jueves, 1 de noviembre de 2018

El rechazo de la pobreza no es igual que el rechazo del pobre.


Una de las películas con más reposiciones en las televisiones españolas1 tras su estreno en las pantallas de cine en 1990, señal de la aceptación popular del tema que toca y de cómo lo trata, es la comedia romántica americana Pretty woman, dirigida por Garry Marshall, que encumbró a su protagonista femenina, la actriz Julia Roberts (después de que el papel fuera rechazado "por humillante" por una veintena de actrices de primera fila entre las que se encuentran Meg Ryan, Michelle Pfeiffer, Daryl Hannah, Valeria Golino, Jodie Foster, Helen Hunt, Bridget Fonda, Diane Lane, o Brooke Shields), y que estaba inspirada en la letra de la canción de 1964 Oh, pretty woman, del entonces semiolvidado Roy Orbison, canción que fue incorporada a la banda sonora de la película y que contribuyó al éxito popular de ambas.


El argumento, ya archiconocido, de la película es que Edward Lewis (papel interpretado por Richard Gere) es un rico hombre de negocios que viaja regularmente a Los Ángeles, donde siempre se aloja en la misma suite de un lujoso hotel, y habiendo discutido con su novia, sus socios le plantean la necesidad de ir acompañado a una importante reunión de negocios. Entonces, lleva al hotel como acompañante a una prostituta, Vivian Ward (Julia Roberts), de comportamientos un tanto vulgares; Edward se siente atraído por la espontaneidad de la mujer y le ofrece quedarse toda la semana con él en previsión de que lo acompañe a más actos sociales a cambio de 3000 dólares y ella accede. A lo largo de esa semana, los dos se irán conociendo y desarrollarán sentimientos. Finalmente, se enamorarán y formarán una pareja estable, en la que se destacará, curiosamente, la influencia de ella sobre el cambio de actitud de Edward.

La película supuso la nominación para la concesión de varios premios cinematográficos de interpretación o técnicos, aunque finalmente sólo consiguiera un Globo de Oro a mejor actriz de comedia Julia Roberts, y el protagonista principal, Richard Gere, quedara a las puertas. Hablemos de él: Richard Gere, que no sólo es un actor estadounidense galardonado con un premio Globo de Oro (no por Pretty woman, obviamente), sino que es cada vez más conocido y respetado/criticado por su faceta de activista. Como actor, comenzó a actuar en la década de los 60, llegando a la fama en 1980 por su papel en la película American Gigolo, que de alguna manera lo dejó marcado como un símbolo sexual. Luego pasó a protagonizar varias películas exitosas, incluyendo Oficial y caballero, la misma Pretty woman, Las dos caras de la verdad, Chicago, y un largo etcétera. Como activista, la búsqueda de su "verdadero yo" lo llevó a abrazar la fe budista y a ser uno de los principales discípulos estadounidenses del Dalai Lama siendo un budista reconocido y un persistente activista en la lucha por los derechos humanos en el Tíbet, que fue el principio de sus compromisos públicos; también ha prestado su apoyo a la causa por los derechos de los pueblos indígenas y otras causas en defensa de los derechos humanos.

Su última cruzada es hacer visibles los problemas de los "sin techo". Por ello, rodó en 2014 la película Invisibles (Time Out of Mind) , en la que interpreta a un sin techo que lucha día a día por conservar su dignidad en las duras calles de la ciudad de Nueva York. Se trata de un proyecto personal en el que el actor ha estado involucrado durante muchos años y que él mismo ha logrado sacar adelante como productor. En sus propias palabras, “Estoy muy orgulloso de este trabajo porque es importante concienciarse y sensibilizar a la población sobre temas que nos afectan de una manera muy directa”. En la película se puede ver a un Richard Gere muy alejado de la imagen de galán a la que estamos acostumbrados.; interpreta a George, un hombre que lo ha perdido todo y que intenta sobrevivir como puede en un mundo que le da la espalda, ejerciendo la mendicidad y deambulando por las aceras sin rumbo fijo, sin futuro ni esperanza. “En la película hemos intentado reflejar esa desolación, el deterioro físico y mental al que están abocadas las personas que se encuentran en estas condiciones, el odio y el sentimiento de culpabilidad al que pueden llegar a autosometerse. Todos somos frágiles, pero todavía más cuando todo se desmorona a nuestro alrededor”. El actor asegura haberse intentado poner en la piel de muchos de estos ciudadanos anónimos a los que él mismo lleva años viendo en las avenidas de Manhattan. "La película es muy sensorial. He dormido en la calle para conocer el problema de los sin techo. No tengo miedo a remangarme y meterme en faena. Si hago algo, doy el cien por cien; si no, prefiero no hacerlo. Quería que la gente sintiese la ansiedad de lo que supone no tener para comer, temer que te agredan, la indefensión y frustración que sienten estas personas". Para reflejar la realidad, al actor le grababan con cámaras ocultas desde diferentes puntos en las calles de Nueva York, por las que paseaba caracterizado del personaje "y con la carga emocional que supone ser una persona con estas circunstancias. Ha sido la primera vez que me he sentido invisible en 45 años como estrella. Nadie me prestaba atención. A lo lejos veían una persona sin hogar y preferían no verme. Nadie me reconoció porque no me miraron a los ojos. Durante 45 minutos, nadie me dijo nada. Si eso me pasa a mí, imaginaos a una persona común. Quiero que esta película sirva para ver en profundidad lo que decidimos mirar y lo que no, lo que somos y nuestro lugar en este mundo". Casualmente, su pareja actual es española, Alejandra Silva, y también, como él, está sensibilizada por estos temas al ser madrina de la Fundación RAIS, que trabaja en España ayudando y acogiendo a personas y familias sin hogar o que viven en el umbral de la pobreza.

