viernes, 1 de diciembre de 2023

Discapacidad vs. accesibilidad.

 


Hubo una vez un renombrado arquitecto,
norteamericano por más señas, sobre cuyo nombre correremos un espeso velo, que era famoso, sobre todo, por diseñar y construir edificios que aprovechaban los desniveles del terreno para ofrecer como única solución vistosas escaleras que eran la delicia del espectador; un día, este arquitecto sufrió un grave accidente que lo confinó (temporalmente) en una silla de ruedas, descubriendo que, con ella, eran imposibles las visitas a sus magníficos edificios, convirtiéndose (sólo entonces) en un adalid y ferviente defensor de la accesibilidad en la construcción. Esta anécdota (real) nos da pie, aprovechando que hoy, tres de diciembre, es el Día internacional de las personas con discapacidad, sea cual sea su origen, a reflexionar acerca de esa “nimiedad” urbanística que aún se mantiene. Para hacer un poco de (corta) historia de los avances sociales, en 1982, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) diseñó el período 1983-1992 como el Decenio de las Naciones Unidas para los Impedidos, a cuyo término, la Asamblea General proclamó el día 3 de diciembre Día internacional de las personas con discapacidad para afianzar la toma de conciencia y de medidas orientadas hacia la acción y destinadas a la constante mejora de la situación de las personas con discapacidades y a la consecución de la igualdad de oportunidades para ellas. Posteriormente, la Asamblea hizo una llamada a los Estados Miembros para que destacaran la celebración del Día, y así fomentar una mayor integración en la sociedad de las personas con discapacidades. En el año 2017, este mismo día, las Naciones Unidas recibe la bandera de la discapacidad, creada meses antes. La inclusión de la discapacidad es condición esencial para el respeto a los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la paz y la seguridad. También es una cuestión clave para cumplir con la promesa de "no dejar a nadie atrás" de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Respetar los derechos de las personas con discapacidad no es solo una cuestión de justicia, sino una inversión en nuestro futuro común. Las crisis complejas e interconectadas a las que se enfrenta la humanidad hoy en día, como las conmociones derivadas de la pandemia del COVID-19, la guerra, en Ucrania y en otros países o el cambio climático, plantean retos humanitarios de una naturaleza sin precedentes, así como amenazas para la economía mundial y, a menudo, en los momentos de crisis, las personas en situación de vulnerabilidad, como las personas con discapacidad, son las más excluidas y olvidadas.


Más historia.
Hasta mediados del siglo XIX la discapacidad no era considerada como digna de una intervención específica y de hecho prácticamente los afectados eran obviados e ignorados; está época es conocida como etapa o modelo de prescindencia en la que, como su nombre bien indica, se prescindía de la persona por tener algún tipo de discapacidad pues se consideraba que las causas que producían la discapacidad eran de carácter mágico o religioso por lo que la persona con discapacidad no tenia que aportar nada a la sociedad e incluso debían deshacerse de ellas. En esta época se practicaban infanticidios de niños “deformes” o neonatos con apariencia inusual, malos tratos o esclavitud. También eran utilizados como diversión en ciudades como Roma. Con el surgimiento del cristianismo aparece el concepto de la demonización, la discapacidad se considera fruto del demonio que se afronta unido al anterior castigo divino de la Edad Media. En esta época el modelo de prescindencia fue “evolucionando” a un modelo de marginación excluyente, bien como consecuencia de subestimar a dichas personas y ser objeto de compasión o bien como ignorancia, rechazo o miedo hacia lo diferente. Aún así, en los siglos XVII y XVIII se generaliza la segregación indiscriminada y el internamiento masificado como modelo de intervención que sigue siendo generalmente de prescindencia de la sociedad y que llegará prácticamente hasta mediados del siglo XX. Un segundo modelo surge tras la II Guerra Mundial. Es conocido como modelo médico o rehabilitador y que justifica las causas de manera científica, entrando a considerar a la persona con discapacidad en términos de salud y enfermedad; ya no se considera a dichas personas como inútiles respecto de las necesidades de la comunidad, sino que pueden aportar algo en la medida en que sean “rehabilitadas” o “normalizadas”. Este modelo ha estado vigente prácticamente hasta finales del siglo XX y con él se han desarrollado todo lo referente los productos de apoyo, así como el concepto de prestación. Es en la segunda mitad del siglo XX cuando verdaderamente se ve la necesidad de adaptar el medio físico a las personas o, en su defecto, que la propia persona se adaptara a éste mediante productos de apoyo, con lo que emerge poco a poco el concepto de la eliminación o supresión de barreras, concepto tradicionalmente asociado al binomio arquitectura/silla de ruedas y que se ha traducido en la construcción de rampas y ascensores para facilitar el acceso o en dotar escasamente algún que otro elemento de sistema de lectura en Braille. Hoy en día se tiende a un modelo social de la discapacidad derivado fundamentalmente de aplicar los derechos humanos y del rechazo a los fundamentos de los modelos anteriores. Este modelo emerge en Estados Unidos e Inglaterra a finales de los años 60 y principio de los 70 del siglo pasado: resuelven algo obvio, que las causas que originan la discapacidad no son ni religiosas ni científicas, sino sociales en su trasfondo. No existen limitaciones individuales sino limitaciones de la propia sociedad para prestar servicios apropiados y para asegurar adecuadamente que las necesidades de las personas con discapacidad sean tenidas en cuenta dentro de la organización social, y esta nueva visión arroja una serie de repercusiones, sobre todo en las nuevas políticas, que dejan de aportar soluciones individuales para ofrecer medidas dirigidas a la sociedad y fundamentalmente medidas trasversales y aglutinadores desde una multitud de ópticas. Este último modelo social ha dado otra visión general de la discapacidad, la cual quedó reflejada con la aprobación la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en diciembre de 2006.


