domingo, 21 de agosto de 2016

Deporte, Río, ¿política?

Pues resulta que hace unas noches, con la excusa de ver algo de los Juegos Olímpicos de Río, se encontraba uno tan ricamente ante el televisor, aunque hay que reconocer que entre el calor en la quietud de la noche, los monocordes comentarios (claramente mejorables) de los periodistas deportivos que retransmitían los eventos y la modorra causada por intentar estar despierto a una hora que "no toca", uno no sabía muy bien si estaba viendo las series de gimnasia rítmica por relevos o los 3.000 metros obstáculos en bicicleta estática, en una involuntaria demostración práctica de la diferencia entre "mirar" y "ver".

Y en esas estábamos cuando el comentarista, hablando de las series clasificatorias femeninas, no recuerdo si de los 100 o de los 200 metros, dice que "... las velocistas jamaicanas Shelly-Ann Fraser-Pryce y Elaine Thompson son dignas sucesoras de la eslovena Merlene Ottey..." Me despejé de golpe porque a uno, como modesto aficionado al atletismo, el dato le chirriaba de repente. ¿Merlene Ottey eslovena? ¿Hay otra Merlene Ottey1 que no sea la jamaicana que pasa por ser la más longeva en las competiciones de atletismo?

Acudí, claro, a los que saben más y rápidamente se deshizo mi confusión al comprobar que, efectivamente, la corredora jamaicana había representado a Eslovenia al final de su carrera.

Y ya definitivamente despierto, vino el cavilar sobre si es normal en el deporte internacional representar a un país que no es el propio. En otros ámbitos, sí (en el transporte marítimo, por ejemplo, es usual la utilización del término "bandera de conveniencia", que se da cuando la relación o «lazo auténtico» entre el naviero y el Estado cuya bandera enarbola en el buque es accidental basada, casi siempre, en importantes ventajas económicas con respecto al país de origen real del naviero), pero ¿en deporte?.

La respuesta es SÍ. Miremos, sin ir más lejos, la delegación de Bahrain, en español, Baréin, pero mantenemos aquí su nombre internacional,- pequeño estado del Golfo Pérsico con las arcas más que saneadas- que ha aprovechado la laxitud de la reglamentación del atletismo, mucho más permisiva que en el resto de deportes en cuanto a la participación de deportistas nacionalizados, y a golpe de talonario ha ido seduciendo a atletas hasta reunir a un equipo que ha llegado a Río con siete kenianos, tres nigerianos, cinco etíopes y dos jamaicanos. Naturalmente, los deportistas nacidos en Bahrain brillan por su ausencia.

Y Bahrain no es el único país que recurre a esta práctica. En la selección qatarí hay dos sudaneses, un marroquí, un nigeriano, un egipcio y un keniano, además, en este caso, de dos qataríes. En Europa destaca el caso de Turquía. Ocho de los 12 metales que obtuvo en los pasados Europeos fueron logrados por atletas nacidos fuera del país.

Este fenómeno ha existido siempre pero se agudizó a principios de este siglo XXI, de forma .que muchos atletas, ante la dificultad de alcanzar su equipo nacional, atienden los cantos de sirena de los países económicamente pudientes, especialmente (pero no los únicos) los del Golfo Pérsico, que no sólo les ofrecen buenas condiciones económicas sino unos recursos de futuro a los que difícilmente podrían acceder en sus países de origen, donde el dinero se destina sólo a las grandes superestrellas. Así puede comprobarse que más de una veintena de atletas nacidos en Kenia participan en Río defendiendo otras banderas, y se dan casos sangrantes, como los de algún país europeo reticente en la acogida de refugiados que es representado, casualmente, por un atleta eritreo.

Eso nos hace pensar en que no todo es dinero para la adopción de una "bandera de conveniencia" en el deporte, como lo demuestra el hecho de que en países como Nigeria o Kenia, algunos atletas han desertado como protesta ante la corrupción de sus federaciones en su perjuicio o por casos de discriminación y persecución por motivos étnicos cuando no es por ostracismo social... o por huir de un conflicto bélico.