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Gere caracterizado para "Invisibles"

Por todo ello, estos días pasados fue noticia, de esas que pasan desapercibidas, que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibió a Richard Gere, Alejandra Silva y al presidente de la Fundación RAIS, Fernando Vidal, con el fin de "mantener una charla" sobre la problemática de la exclusión social que sufren las personas sin hogar, identificada como aporofobia2, y cómo la Fundación les ayuda a encontrar una salida a su situación.

El tema de fondo es ver si se consigue pasar de "una charla" en el tratamiento de la problemática. La aporofobia consiste, por tanto, en un sentimiento de miedo, odio y en una actitud de rechazo al pobre, al sin medios, al desamparado. Tal sentimiento y tal actitud son adquiridos toda vez que la pobreza es una característica circunstancial en la vida de los seres humanos y en ningún caso forma parte de la identidad; no es una condición permanente de las personas, sino una situación indeseable e injusta, pero superable. La posibilidad de que las personas puedan salir de la situación de pobreza y abandonar la exclusión social suele llevar asociado un efecto de culpabilización individual de las personas de su situación de pobreza, ya que no se tienen en cuenta las circunstancias sociales, políticas y/o económicas que influyen en los procesos de exclusión. Las creencias y mitos generados en este proceso de culpabilización son las ideas que subyacen a la aporofobia («están en la calle porque quieren», «tendrían que ponerse a trabajar», «son unos vagos», etc.) Además, la aporofobia se transmite a partir de una construcción social que relaciona a las personas pobres con delincuencia, situándolas en el imaginario social como posibles delincuentes antes que como potenciales víctimas de la discriminación y la violencia. Existen políticas públicas orientadas sólo a la seguridad y a la convivencia así como prácticas periodísticas en torno a la pobreza y la exclusión social que favorecen la transmisión de una imagen de criminalización de la pobreza. Estas prácticas políticas, sociales y mediáticas generan representaciones deshumanizadoras de las personas en situación de extrema pobreza y crean una distancia simbólica entre «nosotros» y «ellos». De este modo, a través de procesos de deslegitimización y exclusión moral la ciudadanía "normal" no se siente obligada a aplicar con ellos las normas morales, reglas sociales y consideraciones de justicia que aplican con la población que no está excluida socialmente.

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Lo que llama la atención es que la aporofobia está más arraigada y extendida de lo que nos pueda parecer, y a veces se manifiesta en cosas inocentes e intrascendentes a las que no se les da importancia y se consideran normales. Un ejemplo:

Soy miembro de un grupo en las Redes Sociales en el que frecuentemente se da rienda suelta a un ejercicio de nostalgia basado en la añoranza de la infancia en La Carolina, pueblo de esforzado pasado y crisol minero, un pueblo, unas costumbres y unas gentes que, se quiera o no, representan a un pasado que no volverá. Y así debe asumirse toda vez que ni el pueblo, ni las costumbres, ni siquiera nosotros, son/somos los mismos que se evocan (¿o alguien puede mantener que el pueblo que recuerdan sus abuelos es el mismo que recuerda él y el mismo que el actual aunque en todos se conserven algunos edificios identificativos? Por no hablar de las personas... ). En este ejercicio de añoranza resulta llamativo observar que, con raras excepciones, el pueblo en su historia y sus gentes viene representado por los mismos elementos urbanos históricos y/o monumentales acompañados de unas alabanzas al centro urbano bienestante y sus habitantes, cerrando los ojos (¿menospreciando?) sistemáticamente ante esos suburbios de extrarradio "pobres", como si nunca hubieran existido, olvidando su capital contribución (frecuentemente como mano de obra oprimida y manipulada) a que el pueblo sea hoy lo que es. Y es bueno reivindicar a esas personas al margen de las etiquetas que se han colgado a su entorno. Es habitual en todas las latitudes lo de las etiquetas, está asumido, pero cabe darle una vuelta a la idea. 
 
