domingo, 4 de diciembre de 2016

Miguel Hernández y Jaén

En estos tiempos que corren, asediados como estamos por amenazas y catástrofes de todo pelaje, una buena noticia hay que releerla, paladearla, saborearla,... aunque sin perder la objetividad para interpretarla, seguramente sin alharacas emocionales.

Es lo que pasa ahora con la excelente noticia, divulgada estos días, de que el legado del poeta Miguel Hernández, compuesto por unos 6.000 documentos (manuscritos, folletos varios, prensa histórica, registros sonoros, etc) y más de 25.000 imágenes, se puede consultar vía Internet libremente desde cualquier punto del planeta. Esto ha sido posible tras más de dos años de trabajo de digitalización llevado a cabo por la Diputación de Jaén, administradora del legado que gestiona el Instituto de Estudios Giennenses (dependiente de la propia Diputación) y obedece a la idea de sus responsables de que "el propósito no era guardarlo en cajas (el legado) sino hacer posible que llegara a cualquier sitio en el que haya interés por su obra, lo que es posible gracias a Internet" de acuerdo con el compromiso adquirido en su día con la familia de Miguel Hernández.

La digitalización se presentó en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, y estuvo presidida por las máximas autoridades de Andalucía, de la Comunidad Valenciana (de donde era originario el poeta) y por los responsables de la Diputación.

El legado es mucho más rico de lo que pueda parecer en un primer vistazo, ya que, aparte de manuscritos de obras como la Canción del esposo soldado o El niño yuntero, muestra la vinculación del poeta con Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Juan Ramón Jiménez, particularmente a través de la correspondencia, y contiene además buen número de elementos personales como su máquina de escribir Underwood, la maleta con la que viajó a Madrid buscando integrarse en el mundo literario de lo que después se conocería como la Generación del 27, el carro de madera que le contruyó en prisión como un juguete a su hijo Manuel Miguel (Manolillo) -en realidad su segundo hijo ya que el primero había muerto antes de nacer el segundo y antes de cumplir un año de edad-, la lechera en la que su esposa, Josefina Manresa, le llevaba comida a la cárcel y en la que sacaba los poemas a escondidas, las cartas a su esposa, etc.

Pero, ¿por qué Jaén?

La vinculación de Miguel Hernández con Jaén se inicia en la Guerra Civil, ya que, alistado en el Ejército de la República, fue nombrado comisario de cultura del Gobierno y destinado al frente de Jaén para dirigir el periódico Altavoz del Frente Sur. Curiosamente, su mujer, a la que conoció en Orihuela, era del pueblo giennense de Quesada1, hecho que sin duda, facilitó las gestiones para que el legado acabara en Jaén. Acabada la guerra, Hernández volvió a Orihuela, donde fue denunciado por sus vecinos a las autoridades por republicano, y tras una peripecia por cárceles de Sevilla, Madrid, Palencia y Ocaña (Toledo), terminó en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo (quien le hizo el retrato por el que hoy más se conoce al poeta).

Fue allí donde enfermó de tifus y luego de la tuberculosis que le provocó la muerte la madrugada del 28 de marzo de 1942 con sus "grandes ojos azules abiertos bajo el vacío ignorante2"

Son los herederos de la familia de Miguel Hernández los que se encargarán de reunir y conservar el legado del poeta, uno de los patrimonios más importantes de la Literatura Española del sigo XX, que durante treinta años estuvo depositado en Elche, donde Josefina Manresa vivió tras la muerte del poeta, hasta que la pérdida de la Alcaldía por los socialistas en 2011 provocó que el nuevo consistorio, del Partido Popular, se negara a renovar el acuerdo de depósito, con acusaciones de la familia Hernández, en una demanda presentada contra el Ayuntamiento, de actuar así por razones exclusivamente ideológicas (es notorio que cuando se produce un desaguisado de índole cultural en nuestro país, el PP suele rondar por allí).

El legado quedaba entonces desprotegido al sacarlo los herederos propietarios del mismo del Archivo Municipal de Elche, y esa circunstancia dio alas a la Diputación de Jaén, que llegó a un acuerdo con la familia para que se depositara en el Instituto de Estudios Giennenses con el objetivo de custodiarlo e inventariarlo, que es la labor que se ha culminado ahora.

A esta agilización de trámites no es ajeno el hecho de que la Diputación de Jaén decidió por unanimidad en octubre de 2012 que uno de los poemas de Miguel Hernández, "Aceituneros" (o "Andaluces de Jaén", contenido en su libro Viento del pueblo, de 1937, escrito en plena Guerra) , fuera la letra del himno de la provincia, una decisión que, en boca de responsables de la Diputación, "acrecentó las relaciones entre los herederos y la institución". El interés de la familia era que el legado quedara asegurado en su unidad e integridad y de ahí surgió una primera propuesta de cesión de uso a la Diputación; la creación en Quesada de un museo que vinculara a Hernández y Manresa a la localidad (de ahí que parte del legado del poeta se encuentra hoy físicamente en el Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa, inaugurado en marzo de 2015 en Quesada) y la custodia del conjunto del legado por 20 años hasta que, finalmente, la Diputación de Jaén acordó con los herederos la adquisición definitiva del legado.

