martes, 7 de enero de 2014

Boletín nº 31 - Fuentes alternativas no bancarias de financiación



Cada vez resulta más evidente, con la aparente eternización de la crisis que nos azota, que el protagonista principal en la ansiada recuperación es (siempre lo ha sido, en todas las crisis que históricamente se han padecido) la iniciativa privada, pese a que los diferentes gobiernos no sean capaces, por pura ausencia del sentido de la decencia y por una arrogancia trasnochada, de reconocer ese protagonismo.  De esta forma, en la situación actual, un simple repaso a los acontecimientos en el ámbito económico de este principio de siglo nos permite verificar que, en unos períodos de tiempo diferentes para cada país, pero razonablemente controlados (y aquí, en este control, sí que se ve “la mano” de los gobiernos), se ha capeado dignamente el temporal en Japón, Estados Unidos, Alemania,…y los respectivos tejidos empresariales vuelven a ocupar el lugar previo a la crisis, o casi.

¿Por qué cuesta tanto en España esa lucha de las empresas contra la crisis? No vamos a analizar en estas líneas la (in)acción gubernamental, que no cesa de prometer la luna sin llevar a cabo ninguna acción eficaz para la auténtica recuperación y de dar palos de ciego contradictorios en función de si es Bruselas, el FMI, la “Troika”, sólo Alemania u otro agente el que le aprieta el zapato en cada momento. Sí que vemos conveniente, para entender algunos porqués, echar la vista atrás en los modelos de financiación tradicionales (antes del inicio de la crisis, para entendernos) y en cómo se llevaban a cabo. Ello nos permitirá llegar a conclusiones válidas acerca de la veracidad o no de que el gran escollo del inicio de la recuperación es la falta de financiación de las empresas y negocios, de si es cierto o no eso de que “los bancos ahora no financian como antes” y, sobre todo, conocer de qué alternativas de financiación se disponen para esos segmentos de actividad.

Un vistazo a los orígenes

Es innegable que, en la época del “España va bien”, en la que todo valía, incluso dar lecciones de economía al canciller alemán Schroeder, la banca española, alumno aventajado de esa forma de entender la economía, hizo auténticas barbaridades, que no vamos a detallar aquí, por mero pudor, pero no es menos cierto que había instalada entonces una nube de inconsciencia que lo envolvía todo y que, aparte de la banca, obnubilaba el buen criterio de más de uno. Hay que recordar que por esa época, la bajada de tipos de interés por la incorporación al euro propició la idea generalizada de que el acceso al crédito era poco menos que un derecho constitucional y se extendió de forma inconsciente entre la mayoría de empresarios y creadores de negocio el pensamiento de que “Tengo una idea de negocio genial: que me la financie el banco”, y como, además, desoyendo advertencias del Banco de España (que, eso sí, poca cosa más hizo aparte de advertir), las entidades se lanzaron a una desaforada carrera para ver quién crecía más en créditos concedidos, el banco financiaba esa idea y la repetición de casos similares condujo al escenario de 2007, previo al inicio de la crisis, en el que la financiación de las empresas era bancaria en más de un 80 %.

Por establecer comparaciones que ayuden a entender este galimatías, si el supuesto que hemos planteado del empresario que tiene un idea de negocio genial sucede en otro país, como Alemania, Estados Unidos, Japón, Canadá, etc. y el empresario acude a la banca, lo primero que habrá de responder será a una pregunta más o menos como ésta: “OK. Su idea es buena y podemos hablarla y, por cierto, de la necesidad dineraria total que me dice ¿cuánto pone usted? ¿de qué otras fuentes de financiación dispone? ¿cuánto cree que podemos ayudarle nosotros?”, aparte, naturalmente, de la presentación de un Business plan con cara y ojos y el aporte de cuantas garantías fueran necesarias. Como contrapartida, llegados a un acuerdo, el banco asume generalmente toda la financiación necesaria, sin repartir con otros bancos, como es usual en España (no es malo para el banco; de esta forma, siendo única entidad, se asegura una vigilancia más cercana de la evolución de la empresa).  Este modelo de financiación se traduce en que, en Francia, la financiación bancaria de las empresas es de algo más de 50 %, en Alemania no llega al 50…. y en Estados Unidos se sitúa en poco más del 20 %. El resto, en todos los casos, procede de fuentes alternativas.

¿Hay alternativas?

Parece evidente que, con ese panorama en el que la financiación de las empresas descansa en la banca, si hay un cataclismo en el sistema financiero, las primeras que lo sufren son las pequeñas empresas y negocios que ven, de un día para otro, como se les corta el grifo del crédito para afrontar su crecimiento, continuidad o simple supervivencia.

