domingo, 31 de enero de 2021

El mundo es un pañuelo.


 “Se dice, se cuenta, se comenta, se rumorea, nos han dicho que han oído que decían” (vaya ésto como recuerdo a Jesús Hermida, historia del periodismo, del que tantos “periodistas” de hoy tendrían tanto que aprender) que, hace unos años, en una final de Europa League de fútbol entre los equipos españoles Atlético de Madrid y Athletic Club de Bilbao disputada en Bucarest, conocida capital de Rumanía, hubo más de un aficionado que se confundió al comprar el billete de avión y se plantó en Budapest, capital de Hungría, en lugar de en Bucarest, por el parecido fonético entre los nombres de ambas ciudades (no consta de qué equipo eran seguidores los protagonistas de la pifia). Es fácil para alguien poco avisado, equivocarse, un poco como, ¿qué clase de Dios permitiría que el azúcar se pareciera tanto a la sal? Pero, bueno, ese es otro tema. En el caso de Bucarest y Budapest existe un parecido fonético evidente pero ¿qué pasa con el viajero cuando, no es que el parecido fonético exista: es que la similitud es absoluta?. Letra a letra. Así pues, aunque sólo sea por curiosidad, ahí va el dato: según un bosquejo aparecido en su día en el diario El Periódico, hay 52 localidades en el mundo con el nombre de Barcelona, con el nombre como tal o con derivados del mismo, quizá porque son parte de un topónimo compuesto, como San Antonio de Barcelona en Brasil o Villa Barcelona en Puerto Rico o, tal vez, como una traducción, como Barcellona en Italia, ya sean fundadas por catalanes viajeros, o por simple coincidencia (el mundo es más grande de lo que imaginamos, y la redundancia es habitual), como si se estuviera en mitad de un capítulo de la vieja serie televisiva The Twilight Zone1.

 


Hablaremos de esta circunstancia orillando academicismos y datos “sesudos” sobre estos homónimos y, para ello, echaremos la vista atrás (sin nostalgias, como un analista sin opinión). Uno de los mercados actuales más importante de la ciudad de Barcelona es el Mercat de Sant Antoni (Mercado de San Antonio) con tres partes claramente diferenciadas: la alimentación fresca, los encantes (artículos no de alimentación) y el dominical del libro. Originalmente se trataba de un mercado al aire libre situado en el acceso sur de la ciudad amurallada, concretamente en el portal de Sant Antoni, una ubicación favorable al comercio por tratarse de una zona de paso para aquellos que salían o llegaban. Con los proyectos de expansión de la ciudad y el derribo de las murallas, Ildefons Cerdà2 propuso la construcción de una estructura para garantizar la permanencia del mercado y mejorar el abastecimiento de toda la ciudad de Barcelona, que no tenía suficiente con los mercados de dentro de las murallas. La construcción comenzó en 1879 y terminó en septiembre de 1882. Más tarde se incorporaron libreros y coleccionistas los domingos, dando origen al Mercat Dominical de Sant Antoni, ubicado en los soportales exteriores del edificio, un mercado especializado en libros nuevos y antiguos y coleccionismo tradicional de postales, sellos o revistas y donde también se encuentran todo tipo de ofertas vinculadas a los cromos, los videojuegos y/o las películas. Recientemente, el edificio y las instalaciones se sometieron a una reforma cuya finalización se fue viendo retrasada debido a los restos arqueológicos que se encontraron al remover la tierra: la Vía Augusta Romana y la necrópolis así como las restos del baluarte de Sant Antoni de la antigua muralla (es lo que pasa cuando se escarba el suelo en una ciudad con siglos de historia).
 

Detengámonos en el atractivo mercado dominical o también llamado del libro de ocasión, antiguo y moderno que, por cierto, constituye el mercado de estas características más grande del mundo. Su historia es, sobre todo, la historia de los niños que, con la ilusión que, más allá de las tablets, se les ha sabido transmitir, dan sus primeros pasos en el mundo de la Cultura (con mayúsculas) y, en compañía de sus pacientes padres, se acercan al mercado, compran cuentos y tebeos, cambian cromos repetidos y aprenden a amar los libros. Y así, generación tras generación. Esos mismos niños, ya adultos, siguen acudiendo al Mercat, y los cuentos se convierten en libros o, tal vez, en colección de sellos, cómics o cualquier otro producto cultural. Durante el franquismo, muchos paradistas desarrollaron un trabajo loable y callado (por la cuenta que traía) a favor de la libertad de expresión, arriesgando su seguridad personal para recoger, comprar y vender a escondidas esos libros que estaban prohibidos por la dictadura. El dicho popular proclamaba que el libro que no se podía encontrar en ningún sitio, estaba escondido en una parada de Sant Antoni. ¿Sirvió de inspiración para el “personaje” capital de las novelas de Carlos Ruiz Zafón, barcelonés militante en sus obras aunque residente en Estados Unidos, el cementerio de los libros olvidados?

