domingo, 23 de noviembre de 2014

"Cómo acabar de una vez por todas con la cultura"

Woody Allen publicó en 1974 una colección de relatos que, con el nombre de Getting even, hacía replantearse al lector su percepción de personajes conocidos sobre la base de aplicar a algunos elementos de la cultura actual un barniz de ironía conducente en ocasiones al absurdo, como ocurre, por ejemplo, con artículos del libro dedicados a Adolf Hitler en clave de humor.
El mismo año de su publicación en Estados Unidos también vio la luz su edición española, con una sugestiva "traducción literal" del título, transformado en Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, no se sabe bien si como guiño al subsconsciente del lector o por razones estrictamente comerciales de atracción de compradores.

En un reciente estancia en la zona de los Picos de Europa ha sido inevitable cavilar sobre ese indisimulado empeño de algunos en acabar con la cultura...ajena (más allá, por supuesto, de la obra de Allen), en un ejercicio, en general, de ignorancia arrogante basada en la prepotencia política. Todo vino porque, en una tienda de un encantador pueblo de la comarca, junto a las fabes, el orujo, el chocolate y las muñecas ataviadas con el traje regional, había un puesto de libros en el que se exponían ejemplares, sobre todo en castellano aunque también, por aquello del poder de compra de los turistas, en idiomas extranjeros, mayoritariamente (pero no únicamente) en inglés. Sólo dedicando tiempo a ojear títulos se llegaba a descubrir, en el rincón más alejado, un librito de poesía en bable.
Y, por concatenación de ideas, se pasa de pensar en el bable (y otras como la fabla aragonesa, el murciano, el mirandés, el castúo, el taranto y tantas formas de expresión NUESTRAS) como lengua minoritaria y hacerlo como lengua minorizada.

Hay que recordar que el término lengua minoritaria hace referencia a un idioma que en una comunidad es utilizado por un pequeño número de usuarios. Es un concepto que describe únicamente la situación de una lengua respecto a su implantación, mientras que el de lengua minorizada se refiere a un idioma que ha sufrido marginación, persecución o incluso prohibición en algún momento de su historia y es, en consecuencia, un concepto que remarca la presencia de una acción coercitiva que lleva a un recorte en su utilización. En todo caso no son sinónimos y no siempre una lengua minorizada es minoritaria, aunque tienda a ello.

En España, sin ir más lejos, tenemos una riqueza lingüística protegida en teoría por la Constitución como "bien jurídico de obligada protección", en palabras de Alfonso Arzúa (La oficialidad lingüística según la Constitución Española, en conexión con la Unión Europea) que afirma que, en cuanto al derecho positivo del tema, están basadas en los Estatutos de Autonomía y éstos, a su vez, se legitiman por la Constitución, lo que no impide que algunas de sus disposiciones sean recurridas políticamente ante el Tribunal Constitucional. Su conexión con la Unión Europea viene porque atañe a los derechos humanos y al plurilingüismo de los organismos internacionales.

Sin embargo es un hecho que la riqueza lingüística del mundo disminuye a pasos agigantados. Esta demostrado que, desde que Colón descubrió el Nuevo Mundo, el número de lenguas del planeta se ha reducido a la mitad y, lo que es peor, hay estimaciones serias que auguran que el 90% de los idiomas actuales desaparecerán a lo largo del siglo XXI. Dejando de lado los condicionantes de las presiones políticas y/o de mercado basadas en la hegemonía forzada, no debe minusvalorarse, por ejemplo, la opinión del profesor de lingüística de la Universidad de Milán, Emanuele Banfi, cuando dice que el plurilingüismo representa una riqueza extraordinaria. No es sólo la defensa de una bandera o que la homologación de la lengua dominante tienda a borrar el patrimonio cultural, sino que la supervivencia de un idioma también implica aspectos científicos: cada sistema lingüístico revela y expresa un tipo de funcionamiento cerebral, de forma que las habilidades cognitivas de quien habla con fluidez más de un idioma son ampliamente reconocidas, siendo personas más adecuadas para gestionar el pensamiento divergente, la creatividad y la sensibilidad relacionada con la comunicación.
Bable, que no Babel.

Así lo reconoce la Carta Europea de las lenguas regionales o minoritarias, de 1992 y ratificada por España en 2001 (BOE 222 de 15 de septiembre) que intenta proteger las 36 lenguas reconocidas como minoritarias en Europa por la Unión Europea, que son habladas actualmente por más de veinte millones de personas, aunque ciertamente alguna de ella está en peligro casi inmediato de extinción.
El bable entre ellas. Sólo falta dar el pequeño paso de llevar a la práctica los compromisos firmados. Ojalá se constate en el próximo viaje a los Picos de Europa.

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