Caso aparte es el de las grandes empresas o corporaciones, frecuentemente participadas en su accionariado por los propios bancos. Para ellas, si precisan financiar un proyecto determinado, una inversión global…. o un ERE, les suele bastar con poner en circulación una emisión de pagarés, bonos o instrumentos similares, para la que las propias entidades nacionales o bancos de inversión foráneos (que lo único que tienen de banco es el nombre, pues su actividad no tiene que ver nada con la que conocemos de la banca) se peleen sin rubor para canalizar y comercializar en el mercado la emisión, atraídas por los pingües beneficios que eso les genera. Es por eso, entre otras razones, por lo que cuando se oye eso de que se empieza a ver la recuperación porque las empresas del Ibex repuntan, el sentido común aconseja poner en cuarentena esa euforia porque no significa, ni mucho menos, que la recuperación social vaya en paralelo.

Además, no es menos cierto que la banca en esta España de la crisis se ha replegado en su actividad, de manera que, según informa el Banco de España, el crédito a empresas ha retrocedido en casi 200.000 millones de euros entre 2010 y 2013, cifra que, a pesar de las ayudas oficiales concedidas (con el dinero de todos) se ha trasladado a financiar al Estado mediante compra de deuda soberana, dicen que más segura, y no a financiar empresas.

¿Qué hacer? Pues, lo primero, cambiar el enfoque del problema y admitir que se ha de variar el paradigma, por estabilidad (aunque parezca una contradicción, al no depender tanto de los vaivenes bancarios) y porque, en este mundo globalizado, la economía dicta al final sin querer las normas uniformes de actuación. El problema surge cuando, en esa tesitura, se advierte que, si ha de haber un tejido alternativo, no está ni siquiera hilvanado; es por eso por lo que aún hoy, en el octavo año de la crisis, aún se oye recurrentemente la queja de que los bancos no dan crédito, y hay el convencimiento de que hay un gran número de iniciativas paralizadas con ese argumento. Y lo segundo, pararse a imaginar un mundo sin bancos y listar posibles fuentes de ayuda si ellos no existen. Está claro que, en ese contexto, uno piensa que el estado habrá diseñado ayudas ya que, al final, la estabilidad del país es la suma de la de cada uno de sus componentes: pues sí y no. El estado nos tiene acostumbrados a publicar acciones dirigidas a la microeconomía y actuar en realidad para la macroeconomía. No es una crítica, al menos no en este momento, y, en ese sentido, cabe analizar con cierto distanciamiento los préstamos ICO o BEI, los préstamos para sectores estratégicos, los de proyectos innovadores, e incluso los Incentivos económicos regionales, tomar conciencia del tamaño de nuestro negocio y asomarse a la realidad que va tomando forma poco a poco en la financiación con una pregunta simple: Si en otros países no tienen tanta dependencia financiera de la banca y les funciona, ¿cómo lo hacen? Y, automáticamente surge la pregunta del millón: ¿puede trasladarse a España ese modelo?

Para ir avanzando en la respuesta, tomemos como referencia lo que se hace en Estados Unidos, algunas de cuyas iniciativas ya se pueden encontrar aquí, y respetemos las definiciones en su idioma original, como se suelen conocer. Vale la pena recordar en la búsqueda de alternativas que entre ellas las hay que tienen más vocación de atender a proyectos empresariales que pretenden ponerse en marcha mientras que otras se dirigen más a empresas en funcionamiento, que no hay que plantearlas como excluyentes y que, particularmente para negocios en funcionamiento, lo usual es compartir la utilización de más de una fuente.

Los instrumentos básicos, que ya empiezan a ser conocidos en España son:

- Family, friends and fools (fff)
- Business angels
- Venture capital
- Private equity
- Crowdfunding
- MAB

De manera superficial, cada uno de estos instrumentos es como se detalla a continuación:

- Family, friends and fools (fff), es decir, familia, amigos y locos, no es ninguna astracanada y los inversionistas valoran positivamente comprobar que antes de solicitar ayuda externa, se ha acudido al entorno cercano de la familia (family), amigos (friends) o, en general, cualquier “loco” (fool) que haya tenido el valor de apoyarnos en nuestra magnífica idea o proyecto. En definitiva, es lo que se conoce en el argot como “capital semilla” (seed), generalmente de importe modesto, pero imprescindible cuando sólo hay una idea, mucha ilusión y nula verificación de la viabilidad empresarial de la idea. Tiene el inconveniente de que se pone en jaque la imagen personal (aparte del dinero) de los inversionistas si la puesta  en marcha (start-up) no acaba de funcionar.