 Han sido habituales del mercado intelectuales como Santiago Rusiñol, Manel de Pedrolo, Avel·lí Artís-Gener “Tísner”,Terenci Moix, etc.; destacados representantes del mundo de la canción, del espectáculo y de la política, tales como Javier Gurruchaga, Pasqual Maragall, Mario Cabré, Joan Manuel Serrat, Miguel Gila, etc., y, ocasionalmente, alguna estrella del cine como la “chica Bond” Ursula Andrews, acompañada por el también actor Fabio Testi, o el oscarizado director de fotografía, Néstor Almendros. En momentos de pandemia como los de ahora, cobran valor las palabras de Tísner3, “Hablamos muy a menudo de cómo hay que hacer salir la cultura a la calle. Nuestro mercado de libros demuestra que ya lo practicamos desde hace años”. 


En ese escenario, era habitual organizar un “peregrinaje apasionado” cada domingo con el objetivo de descubrir lecturas que serían inolvidables rebuscando en un montón de libros viejos en las paradas del mercado, de donde, por otra parte, se salía siempre con un molesto aunque esperado ataque de urticaria producido por los ácaros del polvo que se reúnen en aquel recinto al aire libre a rebosar todos los domingos para celebrar su victoria sobre las esperanzas, los orgullos y las fatuidades de los aspirantes a celebridades literarias. No había que demorarse mucho, pues, en la elección pero la experiencia de cada domingo permitía, con una breve cata de lectura, la vuelta a la “cueva” con un nuevo (quizá antiquísimo) libro en el bolsillo o bajo el brazo (dependía del tamaño), relamiéndose uno anticipadamente por el futuro placer que depararía la lenta y sosegada lectura de la pieza cobrada con tan poco esfuerzo y, en general, escaso desembolso. Así llegó a mis manos el libro Antología de maravillas, curiosidades, rarezas y misterios, de Noel Clarasó, todo un clásico ya descatalogado cuando lo adquirí, y que, entre otras cosas, repasa eso, las Barcelonas del mundo.

 Pero ¿quién es Noel Clarasó? Un inciso necesario. Como tantos otros, ni que decir tiene que es un autor absolutamente marginado en la literatura para la que, simplemente, no existe, siendo como es un autor al que conviene otorgar la importancia que merece en obras como, por ejemplo, El asesino de la luna, tan llena de propuestas innovadoras que se adelantaron más de medio siglo a su tiempo. Noel Clarasó Serrat nació en 1902 en Barcelona (otras fuentes localizan su nacimiento en Alejandría, Egipto), hijo del escultor Enric Clarasó i Daudí, persona muy religiosa cuya obra se centró en la escultura funeraria, y que fue activo miembro del modernismo catalán, en compañía de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, de quienes fue íntimo amigo y con quienes formó un trío muy conocido dentro de la bohemia barcelonesa de principios del siglo XX. Noel escribió más de una cuarentena de títulos, libros de jardinería (en una época fue Técnico del Ayuntamiento de Barcelona, en el área de parques y jardines), novela psicológica, cuento policíaco, cuento de terror y libros de autoayuda. Debe su fama, sin embargo, al humorismo, que cultivó extensamente, dedicación humorística que debió suponer para él una rebelión en toda regla contra la severidad y religiosidad de su padre, y a las innumerables y sabrosas citas literarias que se le atribuyen y pueblan todos los diccionarios de frases célebres; inició la carrera de Derecho, pero no la acabó. Noel Clarasó es lo que se conoce aún en nuestros días como un escritor “todo terreno” capaz de escribir, con un altísimo nivel de calidad, una biografía, un ensayo luminoso, un libro de autoayuda, hacer traducciones (entre otras, tradujo del francés en 1963 la novela Bonjour tristesse, de Françoise Sagan), cultivar la novela, el teatro y, sobre todo, sus muy conocidas compilaciones de aforismos y frases célebres (seguidor aplicado de la escuela de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna), disciplina en la que se convirtió en todo un experto y que influyó decisivamente en su manera de escribir. 

Clarasó se hizo conocido, sin embargo, por ser guionista de películas y series de televisión de gran audiencia pero, a pesar de todo, puede considerarse bastante pobre la información que hay sobre él e incluso sorprende que sólo pueda hallarse de él una fotografía con un gesto adusto, más próximo a los arrebatos funerarios de su padre que a las risas de su propia idiosincrasia. La mayor parte de la información, además, tiene que ver con su faceta aforística y no por su producción literaria. Murió en su Barcelona, en 1985, y a él acudimos, en el libro citado más arriba, para recorrer, sin voluntad exhaustiva, esas otras Barcelonas en el mundo. 

Puestos a despistar... Escudo del club de fútbol de la Barcelona de Ecuador.

Sólo en Europa, por ejemplo, encontramos seis: una en Inglaterra, otra en Sicilia (Italia) y cuatro en Francia.
 

- La Barcelona inglesa está cerca de la costa de Cornualles. Parece que el fundador inglés, un tal Jonathan Trelawny, arribó navegando hasta Barcelona, quedó prendado de ella y bautizó con el mismo nombre su fundación, un poco como el músico que hace una cover de una canción que le gusta. 

