jueves, 5 de marzo de 2015

Los inhibidores de vergüenzas



¿Alguien se acuerda de que hubo una época, no muy lejana, en la que el teléfono móvil era solamente un proyecto de futuro? Lo más llamativo y relevante de la evolución de esos aparatejos es que no cabe hablar de la evolución técnica, aplicaciones, ni siquiera dependencia de algunos hacia el cacharro en cuestión, sino  de los cambios actitudinales que, contra todo pronóstico, ha comportado en todos nosotros su generalización. No es la primera vez que se analiza el impacto que la facilidad de comunicación en todo tiempo y lugar ha tenido en nuestra actividad, pero se ha hablado poco de la necesaria reeducación a que ese mismo hecho obliga en algunos usuarios.

Y para muestra, permitidme que resuma en estas líneas una experiencia reciente.

Hete aquíe que Iba yo tan ricamente amodorrado en el mullido asiento del tren de alta velocidad en el viaje de regreso a casa tras un día intenso cuando me sacó del ensimismamiento la voz del viajero que ocupaba el asiento de detrás y que iniciaba una conversación por el teléfono móvil. No había muchos viajeros y su voz sonaba nítida en todo el vagón. (otro día tocará hablar de esa falta de respeto por los demás en el uso indiscriminado del teléfono móvil en cualquier momento y lugar). Aparte de la incomodidad de tener que conocer inconscientemente intimidades ajenas, mi asombro fue creciendo al ritmo de la conversación ya que, a botepronto, y en diez minutos escasos, el sujeto expuso a la luz pública que:

-       Acabo de regresar de la feria F en la que me he entrevistado con los responsables de las empresas X e Y. Por cierto, el Sr. A, de la empresa X, es un impresentable y el Sr. B, de la empresa Y es poco menos que idiota.
-       A uno de mis account managers, José Luis, pienso “darle puerta” y ofrecerle que colabore externamente, eso sí, manteniendo el uso del ordenador de la empresa como cebo y para controlar su actividad.
-       El director de marketing, Manzano, nos ha hecho perder X miles de euros por una campaña, hecha por la agencia W, que fue un desastre.
-       Y ya está bien de hablar de trabajo porque me cuesta concentrarme, con el lío de mi separación.
-       Es que mi futura ex, F, es insaciable en lo económico aunque no en otras cosas y no hay forma de pactar una separación buena para los dos.
-       No, los niños mejor que no sepan lo de la separación hasta que acabe el curso, aunque en el colegio S ya lo saben
-       Tendré que vender la casa de la sierra, en P, al lado de las pistas, a pesar de que no querría, pero no podré mantenerla yo solo.
-       La casa de la ciudad, V, deberé venderla y comprar otra más pequeña para mí; y la del pueblo, T, no puedo tocarla, porque está respondiendo de la fianza ante Hacienda de ese lío de mi padre, ya sabes, ……
-       La casa que estoy mirando me sale por una hipoteca de M miles de euros, según me ha dicho J, el director del banco B, que dice que hará una trampa para que me la concedan.
-      



Os aseguro que he ocultado por pudor ajeno los nombres de empresas, ciudades, etc. aireados por el sujeto en cuestión sin problemas y que no hay ni asomo de exageración en las líneas anteriores, al contrario, están “dulcificadas” en sus expresiones. 

 Así nos va, y así nos vemos y nos relacionamos, sin asomo de sentido común, sin criterio y sin ninguna prudencia. Luego nos quejamos, por ejemplo, de "lo malos que son los hackers informáticos", que acceden impunemente a nuestra privacidad...

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