-  Business angels son inversionistas privados con un elevado conocimiento de un sector de negocio concreto, en general por experiencia profesional así como una tupida red de contactos (networking) relacionados con el negocio, por lo que aporta sus conocimientos (know-how) a la empresa en una fase en la que ésta ya ha desarrollado el producto o servicio de que se trate, quizá ha realizado alguna venta, se ha analizado debidamente la viabilidad comercial pero aún no está testado en profundidad todo el mercado. El inconveniente es que la participación del Business angel puede diluir la inversión del emprendedor en un momento en que no se puede saber muy bien el valor futuro de la empresa, es decir, que la entrada  del capital es a una valoración por debajo del valor potencial, mientras que su posterior salida (el Business angel raras veces permanece largo tiempo en el negocio sino que pacta su salida en un tiempo para buscar nuevos nichos de inversión) lo es al valor consolidado en mercado de la empresa. La participación de este tipo de inversionistas se sitúa ente los 20.000 y los 100.000 euros

-  Venture capital puede considerarse el paso siguiente, cuando ya hay un producto o servicio que se vende, que tiene un mercado definido, que existe un modelo comercial de negocio testado y que incluso de ha alcanzado el punto de equilibrio financiero[1]. La intervención, pues, de los fondos de inversión (que eso y no otra cosa son)  que representan el Venture capital, y que oscilan entre 100.000 y 1.000.000 de euros, se encuadra en la fase de crecimiento (growth) del negocio, con especial atención a que sea escalable a otros países.

- Private equity representa un salto cuantitativo importante respecto al anterior, pese a que también sean fondos de inversión. En este caso ya estamos hablando de aportaciones de entre 25 y 200 Millones de euros que se dirigen a empresas en crecimiento sostenible, con un proyecto consolidado y madurado, con importantes cifras de negocio y flujos de caja y que se plantean su proyección internacional. Como inconvenientes puede señalarse que el fondo participa en la gestión y porcentaje de recursos de la compañía y su entrada suele incorporar cláusulas de arrastre a los socios, es decir, que les obliga a vender si surgen potenciales compradores de la empresa.

- Crowdfunding, que se traduce como micromecenazgo o financiación en masa[2], tiene sus antecedentes en las donaciones y es una forma de financiar en pleno auge. La idea es la cooperación colectiva, llevada a cabo por personas que forman una red, generalmente mediante el uso de Internet, para conseguir dinero u otros recursos que sirvan para financiar esfuerzos e iniciativas de otras personas u organizaciones. La mecánica de su funcionamiento  es conceptualmente sencilla: poner en contacto a emprendedores y mecenas de forma que alguien expone un proyecto, lo publicita y lo presupuesta, esperando que en un plazo de tiempo fijado alguien se interese por él, con la particularidad de que las aportaciones sólo se hacen efectivas si se completa la financiación solicitada dentro del plazo establecido. Con este esquema, uno de los inconvenientes del micromecenazgo es el indispensable requisito de dar a conocer públicamente el proyecto cuando aún se encuentra en fase embrionaria, lo que expone al emprendedor a que su idea sea copiada por otras empresas que ya no necesitan financiarla.
- MAB es el acrónimo de Mercado alternativo bursátil, que es un mercado supervisado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), similar al mercado “serio” y dirigido a empresas de pequeña capitalización. Como el anteriormente citado Ventura capital, su aplicación corresponde a la fase de crecimiento sostenible y recurrente de la empresa, y su regulación oficial exige que la empresa ya genere entre 2 y 3 Millones de euros de EBITDA con unas ventas de alrededor de 8 M. de euros. El acceso  al MAB confiere visibilidad y credibilidad al proyecto empresarial, obligando a la contrapartida de la transparencia de datos, la entrega periódica de información actualizada a la CNMV y el cumplimiento de prácticas de buen gobierno corporativo.

