lunes, 9 de abril de 2012

Aprender del sector privado

Pues ya ha acabado la Semana Santa, semana de pasión por antonomasia. Lo que no está tan claro es que con ella haya marchado la mortificación, la penitencia y el flagelo: Es más, sólo hay que echar una ojeada a la agenda política inmediata para volver a tomar conciencia (si es que en este paréntesis semivacacional se había perdido) de que el desasosiego no ha desaparecido, ni mucho menos. En cuatro días la votación sobre  (que no saldrá adelante porque tiene la mayoría parlamentaria del partido en el gobierno en contra) la implantación del impuesto a grandes fortunas, las preguntas al gobierno sobre la reforma laboral y la "amnistía fiscal", convalidación de estos decretos , votación de las enmiendas a la reforma laboral y, como guinda, la aprobación de la Ley de estabilidad presupuestaria (sí, hombre, aquella por la que se modificó el artículo 135 de la sacrosanta Constitución, que nos habían dicho hasta entonces que era intocable), promulgada para tranquilizar a "los mercados".
Y hablando de este aspecto, lo cierto es que los mercados nos siguen atosigando después de divulgar la Ley de Estabilidad e incluso después de haber presentado un presupuesto que incluye unos recortes como nunca se habían visto. Y los poderes públicos no entienden por qué unos presupuestos tan restrictivos causan recelos y hacen que se dispare la prima de riesgo. Es evidente que hay razones políticas en las que no entraremos, pero, en lo que se refiere a gestión, la verdad es que un somero estudio de los números no ayuda precisamente a tranquilizar ni a aumentar la confianza en los gestores.
Hagamos un símil centrado en el sector privado: supongamos que una empresa en funcionamiento presenta a su pool de bancos un plan de viabilidad para mantener vivas sus líneas habituales de crédito; plan en el que ha reducido a la mínima expresión sus gastos de producción y ha efectuado un duro ajuste de personal para mantener los gastos de este epígrafe controlados. Lo que a lo mejor (a lo peor) ha olvidado es que, cuando sus bancos analicen esos números tendrán muy presente que los posibles créditos que le concedan se han pagar a futuro, con el fruto de su actividad, y si el plan de viabilidad sólo muestra recortes y no alienta la producción, es natural que se instale el recelo y se le "cierre el grifo" de la financiación. Diferente sería si ese plan de viabilidad hubiera detallado también cómo mantener o incrementar la producción demostrando que, por ejemplo, se ha prescindido de activos ociosos y no de activos vivos.
En otras palabras, como ya se ha apuntado sobradamente en anteriores entradas, los recortes por sí solos, son, simplemente, nefastos. Hay que invertir y promocionar sectores que tomen el protagonismo de la recuperación, hay que promulgar leyes laborales que incentiven la contratación y no el despido, hay que promulgar leyes fiscales equitativas, hay que ayudar de verdad a la economía, y, por supuesto, no estaría de más analizar realmente de dónde se puede recortar gasto. No puede meterse la tijera alegremente en reducir gastos de sanidad y educación, tomados como chivos expiatorios de un modelo mal diseñado, olvidando, entre otros, los gastos poco explicados DE las Administraciones, más allá del sonrojo del coste de unos cuadros para el Congreso o los Ministerios.



Al hilo de la comparación con el funcionamiento del sector privado, cabe preguntarse por qué se producen estas paradojas . Y es preocupante, pero la única respuesta es que confluyen dos niveles de ignorancia por parte de muchos representantes de los poderes públicos a juzgar por sus declaraciones:
1.- desconocen la realidad de la calle, de las empresas y de las economías domésticas, y piensan que el sólo hecho de promulgar un decreto, una ley, una norma, como si se tratara de un juego de mesa, soluciona "en la teoría" todos los problemas. Esto puede ser así porque nuestra clase política no está en general muy ducha en la vivencia de un trabajo retribuido en el sector privado.
2.- mucho más grave siendo políticos: confunden la democracia (el poder emana del pueblo y obedece a sus necesidades, eso tan manido en campañas de "lo que quieren todos los españoles") con el juego de mayorías parlamentarias (el poder emana de la mayoría y obedece a las necesidades de los partidos), o sea es una partitocracia, sensiblemente diferente de la autentica democracia.
Lo dicho, habrá que estar muy atento a la penitencia después de la pasión de la Semana Santa.

2 comentarios:

  1. ¿Qué nos queda? Si no podemos confiar en quienes nos gobiernan, si no tenemos la esperanza de creer en soluciones... qué queda? Personalmente estoy desencantada de todo el sistema tanto político, como financiero, legislativo o judicial.. No creo en las promesas ni de unos ni de otros, y ni siquiera he visto un ápice de mejoría después del 15M , huelga general, y pancartas maravillosamente creativas por doquier.. por tanto, qué nos queda? Somos verdaderamente un rebaño mal llevado? O somos todos pastores despistados guiados por la oveja más avispada? Hoy por hoy, me he cansado del "Virgencita que me quede como estoy" porque sintiéndolo mucho QUIERO MÁS. Mucho más. A todos los niveles. Pero dudo mucho que mi inconformismo me lleve a donde quiero ir..
    En fin, la vuelta de las vacaciones da para una depresión post-vacacional, pero esmpezamos a estar vacunadoos contra eso. Que triste.

    Un beso enorme, y gracias por ser la voz de la actualidad.

    e

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    1. Quizá deba recordarse que la actitud ante la crisis, además de otras cosas, TAMBIÉN es un estado de ánimo. Y que las clases dirigentes parecen regodearse en transmitir la sensaciòn de caos generalizado en lugar de contribuir a sosegar el ambiente. Y debemos mantener la cabeza fría y ser conscientes que muchos de los globos sonda que nos lanzan son eso, globos sonda preparados para crear un clima en el que se instale el que tú apuntas de "déjame como estoy" y se admitan medidas progresivamente más restrictivas.
      Conviene ser consciente de esas situaciones para plantearlas cuando sea el momento ante la instancia que corresponda. Ánimo. Un abrazo.

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