martes, 11 de abril de 2023

Ahora que Finlandia está de moda...



El más
importante compositor finlandés de todos los tiempos fue bautizado como Johan Julius Christian Sibelius, (1865-1957) pero a los 21 años decidió afrancesar su nombre, apostando al futuro por la internacionalización de su carrera, por lo que de ahí en adelante se llamó Jean. En 1892, su poema sinfónico Kullervo le otorgó un lugar en la escena musical de su país al tiempo que advertía al mundo que una nueva voz asomaba desde el norte de Europa. El Valse triste (llamado originalmente Tempo de valse lente - Poco risoluto, posiblemente el vals más conocido para el gran público después de los de la familia Strauss) se originó como el primero de seis números que Sibelius compuso como música incidental para la obra de teatro Kuolema (Muerte) de su cuñado, Arvid Järnefelt. La trama gira en torno a una negación de la muerte por parte del protagonista, Paavali, cuya madre moribunda le dice que acaba de soñar con asistir a un baile. El propio Sibelius explicaba la escena teatral que daba origen e inspiración a este Valse triste op. 44.1 así: "Es de noche. El hijo, que ha estado observando al lado de la cama de su madre enferma, se ha dormido de puro cansancio. Poco a poco una luz rojiza se difunde a través de la sala: Hay un sonido de una música lejana; la luz y la música se aproximan para formar los acordes de una melodía de vals que flota vagamente hacia nuestros oídos. La madre, que dormía, se despierta, se levanta de su cama y, vestida con un largo vestido blanco, que tiene la apariencia de un traje de baile, comienza a moverse en silencio y lentamente hacia adelante y hacia atrás. Mueve sus manos y hace señas mientras suena la música, como si estuviera convocando a una multitud de invitados invisibles. Parejas extrañas, sombras, aparecen ahora girando y deslizándose a un ritmo de vals sobrenatural. La mujer moribunda baila con ellos y se esfuerza para que se vean a los ojos, pero los invitados evitan su mirada. Son sombras sin ojos. Luego parece hundirse agotada en su cama y la música se interrumpe. Con las pocas fuerza que le quedan llama a la danza una vez más. Con gestos más enérgicos que antes vuelven las sombras, girando con un ritmo salvaje, loco, y una especie de extraña alegría llega a un clímax. Un golpe suena en la puerta. Llaman. La madre profiere un grito desesperado. Los bailarines espectrales desaparecen. La música se desvanece. La muerte está en el umbral." Nada mejor que los primeros compases de esta pieza para confirmar el aserto de que Sibelius es capaz de establecer en pocos segundos un mundo sonoro enteramente propio. Luego de una sección media más viva, un final sombrío clausurará la pieza con tres acordes ominosos. El vals es una pieza cargada de solemnidad, de contención y melancolía, pero lo que uno no imagina es que esa música fuera concebida como el momento previo a la llegada de la muerte, como una especie de canto del cisne de una persona antes de entregarse ya irremisiblemente en los brazos de la parca.



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