miércoles, 12 de marzo de 2014

Boletín nº 33 - Una aproximación a la economía sumergida


Los expertos no se ponen de acuerdo en la propia definición, y la abundante literatura sobre este fenómeno económico[1] se refiere indistintamente a sumergida, subterránea, informal, paralela, oculta, irregular, etc. todo ello de acuerdo con las matizaciones propias del enfoque de análisis.
En estas líneas sólo se abordarán, de forma muy escueta, la influencia y, eventualmente, la repercusión que en la existencia, y actual crecimiento[2], de la economía sumergida puedan tener factores tales como las políticas fiscales, el mercado de trabajo, las normativas que rigen las actividades económicas, etc., así como los métodos utilizados para llegar a una aproximación del volumen de economía sumergida sobre el total del país.

¿Qué es la economía sumergida?

Para empezar, no debe identificarse siempre la economía sumergida con actividades ilícitas, ya que éstas representan un porcentaje realmente limitado del total oculto; la famosa frase del “¿con IVA o sin IVA?” al cobrar determinados trabajos / servicios no convierte en ilícito el servicio prestado o el producto vendido, pero sí puede contribuir a sentar las bases de un ciclo perverso porque: 
-          La transacción escapa al sistema tributario
-          Disminuye la cifra de impuestos recaudada
-          La política impositiva puede registrar una reacción al alza.
-          Se alienta el incumplimiento fiscal, indirectamente, por lo elevado de los impuestos,
-          Se incrementan las restricciones presupuestarias

Sin embargo, el ciclo produce una situación paradójica: la mayoría de los ingresos obtenidos a través de la economía sumergida, revierten en la economía formal, lo que sirve a ésta de estímulo.

Queda, pues, patente, que la economía sumergida integra actividades lícitas e ilícitas y que, por propia supervivencia, está en adaptación permanente a los cambios en el sistema fiscal o laboral, por lo que no es extraño, a la postre, que sea compleja una definición válida.
Tiene vigencia, en este sentido, la clasificación que, en su obra de 1997 The underground economy: global evidence of its size and impact, realizaron los economistas Owen Lippert y Michael Walter para el Instituto Frazer, de Vancouver (Canadá) y que se transcribe en el cuadro siguiente.

Tipos de actividades


Transacciones monetarias

Transacciones no monetarias

ACTIVIDADES ILÍCITAS
Comercio de bienes robados; producción y comercialización de drogas, proxenetismo, contrabando, estafa, fraude, comercio de arma, etc.
Trueque de drogas, bienes o productos de contrabando, cultivo de drogas para uso personal, robo para uso personal, etc.

Evasión de impuestos
Elusión de impuestos
Evasión de impuestos
Elusión de impuestos
ACTIVIDADES LÍCITAS
Ingresos no declarados procedentes de trabajos por cuenta propia. Sueldos, salarios y beneficios obtenidos en trabajos no declarados, relacionados con bienes y servicios lícitos, etc.
Descuentos a empleados, prestaciones no declaradas, etc.
Trueque de bienes o servicios lícitos
Trabajos “hechos en casa”, ayuda en trabajos a terceros (“chapuzas”), etc.

De un somero análisis de la tabla, se observa que, al final, el punto de unión entre actividades lícitas o ilícitas vinculadas a bolsas de economía sumergida es la no sujeción a los sistemas impositivos, por variadas razones, que van desde la mera ocultación de la propia actividad en función de su ilicitud a la elusión de impuestos en actividades que, incluso socialmente, están aceptadas como “normales” (prestaciones no declaradas, trabajos hechos en casa, etc.)

Y esta reflexión conduce a otras: ¿en qué se fundamenta la existencia de la economía sumergida? ¿qué repercusión tiene sobre las políticas económicas?

