jueves, 5 de julio de 2018

Aprendiendo del dolor ajeno.

Recientemente he tenido la oportunidad de escuchar algunas reflexiones públicas de una persona que había perdido a un ser querido en un proceso en el que se esperaba hacía tiempo el fatal desenlace. Quizá lo que llamaba más la atención de sus confesiones, aparte de su entereza, era la claridad y ánimo en analizar la dureza y dificultad de la experiencia.
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Me quedo sólo con un detalle (es un decir, claro; la verdad es que me quedo para pensarlas todas sus declaraciones, pero, por razones de espacio, sólo comentaré aquí ese detalle) de lo que dijo, ya que es algo, a mi juicio, extrapolable a la mejora de cualquier relación basada en el cariño y en el respeto. Dijo esta persona que en el trance sin vuelta atrás de la despedida, ambos conscientes, tan solo usó dos expresiones, que le surgieron espontáneamente: "gracias" y "perdona" y que, según declaro, le ayudaron a verlo todo de manera menos negativa y afrontar con más fuerza el momento "del después" porque se agolpaban en la mente los motivos para agradecer, que paliaban el dolor originado por esos otros vividos de los que se imploraba el perdón.
Gran lección de convivencia. Tengo un amigo que, cuando se le pregunta sobre las razones en las que se asienta y "justifican" (si es que eso se ha de justificar) sus ya más de cuarenta años de matrimonio con la misma persona, indefectiblemente contesta que la convivencia se basa en el cariño inicial mejorado con la historia creada en común y con dosis de respeto y admiración que tienen que ver con las acciones y actitudes cotidianas. Para calibrar lo relevante de esta afirmación, hagámonos una pregunta: ¿cuántos días/meses/años hace que no le hemos dicho "te quiero" o una expresión similar a nuestra pareja y, por extensión, a las personas que queremos? No, no es una pregunta "de trámite" sobre un tema sin importancia; si admitimos que cualquier tipo de convivencia se basa en sensaciones cambiantes y "vivas", la percepción de las mismas se "actualiza" cada vez que, sin darnos cuenta, las "autoexaminamos" en la realidad cotidiana. Veamos: si los pilares de una convivencia que deseo larga, enriquecedora y sosegada son el cariño, el respeto y la admiración que evolucionan a cada momento, nada tan fácil (y tan sorprendentemente difícil para algun@s) como decir "te quiero" para, automáticamente, evaluar mentalmente a qué he de dar gracias hoy para que se cumpla: a la pequeña (o gran) renuncia, al esfuerzo, al sacrificio,... o puede que sea de aquellos días (de los que también extraemos enseñanzas) en los que lo que se impone es entonar un Mea culpa y usar la otra palabra mágica, la de "perdona", para seguir creciendo juntos.
"Gracias" y "perdona", la clave sincera para mejorar en todas las situaciones.

De la lectura de estas líneas, reflexiones apresuradas provocadas por unas declaraciones representativas de un momento emocional concreto, y llevadas como enseñanza a ser aplicada para mejorar marcos de convivencia, alguien podría interpretar que todo se reduce a una cuestión cerebral mediante la cual los sentimientos pasan a segundo plano, sojuzgados por esa suerte de "técnica" de mejora del marco relacional. Nada más lejos de la realidad, al contrario, es indispensable que haya un sustrato sensorial sólido (aunque dicho así parezca un contrasentido) que permita tejer a su alrededor una trama accionarial duradera y confortable emocionalmente. En un símil arquitectónico, no son pocas las rehabilitaciones, reformas o mejoras de edificios que han acabado en catástrofe, pese a tener diseñado y seguir escrupulosamente un programa de actuación modélico, habitualmente porque nadie se había percatado de que la estructura estaba dañada, los cimientos poco profundos o inconsistentes, o algo así.

En las relaciones humanas no debemos olvidar que la atracción personal (la "química" a la que a veces se alude por extensión) es instintiva e irracional, mientras que conceptos como "respeto" son racionales, más elaborados y posteriores. Pero tampoco podemos olvidar que el primer paso de una relación SIEMPRE es irracional. ¿Cuáles, pues, deben ser los ingredientes de esa atracción irracional para poder convertirla en eje de largo recorrido enriquecedora para ambas partes? Que nadie se asuste. Pretender abordar la identificación y definición de esos aspectos es meterse de lleno y sin protección en camisa de once varas, que no haremos; desde los trovadores medievales, en cuyos romances primaba el amor físico (y patriarcal), a los poetas románticos, para los que la señal de identidad del amor era el sufrimiento hasta los contemporáneos, que suelen ser más profundos al escribir sobre sentimientos cuando cantan al desamor que cuando lo hacen al amor, más festivo, nadie se ha puesto de acuerdo sobre tales ingredientes para permitir barruntar mínimamente la perdurabilidad de la relación.
Resultado de imagen de gracias y perdona

En esta ceremonia de la confusión, la música también ha jugado su papel, generalmente en paralelo al significado de los poemas que convertía en melodía. Para acabar estas reflexiones recordaremos una canción de 1966, cantada a dúo por Domenico Modugno y Gigliola Cinquetti en el Festival de San Remo de ese año, en el que resultó vencedora; eso le hizo cumplir el requisito establecido y fue presentada al Festival de Eurovisión de ese mismo año, cantada sólo por Modugno, en el que quedó en el puesto 17 de 18 participantes (queda registrada en la historia del Festival como la primera canción que obtuvo un zero points de algún jurado), a pesar de lo cual hoy consta en todas las antologías de esa música llamada romántica mientras nadie recuerda a sus rivales, incluido el ganador, Udo Jurgens (bueno, menos en España, que recordamos, seguramente no por su participación en esa Eurovisión, al Raphael de Yo soy aquel).

Posiblemente, la posterior y paulatina aceptación de la canción por el público, festivales aparte, tenga que ver con que no cuesta identificarse con el amor que describe quien la canta, declaradamente ambiguo, sin protagonismo en lo físico y enfatizando en las emociones compartidas, pero firme para resistir cualquier cambio. Se acompaña la letra original en italiano (¿hace falta traducir?) para adentrarse en ella.

Nel cielo passano le nuvole
che vanno verso il mare;
sembrano fazzoletti bianchi
che salutano il nostro amore.
Dio, come ti amo; non é possibile
avere fra le braccia tanta felicitá,
baciare le tue labbra che odorano di vento;
noi due innamorati come nessuno al mondo.

Dio, come ti amo; mi vien da piangere,
in tutta la mia vita non ho provato mai
un bene così caro, un bene così vero.
Chi può fermare il fiume che corre verso il mare?
Le rondini nel cielo che vanno verso il sole...
Chi può cambiar l'amore, l'amore mio per te?.

Dio, come ti amo
Dio, come ti amo

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