domingo, 5 de septiembre de 2021

La música y las matemáticas.


Tengo un buen amigo que, en cuestiones musicales, se puede definir como declarado 
converso, ya que, después de toda una vida menospreciando la ópera (decía que por elitista y 
minoritaria, básicamente), ahora “devora” compulsivamente todas las obras que se le ponen a 
tiro, archiva (almacena sería más apropiado) cuantas grabaciones y versiones caen en sus 
manos y no para de descubrir (en sus palabras) sentimientos que afloran al escuchar 
poniendo en contexto determinada aria. Todo empezó cuando, a desgana y para cumplir un 
compromiso de esos ineludibles, asistió a una representación de Madame Butterfly, de 
Giacomo Puccini (ya sabéis, aquella historia, dicen que basada en hechos reales, en la que 
Benjamin Franklin Pinkerton, un oficial de la Armada estadounidense a bordo del USS 
Abraham Lincoln, toma una casa sobre una colina en Nagasaki, Japón, para sí y su prometida, 
la quinceañera japonesa Cio-Cio-San, apodada Butterfly. Por intermedio del casamentero 
Goro, el marino ha arreglado su matrimonio con la muchacha; la joven ve ese vínculo como un 
compromiso de por vida, pero para Pinkerton solo se trata de una aventura fuera de su país…. 
Y hasta ahí puedo contar. Por cierto, que, debido a las connotaciones negativas del personaje 
del oficial estadounidense Pinkerton, la ópera fue suspendida en Estados Unidos durante los 
años de la Segunda Guerra Mundial en el enfrentamiento bélico entre Japón y los Estados 
Unidos). A la salida, mi amigo, visiblemente conmocionado, comentó que lo había seducido el 
poder de la música para crear, modelar y “jugar” con los sentimientos del oyente/espectador, 
lo que merece ahora una reflexión. La música está cargada de emociones, es alegre o triste, 
suave o agresiva, puede ser espiritual, estética, religiosa pero no podemos hablar de un 
teorema “triste” o de una demostración “agresiva”.

 

Técnicamente, la música (del griego «el arte de las musas») es el arte de crear y organizar 
sonidos y silencios según su frecuencia y combinados en el tiempo, respetando los principios 
fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos 
procesos psicoanímicos, es un estímulo sonoro que afecta al campo perceptivo del individuo 
que la escucha; así, el flujo sonoro puede cumplir variadas funciones (entretenimiento, 
comunicación, ambientación, diversión, etc.). La música, como toda manifestación artística, es 
un producto cultural con múltiples finalidades, entre otras, la de suscitar una experiencia 
estética en el oyente, la de expresar sentimientos, emociones, circunstancias, pensamientos o 
ideas, y cada vez más, cumplir una importante función terapéutica a través de la 
musicoterapia. Los teóricos frecuentemente utilizan las Matemáticas para comprender la 
música. De hecho, las matemáticas son “la base del sonido” y el sonido exhibe una apreciable 
gama de propiedades numéricas, simplemente porque en sí la naturaleza es 
“sorprendentemente matemática”. Es común escuchar que “hay Matemática en la Música 
porque cuando se abre una partitura ésta está llena de numeritos”, es decir, de los números 
del compás y las digitaciones. Obviamente esta observación es muy simple. Se dice que hay 
Matemática en la Música, que la Música y la Matemática están muy relacionadas. Pero ¿es 
así? ¿hay Matemática en la Música? ¿Están relacionadas? Hay desde luego similitudes 
innegables como que ambas tienen algo de mágico, son tan abstractas que parecen 
pertenecer a otro mundo y sin embargo tienen gran poder en éste, la música afecta al que 
escucha y las matemáticas tienen múltiples aplicaciones prácticas. Una parte de las 
matemáticas estudia los números, sus patrones y formas y estos elementos son inherentes a 
la ciencia, la composición y la ejecución de la música. No es nuevo. Aunque se sabe que los 
antiguos chinos, egipcios y mesopotámicos estudiaron los principios matemáticos del sonido, 
son los pitagóricos1 de la Grecia antigua los primeros investigadores de la expresión de las 
escalas musicales en términos de proporcionalidades numéricas; desde el tiempo de Platón, la 
armonía ha sido considerada una rama fundamental de la física, ahora conocida como acústica 
musical. En tiempos de la antigua Grecia, la Música no sólo se consideró como una expresión 
artística de las Matemáticas sino que su estudio y análisis estuvo siempre ligado a la Teoría de 
los Números y a la Astrología. De hecho, para los griegos la teoría matemática de la música 
formaba parte de una teoría general conocida como la Armonía del Cosmos; el citado 
Pitágoras y sus discípulos, Platón, Aristógenes, Aristóteles y Claudio Ptolomeo fueron algunos 
de los filósofos y astrólogos más relevantes que profundizaron en los intervalos musicales 
como fuente de nociones matemáticas y de importantes extrapolaciones científicas y 
cosmológicas, y tempranos teóricos hindúes y chinos muestran acercamientos similares: todos 
quisieron mostrar que las leyes matemáticas de armonía y ritmos no eran sólo fundamentales 
para nuestro entendimiento del mundo sino para el bienestar del ser humano. La matemática 
es una de las bases de la música puesto que está presente en diversas áreas de ésta y es 
evidente en las afinaciones, disposición de notas, acordes y armonías, ritmo, tiempo, y 
nomenclatura.

