domingo, 24 de abril de 2022

Desinformación y no-información.


Tras ver las horripilantes imágenes de la matanzas de civiles en Bucha,
Borodianka, Kramatorks y otras ciudades ucranianas en el, llamémosle, conflicto armado entre Rusia y Ucrania y la desinformación a su alrededor, con unos y otros tirándose los trastos de la responsabilidad a la cabeza con el viejo argumento de “y tú, más”, incluso discutiendo si esas matanzas son “crímenes de guerra”, “crímenes de lesa humanidad”, “genocidio”,..., es inevitable admitir que eso de la desinformación o información falsa, sesgada y manipulada o, simplemente, la no-información nos alcanza a todos (síntoma del enorme valor político de la desinformación es que, en el conflicto actual, el ciudadano ruso le da más credibilidad a la propaganda oficial que a lo que le cuentan, incluso, sus masacrados familiares que viven en Ucrania). Precisamente, hablando de no-información, hace pocas semanas se cumplieron veinte años de la emisión sólo en las televisiones de Catalunya, el País Vasco y Andalucía (donde se programó a la una de la madrugada) del excelente documental, magníficamente documentado, de Montserrat Armengou y Ricard Belis Els nens perduts del franquisme (Los niños perdidos del franquismo), centrado en hechos de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo y con un componente, sobre todo, político, con una “segunda parte” del documental diez años después, para las décadas de los años sesenta y setenta, también del pasado siglo y con un componente esta vez (a)moral y económico, Torneu-me el fill! Els nens robats del franquisme (¡Devolvedme mi hijo! Los niños robados del franquismo), en los que se revela uno de los períodos más oscuros de la historia reciente de España: la desaparición de niños hijos de republicanos y la separación forzosa de sus familias por parte de la represión franquista, unos hechos que se habían mantenido encerrados en el silencio de la represión de Franco. Los autores ya denunciaban que los periodistas estaban supliendo un trabajo que debería realizar el Estado. "A mí me satisface, como periodista, que mi trabajo sirva de algo, pero como ciudadana creo que es una vergüenza", explicaba Montserrat Armengou. "Estamos hablando de cientos de afectados, y nadie se está encargando de ello". La generación que vivió la guerra (in)civil española se extingue y los vencidos apenas han podido dar su versión de los hechos. Por primera vez en democracia, un cuarto de siglo después de la muerte de Franco, estos documentales recogen las voces de algunas víctimas del franquismo que alertan sobre la muerte de cientos de criaturas en prisiones o sobre la desaparición de sus hijos, robados para hacer negocio mediante toda una legislación publicada en el Boletín Oficial del Estado (luego, era “ley”) que articuló el sistema de desaparición de miles de niños, y selló su destino bajo falsos pretexto.


La ley franquista de 4 de diciembre
de 1941(“sobre inscripción de niños repatriados y abandonados”) es de una crueldad y una hipocresía verdaderamente siniestra propia de otras actuaciones de esos responsables para encubrir sus actos; hace, pues, más de 70 años, el régimen franquista selló el sistema de cambio de apellidos de miles de niños robados a sus madres (detenidas masiva y sistemáticamente ilegalmente y sin otro cargo penal que su parentesco familiar con otros detenidos) en los “Conventos-Prisión”, en muchos casos arrebatados de sus brazos inertes, golpeadas hasta la inconsciencia para poder arrancárselos de sus brazos, como muchos testimonios recogen y entregados a “piadosas monjitas-guardianas” sin que se volviera a saber de ellos. Y también selló el destino de los cientos de niños robados en los paritorios a los familiares de guerrilleros antifranquistas o los cientos de niños inicialmente protegidos en las colonias infantiles de la republicana Victoria Kent, secuestrados por toda Europa y América por encargo directo del Gobierno de Franco. En España, el circulo de la desaparición de niños se cerraría con esta ley, que es necesario que sea recordada porque, además, una vez creados los mecanismos de la impunidad, inicialmente con fines de persecución de los vencidos, continuaría posteriormente con fines cambiados, igualmente espurios, de “tráfico o compra-venta de personas”; en uno y otro caso, incontestablemente, “crímenes contra la humanidad” imprescriptibles e inamnistiables, en tanto que unas y otras son conductas sistemáticas llevadas a cabo bajo la promoción y la aquiescencia de la dictadura. No existen distinción entre unos y otros, ni niños robados A y niños robados B, unos y otros, y sus familias que continúan esperando que nuestro país cumpla sus deberes internacionales y los busque a todos, son víctimas de “crímenes contra la humanidad”. La resolución del Consejo de Europa de 17 de marzo de 2006, Recomendación 1736, Documento 10737, aprobada por unanimidad, taxativa en sus más de cien puntos1, condenó todo ello sin paliativos pero hasta la fecha (y han pasado diez y seis años) los diferentes Gobiernos de España que ha habido no han reconocido nada ni han emprendido ni una sola medida para buscar a esos niños.