- La Barcelona de Sicilia (Barcellona Pozzo di Gotto) se halla a 58 km de Messina. Se fundó en el siglo XII, en la primera época de los reyes de Aragón y Cataluña. 

Las cuatro Barcelona francesas son pueblos agrícolas:

 -Barcelonne, en el departamento del Drôme, a 16 km de Valence. 

-Barcelone-du-gers, en el departamento de Gers.

 -Barcillonette (con “i”), en los altos Alpes. 

-Barcelonette, en los bajos Alpes, fundada por Ramón Berenguer V, conde de Provenza, emparentado con los Berenguer barceloneses.

 En América también podemos encontrar las siguientes Barcelona, siendo la de Venezuela la más grande de todas, con más de 400 mil habitantes: 

-Barcelona Harbor, en el norte de los Estados Unidos, a dos kilómetros de Westfield, cerca de las cataratas del Niágara, famosa por tener el único faro del mundo alumbrado con gas natural.

 -Barcelona, en Venezuela, a orillas del río Neveri, fundada en 1763 por Juan Orpi. Está próxima al Puerto de la Cruz. 

-Barceloneta, en Puerto Rico, fundada en 1881 por Benocio Lensa Feliu. Está en la costa norte de la isla, a pocos kilómetros de Arecibo. 

-Barcelona, también en Puerto Rico, a pocos kilómetros de la capital, si bien es más pequeña que Barceloneta. 

-Barcelona, en Ecuador, a poca distancia de Guayaquil. Es un poblado pequeño, habitado por campesinos indios, fundado por Pedro Maspons Camarasa, en 1945.

 -Barcelona, en Brasil, a 70 km de Natal, en el estado Río Grande.-Barcelona, en Colombia, a 1.200 metros de altura. 

-Barcelona, también en Colombia, en el departamento de Córdoba, que es una localidad pequeña en el municipio de San Pelayo. 

-Barcelona, en Bolivia, en el extremo norte, a pocos kilómetros de la frontera con Brasil, a orillas de un afluente del Amazonas. 

-Barcelona, también en Bolivia, que es un caserío en el departamento de Santa Cruz, cerca de Samaipata. 

En Filipinas también encontramos algunas Barcelona: en la isla de Luzón hay dos, una más grande que la otra. La pequeña está en la provincia de Camarines, que es un pueblo de agricultores. 

La Barcelona de Sicilia.

Pero aquí no están todas. Hay más. Parece que en total llegan a cincuenta y dos, según El Periódico. Pero, nosotros, quedémonos con lo y las que cuenta Clarasó como homenaje a una figura hoy desconocida pese a que, si hemos de hablar de literatura, fue el último ganador de la primera etapa del prestigioso Premi Joan Crexells de narrativa, otorgado por el Ateneu Barcelonès, en 1938 (el premio quedó interrumpido por nuestra guerra -in-civil y la atroz posguerra hasta que en 1982, ya en democracia, volvió a reanudarse su concesión) con la obra Francis de cer, que aún sigue inédita,

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1The Twilight Zone, conocida en español como La dimensión desconocida, En los límites de la realidad o La quinta dimensión, es una serie de televisión estadounidense (emitida su primera etapa entre 1959 y 1964, con 156 episodios a lo largo de cinco temporadas) dedicada a la ciencia ficción, fantasía y terror. Cada episodio muestra un relato que plantea dilemas morales, cuestiona al espectador y lo confronta con su propia existencia, a menudo rematado por un final sorprendente. Es hoy uno de los pocos programas televisivos de aquellos años en ser objeto de culto y referencia obligada en su género

2Ildefons Cerdà i Sunyer, (1815 –1876), fue un ingeniero, urbanista, jurista, economista y político que escribió la Teoría general de la urbanización, obra pionera de la especialidad, por la cual se le considera uno de los fundadores del urbanismo moderno. Su proyecto más importante fue la reforma urbanística de la Barcelona del siglo XIX mediante el llamado Plan Cerdá, con el que creó el actual barrio del Ensanche aunque, en su día, el proyecto no fue bien visto por los estamentos locales.

3Avel·lí Artís Gener, más conocido por su seudónimo Tísner, fue un artista multidisciplinar que vivió durante unos años en el barrio de Sant Antoni. Nació en 1912 en Barcelona, y, a lo largo de su vida, hace de escenógrafo, periodista, dibujante, director artístico en una agencia de publicidad y corrector, además de escritor de teatro, novela, narraciones y prosa, colaborando en diversos medios de comunicación. Durante la guerra civil española se alista como voluntario en el ejército republicano. Terminada la contienda, se exilia en México y vuelve a Catalunya el último día de 1965, después de veinte y cinco años de exilio. Utiliza el nombre de Tísner para firmar su obra literaria desde 556 Brigada Mixta, que es su primera novela, escrita en el exilio y que habla de la guerra. Abierto y afable, el autor lleva una vida llena de incidencias que le ayudan a formar un mundo literario propio. Muere en Barcelona el año 2000.

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