En estos Juegos de Río, el vallista Orlando Ortega, de origen cubano, consiguió una medalla para España, y fue noticia que para todas las sesiones de fotos posteriormente inmediatas a la carrera, rechazó posar con la bandera de Cuba y se envolvió con la de España, en un gesto que debe mirarse con prudencia y respeto y nunca con frivolidad y ligereza, pese a que ha despertado gran alborozo a quienes equiparan sin más patriotismo con deporte y acerbas críticas a sus contrarios. Este hecho nos hace reflexionar acerca de lo fácil que es manipular políticamente el deporte, y particularmente en estos casos de "cambio de bandera", aunque con matices: en el país de origen se vilipendia a la persona que marcha, y el país al que va suele pasar a un segundo plano (con sonoras excepciones) mientras que en el país de acogida se aprovecha para ensalzar al propio país hinchando el globo de ese patriotismo de hoolligan, casi sin mencionar a la persona que ha decidido dar el paso y por qué lo hace (también con excepciones).

Y es aquí donde se observa la comunión que existe y se alienta, a veces sutilmente, otras con total descaro. entre el deporte y la política (incluso la interna del país2)
El deporte como elemento de concordia
Los acontecimientos deportivos han tenido uso político desde siempre y esto no escapa a la actualidad. La esencia del deporte fue enmascarada recurrentemente bajo el manto de la defensa de la identidad nacional como símbolo de poder en este tipo de eventos. En un principio, la noción de Estado-nación necesitaba crear una conciencia e identidad nacional a través de la unidad social y cultural de los habitantes de cada división territorial. Ésta se convirtió en el principio estructurador de las competiciones deportivas internacionales, tanto de conjunto como individuales, de tal manera que los eventos deportivos despiertan los sentimientos patrióticos de los espectadores. El deporte de alta competición cumple una función importante para la afirmación de la identidad nacional, ya que el estadio se convierte en el escenario donde la nación está representada por los colores de cada bandera y el canto del himno (y quién lleva la bandera y su origen pasa a un segundo término, salvo casos concretos de manipulación interesada3). Allí en el estadio, la cancha o el tartán se simboliza una guerra y la victoria se convierte en símbolo de cohesión y de inapelable patriotismo. El deporte ofrece circunstancias propicias para reforzar las características culturales de cada pueblo; así se va construyendo la identidad nacional y un estilo propio en cada lugar del mundo. Los éxitos deportivos de las selecciones nacionales se va transmitiendo de generación en generación y esto es compartido por toda la población, no sólo por los hombres sino también entre mujeres y niños.

Algo es indudable: el deporte puede fastidiar tanto como la política. El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán4 encontró una imagen perfecta: "el deporte de masas es una válvula de escape para malos gases retenidos en el bajo vientre de la sociedad" .y en su prólogo al libro "Política y deporte", de Luis Dávila, afirmaba que "la derecha se muestra propicia al desarrollo deportivo por una serie de motivaciones: raciales (mejora la raza), integradoras (crea en el ciudadano espíritu de participación en el "éxito" como categoría), evasivas (canaliza la agresividad social por el vehículo activo de la práctica o por el vehículo pasivo de la contemplación interesada del espectáculo deportivo)", agregando que "la izquierda critica el deporte por su conversión en instrumento del poder represor o integrador para la integración y paralización de las masas5". Curiosamente, esta utilidad la reconoce la derecha, limitándose a descargarla de peyoratividad y, en cuanto al argumento de que "mejora la raza", es discutible que la buena alimentación y la higiene no sean las causas realmente fundamentales de la mejora biológica de la especie humana.