En la práctica, cada día que pasa, se va observando la evolución y penetración en las costumbres de los emprendedores de los sistemas de búsqueda de financiación alternativa a la bancaria, lo que obliga a ser extremadamente prudente a la hora de hablar de los requisitos cambiantes de cada uno de los instrumentos citados y, seguramente, de otros que no se citan. Por eso debe resaltarse simplemente que de la mayoría de ellos puede obtenerse amplia información en la red, y muchos de ellos son accesibles a través de iniciativas sectoriales, y de encuentros promovidos por las corporaciones locales y, como mucho, autonómicas (curiosamente no suelen prodigarse las iniciativas de ámbito estatal a pesar de ser una problemática que afecta a todo el país)

Últimas reflexiones que parecen consejos

Imaginemos que un buen amigo nos pide un préstamo de 1.000 euros. A pesar de ser nuestro amigo, lo primero que nos interesa es saber para qué quiere ese dinero, de forma que, incluso siendo amigo (o quizá por eso), si barruntamos que es para gastarlo en el casino, lo más probable es que se lo neguemos. Y esto, que ocurre en círculos pequeños, también se cumple en ámbitos más grandes y anónimos.
Dicho de otra forma, un requisito insustituible en procesos de petición de financiación a terceros es la demostración de que el emprendedor tiene un conocimiento escrupuloso de hasta el último detalle del proyecto, de que cree en él y de que, por supuesto, se trata de un proyecto empresarial para el desarrollo de una actividad lícita. Para demostrarlo, sigamos imaginando: un voluntarioso joven me pide a mí que lo ayude a financiar el proyecto de su vida, y me explica sucintamente en qué consiste. ¿Alguien piensa que accederé a su petición si a mis preguntas acerca del producto, de dónde y cómo piensa fabricarlo, con qué medios materiales y humanos, a quién comprará y cómo le pagará, cómo venderá, a quién y dónde, a qué precio, qué plazo de entrada en beneficios prevé y en qué cifra, quién es su competencia, cuánto ha aportado él y quién más al negocio, si para estas aportaciones de terceros hay establecido un plan de amortización,……me responde con vacilaciones o inconcreciones a una sola de ellas?
Hay que tomarse muy en serio, una vez escogida la puerta o puertas a las que llamar, la idea de que sólo va a haber una oportunidad para convencer al inversor, por lo que en esas oportunidad única debe presentarse el proyecto, despertar el interés, y facilitar el correspondiente dossier con toda la información necesaria (ya adelantada a grandes rasgos) que permita al inversor tomar una decisión razonablemente argumentada.
Por ello, como reflexiones finales, repasemos unos aspectos prácticos:
- Realismo previo, traducido en el hecho de que se debe desarrollar una estrategia que permita identificar el lugar concreto donde pedir la financiación, buscando los inversores adecuados a la etapa en la que se encuentre el proyecto. Es conveniente haber alcanzado algunos logros demostrables antes de presentarse a los inversores para ganar su confianza, sin mostrar prisas.
- Conocer al inversor. Una vez tomada la decisión de a qué financiación acudir, es conveniente saber en qué otro tipo de proyectos participa, el sector que le gusta, su experiencia, etc. Pensemos que, en definitiva, le estamos ofreciendo la posibilidad de ganar dinero, por lo que nosotros también elegimos.
- Conocer el proyecto como la palma de la mano, incluyendo conocimiento del sector de negocio y competencia, con el fin de responder sin titubeos y sin consultar papeles, cualquier pregunta que el inversor formule. Es importantísimo que el interlocutor detecte que se tienen las ideas claras acerca de las necesidades relacionadas con el proyecto.
- Creer firmemente en el proyecto y en uno mismo, siendo capaz de contagiar a los posibles inversores esa confianza. Si no se advierte una total implicación del emprendedor en el proyecto, nadie aportará ni un céntimo.
Finalmente, se ha de saber desarrollar la capacidad de presentar el proyecto con profesionalidad y soltura, ofreciendo al eventual inversor un dossier bien organizado y presentado que amplíe la información que se le ha exhibido con el fin de que la estudie y pueda tomarse su tiempo antes de tomar la decisión.

No son teorías. Antes de que la banca entrara en la espiral insensata que ha conducido a su rescate financiero, a la práctica desaparición de la red bancaria que conocíamos y al actual empobrecimiento ciudadano, uno de los factores con mayor peso en las decisiones de las entidades en el momento de estudiar la financiación de pequeñas empresas era, junto al perfil de la persona solicitante, el bloque de información conformado por.
- Solidez y viabilidad del proyecto
- Convicción del emprendedor en él, con implicación total
- Habilidad para transmitir, convencer y contagiar ese entusiasmo sin fisuras.
- Existencia de soporte documental que confirme los datos económico-financieros.

Y, a partir de aquí, toda la suerte del mundo.


[1] Financieramente suele utilizarse como referencia en este momento el EBITDA (Beneficios antes de gastos financieros, impuestos, depreciaciones de valor y amortizaciones) o, más acertadamente, el flujo de caja positivo.
[2] A medida que se extiende su uso, va admitiendo más nombres como financiación por suscripción, cuestación popular, financiación colectiva,  microfinanciación colectiva, etc.

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