lunes, 5 de julio de 2021

Pero, entonces,.. ¿de dónde venimos?

(Nota previa.- Está visto que la informática nos condiciona; por un problema de caída de línea 
de Internet, cuando ve la luz esta entrada ya no es 4 de julio, pero la dejamos tal cual estaba 
previsto en el resto de contenidos, atemporales) 
 
Hoy es 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos (aunque la separación jurídica 
de lo que fueron las Trece Colonias de Gran Bretaña ocurrió el 2 de julio, de 1776 para ser 
exactos, que no se commemora). Pero es un día más.  Llevamos ya más de un año de 
duermevela con esta pandemia y sus efectos, en un monotema que hace pensar a más de 
uno que el mundo se ha detenido en todo, y que lo que hace poco tiempo nos llamaba 
poderosamente la atención, ahora (si no es algo vinculado de alguna forma con el Covid-19) 
ni siquiera es noticia, nos pasa desapercibido, pierde interés. Es lo que ha pasado, hace dos 
meses escasos, con una investigación hecha por científicos de la Universidad de Granada en 
la que se identifica las diferencias de genotipo entre el Homo sapiens, el hombre moderno, el 
Homo neanderthalensis, el neandertal, y los chimpancés que, al parecer, está en un conjunto 
de 267 genes a cargo de la creatividad y la autoconciencia que los investigadores han 
calificado como “determinante” a la hora de definir la supervivencia de los sapiens frente a los 
neandertales, desaparecidos hace aproximadamente 40.000 años, con lo que lo que los 
registros arqueológicos y fósiles no habían sido capaces de sacar a la luz, lo ha puesto en 
evidencia la inteligencia artificial y el análisis de datos genéticos mediante algoritmos. Es este 
un sistema que, por cierto, se aplica a la biología y la salud desde 2005, mucho antes de esta 
pandemia con algunos resultados interesantes antes de los de ahora. En 2014, por ejemplo, 
se descubrió que la esquizofrenia no era una única enfermedad, sino un grupo de ocho 
trastornos genéticamente diversos. Posteriormente se pudieron identificar los genes 
relacionados con el temperamento y el carácter que han surgido de forma escalonada en la 
evolución de los homínidos”; la primera red, “la más primitiva”, surgió hace 40 millones de 
años y se encarga de dar respuestas emocionales, regula los impulsos, el aprendizaje de 
hábitos, el apego social y la resolución de conflictos, compartida por chimpancés, neandertales 
y los humanos actuales. El linaje común del hombre moderno y los neandertales se remonta a 
500.000 años atrás. Fue después, hace entre 200.000 y 300.000 años, cuando surgieron los 
neandertales y, después, el Homo sapiens, que ya tenían una morfología similar a la actual, 
frente a los primeros, mucho más robustos físicamente. Fue en un periodo posterior cuando 
los sapiens adoptaron el comportamiento humano moderno (sociabilidad, lenguaje, ...). 
Neandertales y sapiens compartieron un largo periodo sobre la Tierra y llegaron incluso a 
mezclarse, hace aproximadamente 100.000 años, hasta que 60.000 años después unos 
desaparecieron y los otros sobrevivieron1. Una de las razones para esa supervivencia de unos 
frente a otros es lo que los investigadores y la inteligencia artificial han descubierto: esa red 
de genes a cargo de la creatividad que, en consecuencia, dio a los humanos actuales (no a 
todos, como algunos se empeñan en demostrar y como es fácil comprobar, pero eso es otra 
cosa: estamos hablando de ciencia) la capacidad de tener pensamiento abstracto, el deseo de 
ser sociables y, en definitiva, mayor capacidad de resistencia a las adversidades, o sea que 
puede calificarse la creatividad, en el sentido de la citada investigación, como “el arma secreta 
del ser humano actual para sobrevivir a los homínidos cercanos con los que convivía hace 
tiempo”. Siguiendo con la investigación, la segunda red, que aparece hace dos millones de 
años, ya presenta diferencias, se encuentra a cargo del autocontrol y está relacionada con la 
cooperación para el beneficio mutuo. La tercera red, surgida hace unos 100.000 años, es 
exclusiva del Homo sapiens y son los mencionados 267 genes que dotaron de pensamiento 
abstracto a los sapiens, lo que, entre otras cosas, les da mayor capacidad de resistencia ante 
la incertidumbre: también esos genes lo hicieron más sociable, son reguladores, y se 
encuentran en regiones del cerebro reconocidas por su relación con la creatividad y la salud.

 