Todo ello resulta mucho más chocante todavía, cuando tan solo 3 días después de la promulgación de la ley española, el 7 de Diciembre de 1941, Adolf Hitler dictaba la conocida orden de desapariciones forzadas llamada “Noche y Niebla”, para que las SS hiciesen desaparecer “en la noche y la niebla” a toda persona sospechosa de colaborar con la resistencia en el este de Europa, cuando no existiese la certeza de que, de ser sometidos a un Consejo de Guerra, iban a poder ser condenados a muerte. Y ese mismo Decreto nazi sí que fue enjuiciado en Nuremberg, condenándose al Mariscal Keitel por ello. En España se nos ha pretendido decir (¿desinformación?) que los crímenes de nuestra dictadura están fuera del alcance temporal de la jurisprudencia de Nuremberg, por solo tres días de diferencia. Es inaceptable jurídica y democráticamente.


Cuenta Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, que cuando sus alumnos (en sus palabras, gente joven, despierta y curiosa intelectualmente, horrorizados por las barbaridades realizadas por las dictaduras chilenas y argentinas tales como el robo de niños de padres asesinados por aquellas dictaduras) vieron el primer documental de los citados, “al entrar en el aula al día siguiente, noté un silencio ensordecedor. Los estudiantes estaban sorprendidos, avergonzados e indignados de que se les hubiera ocultado parte de la historia de su país. Sabían lo que había ocurrido en Argentina y Chile, pero desconocían lo que había ocurrido en España. Fue así como pude explicarles que no sólo lo que había ocurrido en aquellos países, sino incluso muchas de las cosas que habían ocurrido en la Alemania nazi, se habían dado también en España”. En realidad, parte de los experimentos realizados por la Gestapo en los campos de concentración nazis se habían iniciado en España bajo la supervisión de la misma Gestapo. En contra de lo que se ha dicho y escrito, el régimen militar liderado por el general Franco era racista; los militares golpistas se consideraban parte de una raza hispánica superior (el día nacional se llamaba entonces el día de la Raza), superioridad que le otorgaba el derecho de conquista y sometimiento sobre otras razas inferiores, entre las cuales incluían la raza de los republicanos rojos (término utilizado por la dictadura hacia aquellas poblaciones que se opusieron al golpe militar y a la propia dictadura). El ideólogo de tal doctrina era el militar psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera2 (o Nágera, llamado el Mengele español), que dirigía los Servicios Psiquiátricos del Ejército y que propugnaba en su libro Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza que "La raza es espíritu. España es espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas". Su purificación de la raza incluía el resurgimiento de la Santa Inquisición en contra de las personas que consideraba antipatrióticas, anticatólicas y antimilitares que corrompían la raza española. Vallejo-Nájera tenía un gran desprecio para las personas corrientes y creía que la sociedad moderna necesitaba de una "minoría selecta... con espíritu aristocrático... imbuido en una misión especial de salvar al país y a la raza". Era también profundamente anti-mujer, considerando que "las hembras no estaban facultadas para la lectura de libros". Desaconsejaba a las niñas que leyeran libros excepto los de carácter religioso, y alertaba que la debilidad mental de las mujeres las hacía especialmente vulnerables al marxismo, el máximo exponente del deterioro de la sociedad. Hablaba del marxismo como de una peste transmitida a partir de los centros urbanos, los centros industriales de la costa de España. La “inferioridad de raza”” podía corregirse, sin embargo, a la temprana edad de la infancia; de ahí que se requiriese que a las madres rojas se les quitaran los infantes para evitar su contaminación y degeneración. Estas teorías se emplearon para justificar el secuestro de niños republicanos; sus planteamientos, más ambientales que biológicos, postulaban que la raza era el resultado de un conjunto de valores culturales. Los valores que en España contenían los requisitos indispensables para la salud nacional eran jerárquicos, castrenses y patrióticos, y cualquier valor defendido por la República y la izquierda se consideraba hostil y había de erradicarse de inmediato. La Acción Social de La Falange y la Iglesia jugaron un papel muy importante en esta depuración de la raza "salvando" a los infantes de tal patología que podía transmitirse de madres a hijos. Tales robos eran frecuentemente hechos para el beneficio de parejas afines al régimen que deseaban tener niños y miles de niños fueron sustraídos de sus madres rojas. Esta política de robos era política del Estado. El Ministerio de Justicia tenía como responsabilidad robar (el término que se utilizaba era “recoger”) a todos los hijos de los asesinados, encarcelados o desaparecidos, a fin de "liberarles de la miseria material y moral que suponía su distanciamiento del nuevo Estado español". En 1943, acabada en teoría la guerra, los hijos de presos bajo tutela del Estado eran 12.043.


