miércoles, 23 de agosto de 2023

Y grillos, y cigarras...



Hay una pieza musical que estoy seguro que todos han escuchado, pero cuya historia es desconocida. Se trata del Vuelo del moscardón, una pequeña pieza muy rápida que está transcrita para muchísimos instrumentos y se utiliza incluso como prueba de velocidad en el récord Guinness de violín por ejemplo. "El vuelo del moscardón" (literalmente en ruso "El vuelo del abejorro") es un interludio orquestal escrito por Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908) para su ópera El cuento del zar Saltán, (ojo, el nombre completo del poema de Aleksandr Pushkin, padre de la literatura fantástica rusa, en que se basa la obra, y también de la ópera, es El cuento del zar Saltán, de su hijo y el célebre y poderoso príncipe bogatyr Gvidón Saltánovich y de la bella Princesa-cisne), compuesto entre 1899 y 1900 para conmemorar el centenario del poeta. Originalmente fue compuesta para una voz cantando al mismo tiempo una letra referida al hijo del Zar, que era convertido en un moscardón por un cisne mágico. La pieza cierra el Acto III, Cuadro I, (aunque se repite en forma modificada en el cuadro subsiguiente, Acto III, Cuadro 2) justo después de que el Ave-Cisne mágico le da al príncipe Gvidón Saltánovich (el hijo del Zar) instrucciones de cómo transformarse en un insecto, entonces puede volar para visitar a su padre (quien no sabe que él sigue vivo). música descriptiva que manifiesta el vuelo del príncipe Gvidón convertido en abejorro. Aunque en la ópera el Ave-Cisne canta durante la primera parte del "Vuelo", su línea vocal es melódicamente desenvuelta y fácilmente omitida; este hecho, combinado con el hecho de que el número decisivamente cierra la escena, crea una fácil extracción que hace posible a la pieza orquestal. Por cierto, esta pieza no constituye uno de los movimientos de la suite para orquesta que el compositor derivó de la ópera para los conciertos. "El vuelo del moscardón" es reconocible por el frenético ritmo al que es tocado hasta el tempo, con casi ininterrumpidas carreras, de forma que no es tanto la altura o el rango de las notas que se tocan el problema del músico, sino simplemente la habilidad de moverse con suficiente rapidez. Aunque la versión original para orquesta misericordiosamente asigna en parte la nota dirigiendo a diversos instrumentos en tándem, en el tiempo transcurrido desde la composición de la pieza se ha convertido en un escaparate de virtuosismo instrumental en solitario, ya sea en el original o con violín y en prácticamente cualquier otro instrumento melódico. La música, por cierto, apareció en una escena clave en la película de 2003 de Quentin Tarantino, Kill Bill parte 1.


No hay comentarios:

Publicar un comentario