Y, ya puestos, si estas reflexiones son vàlidas para deportes minoritarios6, ¿qué pasa con los llamados deportes de masas? Pues que está demostrado que la manipulación es proporcional al grado de popularidad del deporte hasta el punto de que lo realmente crucial en el análisis es distinguir entre dos preposiciones: si el llamado deporte de masas es del público o para el público. Entre nosotros, el fútbol, nuestro deporte rey por excelencia, ha servido y sirve, no solamente para reforzar la identidad nacional sino como instrumento político en distintas momentos. Pero, para no herir susceptibilidades en el análisis, en lugar de episodios domésticos que se aprovechan ruin y torpemente para enfrentar políticamente diferentes comunidades, recordemos otros casos conocidos de fuera de nuestras fronteras.
  • - En el Mundial de Fútbol de Chile, en 1962, considerado el más brutal de la historia, el equipo de la URSS chocó (y no es una expresión gramatical inocente) con el de Yugoslavia, en momentos en que el Mariscal Tito se complacía en desairar a sus camaradas soviéticos dando lugar a lo que la BBC definió como "Puñetazos, patadas, cabezas rotas, grescas, fracturas (el ruso Dubinsky no volvería nunca más a jugar al fútbol)". Al final ganó la URSS 2-0.
  • - De los casos clásicos de política y deporte, uno de los más conocidos es "La guerra del fútbol", un conflicto militar desencadenado tras una serie de tres partidos, jugados entre Honduras y El Salvador, por las eliminatorias para el Mundial de 1970. Tropas salvadoreñas y hondureñas combatieron tras las eliminatorias, con un saldo de alrededor de 2.000 muertos. Se analizaron después por organismos internacionales los aspectos políticos, sociales y económicos de esta situación en un trabajo clásico que dejó claro que el fútbol sólo fue el detonante aprovechado por ambos gobiernos para justificarse ante la opinión pública.
  • - En 1978, en medio de las conocidas tropelías cometidas por un gobierno militar, Argentina gana su primer campeonato mundial. La Junta Militar utilizó el triunfo para beneficio ante el mundo: el fútbol no era solo un juego, un deporte, sino el rasgo de estirpe particular y un estilo peculiar de aquellos hombres que representaron a la Nación.
  • - Otro caso clásico es el partido entre Argentina e Inglaterra, en el Mundial de México de1986, percibido por la opinión pública como el desquite argentino por la guerra de las Malvinas (o Falklands) entre ambos países de cuatro años antes. El simbolismo alcanzó una sublimación inesperada (y con espléndida ironía) cuando Maradona marcó su gol de la Mano de Dios, el fraude más célebre registrado "con luz y taquígrafos", al que, por cierto, compensó de inmediato con su gol de regates, considerado uno de los mejores de la historia del fútbol.
  • - En cuartos de final de la Eurocopa de 2012, el partido entre Grecia y Alemania sacó a relucir todos los fantasmas políticos, ya que las vicisitudes económicas y sociales de la crisis del euro y de la Unión Europea habían llevado a muchos griegos a sentirse casi directamente constreñidos por los alemanes, y algunos políticos llegaron a comparar esa presión con la ocupación y la prepotencia nazi durante la guerra mundial.
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En conclusión, los ciudadanos vivimos (lo percibamos o no) el efecto político que el Estado quiere implementar, valiéndose del deporte como herramienta de inserción ideológica. Es deseable que, en un reconocimiento del "Al César lo que es del César..." en este siglo se pueda lograr algo tan simple como que sean las federaciones deportivas quienes organicen los eventos deportivos de manera apolítica sin convertir al deporte en elemento de confrontación.

El tiempo lo dirá.