 

Pero, dejando a los expertos estudiosos la relación de la música y las matemáticas (aseguran 
que hay composiciones conocidas de Bach, Beethoven o Mozart, por ejemplo, que la acreditan), 
y volviendo a las reflexiones provocadas por el caso de mi amigo, empecemos: según el 
Diccionario de la RAE, la música es “el arte de combinar los sonidos de la voz humana o de 
los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la 
sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente.” Así, el canto, el sonido de una guitarra o un violín, 
de una orquesta de música o un grupo de rock… todo es música. Desde la antigüedad la 
música se ha considerado como un arte. Es un código, un lenguaje universal, que está 
presente en todas las culturas de la historia de la humanidad. Curiosamente, los signos 
jeroglíficos que representaban la palabra “música” eran idénticos a aquellos que representaban 
los estados de “alegría” y “bienestar”. Y en China, los dos ideogramas que la representan, 
significan “disfrutar del sonido”, por tanto, hay una gran coincidencia en relación a los 
significados sobre lo que es la música, que ha perdurado a lo largo del tiempo, donde 
predominan las sensaciones agradables y placenteras que produce.

 

¿Quién no ha experimentado en alguna ocasión cierta emoción mientras escuchaba 
determinada música? El sonido y la música nos producen emociones, y estas modifican 
nuestra fisiología, nuestras hormonas, alteran nuestro ritmo cardíaco y pulsaciones. Existen 
multitud de momentos en los que utilizamos la música, ya sea de forma consciente e 
inconsciente. La música se empleaba en la antigüedad para animar a guerreros y cazadores. 
Incluso, en el cine se utiliza como medio para multiplicar los efectos de determinadas escenas. 
De esta forma, se convierte en un código indispensable para la caracterización emocional del 
guión y las situaciones (sin llegar a esos extremos, es de dominio público que el entrenador 
Guardiola animaba a su equipo de fútbol, el FC Barcelona de las seis copas, con el aria  
Nessun dorma, de la ópera Turandot). Nuestro estado de ánimo muchas veces se ve reflejado 
por el tipo de música que escuchamos o entonamos. Una canción triste puede inducirnos a un 
estado melancólico, mientras que una canción alegre puede excitarnos y proporcionarnos unos 
minutos de felicidad. Al igual que una música suave y armónica nos acompaña en nuestros 
momentos de relajación y estudio o una música rítmica nos estimula mientras hacemos 
ejercicio. Así de estrecha es la relación entre música y emociones, y también la música tiene 
efecto en muchos de nuestros recuerdos importantes. ¿Quién no ha asociado alguna vez 
determinada situación con un tema musical?

