miércoles, 29 de mayo de 2019

Burnout, enfermedad reconocida.

Recientemente, en este mismo blog, nos permitimos reflexionar sobre algunos aspectos del 
síndrome del burnout o "estar quemado" sin sospechar que era un tema de plena actualidad, 
ya que,casualmente, menos de un mes después de publicarse esas reflexiones, se ha hecho 
público que en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su última asamblea celebrada el 
pasado 25 de mayo, los expertos sanitarios han acordado incluir por primera vez en la 
clasificación de enfermedades asociadas al trabajo y oficialmente reconocidas el síndrome del 
'burnout' o del “trabajador quemado” con efectos uno de enero de 2022. De hecho, este 
síndrome ya estaba incluido en el catálogo de 1990, que recoge más de 55.000 trastornos y 
causas de muerte, pero hasta ahora correspondía a una categoría más genérica que hacía 
referencia a "problemas relacionados con dificultad en el control de la vida". 
 
Resultado de imagen de burnout

 
Según la nota de la OMS, se trata de "un síndrome como resultado del estrés crónico en el 
lugar de trabajo", y puntualiza: "Se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto 
laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida". En este 
sentido, describe tres síntomas reconocibles: agotamiento o falta de energía, "distanciamiento 
mental" del puesto de trabajo y disminución de la eficacia laboral. No en vano, el estrés 
laboral está considerado el segundo problema de salud laboral más frecuente de Europa. Su 
magnitud es tal que se le atribuyen entre el 50% y el 60% de los días que se pierden en el 
trabajo, aunque normalmente no surge por sí solo, sino que se relaciona con la precariedad 
(72%), la excesiva carga de trabajo (66%) o el acoso laboral (59%). Eurostat señala, también, 
que durante un periodo de nueve años el 28% de los trabajadores europeos se ha sentido 
expuesto a riesgos psicosociales que afectan a su bienestar mental. 

Profundizando en el tema algo más que en las anteriores reflexiones, el síndrome fue descrito 
por el psicoanalista Herbert Freudenberger en 1974 al observar en una clínica para 
desintoxicación de toxicómanos de Nueva York que en la mayoría de los voluntarios había 
una pérdida de energía progresiva hasta llegar al agotamiento, síntomas de ansiedad y 
depresión, así como desmotivación en el trabajo y agresividad hacia los pacientes al cabo de 
un año de estar trabajando en ella. En 1976 lo definió la psicóloga Cristina Maslach, quien lo 
caracteriza como productor de altos niveles de agotamiento emocional, despersonalización y 
una reducida capacidad de realización personal. 
 
 
Resultado de imagen de burnout
 
El síndrome se suele describir cronológicamente en fases. La primera, el agotamiento 
emocional, comienza con una ambición excesiva, y la persona, por ello, trabaja más duro, 
dando lugar a fatiga, pérdida progresiva de energía y abandono de la atención a las 
necesidades propias, lo que da paso a la segunda fase: la despersonalización experimentada 
por el trabajador como un escudo que lo protege de la desilusión y el agotamiento; esto 
implica actitudes y sentimientos cínicos y/o negativos sobre las propias personas, que se 
manifiestan con irritabilidad y respuestas impersonales. La última fase, el cinismo defensivo, 
se relaciona con cambios en el comportamiento, como reacciones psicológicas de 
despersonalización, pérdida de contacto con las necesidades personales, sensación de vacío, 
ansiedad y adicción, con lo que aumentan los sentimientos de desesperación y de no 
encontrarle sentido a la vida, lo cual lleva a los profesionales a un agotamiento que puede 
incluso amenazar la vida.

Síntomas de alerta son: aumento de compromiso para obtener las metas, exhaustividad, 
disminución del compromiso con los pacientes (en el caso de profesionales de la salud), 
reacciones emocionales de culpabilidad con depresión y agresión, disminución del desempeño 
cognitivo, alteración de la vida emocional, social e intelectual, reacciones psicosomáticas y 
desesperación.

El síndrome es multifactorial, implica factores internos que dependen de la personalidad del 
individuo, como ocurre en personas  ambiciosas, perfeccionistas, que constantemente 
necesitan ser reconocidas, que quieren complacer a los demás, acuñan sentimientos de ser 
irreemplazables considerando el trabajo como su prioridad, que llega a sustituir la vida social y 
familiar, y factores externos dados por las circunstancias a las que se expone la persona, 
como altas demandas en el trabajo, problemas de liderazgo o jerarquías, presión de tiempo, 
mal ambiente laboral, falta de libertad para tomar decisiones, alteración en la comunicación y 
aumento de la responsabilidad con pobre organización, donde la retroalimentación positiva es 
poca y el trabajo en equipo es nulo. Estos factores se ven exacerbados directamente por la 
ausencia de soporte social y familiar del profesional. 

En resumen, el síndrome es el resultado de un proceso en el que el sujeto se ve expuesto a 
una situación de estrés laboral  crónico, con ineficaces estrategias para afrontarlo. Es decir que, 
en el ámbito individual, los sujetos, en su esfuerzo por adaptarse y responder eficazmente a 
las demandas y presiones laborales, pueden llegar a esforzarse en exceso y a largo plazo, lo 
que lleva a esa sensación descrita como “estoy quemado”, mientras, en el ámbito laboral, el 
rendimiento es bajo y conduce al deterioro en la calidad del servicio, absentismo laboral, alto 
número de rotaciones e incluso abandono del puesto de trabajo. El síndrome, aún antes de 
esta decisión de la OMS, se ha visto relacionado con enfermedades cardiovasculares, 
cutáneas, alérgicas y diabetes, lo cual se explica igual que cualquier otra condición de estrés 
crónico, postraumático o depresión 
 
 
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La OMS reconoce ahora este síndrome como exclusivamente aplicado al entorno laboral. La 
medida supone constatar su existencia como enfermedad de cara a ampliar la investigación 
sobre sus efectos y ayudar a diseñar programas para dar una respuesta a quienes sufren 
sus síntomas. "El síndrome de burnout", puntualiza, repetimos, la OMS, "se circunscribe al 
entorno laboral y no debe de servir para describir situaciones de estrés en otras áreas de la 
vida". Curiosamente, en España ya hace muchos años que se reconoce esta enfermedad 
como laboral. En una sentencia de 2005, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) 
reconocía el "síndrome del quemado" o "burnout" a una maestra de Barcelona, a la que 
confirmó su incapacidad permanente absoluta. El colegio en el que trabajaba la mujer no 
veía clara la relación causal de su situación con su enfermedad. Sin embargo el TSJC aclaró 
entonces que "este tipo de dolencias se gestan de una forma lenta y acumulativa" y "se 
relacionan directamente con el trabajo". El tribunal definió esta dolencia laboral como 
"agotamiento físico, emocional y mental", motivado por "un proceso en el que se acumula un 
estrés excesivo por una desproporción entre la responsabilidad y la capacidad de 
recuperación" del empleado.

Será interesante ver, en lo tres años que faltan para que el mandato de la OMS entre en 
vigor, las iniciativas que se toman y, en definitiva, lo que se hace (si es que se hace) para 
controlar, al menos, los factores externos desencadenantes del síndrome.

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