Bases de partida de la economía sumergida

Se ha apuntado más arriba que la economía sumergida está en permanente adaptación a las variaciones sociales, normativas o tributarias. Este aspecto es especialmente perceptible cuando se intenta analizar el fenómeno desde el punto de vista del mercado laboral. En efecto, no hace demasiado tiempo que el trabajo de quien estaba fuera del sistema podía identificarse casi siempre con la discontinuidad de su realización, su atención a los altibajos de la demanda, su dependencia de las necesidades puntuales del empleador, etc. Sin embargo, estas prácticas se han convertido en legales: la discontinuidad, el trabajo por horas, etc., son ahora escenario cotidiano, y admitido de forma generalizada, del mercado de trabajo. Y sin embargo, persiste (y crece) la economía sumergida, lo que hace pensar que la situación laboral, aún siendo de suma importancia, es sólo un aspecto más del problema.
Ciertamente, hay otros motivos que podrían promover un cierto grado de economía sumergida, como los impuestos por la actividad, léase IVA, Sociedades, etc. Sin embargo, se ha demostrado en numerosos casos (que no deben tomarse como paradigma pese a todo) que lo que pretende el comerciante o empresario es, llanamente, obtener cuanto más beneficio lícito, mejor; otra cosa es la percepción de que el destino de los impuestos que paga es el esperado y suficiente (dicho sea de paso, este es un nuevo factor estadístico de elusión de impuestos según diferentes estudios en países desarrollados que demuestran que no son los altos impuestos por sí mismos los que hacen crecer la economía sumergida, sino la aplicación discrecional e ineficaz de los mismos por el sistema), y que no le preocupa en demasía pagar el impuesto sobre los beneficios de su actividad... siempre y cuando los costes incurridos para su obtención sean los que encuentra razonables.
Este apunte, naturalmente, no es válido para la economía sumergida originada por actividades ilícitas, pese a que la intención del empresario sea idéntica.
No son pocos los autores que han estudiado el impacto de las políticas impositivas y de coberturas sociales en el auge continuado de la economía sumergida en los países desarrollados. Dejando aparte las doctrinas ferozmente liberales de algunos de ellos (Valin, entre otros), otros más ecuánimes, como Enste y Schneider en sus estudios para el Fondo Monetario Internacional, aportan datos que arrojan una brizna de luz sobre este impacto.

En el mercado de trabajo de la economía oficial, para calcular el coste de la mano de obra de los empleados de una empresa, se ha de sumar al sueldo los impuestos y las aportaciones a los diferentes sistemas de seguridad social. Puede entenderse que cuanto menor es el gap entre la cifra de beneficios del negocio, deducidos los impuestos, y el coste total de la mano de obra, más tentador es para el empresario “sumergirse” en economías paralelas, aún a riesgo de sanciones. Es decir que, de acuerdo con la idea básica expuesta, los impuestos y las cotizaciones a la seguridad social son factores determinantes de la economía sumergida.

En Estados Unidos se han publicado estudios que demuestran que un incremento de un punto porcentual en la tasa marginal de su impuesto sobre la renta provoca un incremento de 1,5 puntos porcentuales de la economía sumergida.

De este factor, además, se extrae una segunda conclusión: existe una alta movilidad entre economía oficial y economía sumergida, en función de las variaciones de las legislaciones laborales y tributarias, fundamentalmente a través de modalidades de autoempleo que se convierte en empleo para terceros  o viceversa, pero también por la coexistencia de varios mundos en el mercado de trabajo: trabajadores regulados con plenos derechos, trabajadores con derechos distintos (horarios, vacaciones, pagas, etc.) para un mismo trabajo según la sujeción de su contrato a diferente legislación, o trabajadores, sencillamente ocultos. Es éste un problema de difícil solución ya que se han hecho diferentes intentos (Francia, Alemania...) por encontrar fórmulas de regular las horas y formas de trabajo oficial con resultados adversos: los trabajadores han sido empujados hacia la economía sumergida para compensar la situación.

Cuando la Volkswagen redujo su jornada de trabajo en Alemania, se dispararon en la zona las actividades de reconstrucción y rehabilitación de viviendas no registradas por los gremios oficiales del sector.

