martes, 20 de febrero de 2018

Los talentos ocultos

Una buena amiga y excelente profesional en su campo de la Sanidad me comenta que ha tenido la oportunidad de visitar (y lo ha hecho, claro) la Torre1 de l'Àngel, pequeño tesoro de nuestro patrimonio arquitectónico escondido.

La casa, de propiedad privada, habitada y, por tanto, no abierta al público, se encuentra en el término municipal de Matadepera, cerca de Terrassa (Barcelona), en un cruce de la carretera dirección a Mura (por si alguien se decide a ir para verla por fuera). Arquitectónicamente destaca en ella el uso irregular de la piedra en la fachada para darle un toque rústico al edificio, los arcos parabólicos que conforman la galería lateral, que también se utilizan en las oberturas principales, los atractivos vitrales en alguno de los arcos así como el uso del trencadís2 en la decoración del remate del coronamiento frontal. 
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Todos estos elementos son característicos de la arquitectura del genial Antoni Gaudí (ya sabéis, el de la Basílica de la Sagrada Familia, aún en construcción) y, en principio cabría suponer que el diseño de la Torre de l'Àngel corrió a cargo de Gaudí o de alguno de sus discípulos. Pues no; el arquitecto fue Lluís Muncunill3, (del que, casualmente, esta semana se cumplen los 150 años de su nacimiento) prácticamente contemporáneo de Gaudí e influenciado por él (y, según declaró él mismo, también por Lluís Domènech i Montaner, otro gran arquitecto modernista).

Este amigable debate suscitado en torno a la autoría de la casa de marras, nos conduce a la reflexión acerca de la tendencia a priorizar a los primeros de prácticamente cualquier disciplina o actividad y a olvidar a los "segundones" aunque, en muchos casos, seamos conscientes del gran valor de esos "segundones" y estemos convencidos de que no coincidir con su número uno, éste lo serían ellos; esto es especialmente visible, por ejemplo, en los deportes de competición, en los que (preferencias personales muy respetables aparte, por supuesto) Nadal sería número 1 indiscutible... si no hubiera coincidido con Federer, o Pedrosa con Márquez, o Cristiano con Messi, o Poulidor con Merck, etc., cosa que no es por supuesto, privativa del deporte: ahí está, sin ir más lejos, un Salieri totalmante eclipsado por un contemporáneo, aunque más joven, Mozart.
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Mozart y Salieri
Pero el caso de la Torre de l'Àngel proporciona el matiz de que se puede decir que, tras la figura emblemática representativa (Gaudí aquí), no nos atrevemos a poner a nadie, ya que, pongamos a quien pongamos, siempre quedará a la sombra del primero y le hurtaremos, aunque sea de forma inconsciente, su luz propia, paso previo a la caída en el olvido.
Un ejemplo de que esto es así lo encontramos, siguiendo con el deporte, en el atletismo: desde que en 2008 el atleta jamaicano Usain Bolt empezó a destrozar los tiempos en los que se corren las distancias cortas, de 100 y 200 metros en pista, y marcando nuevos records para la historia, ¿cuántos de vosotros sabría decir sin dudar el nombre de los que le acompañaron en los podios? Y no estamos hablando de "don nadies" en su especialidad, ni mucho menos; pensemos que si el record de Bolt para los 100 metros es de 9,58 segundos, otros dos atletas acreditan una marca inferior a los 9,70 segundos y una veintena de corredores lo hacen en menos de 10 segundos, que, en cualquier caso, no es moco de pavo... pero está Usain Bolt para eclipsarlos totalmente.

Algo así pasa con los movimientos culturales como el conocido como Modernismo (con diferentes nombres, según el país de que se trate: Art Nouveau, Jugendstil, Sezession, Modern Style, Nieuwe Kunst,... ) y su  arquitectura, del que sería un error pensar que, en España, sólo se dió en Catalunya; para desmentirlo, basta echar un vistazo a las valiosas muestras de edificios de la época/estilo que se conservan en León, Astorga, Comillas, Cartagena, Alcoi, Palma de Mallorca, etc., incluso Ceuta y Melilla (curiosamente, no en Madrid, que se ve que, tradicionalmente, siempre ha estado por otras cosas). En la arquitectura modernista cuyas figuras en Catalunya que son, sobre todo, Domenech i Montaner, Puig i Cadafalch, Sagnier, Rubió i Bellver, Muncunill i Parellada, etc., lo son porque su estilo no se parece al de Gaudí, de forma que todos los que colaboraban al mismo nivel profesional con el genio han pasado directamente al olvido o son considerados, en el mejor de los casos, como discípulos.

Veamos, para acabar, una situación sintomática de esta particularidad.