No sé si alguna vez habéis caído en la cuenta de lo que los arquitectos
son capaces de influir en la vida de las personas y en el devenir mismo de una ciudad y gran parte del problema de la carencia de accesibilidad en nuestro entorno se debe a esa influencia. La mayoría de los técnicos carecen de las habilidades y formación adecuadas y en la práctica habitual, cuando se desarrolla un proyecto de arquitectura o urbanismo, se deja a la accesibilidad como algo que hay que cumplir con "estas tablas de medidas" y, tal vez, de una manera residual, porque "si no justifico estas tablas, no me visan el proyecto y tampoco me conceden licencia", construyéndose posteriormente algo bastante alejado de lo "accesiblemente correcto", y así no avanzaremos nunca, por muchas rampas que se pongan, así no tendremos una arquitectura inclusiva, realmente para todos, ya que el problema de fondo no se resuelve con la justificación de unas tablas, por mucho que éstas se encuentren en la legislación aplicable. Hay que ir más allá de cumplir la ley. El problema actual hay que empezar a solucionarlo desde los primeros bocetos de las asignaturas de la carrera. El tema de incluir y profundizar sobre la Accesibilidad Universal1 en la programación académica de las escuelas de arquitectura de España es algo ya tratado, aunque por lo que parece no existe demasiado seguimiento o la influencia es limitada en la formación. Y, posiblemente, para ello hay que conocer la discapacidad. Ya no digo que haya que tener una relación directa con ella obligatoriamente, aunque no vendría mal que, además de tener las nociones básicas de lo que supone tener una discapacidad, se experimentara, aunque sólo sea por unas horas, lo que supone vivir en una ciudad y habitar unos edificios, de los que van a ser responsables durante muchos años, con esa discapacidad que en la carrera de arquitectura se borra no sé muy bien por qué. Existen experiencias realizadas por algunas fundaciones y asociaciones, donde amablemente se acompañan a determinadas personas sin discapacidad, a las que han prestado una silla de ruedas, han dado unas gafas para impedir la visión, unas muletas o incluso unos tapones para impedir la audición. Las personas que experimentan esto, siempre tienen un cambio de actitud y "se dan cuenta" de muchas cosas antes invisibles a su comprensión. Pero más allá: si a los arquitectos se les obliga ya hoy a diseñar proyectos en donde participan a la vez materiales, estructuras, distribuciones y legislaciones, en ese mismo cóctel, se ha de incluir parámetros de esa accesibilidad tan necesaria, pero verdaderamente aprendida. Como ejemplo, algunas obras que tienen espacios espectaculares para el acceso habitual, aunque como no es accesible, tienen un acceso "alternativo" para personas con discapacidad. Eso no es hacer un proyecto accesible y sigue ocurriendo recurrentemente en obra de nueva planta y día a día. Diseñar con la inclusión de la accesibilidad no es un límite, sino un reto profesional más.


Es imprescindible que los profesionales de las diferentes ramas se formen para tener en cuenta las necesidades de las personas con discapacidad. En el caso de la Arquitectura, esta formación cobra una importancia esencial, pues la accesibilidad arquitectónica determina la capacidad de una persona para relacionarse en la sociedad, acceder al ocio y a otros servicios básicos.
La Universidad desempeña un papel crucial en la normalización de la vida de las personas con discapacidad. Es imprescindible estimular la participación de estudiantes con discapacidad, así como acercar la diversidad a todo el alumnado, de modo que se minimicen las barreras y la discriminación.



P. S. - El título de estas reflexiones, “Discapacidad vs: accesibilidad”, es un guiño lingüístico que pretende recuperar el antiguo significado de ”versus”, que en latín significaba ‘hacia’, aunque la palabra ha llegado al español a través del inglés y con el significado de ‘frente a, contra’, y la Nueva gramática de la lengua española (2009), si bien señala que el uso de versus con el significado antiguo no es incorrecto, considera más adecuado usar frente a o contra, según los casos.

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1La accesibilidad universal es aquella condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad, comodidad y de la forma más autónoma y natural posible. (Ley 6/2022, de 31 de marzo, de modificación del Texto Refundido de la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, para establecer y regular la accesibilidad cognitiva y sus condiciones de exigencia y aplicación, BOE 78 de 01/04/2022 con entrada en vigor el 02/04/2022)



 

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