En este sentido es llamativo que, según datos oficiales publicados recientemente, el incremento registrado en los últimos años previos a la crisis en la cifra de cotizantes a la Seguridad Social no obedecía tanto a la creación de empleo sino al afloramiento de economía sumergida, es decir, trabajadores en activo de antiguo que, por diferentes razones, estaban fuera del sistema de cotización.
No puede acabarse este apartado sin una mención al fenómeno de la corrupción como causante del auge de la economía sumergida. Entendiendo por corrupción el aprovechamiento del poder público para el beneficio privado, parece evidente que la misma encuentra terreno fértil en administraciones débiles, aún con economías muy reglamentadas; el resultado es que se ha detectado correlación directa entre el nivel de corrupción y las cifras estimadas de la economía sumergida.

La economía sumergida, en cifras

Por aquello de que “Spain is different”, hay tendencia a pensar que la economía sumergida sólo afecta a nuestro país o, como mucho, a nuestros vecinos latinos. Nada más lejos de la realidad. De acuerdo con sistemas de medida homogéneos admitidos por el Fondo Monetario Internacional, y que pueden basarse en meras estadísticas (de la fuerza laboral, de las cuentas nacionales,...), en el volumen de transacciones, en la demanda de dinero, en el consumo de energía eléctrica, o en modelos más elaborados que consideran, además, la carga impositiva, las reglamentaciones, etc.[3], en el período 1988-2000, el porcentaje de economía sumergida versus el PIB oficial  era de hasta el 44 % para países en desarrollo (77 % en Nigeria, 69 % en Egipto, 67 % en Bolivia, pero 19 % en Chile y 14 % en Singapur), y de hasta el 16 % para países de la OCDE (posiblemente con el cliché supuesto del 27 %en Italia, pero con sorpresas como Dinamarca, que en 15 años duplicó la cifra, pasando del 8 al 15 %, o como Estados Unidos o Austria, con un 10 % cada uno).
Por lo que respecta a España, las últimas cifras del Instituto de Estudios Fiscales sitúan el volumen de economía sumergida en el 25 % del PIB, con la particularidad de que a principios de los ochenta era del 15 %. En dinero contante y sonante, este porcentaje equivale a unos 150.000 millones de euros, que escapan del control legal. Esta tendencia al crecimiento, por otra parte, es común a todos los países desarrollados.

Hay, sin embargo, y para acabar, diferentes investigaciones efectuados por estudiosos independientes que coinciden en apuntar algunas sugerencias destinadas a quienes diseñan las políticas económicas y encaminadas a controlar este auge:
-          Reducción de tasas tributarias. Puede ayudar, si no a reducir, sí a estabilizar el volumen de economía sumergida.
-          Análisis de las tasas tributarias marginales, cuya incidencia en la decisión de trabajar “sumergido” es mayor que la de las tasas medias.
-         Racionalización del mercado de trabajo ajustado a las necesidades reales.
-          Aplicación de mayores sanciones a la evasión de impuestos.
-       Un punto muy delicado sobre el que los expertos no se ponen de acuerdo sería la revisión de la política de subvenciones a trabajadores (en un escenario teórico y no castigado por la escandalosa cifra del paro sin visos de solución a corto plazo , una excesivamente generosa prestación por desempleo puede llevar a desincentivar la búsqueda de trabajo en la economía oficial y no impide, en cambio, trabajar en actividades no declaradas)

En definitiva, si bien la actividad económica clandestina no es nueva, debe atenderse a su control, en beneficio de todos los agentes económicos y sociales, sobre todo en épocas indefinidas como la actual, en la que se está buscando el encaje entre diferentes países más allá de la economía estricta, con políticas de índole social, laboral y fiscal.


[1] Pese a que el conocimiento de la existencia de bolsas de economía sumergida viene de muy antiguo, las primeras publicaciones que tratan del tema son muy recientes, de 1980, por Vito Tanzi y referidas en exclusiva a EEUU, si bien ya desde finales de la década de 1950, revistas como Journal of Political Economy o Financial Analyst Journal venían prestándole una atención especial.
[2] No sólo en España, sino en toda la UE, por no citar los países en desarrollo y los subdesarrollados.
[3] Puede encontrarse una descripción detallada de los métodos en “Shadow economies: size, causes and consequences”, de Schneider y Enste, Fondo Monetario Internacional, 2000.

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