Hablemos un poco de sociología.

En todas las culturas y a lo largo de los tiempos, la noticia de que una ciudad o territorio está en un proceso de crecimiento convierte el lugar en un poderoso polo de atracción de gente, mayoritariamente de personas que intentan mejorar su situación socioeconómica o desarrollarse al amparo de esa coyuntura de crecimiento. Cuando eso ocurre, lo habitual es que se creen núcleos precarios de viviendas en el extrarradio que, o se consolidan como barrio urbano entrando en un proceso de equiparación al resto de la ciudad, o sus primeros habitantes encuentran acomodo en la ciudad dejando subsitir como marginal el barrio... o se hace desaparecer porque esa marginalidad lo ha convertido en otra cosa.

En La Carolina hubo hasta hace poco más de medio siglo un espacio, de unos 50.000 metros cuadrados, delimitado por las calles Linares, Tejar de Salmerón, Buenavista y Huertas, llamado "el ejido", formando un bosque artificial plantado de eucaliptos3 (y conocido por ello por la gente como "el lejío de los quininos") que respondiendo a su nombre, era un campo de propiedad pública del pueblo, lindante con él, que no se labraba, y donde solían reunirse los ganados (aún habrá quien recuerde la en su día floreciente feria anual de ganado que se celebraba, básicamente, en el ejido). Para situarnos, el límite claro de las casas del casco urbano de entonces era la calle Linares, su opuesta, la Buenavista, y cerraba el rectángulo por el lado cercano a la estación de tren la calle de las Huertas y por el lado que daba a donde comenzaba el camino a las minas, la calle del Tejar de Salmerón.
Pues bien, las casas construidas en la calle Buenavista (la de la parte de fuera del ejido) en su mitad cercana a la estación, pronto adquirieron el status social de "normales" mientras que las de la mitad situada hacia la calle de las minas, incluyendo las que se hicieron en Tejar de Salmerón y detrás, arrastraron durante años la identificación de "barrio de los gitanos", con todo lo que eso representaba (y aún hoy representa) de estigma en muchos ámbitos sociales.

Visto desde hoy, esta actitud es una clara muestra de aporofobia inconsciente, por lo que no está de más reivindicar a las personas, siempre por encima de las etiquetas.


Para empezar, es excesivo para alguien que conociera el barrio, llamarlo "de los gitanos" ya que en él sólo vivían tres o cuatro familias de esta etnia, con abundante chiquillería, entre los que descollaba Justo "el gitano", que nunca dio problemas, como lo podría atestiguar la parsimonia con que solía hacer la frecuente ronda la pareja de la Guardia Civil, saludada por todo el mundo.
El barrio, como tal, empezaba en la esquina donde tenía la tienda la Zoíla, que daba a la calle donde empezaba el camino que llevaba al tejar, en pleno campo de olivos, calle donde vivían la "Polonia" y su prole y la "Patro"4. Las familias que lo habitaban, digamos que "económicamente débiles", rezumaban una dignidad, una solidaridad (perceptible como una cosa normal, como cuando a Paniagua el piconero se le incendió la cuadra donde almacenaba el cisco, se ve que mal apagado; gracias al rápido trabajo de los vecinos en un tiempo en que no había bomberos ni nada parecido, se apagó el incendio y se evitó su propagación a las casas) y unas ganas de vivir/mejorar que, vistas desde hoy, cabe calificar de auténticas y envidiables. Recordemos unos cuantos personajes de esta pequeña historia como homenaje a los que "nunca se ven": la Gregoria y sus hijos, que pronto alzaron el vuelo, la "Vitoria", que tenía a todos sus hijos desperdigados por toda España, y que buscaba como loca a quien le pudiera leer la carta de insegura y temblorosa caligrafía que había recibido de su hijo menor, Paco, la niña de sus ojos, que estaba en Málaga; la Rosario, que compartía casa con Juana "la pitirra", las tres hijas y el marido de ésta, Pepe Arias, de quien guardo un recuerdo y agradecimiento imborrables pues, en circunstancias familiares muy dolorosas, fue de los pocos que me brindó apoyo y compañía con total cercanía pese a que hacía más de treinta años que no nos veíamos debido a mi ausencia; la Cecilia y su misterio, ya que me regaló un libro de cuentos que tenía ella ¡en inglés! (en aquel ambiente); Julián, su mujer, María, y sus hijos, Severo y Juan, que vinieron a vivir a la casa de la Águeda cuando ésta e fue(¿o murió?)....
El barrio, realmente, sufría de cierto aislamiento social, y aparte de Biedma el cartero, Monsalve el practicante y pocos más, no era habitual cruzar el ejido para visitar a nadie, sino que se concertaban en el centro del pueblo, a pesar de que, muchos de los problemas que no se querían ver y que se ahacaban sólo al barrio eran comunes, como el de la vivienda. Y si no, que se lo digan, entre muchos otros, a Catalina, una catalana que ocupaba, junto con su hijo, una única habitación que daba al patio interior de una de las casas de la ya "civilizada" calle del Campo entre las panaderias de Carmen "la palala"y la de "la morena".
Ninguno de éstos ni de otros perfiles humanos similares pasarán a ser recordados como las "fuerzas vivas" del pueblo, pero de ahí a su ocultación, negación y rechazo sociales va un abismo.