Estos hechos se han ocultado al pueblo español. Los documentales citados, además, no se han presentado en todo este tiempo en ninguna otra televisión, sea pública o privada, contribuyendo al olvido de los horrores de aquella dictadura cuyo conocimiento es muy escaso en nuestro país, y que el auto del juez Baltasar Garzón sobre el tema hubiera podido ayudar a remediar. Su retiro del caso por su condena a inhabilitación ha aumentado las posibilidades de que aquel horror continúe desconociéndose. Suele pasar con los Estados que de democracia tienen sólo el nombre (y pasa hasta aún hoy; basta con ver lo que es noticia en la prensa “generalmente bien informada” de aquí, que no suele coincidir con la prensa extranjera..Si esa desinformación, con frecuencia sesgada en un mismo sentido, no es manipulación….), dictan lo que se debe conocer y, por otra parte, detentan el poder. Como ahora pasa también en Ucrania con Rusia.

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1Valga como ejemplo el 72: Los “niños perdidos” son también parte de las víctimas del franquismo se trata de hijos de presas cuyos apellidos fueron modificados para permitir su adopción por familias adictas al régimen. (…).

2Antonio Vallejo-Nájera Lobón fue un psiquiatra reputado durante el régimen franquista, nació en 1889 y, en 1917, fue enviado como agregado a la Embajada de España en Berlín donde aprendió el idioma que posteriormente le permitió hacerse un ferviente admirador del nazismo. Durante la guerra (in)civil se convirtió en el máximo dirigente de los Servicios Psiquiátricos del franquismo, donde desarrollaría sus teorías supremacistas y eugénicas creando ya en 1938 el Gabinete de Investigaciones Psicológicas del Ejército (organismo que estaba bajo la jerarquía de la dirección de campos de concentración de prisioneros), que pasaba por ser una copia del Instituto Alemán que difundió las ideas eugénicas nazis, .estudio definitivo para dotar de un carácter científico la represión que se ejercía sobre los rojos o sea: iba en busca del “gen rojo”. Desde aquí desarrolló unas teorías que consideraban a los marxistas y los individuos de los estratos sociales más bajos entes a erradicar para mejorar la raza hispánica y elevarla a sus cánones medievales. Suyas son las frases “El fenotipo amojamado, anguloso, sobrio, austero, se transformaba en otro redondeado, ventrudo, sensual, venal y arribista, hoy predominante. Tiene tan estrecha relación la figura corporal con la psicología del individuo que hemos de entristecernos de la pululación de Sanchos y penuria de Quijotes” o “A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella”. Vallejo-Nájera consideraba a los rojos y marxistas los culpables de toda la degeneración de la raza hispana, atribuía unas características negativas a las “hordas marxistas” y una características afectivas positivas a los miembros del bando nacional. Los nacionales eran, para él, una raza en la que predominaban la religiosidad, el patriotismo, la responsabilidad moral, e inclinación a los valores éticos y estéticos. En contraposición estaban los marxistas, que poseerían unas características que él denominó complejos psicoafectivos, que eran el resentimiento, rencor, envidia, arribismo, ambición y venganza, características que se veían ampliadas por su origen de clase, tal y como expresó en un artículo de la revista Acción Española del año 1936. En palabras de Antonio Vallejo-Nájera: “El simplismo del ideario marxista y la igualdad social que propugna favorece su asimilación por inferiores mentales y deficientes culturales, incapaces de ideales espirituales, que hallan en los bienes materiales que ofrecen el comunismo y la democracia la satisfacción de sus apetencias animales. El inferior mental y el inculto encontraban en la política marxista medios de facilitarse la lucha por la vida, al contrario que en cualquier otro régimen político social, especialmente los aristocráticos que fomentan el encumbramiento de los mejores”. Resulta muy llamativo que las bases ideológicas segregadoras y de estirpe dominante del psiquiatra se encontraran muy presentes en un artículo que el moderado Mariano Rajoy escribió en El Faro de Vigo, en 1983,. En el artículo Rajoy hace una elegía de la desigualdad con argumentos eugenésicos del mismo porte que los que Vallejo-Nájera expresó a lo largo de su vida. Rajoy explicaba que “En textos del siglo VI a. C. se afirmaba como verdad indiscutible que la estirpe determina al hombre, tanto en los físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de buena estirpe superaban a los demás– han sido confirmados posteriormente por la ciencia, desde que Mendel formulara sus famosas leyes ya nadie pone en tela de juicio que el hombre es desigual”. En el artículo Rajoy expresa las mismas dudas sobre la inferioridad del pensamiento comunista y socialista que Vallejo-Nájera al intentar igualar lo que nace desigual y así evitar el progreso y ascenso de los más preparados. “Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical al socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas…y establecen para ello normas… cuya filosofía última aunque se las quiera dar otro revestimiento es la imposición de la igualdad son radicalmente contrarias a la esencia misma del hombre”. El final del artículo de Rajoy expresa en misma forma y fondo el ideario de Vallejo-Nájera sobre la inferioridad del pensamiento que defiende la igualdad. Al considerar que defender los principios igualitarios impide a los mejores, a los más hábiles, a los más capaces, a los de buena estirpe conseguir progresar y traer bienestar a su sociedad.

 

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