Hasta aquí la noticia, de la que cabe congratularse sin ambages, pero que merece algunas consideraciones y reflexiones.

La primera, pudiéramos decir que de carácter técnico sobre la importancia real del legado, invita a no banalizarlo y a no considerarlo sólo como un catálogo de legajos personales arrumbados en una dependencia del edificio de la Diputación y sin más valor que el puramente sentimental para la familia. Craso error si alguien lo piensa porque es justo lo contrario: una herramienta que nos ayudará a entender mejor algunos entresijos de nuestra Literatura del pasado siglo.

Y para muestra, un botón; decían los responsables de la Diputación, con legítimo orgullo que "cuando adquirimos este tesoro, además del privilegio de conservarlo, también asumimos la responsabilidad de custodiarlo, exhibirlo y, sobre todo, difundirlo mundialmente, además de explotarlo en toda su potencialidad, y creo que hemos dado muestras más que sobradas de estar cumpliendo nuestro compromiso", y como prueba de esa explotación cabe citar la reciente publicación, coeditado por el Instituto de Estudios Giennenses y la editorial Espasa, del libro 'De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa', que recoge en cerca de 650 páginas 300 cartas inéditas, que pertenecen al legado, en las que tiene cabida la correspondencia que el poeta sevillano3 que más tarde (1977) obtendría el Premio Nobel de Literatura remitió durante cerca de 50 años a Miguel Hernández y, más tarde, a su viuda Josefina Manresa y su hijo Manuel Miguel. Por estas páginas deambulan, entre otros, los nombres de Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Federico García Lorca, Manuel Altolaguirre o Gerardo Diego y, sobre todo, son una excelente muestra de la íntima amistad que unió a estos dos creadores, que Aleixandre siguió cultivando con Josefina Manresa tras la desaparición del poeta alicantino.

Más allá del estéril debate sobre si las cartas reflejan/esconden/manifiestan la conocida homosexualidad de Aleixandre, lo cierto es que sitúan y fijan la relación de amigos, hermanos, confidentes, cómplices y guías literarios entre ambos poetas. Uno maestro entonces, el otro aprendiz y discípulo. Uno protector y guía, el otro joven descubridor del mundo. Uno destinado a ser Nobel de Literatura, el otro a ser amado por el pueblo. Aleixandre en discreta presencia durante el túnel del franquismo, Hernández muerto en la cárcel al comienzo de esa oscuridad y silenciado por ella; y, finalmente, Aleixandre velando para que esa llama poética no se apagara.

En palabras de Amaya Aleixandre, sobrina del Nobel español y albacea de su legado. “La gente, a veces, siente hacia algunas personas algo superior a lo esperado, un sentimiento que lo sorprende. Mi tío tuvo en Miguel Hernández un amor muy especial. La amistad en sí misma la consideraba un valor extraordinario. No creo que haya sido un sentimiento de homosexualidad. Cuando queremos a alguien lo queremos sin límite, con naturalidad. Era un amor paternal con una necesidad de protección hacia un poeta joven y bueno recién llegado. La categoría de Miguel Hernández le caló desde el comienzo”.
 
La primera carta conservada es de julio de 1935, cuando ya ambos poetas se conocen; Miguel se había acercado a Aleixandre (doce años mayor) por la fascinación que sintió por uno de los grandes libros superrealistas de Aleixandre, La destrucción o el amor publicado en 1934. Sin conocerlo, le envía una carta. Le pregunta si puede darle un ejemplar. Le escribe "en papel basto y líneas apretadas, escritas con una letra rodada y enérgica", que firmó como "Miguel Hernández / pastor de Orihuela". La carta se perdió, pero no su sentido en la memoria de Aleixandre.

Luego, cuando -encarcelado Miguel- Vicente escribe a su mujer Josefina, y
parece interesarle sobre todo ayudar a la mujer y al hijo de su amigo preso. Se preocupará mucho de ellos, los enviará dinero y hasta hará que otros amigos también hagan lo propio. Se interesa por la salud -deteriorada- de Miguel e intenta que por medio de otros amigos lo trasladen de la enfermería de la cárcel a un sanatorio para tuberculosos. No lo logra.

Muerto Miguel en 1942, Vicente sigue escribiendo a la viuda extendiendo ahora la ayuda monetaria para que permita a Josefina cuidar la obra de Miguel y divulgarla. Las cartas a Josefina nos proporcionan datos literarios y humanos y sobre todo dejen ver el alto concepto aleixandrino de la amistad, que no se eclipsa con la muerte de Miguel. La última carta que le escribe a Josefina es de junio de 1984 (Vicente moriría en diciembre de ese mismo año) y se esfuerza (Por mis ojos, que hoy están menos que medianos, tengo que dictar estas líneas) en ella para darle el pésame por Manuel Miguel (el hijo de Miguel y Josefina), fallecido en mayo de ese año de una embolia pulmonar. Josefina Manresa murió en Elche, con 71, en febrero de 1987.