Josep Maria Jujol i Gibert (1879 – 1949), arquitecto y estrecho colaborador de Antoni Gaudí, fue creador de una obra arquitectónica con un marcado carácter personal en la que son características una gran sensibilidad por las formas de la naturaleza, el interés por el detalle artesanal y la reutilización creativa de materiales viejos o de desecho, que lleva a su máxima expresión con una técnica a la que se le ha denominado trencadís (original de él, no de Gaudí). Con Antoni Gaudí puede decirse que más que un discípulo más llegó a ser su colaborador personal y de confianza (compartieron incluso vivienda en las obras de la Sagrada Familia).
La arquitectura de Jujol es modesta tanto por la cantidad como por el presupuesto y magnitud de los encargos. Pero esto hace más destacable el contraste entre la relativa precariedad de sus trabajos y lo que tiene de desbordante su arquitectura contemporánea. Su obra auna disciplinas tradicionalmente separadas: arquitectura, escultura, pintura en una obra de carácter total, como se puede observar, entre otras obras, en la Fuente conmemorativa de la exposición de 1929 de la Plaza de España, de Barcelona, construida al alimón con el escultor Miquel Blay.
Dentro de su colaboración con Gaudí podemos destacar las obras de la Casa Batlló, la Casa Milà (la Pedrera), el Parc Güell o la mismísima Basílica de la Sagrada Familia, todas ellas de Barcelona, la reforma de la Catedral de Palma de Mallorca, etc., y dentro de su obra propia los numerosos edificios proyectados y construídos en Barcelona, Sant Joan Despí (Barcelona), Tarragona, Els Pallaressos, La Secuita (ambos en Tarragona), etc.
La otra Sagrada Família
El Santuario rodeado de las viñas de la comarca
Mención especial merece una obra suya que podríamos calificar, sin miedo a equivocarnos, como una muestra de "arquitectura modernista de final del siglo XX": el Santuari de la Mare de Déu de Montserrat (Santuario de Nuestra Señora de Montserrat) de Montferri (Tarragona).
El santuario fue proyectado, inspirado su perfil en el de las montañas del Macizo de Montserrat, cercano a una cueva en la que también se veneraba a la Mare de Déu de Montserrat , y comenzado a construir entre los años 1926-1928 en un promontorio cercano al pueblo, en unos terrenos cedidos por la familia Vives, viticultores, uno de cuyos miembros, jesuita, había sido el promotor de la obra. Se suele decir que el santuario no se terminó a causa de la guerra (in)civil pero la verdad es que quedó a medias por falta de recursos económicos, pese a que los materiales empleados eran sencillos y la mano de obra era básicamente obtenida por prestación personal de los vecinos del pueblo. En 1930 se detuvieron las obras y después, por causa de la guerra, eso sí, ya no se reanudaron. Se cuenta que Jujol aún hizo un viaje durante la posguerra para inspeccionar el estado del santuario, pero se desanimó totalmente al verlo abandonado.

En 1987 se iniciaron obras de restauración, “reinterpretación” y consolidación bajo la dirección del arquitecto Joan Bassegoda Nonell, reconocido estudioso de la obra gaudiniana, obras que finalizaron en 1999, año en el que se inauguró y se dedicó al culto. Hay que decir que la decisión de continuar la obra despertó las críticas de un sector de arquitectos, y se originó un debate similar al que suscitó la continuación de la obra magna de Gaudí en Barcelona, la Basílica de la Sagrada Familia.

Lo que parece claro es qué solo cuando se producen hechos inesperados se dan las condiciones para que alguien que ha permanecido eclipsado pueda salir a la luz. Con Jujol/Gaudí, la idea del primero más la casualidad de la continuación de la obra más de medio siglo después de su paralización pusieron en marcha la realización definitiva de un proyecto que hoy parecería más bien una broma o una utopía. El tiempo ha reivindicado la figura de Jujol, durante muchos años poco valorada, y a quien se llegó a considerar sólo un gran decorador dentro de la obra arquitectónica de Gaudí cuando hoy se sabe que en él destacaban su ingenio, imaginación y extraordinaria habilidad en la ejecución de la forma y del color, llegando a superar a Gaudí en el ámbito de la ornamentación, al usar con imaginación metales, yesos y pinturas. 
Ermita de Montserrat del arquitecto Jujol a Montferri ,Tarragona
Interior "gaudiniano" del Santuario

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1El término torre, además de su significado coincidente con el castellano, de construcción fortificada, más alta que ancha, que en las iglesias sirve para colocar las campanas, y en las casas para esparcimiento de la vista y para adorno y, en general, a un edificio de mucha más altura que superficie, en Catalunya también puede referirse, como en este caso, a una casa unifamiliar de más de una planta y con jardín o a una casa de labor, con finca agrícola y ganadera.

2El trencadís es un tipo de aplicación ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos —básicamente azulejos— unidos con argamasa; muy habitual y característico en la arquitectura modernista catalana.

3Lluís Muncunill i Parellada (1868 - 1931), fue un arquitecto modernista que desempeñó su trabajo, sobre todo, en la ciudad de Terrassa, de la que fue durante un tiempo arquitecto municipal, durante 40 años, dejando en ella numerosos e impresionantes edificios de todo tipo: públicos, religiosos, industriales y residenciales, muchos de los cuales aún se conservan y forman parte del catálogo arquitectónico municipal.

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