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1Merlene Ottey (Jamaica, 1960), especialista en pruebas de velocidad y ganadora de nueve medallas olímpicas y catorce en campeonatos del mundo. En Moscú-80 se convirtió en la primera mujer jamaicana en ganar una medalla olímpica y fue una de las grandes velocistas en los años 80 y 90. Ha participado en siete ediciones de los Juegos Olímpicos por lo que una de las cosas que más destaca de ella es su extraordinaria longevidad deportiva, pues en Sidney-2000, ya con 40 años ganó una medalla de plata en relevos 4×100 m y fue 4ª en la final de 100 m. Precisamente tras Sidney tuvo un enfrentamiento con la Federación de Atletismo de su país, lo que le llevó a cambiar su nacionalidad por la eslovena, y de hecho participó con Eslovenia en los Juegos de Atenas-2004 y en los Campeonatos de Europa de Gotemburgo en 2006 en los que, con 46 años, fue semifinalista en los 100 m. Merlene Ottey batió su propio récord de participante de mayor edad en unos Campeonatos Europeos de Atletismo en los de Helsinki-2012 (52 años) al competir en la primera ronda de relevos del 4×100 m. Actualmente es la cuarta en el ranking mundial de todos los tiempos en 100 m con 10,74 y tercera en el de 200 m con 21,6.

2A pesar de que actualmente nuestros políticos con funciones de gobierno lo nieguen. Al respecto cabe recordar que cuando se produjeron unos pitidos de rechazo contra un evento deportivo que, en clara muestra de que está politizado, tiene el nombre del Jefe del Estado (lo que no ocurre en ningún país equivalente de nuestro entorno) faltó tiempo al Ejecutivo para considerarlo una ofensa al patriotismo y poco faltó para que en la inmediata denuncia por ello se llamara a la Santa Inquisición ante unos "hechos delictivos que politizaban el deporte". La Audiencia Nacional sentenció después que nos encontrábamos ante una manifestación de mal gusto, antiestética, que puede o no gustar pero que no es delito. No consta que el Ejecutivo reaccionara, ni mucho menos que rectificara su criterio radical al conocer la sentencia.


3No deja de resultar chusco que, en determinada cadena que retransmitía un partido de tenis en este Rio2016, cuando se lograba el punto era por la buena labor del "jugador del equipo de España", mientras que cuando se perdía era por fallo del "tenista catalán".


4Manuel Vázquez Montalbán (1939 - 2003) fue un escritor, premiado con el Planeta, conocido sobre todo por sus novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho  De personalidad casi inabarcable, se definió a sí mismo como "periodista, novelista, poeta, ensayista, antólogo, prologuista, humorista, crítico, gastrónomo,culé y prolífico en general" y realmente destacó en todos esos campos.


5No puede dejarse caer en saco roto en el proceso de politización del deporte lo que decía Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler a raíz de la celebración en Berlín de las Olimpiadas de 1936: "Ganar un partido internacional es más importante para la gente que capturar una ciudad".



6 Es sabido que durante la Guerra Fría, la Unión Soviética y Estados Unidos dedicaban tanta atención al fomento de su potencial deportivo como a la propaganda por Radio Moscú o La Voz de América (a toro pasado. esto explica en parte la miopía de las autoridades deportivas de esos y otros países ante los casos de dopaje, aun los más flagrantes). Los ejemplos más impactantes de la rivalidad entre las grandes potencias son los boicots de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, orquestado por Estados Unidos, y el de Los Angeles de 1984, que la URSS impuso en contrapartida. Pero esta batalla se libraba también con algo tan minoritario y, a priori, poco excitante como el ajedrez cuando en 1972, en Islandia, el ajedrecista soviético Boris Spassky perdió su título de campeón mundial ante el gran maestro estadounidense Bobby Fisher, en una serie de partidas caracterizada por triquiñuelas e intrigas dignas de una película de la época. (hay que decir que, como resultado del "combate", Spassky fue públicamente despreciado por las autoridades de su país y terminó tomando la ciudadanía francesa).

Pero en un caso, al menos, el deporte sirvió de puente entre regímenes políticos diametralmente opuestos: en abril de 1971, un equipo de tenis de mesa estadounidense llegó de visita a China, donde fue derrotado por sus anfitriones, pero el viaje sirvió de prólogo para el posterior "deshielo" de las relaciones entre Estados Unidos y China.

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