miércoles, 7 de enero de 2015

Realidades contra triunfalismo

En este inicio de año sigue percibiéndose por parte del gobierno una decidida voluntad de ofrecer a la ciudadanía un escenario de felicidad que no acaba de corresponder con lo que se observa en la calle, sin cambiar su criterio de que las cifras de la macroeconomía son reflejo fiel de las que se viven en cada casa, y así se echan las campanas al vuelo por que baje la prima de riesgo, por ejemplo (un inciso: cuando subía, era culpa de la influencia de otros países; cuando baja, es mérito de las medidas del gobierno), o porque las grandes corporaciones o los bancos (endeudados con la ciudadanía, que no se olvide) vuelven a los beneficios  mientras se pasa por alto que los desahucios van en aumento, que la sanidad funciona gracias al sacrificio de los sanitarios, que la educación sigue hecha unos zorros o que el paro está enquistado en cifras escandalosas (sin admitir, dicho sea de paso, que la cacareada reforma laboral no ha servido para crear empleo sino para bajar los salarios).

Lo chusco de estas situaciones es que, cuando se critican, el crítico pasa por antipatriota sin que los adalides de la pésima gestión tengan, aparentemente, la facultad de poder caer en la cuenta de que a la mayoría de críticos les encantaría alabar la gestión de cualquier gobierno siempre que ésta se enfoque a solucionar las necesidades del ciudadano.

Pues bien, ahora ya no es sólo que se perciba por el ciudadano un  desconocimiento de la realidad por parte de nuestros gobernantes: ayer, día 6 de enero, publicó el diario alemán Die Welt un artículo cuyo título juega con las palabras "trabajo" en inglés y "optimismo", JOBtimismus für Europa (que puede consultarse, eso sí, en alemán, clicando aquí) basado en un informe de la consultora EY (antes Ernst & Young) y que echa por tierra cualquier asomo de triunfalismo en el terreno de la creación y/o destrucción de empleo en toda la Unión Europea.

Por mucho que se ufanen nuestros próceres en presentar lo contrario, las cifras son demoledoras. Según el informe, el país que lidera tristemente el ranking de destrucción de empleo desde el inicio de la crisis es, con diferencia, España, ya que en el total de la UE se han destruido 3,8 millones de empleos desde 2007, y de ellos, la friolera de 3,3 millones corresponden a nuestro país (una caída del 16 % del mercado laboral) frente al millón de Grecia (aunque en porcentajes, resulte más castigada con un 23 % de su mercado), los 871.000 de Italia o los 570.000 de Portugal.

Paradójicamente, sólo en dos países se ha registrado creación de empleo desde el inicio de la crisis: en Alemania se han creado 2,2 millones de puestos de trabajo y como resultado, la tasa de desempleo se redujo en 3,6 puntos hasta el 5,1 % y, en Malta, la tasa de desempleo se redujo ligeramente en 0,5 puntos porcentuales.

El informe, con datos propios de EY, apunta algunos signos de esperanza, basados en la previsión de aumento del PIB en la eurozona del 1,2 % (aunque sea muy alejado del que se registraba al inicio de la crisis, del 2,3 %). En España, en concreto, la tendencia a largo plazo parece consolidarse y se vaticina que, después de una tasa de desempleo récord de 26,1 % el año pasado, la tasa podría caer hasta el 23,8 % en el 2015, y se prevé una progresiva disminución (sin alcanzar la tasa de desempleo de 2007, de la que se augura se quedará muy lejos) hasta 2020, lo que el informe plantea como la imposibilidad de que se retorne a los buenos viejos tiempos. 

Ante cifras tan preocupantes como estas, cualquier triunfalismo chirría y, en su lugar, parece más sensato trabajar en la dirección adecuada  con el objetivo de dejar cortas las cifras de crecimiento, empezando por políticas que alienten de verdad la creación de empleo, acompañadas por medidas económicas y fiscales que lo faciliten, sin olvidar en este punto que cuando se habla de empleo quiere decir trabajo que permita vivir dignamente. 

Pero eso es otra historia...

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