen de Carabanchel resultó del todo provocador para los profesores5. En palabras de la propia cineasta, “Quise contar cómo era la vida sexual de las mujeres españolas de 1965 frente al cuento de hadas de la Carmen de Merimée, que fue una mujer que follaba a diestro y siniestro (sic) y no se preñaba nunca. En mi corto esperpéntico se hablaba de las peripecias de una pareja que no quería tener más hijos y usaba métodos anticonceptivos, o para abortar, que eran la leche. Yo era una loca carioca, hacía lo que creía que había que hacer, no lo pensaba dos veces; nunca me detuve a considerar la conveniencia o no de una película”. En la Escuela, cada alumno tenía que hacer prácticas al acabar la carrera, que consistían en una película de 35 milímetros que no podía durar más de media hora. Sin embargo “Margarita y el lobo”, dirigida por Cecilia Bartolomé, pasaba de los 40 minutos y con ella vino lo peor porque el mediometraje fue anatematizado por hablar en un lenguaje satírico del afán de libertad de una mujer casada, ilustrado con coñas musicales sobre la religión, los militares y las consignas franquistas, en la película no se escatimaban insultos a los “grises”, desprecios a la iglesia como institución, comentarios sobre el aborto, la liberación femenina, la sumisión de la mujer y, sobre todo, las diferencias entre mujer y hombre, eso sí, dentro de la alta sociedad española, un inaudito canto a la libertad en una España que todavía no sabía bien qué era aquello. Solo el hecho de ser la única comedia musical feminista que existe en toda la amplitud del cine español debería reservarla un hueco de honor en cuanta historia, historiografía, compendio o simple antología haya tenido a bien producir la Academia del Cine. Según la crítica actual, "'Margarita y el lobo' es, además de la más irreverente y genial comedia musical, el secreto más injustamente olvidado del cine español."



La película adaptaba, muy a su manera, la novela Les Stances à Sophie de la intelectual y escritora feminista francesa Christiane Rochefort (por cierto, en los créditos de la película, el nombre de Christiane perdió la “h”). Margarita es una joven estudiante de cine que, en una manifestación, de las muchas que había entonces, conoce un chico de la aristocracia madrileña. Se enamoran, o eso parece, y se casan pero pronto Margarita se sentirá asfixiada por el recoleto vetusto modo de vida de la familia de su marido. Un juicio por el divorcio (que no existía en la España de entonces; Margarita se enfrenta a un juez eclesiástico y en el juicio de separación matrimonial al que se enfrenta, un juez de la Iglesia establece que sólo habrá separación de cuerpos y bienes, que el matrimonio es para toda la vida) abre el drama que luego, con el pasar de la primera escena, resulta que no es tal, que se trata más de una comedia musical en la que se escuchan letras como esta: “Caperucita, Caperucita/ Si te enamoras, cierra las orejas/ cierra la boca/ ciérrate la boca/ Ponte esparadrapo”. Una soberbia Julia Peña (musa de la EOC, que dejaría la interpretación al principio de la llamada Transición) es la mujer que quiere ser mujer, con todas las consecuencias, canta, actúa, pinta, se enamora y desenamora porque sí, porque sabe que nadie lo va hacer en su lugar, porque intuye que la gracia y virtud de todo esto consiste en hacer las cosas sin dar explicaciones. Cecilia Bartolomé deja que su heroína se deslice por su deseo y su voluntad contra todas las convenciones empezando por las de la sociedad franquista y siguiendo por las del cine académico, las del hombre de bien, las del musical con gracejo, las de la familia con hijos,…



Aunque eso no haya trascendido, el clima en nuestro país al final de los años sesenta del pasado siglo era muy tenso (como ahora ¿para qué engañarnos?, como siempre que no gobiernan en este país las derechas o su actuación es motivo de rechazo masivo) y se notaba en el aire que algo iba a pasar. Todo esto queda muy bien reflejado en la película de Cecilia Bartolomé, pero lo sorprendente es el propio retrato de Margarita que, huyendo de una vida de comodidades, decide romper con todo de una forma que hoy en día nos seguiría sorprendiendo y que nos parece imposible que se pudiera llevar a cabo hace más de medio siglo. En resumen, a lo largo de su trayectoria cinematográfica, aunque poco extensa, Cecilia Bartolomé se ha preocupado por diversos problemas sociales que han afectado a España desde los últimos años del franquismo, problemas como la situación de las colonias africanas unos años antes de que se produjera la retirada española, las tensiones que tenían lugar durante la Transición (y no sólo en el ámbito político, sino también a pie de calle) o la cuestión de género y la emergencia del feminismo en nuestro país, tratadas de manera más extensa en su primer largometraje pero presentes ya en sus cortometrajes realizados en la Escuela Oficial de Cine. El buen estado físico y anímico que mostró la cineasta en la reciente ceremonia de los Premios Feroz nos hace tener esperanzas en que aún podremos tener la suerte de disfrutar más de un legado prodigioso del que el franquismo, como de tantas otras cosas, nos quiso privar.

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1Feminista de hecho, escribió el libro Cine de mujeres en la Transición. La trilogía ´feminista´, referido a Pilar Miró, Cecilia Bartolomé y ella misma.

2No quise hacer una película feminista, sino contar lo que yo veía del mundo y de la vida. Claro que soy feminista, pero del feminismo en el que creo. No me he identificado nunca con el feminismo del antihombre; no hay que matar al otro, sino luchar por tener los mismos derechos

3Formalmente. La historia de la Transición, contada por gentes de la calle, opinando sobre cuanto estaba sucediendo (manifestaciones, fiestas del Partido Comunista, mítines de la ultraderechista Fuerza Nueva, asambleas de cristianos, discusiones sobre las drogas o el aborto, los avances del nacionalismo, huelgas, cárceles…), un documento extraordinario dividido en dos partes. La censura no solo la prohibió, sino que llegó incluso a secuestrarla. “La estaban calificando en el ministerio justo en el momento del golpe de Tejero, y como acababa con Milans del Bosch, los censores se acojonaron y la tuvieron retenida durante tres años. Si se hubiera estrenado en su momento habría sido un bombazo, porque se cuentan todos los prolegómenos del golpe y termina precisamente con unos militares hablando de la involución”, cuenta la propia autora..

4Su documental sobre Carrero Blanco dentro de la serie Cuéntamefue apasionante y tuvo tanto éxito que superó en audiencia a Gran Hermano, pero parece que a alguien de las alturas no le gustó y no me volvieron a llamar"

5No es arriesgado decir que se trató de la primera vez que el cine español abordaba el asunto siempre inabordable del aborto. Pero si ser pionero puede ser (y lo es) un mérito, en este caso no es el mayor. Con un extraño desparpajo tan cerca de la Carmen de Bizet como del neorrealismo transalpino o de la más recia astracanada carpetovetónica, tan delirante como brutal, lo que se veía con la crudeza que siempre aporta el buen, negro y malsano humor era una España desolada, atrasada, salvaje y, sobre todo, muy triste. Y era ahí, en el contraste entre lo jovial y lo deplorable donde se hacía fuerte una película que, como no podía ser de otro modo, vino acompañada de la más severa reprobación y castigo. Fue un escándalo y mucho más porque los muy progresistas administradores de la escuela de marras decidieron que el cortometraje pasara el juicio de la censura.

 

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