La segunda consideración es una simple reflexión acerca del porqué de la presentación de la digitalización del legado en Madrid. ¿Por qué no, por ejemplo, en Jaén? ¿O en Quesada, si de verdad quieren potenciarla como residencia del nuevo museo? De paso, en esta última opción, se habría podido dar a conocer este pueblo ubicado en la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas en cuyo término municipal, en la Cañada de las Fuentes, nace el río Guadalquivir. Por no hablar de sus cuevas con pinturas rupestres (que no se pueden visitar, por cierto) ni de la Villa romana de Bruñel ni de las ruinas del castillo de Tíscar. En fin, que turismo y cultura se ve que no van de la mano...
La tercera consideración se refiere, con sumo respeto, al nuevo himno de la provincia con la letra del poema "Aceituneros", de Miguel Hernández. Es bien sabido que existen varias versiones musicadas del poema, de entre las cuales sean, posiblemente, la que compuso Paco Ibáñez en 1968, en los oscuros años de la dictadura, y la que creó el grupo Jarcha en 1976, en plena transición, las más populares.

El que suscribe es testigo/partícipe de un reciente recital de Paco Ibáñez en una ciudad situada lejos de Andalucía, y aunque no venga al caso, con el aforo completo. Todas las canciones iban siendo recibidas y escuchadas en respetuoso silencio, pero al comenzar "Andaluces de Jaén", una considerable parte del público se lanzó espontáneamente a corearla TODA (a diferencia de "A galopar", de Alberti, en las que el autor invita a corear el estribillo) en un estado de temblor y erizado de vello colectivo acabado con un prolongado y atronador aplauso mientras se veían muchas caras llorando a moco tendido. Es eso lo que se busca de un himno, ¿no?, que "llegue".

La otra versión de las más conocidas es la que incluyó el grupo Jarcha en su disco Libertad sin ira, en 1976, disco que también contenía, mira por dónde, la recitación dramatizada de la Elegía de Miguel Hernández a la muerte de su amigo Ramón Sijé (seudónimo que usaba en sus escritos José Marín), publicada en El rayo que no cesa. La música de esta versión es más desgarrada, pero más "andaluza" que la de Paco Ibáñez y, como ésta, se puede afirmar que hoy también forma parte del imaginario colectivo.

Naturalmente, que nadie piense que estas opiniones son una crítica, ni mucho menos un ataque, al trabajo del compositor Santiago José Báez Cervantes, encargado por la Diputación de musicar el nuevo himno con la letra del poema de Hernández, pero aunque sea una comparación fuera de lugar, cabe recordar,, por ejemplo, que Asturias ha conseguido dignificar como himno oficial y hacer respetar una canción popular con tradición tabernaria, por decirlo de forma elegante. ¿Por qué no aprovechar el tirón emocional de canciones que ya son conocidas? ¿Porque su/s autor/es es/son crítico/s con el poder? Dan escalofríos pensar esa posibilidad. Lo que no hay duda es que la audición del nuevo himno en actos oficiales será acogida con respeto. Identificarse con él, vivirlo, ya es otra cosa.

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1Josefina Manresa Marhuenda nació en Quesada, donde estaba destinado su padre, guardia civil, a quien, siendo Josefina muy pequeña, trasladaron a Orihuela. Allí conoció, cuando tenía 17 años, a Miguel, y tres años después, tras algún altibajo sentimental, se casaron. Hay que decir que el padre de Josefina fue asesinado, cuando iba vestido de paisano, al parecer, por unos milicianos.


2Lo dice Vicente Aleixandre en su Elegía (En la muerte de Miguel Hernández) de su libro Nacimiento último (1953): "No lo sé. Fue sin música. / Tus grandes ojos azules / abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante, / cielo de losa oscura, / masa total que lenta desciende y te aboveda, / cuerpo tú sólo, inmenso, / único hoy en la Tierra, / que contigo apretado por los soles escapa... "



3Aún no está suficientemente estudiado el alcance en la obra del Nobel Aleixandre el influjo de su Sevilla natal y su vinculación a Jaén, como se deduce, entre otros factores, por el siguiente fragmento del poema Sin nombre, de su libro En un vasto dominio (1962): "... Lo mismo se diría del que creciò y fue joven, / y joven se quedò. Era claro, muy rubio, / muy azules los ojos. / Porque naciò de lo que fue colonia / germana. (Ay Olavide, español de las luces".) / Un pueblo con un nombre / de mujer: La Carolina, bella, cual muchacha, y muy rubia. / Pero andaluza aldea, al cabo. Hoy madre de andaluces / con ojos claros y pestaña oscura. / Carolina dramática, y al costado la sierra. / Piedra valiente, y sobre el aire el cielo / solitario. Van nubes / en el aire invisible...."

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