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¿Es o no un ejercicio de etiquetar, manipular y ocultar unas realidades? Aporofobia... Técnicamente, las fobias son trastornos de ansiedad características en personas que desarrollan un miedo irracional a personas, animales, objetos o situaciones que en realidad no siempre representan una amenaza real. Sin embargo, fuera del ámbito psiquiátrico y de la Psicología Clínica también se ha utilizado este término para crear palabras que denotan un rechazo social o un odio injustificado a personas de cierto colectivo, o simple sensación de repulsión ante el diferente, como es el caso. 

Así pues,esta fobia no es un trastorno mental, sino más bien de una disfunción social que refuerza la marginalización de personas en una posición vulnerable. Es por eso que puede convertirse en un patrón de conducta fácil de aprender, ya que no tiene consecuencias negativas directas e inmediatas sobre quien reproduce esa actitud.

Ahora bien... ¿qué es lo que leva a muchas personas a reproducir aporofobia contra la gente más vulnerable? Veámoslo.

- Razones ideológicas
Hay varias ideologías que llevan a despreciar a los pobres. Algunas de ellas vinculadas a la derecha política5, por ejemplo, se basan en la idea de meritocracia para partir de la presuposición de que el hecho de ser pobre o no serlo es básicamente una cuestión de actitud personal y de fuerza de voluntad. Esto, además de ser falso (los mejores predictores de pobreza son variables que escapan al control del individuo: la renta familiar, el país de nacimiento, la salud de los padres e incluso el Coeficiente de Inteligencia de éstos), reproduce un discurso que favorece la marginalización de los pobres.

- Disonancia cognitiva
En psicología se conoce como disonancia cognitiva el estado de tensión psicológica y de malestar que aparece cuando dos ideas contradictorias entre sí chocan. La aporofobia también puede basarse en la incomodidad que genera tener a gente pobre en las proximidades y no hacer nada para mejorar su situación. Este hecho puede llevar a crear prejuicios simplemente para justificar esa falta de ayuda, algo relacionado con el concepto de disonancia cognitiva.

- Prejuicios por falta de contacto
También es posible que la aporofobia sea causada por la falta de contacto directo con personas pobres, lo cual hace que la visión que se tiene de ellas se base en los prejuicios, los estereotipos e incluso una criminalización que reproducen algunos agentes políticos o medios de comunicación. Esto es algo que muchas veces también está en la raíz del racismo o la xenofobia.
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Que resulte malsonante quizá sea lo de menos.
Pero, ¿se puede hacer algo contra la aporofobia?

Combatir la aporofobia es complicado, ya que la pobreza es algo generalizado alrededor de todo el mundo y es fácil que este rechazo social se contagie de un lado a otro. Además, hay pocas entidades comprometidas en defender los intereses de las persona con pocos recursos. En este sentido, un modo de combatir la aporofobia es lo que está haciendo Richard Gere, divulgar una visión de la pobreza anti-esencialista, que no la vincule "la esencia" de las personas sino al modo en el que por varias circunstancias deben vivir. También es importante hacer esto sin normalizar la pobreza, como si fuese algo predestinado y consustancial a todas las sociedades, que no se puede evitar.