 El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos”
    -Oscar Wilde-

Las áreas cerebrales que activan música y emociones son prácticamente las mismas. Cuando 
el cerebro percibe las ondas sonoras se producen ciertas reacciones psicofisiológicas. 
Respondemos con emociones y estas provocan alteraciones fisiológicas como el aumento de 
la segregación de neurotransmisores y otras hormonas, que actúan sobre el sistema nervioso 
central. Ya Platón citaba que “la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”, 
reconociendo esa relación entre música y emociones, que aquella poseía determinadas 
cualidades o propiedades que incidían en nuestras dimensiones emocional y/o espiritual. La 
música puede modificar nuestros ritmos fisiológicos, alterar nuestro estado emocional y ser 
capaz de cambiar nuestra actitud mental, aportando paz y armonía a nuestro espíritu. La 
música ejerce una poderosa influencia sobre el ser humano a todos los niveles. Y tú, piensas 
que ¿Podríamos vivir sin la música?

 

Un último apunte sobre las bondades de la música en trastornos neurológicos. Si algo llama la 
atención de los investigadores, es la incapacidad de personas afectadas por alzheimer2 de 
recordar acontecimientos; sin embargo, pueden recordar canciones del pasado, llegándose a 
afirmar que “al menos, los aspectos cruciales de la memoria musical son procesados en áreas 
cerebrales que no son las que habitualmente se asocian con la memoria episódica, la 
semántica o la autobiográfica“ y que las áreas cerebrales que mostraron una mayor activación 
fueron el lóbulo frontal y la zona media del cerebro porque “los recuerdos que más perduran 
son los que están ligados a una vivencia emocional intensa y justo la música con lo que está 
más ligado es con las emociones y la emoción es una puerta al recuerdo”, a decir de los 
expertos. Así que, con el permiso de Humphrey Bogart modificando su famosa frase de 
despedida de la película Casablanca: “siempre nos quedará la música”.
 
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1El pensamiento de Pitágoras (s.VI) resulta difícil de analizar, puesto que sobre todo la carencia de documento escrito alguno del propio maestro impide la reflexión directa de sus teorías en torno a la música aunque se puede llegar a hablar de la escuela Pitagórica que formuló una serie de doctrinas que afectaron no solo al ámbito puramente filosófico, sino también al político-religioso.

Las matemáticas y la música se unen en el concepto pitagórico de harmonia que significa, en primer lugar, proporción de las partes de un todo. No olvidemos que Pitágoras fue el primero en llamar cosmos al conjunto de todas las cosas, debido al orden que existe en éste. Este orden por el que se rige el Cosmos es dinámico; el universo está en movimiento y es el movimiento de los astros y de las fuerzas que los mueven el que se ajusta en un todo harmónico. Así, si el Cosmos es harmonia, también el alma es harmonia, para los pitagóricos. Las matemáticas y la música, lo que se aprende por los ojos, y lo que se aprende por los oídos, constituyen los dos caminos para curación del alma. En el sentido pitagórico se establecía pues un paralelismo entre los intervalos acústicos considerados como base de la música y las distancias que nos separan de los planetas. Así, de la Tierra a la Luna habría un tono; de la Luna a Mercurio un semitono; otro de Mercurio a Venus; y de Venus al Sol un tono y medio; por tanto entre el Sol y la Tierra existiría una separación correspondiente al intervalo de quinta, y habría una distancia correlativa del intervalo de cuarta desde la Luna al Sol.

Pero harmonia quiere decir también afinación de un instrumento musical con cuerdas de diferente tirantez, llegando a significar la escala musical (s. V) El número en la harmonía alude al aspecto visual, geométrico y astronómico de los cuerpos del Cosmos, que es comparado con un inmenso teatro. La harmonia alude al sonido de los instrumentos afinados que hacen del Cosmos una orquesta sinfónica. Pero los pitagóricos, no sólo establecieron una especie de medicina musical del alma, sino que empleaban también para ciertas enfermedades los encantos creyendo que la música contribuía grandemente a la salud si se empleaba del modo más conveniente. Por tanto se establecía un lazo indisoluble entre salud y música, puesto que la proporción y equilibro de las notas produce harmonia y orden, tanto en el cuerpo como en el alma.

2Inevitable en este punto hablar del músico Glen Campbell y su lucha contra el Alzheimer, perdida hace casi cuatro años.

 

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