domingo, 3 de noviembre de 2013

¿Son útiles las agencias de calificación?

Si lo que se busca es una respuesta rápida a la pregunta del enunciado, ésta debe ser sin duda la de "Pues depende para quién", pero. lógicamente, es mejor argumentarlo, y a eso vamos.

Estos días se ha publicado con alborozo, y casi con honores de portada en los medios generalistas, la decisión de las agencia calificadora Fitch de mejorar la confianza en nuestro país, lo que, es de esperar, influirá positivamente en "los mercados" que nos acechan y esclavizan. Nada que decir en contra; al contrario, es de agradecer que alguien nos dé un poco de oxigeno para ayudar al superar el mal trago que estamos pasando, pero tampoco es como para tirar cohetes: la agencia mantiene el rating de España en BBB (recordemos, sólo dos peldaños por encima del "bono basura") y lo único que produce la euforia es que la perspectiva pasa de "negativa" a "estable". Curiosamente, cuando la tendencia de las agencias era la de revisar a la baja las calificaciones, todas eran parciales, manejaban datos sesgados y, en definitiva, poco menos que nos tenían manía personal, mientras que ahora, las críticas se han tornado en alabanzas ante la claridad de criterio que demuestran en su análisis. Normal, es humano y no lo criticaremos, pero ahí esta.

Lo que sí merece puntualización es el análisis de los datos que ofrece Fitch y si sus conclusiones, realmente, van en la línea oficial de confirmar la ansiada recuperación. Veamos.

Fitch basa sus conclusiones en el resultado de sumar la aplicación de reformas estructurales, el saneamiento del sistema bancario y los progresos en la consolidación fiscal,lo que en conjunto ha permitido una rebaja de 2,5 puntos porcentuales en el déficit público, gracias a los recortes aplicados en las comunidades autónomas (lo dice Fitch), y eso a pesar de que la ratio de deuda pública ha escalado once puntos porcentuales desde 2008.

El anuncio de Fitch puede abrir las puertas a la revisión positiva del rating español por parte de otras agencias, lo que podría aparejar una suavización de las condiciones de financiación del Tesoro y de las grandes empresas, y eso, sin duda, es una buena noticia, pero ¿hay que deducir de aquí que la recuperación es un hecho? Ese es el meollo del problema.

Fitch habla del logro de las reformas estructurales, pero si se refiere a las mismas reformas que no permiten bajar del 25 % de tasa de desempleo (ya se ha anunciado que en el último trimestre se espera un repunte de 100.000 personas en las listas del paro), la conclusión es diferente. Si basa su mejora en una rebaja del déficit mientras persiste la dificultad de financiar a autónomos y pymes (auténtico motor para la salida de la crisis, aunque todo indica que este gobierno no lo quiere ver), a pesar de ese pregonado saneamiento del sistema bancario, algo chirría en todo el engranaje. Y, por último, si Fitch indica (y las fuentes oficiales lo corroboran) como núcleo de la mejora los recortes aplicados, hay que dar un vuelco al escenario: no puede ser que la mejora de un país se base en el empeoramiento de la vida de las personas que viven en él, porque eso es tanto como reconocer que se gobierna para "los mercados" y poco importa la atención a las necesidades de las personas. De hecho es una sospecha que cada día se hace más fuerte, pero esta nimiedad de la agencia de calificación ha puesto de relieve con toda su crudeza.


Ahora ya podemos responder a la pregunta del enunciado: una agencia de calificación es útil a quien diseña la política económica pensando en "los mercados" y no sirve a quien lo hace pensando en el ciudadano.

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