jueves, 11 de febrero de 2016

Del dicho al hecho en ética y cumplimiento

Hace unos días comentábamos, con motivo de la celebración anual del Foro Económico Mundial de Davos, que, por su repercusión, el encuentro suele servir también para lanzar mensajes positivistas (casi siempre en reuniones previas, no en el propio macro-evento) que tienen un mucho de efecto escaparate, ya que suelen referirse a aspectos candentes de la actualidad... que no pasan del plano teórico, con lo que quedan recogidos como un catálogo de propuestas bienintencionadas y poco más. La prueba evidente de esta afirmación es el hecho verificable de que hay asuntos que se sacan a la luz y se reìteran posibles soluciones año tras año sin que se lleven nunca a la práctica, ni siquiera parcialmente.

La auditora PwC (anteriormente PricewaterhouseCoopers, fruto de la unión de Price Waterhouse y Coopers & Lybrand) es una de las firmas de servicios profesionales más importante y prestigiosa del mundo, y es costumbre quue cada año presente en Davos un estudio importante y documentado del mundo de la empresa que conviene tener en cuenta. Este año, a principios de la segunda quincena de enero, ha presentado la nueva edición de la encuesta con consulta a 1400 CEO de todo el mundo "PwC’s 19th Annual Global CEO Survey (19a encuesta mundial anual PwC a CEOs)" bajo el título de Redefining business success in a changing world - CEO Survey (Redefiniendo el éxito empresarial en un mundo cambiante - Encuesta de CEOs) (no tiene mayor importancia, pero hay que decir que hemos mantenido el término CEO - chief executive officer, que en español resulta más ambiguo que en inglés, ya que puede referirse a director ejecutivo, director general, director gerente, ejecutivo delegado, jefe ejecutivo, presidente ejecutivo, principal oficial ejecutivo, consejero delegado o primer ejecutivo).

Esta encuesta muestra la creciente importancia que va adquiriendo en las agendas de los altos ejecutivos de las empresas la gestión de la ética y del escrupuloso cumplimiento normativo, la confianza, y la conducta basada en valores y aplicada a los negocios.

En la presentación de la encuesta, decía Dennis Nelly, presidente de PwC que “un importante número de CEO reconoce la necesidad de situar los valores y el sentido de propósito en el centro de sus estrategias toda vez que con la falta de confianza que existe hoy día en el mundo de los negocios, más pronto que tarde habrá que pensar en cómo recobrarla y actuar en consecuencia”.

Es recomendable para los interesados la lectura del documento íntegro, incluyendo su presentación, lo que se puede conseguir clicando aquí, donde hay acceso al sondeo completo, algunas entrevistas a CEO’s sobre el tema principal de la encuesta e interesante material adicional, pero algunas cifras clave del estudio son:

-El 55% de los CEO a nivel global están preocupados por la falta de confianza en el ámbito de los negocios (cuando hace tres años no llegaban al 37%)
-El 59% de los CEO sostienen que en los negocios hay que hacer más por comunicar los valores y el propósito subyacente (no sólo, a veces, el declarado como actividad principal.
-El 41% de los CEO se están focalizando más en trabajar la cultura imperante en el lugar del trabajo y en los comportamientos.
-El 87% de los CEO dicen estar enfocados en priorizar la rentabilidad del largo plazo sobre la del corto plazo.
-El 76% de los CEO define el éxito en los negocios como algo más que rentabilidad financiera.

Y hasta aquí la teoría de las buenas intenciones, de la preocupación por la cultura de valores, la ética y el cumplimiento, pero ¿qué pasa en la realidad y en nuestro país, que es lo que interesa?
Un gráfico sobre los males del cronyism

Pues que no es exactamente así a juzgar por lo que publican estos días los economistas Josep Pijoan-Mas (investigador del Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR) de Londres y de la Universidad de Pensilvania) y Manuel García Santana (investigador también del Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR) de Londres y profesor de la Universitat Pompeu Fabra, de Barcelona) que, lejos de lo que asegura la encuesta de PwC en cuanto a la ética, cumplimiento y objetividad en los negocios, alertan de que muchas empresas españolas están afectadas por el cronyism (palabreja de moda utilizada en sus informes por Transparency International que puede traducirse por algo así como amiguismo), en especial las del sector público, lo que se traduce en que se asignan contratos a una firma, no por ser la mejor candidata, sino por las relaciones que ha tejido con la empresa que ha de decidir el concurso o porque ha conseguido cambiar la regulación de acuerdo con sus intereses. Los datos que maneja Transparency International no permiten segregar en estas actuaciones lo que es simple amiguismo de lo que es corrupción, pero, desde el punto de vista estrictamente económico, el deterioro provocado por la deficiente asignación de recursos con motivo de la aplicación (consciente o inconsciente) del cronyism, es responsable de que la productividad haya caído un 0,7% anual en lugar de crecer un 0,8%,  y eso es particularmente grave en un país como el nuestro, en el que, probablemente, la única forma de plantear un crecimiento sostenido se sustenta en el aumento de la productividad.

Mirado con calma, la corrupción y sus infinitas formas...

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