Pese a todo, la tendencia económica actual en todo el mundo promueve que la riqueza personal depende más del nivel económico de los padres que del esfuerzo. Por supuesto, las variables de personalidad y la inteligencia también contribuyen a la movilidad socioeconómica, pero tienen un peso muy inferior, más cercano al de la suerte. (según el economista Thomas Piketty, conocido por sus análisis históricos de la evolución de la economía en diversos países, en las sociedades en que la herencia es poco importante el trabajo tiene un peso mucho mayor en el enriquecimiento, por el contrario, cuanto más se concentran los patrimonios en un número reducido de personas más difícil resulta hacerse rico mediante el propio esfuerzo. El estancamiento de la población que tiene lugar actualmente en la mayor parte del mundo incrementa aún más esta acumulación de la riqueza).

Las explicaciones de ciertas políticas que atribuyen la estabilidad económica de la persona sólo a su esfuerzo y a su capacidad desestiman variables no modificables más importantes como el entorno. Aunque el esfuerzo o la suerte son indispensables para hacerse rico, no hay que olvidar que la mejor forma de ganar dinero es nacer teniéndolo, pero eso no debe comportar rechazar a quien ha tenido otra cuna sólo por esa razón, por la cuna. Y la solución nunca es hacerlo invisible.

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1 Para quien tenga curiosidad, el primer pase televisivo fue en 1994 por TVE y, desde entonces, se ha emitido por diferentes canales más de veinte veces, liderando con holgura en casi todas las reposiciones las listas de audiencia, un récord reconocido para una película que jamás ha bajado del 1.000.000 espectadores, moviéndose entre el 55,6% y el 11,5% de cuota de pantalla.


2 En contadas ocasiones se conoce el nombre de "los padres" de una palabra: greguería, de Ramón Gómez de la Serna, putrefacto, de Federico García Lorca, y pocas más. La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (fobos), miedo) es una de ellas. Se refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres, la repugnancia y hostilidad ante las personas pobres, sin recursos o desamparadas. Fue creada como palabra en los años 1990 por la filósofa Adela Cortina Orts, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2004, Premio Nacional de Ensayo en 2014 y directora de la Fundación Étnor, Ética de los negocios y las Organizaciones Empresariales, para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero, y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos poniendo en valor la evidencia de que socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras etnias cuando tienen patrimonio, recursos económicos y/o relevancia social y mediática.


3El bosque se taló y el terreno se recalificó para construir en él el grupo de casas "sociales" y edificaciones (con la excepción del edificio del colegio con fachada a Huertas, que ya existía) que hay ahora.


4Tarea para los sociólogos: es muy curioso que, en una sociedad profundamente patriarcal como aquella, se recuerde en general, y hayan dejado más huella, las mujeres que los hombres.



5El lema "Caudillo de España por la gracia de Dios" ha evolucionado al de "Dios es de derechas" que se oye decir con aplomo, de forma que lo que es una simple boutade insensata deviene en un mensaje lacerante cuando es asumido así y repetido por ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica (y encuentran auditorio), los mismos que abominan, por ejemplo, de la Teología de la Liberación y movimientos similares olvidando que el mandato evangélico de proteger al débil, desvalido u oprimido casa muy poco con las políticas que ellos propugnan.

3 comentarios:

  1. Buen análisis y buena descripción y aplicación a un entorno que nos es muy familiar el de La Carolina. En relación con el cual me gustaría hacerte un comentario casi anecdótico de mis recuerdos de infancia y que tiene que ver con el rechazo.
    Como bien dices el Lejio, el "barrio de los gitanos", aunque casi nadie lo fuera, comenzaba desde la mitad desde la calle Buenavista hacia el Norte.
    Mi abuela materna vivía en la Calle las Minas 42, en plena zona descatalogada, yo iba allí con seis años y ella siempre me señalaba como zona de exclusión cuatro casuchas que había por encima de la calle al lado del cruce con la carretera del Tejar.
    A nadie le gusta considerarse socialmente excluido y menos aún rechazado.
    Lo dicho, buen análisis. Gracias. Un abrazo.

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    1. Gracias por el comentario. Personalmente creo que es una ventaja conocer por dentro eso que llamamos "ambiente socialmente deprimido" porque ayuda, realmente, a valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen o lo que representan.

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  2. Por eso se trata de evitar su contacto criminalizandolo para perpetuar el mantra de nuestra sociedad "tanto tienes ,tanto vales". Así nos va.

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