Los últimos descubrimientos reabren el debate sobre la posibilidad de que los neandertales 
no se extinguiesen, sino que fuesen integrados por los sapiens con lo que hace no tanto 
tiempo parecía imposible, se va haciendo realidad. Cuando se estrenó en 1981 la película En 
busca del fuego, la versión de Jean Jacques Annaud de la novela clásica de ciencia ficción del 
belga J.-H. Rosny Aîné (Joseph Henri Honoré Boex de nombre real) fue muy criticada porque 
mostraba una escena de sexo entre una mujer sapiens y un hombre neandertal. La 
paleogenética ha confirmado la realidad de los cruces entre neandertales y sapiens, pero 
también recalca algo que tiene una clara lectura contemporánea: el estudio de la prehistoria 
nos demuestra que es absurdo hablar de razas (salvo en política, que da votos), que la 
humanidad es el resultado de un cruce infinito. No está claro cuántas olas migratorias 
humanas llegaron desde África a Europa y Asia, ni cuándo se produjeron; tampoco qué ocurrió 
con los seres humanos —neandertales y denisovanos— que estaban allí cuando llegó nuestra 
especie pero es evidente que mantuvieron relaciones algo más que amistosas, como 
demuestran los resultados obtenidos gracias al análisis del ADN antiguo cuando se obtuvo el 
primer genoma completo de un neandertal. Nosotros, la humanidad moderna, somos una 
mezcla interminable, que se prolonga a lo largo de los siglos y de los milenios. Y hemos de 
tener en cuenta, además, de que sacar a colación, aunque sea en un debate científico, a 
nuestros antepasados remotos o a oscuras civilizaciones desaparecidas es como abrir la caja 
de los truenos acerca del consabido, y sin respuesta, de dónde venimos, que admite toda 
suerte de hipótesis.

 
Hace unas semanas, con el título de (No) estamos sólos, publicábamos en este mismo blog 
unas ligeras reflexiones sobre las teorías de que nuestros antepasados fueran extraterrestres. 
Volvamos con ellas, aprovechando que ya estábamos en Perú, cuna de misterios irresueltos, 
debidos alguno de ellos a la aniquilación de su cultura durante la conquista española del 
territorio, pero otros mucho más antiguos como las mencionadas anteriormente en el blog 
líneas de Nazca, la ciudadela/fortaleza de Machu-Pichu o los hallazgos de Paracas, a los que 
nos referiremos aquí. La desértica península de Paracas (del quechua “paracco”, lluvia de 
arena) se encuentra en la costa sur del Perú y es allí, en este árido paisaje donde, hace casi 
cien años, se hizo uno de los descubrimientos más misteriosos que cupiera imaginar, un 
cementerio complejo y sofisticado en el que aparecieron una serie de polémicos restos que 
cambiarían para siempre cómo miramos a nuestros antepasados y nuestros orígenes, ya que 
los cuerpos en las tumbas tenían algunos de los cráneos alargados más grandes jamás 
descubiertos en el planeta, llamados ahora los cráneos Paracas; un total de más de 300 
cráneos misteriosos que se creen tenían al menos 3000 años de antigüedad. Y, como si la 
forma de los cráneos no fuera lo suficientemente misteriosa, un reciente análisis de ADN 
realizado sobre algunos de ellos presenta algunos de los más enigmáticos e increíbles 
resultados que desafían todo lo que sabemos sobre el origen y el árbol evolutivo humano.

 

Las características de los cráneos Paracas resultan ser interesantes pues son cualquier cosa 
menos ordinarios; son por lo menos 25% más grandes y hasta un 60% más pesados que los 
cráneos de los seres humanos regulares. Los investigadores creen firmemente que estas 
características podrían no haberse logrado con las técnicas utilizadas por las tribus2 como 
sugieren algunos científicos puesto que no sólo son diferentes en peso,  también son 
estructuralmente diferentes y sólo tienen una placa parietal mientras que los seres humanos 
normales tienen dos. Estas características extrañas han acrecentado el misterio durante 
décadas, pues los investigadores aún no tienen idea de quiénes fueron alguna vez estos 
individuos con dichos cráneos alargados. Con este escenario, se enviaron a un laboratorio 
genético al que no se informó previamente del origen de las calaveras para evitar ‘influenciar 
los resultados’ cinco muestras de los cráneos Paracas para someterlas a pruebas genéticas, y 
los resultados fueron fascinantes. Las muestras que consistían en el pelo, dientes, piel y 
algunos fragmentos de huesos craneales dieron detalles increíbles que han alimentado el 
misterio que rodea a estos cráneos anómalos. 
 
Curiosamente, el ADN mitocondrial, que se hereda de la madre, mostró mutaciones que eran 
desconocidas para cualquier hombre, primate o animal encontrado en el planeta Tierra y  
sugieren que los investigadores estaban tratando con un totalmente nuevo ‘ser humano’, muy 
diferente del Homo sapiens, Neandertal y Denisovans (otra clase de homínido). Según los 
informes, las personas de los cráneos de Paracas fueron tan biológicamente diferentes que 
hubiera sido imposible que los seres humanos se cruzasen con ellos. ¿Quiénes eran,  
entonces, estos seres misteriosos? ¿Evolucionaron por separado en la tierra? ¿Tienen alguna 
conexión con los enigmáticos faraones egipcios, también pintados con cráneos alargados?  
¿Qué causó que tengan esas diferencias drásticas con los seres humanos ordinarios? ¿Y es 
posible que estos seres realmente no sean oriundos de la tierra? Lo único que sabemos hasta 
 ahora es que hay muchas cosas que van más allá de la comprensión de los investigadores, 
historiadores y científicos. Es posible que después de todo, la pregunta de si estamos solos en 
el universo pueda ser contestada gracias a los cráneos de Paracas. Como hipótesis para 
buscar más información no está mal, ¿no? 
 
La discusión (apasionante, sin duda) está servida.

 

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1Los nuevos descubrimientos genéticos abren un debate todavía más desafiante: ¿y si, en realidad, los neandertales no se extinguieron? Impulsados por nuevos análisis de ADN fósil, algunos expertos apuntan que los neandertales siguen aquí porque somos nosotros, ya que se produjo una integración entre las dos especies. El debate sobre la capacidad cognitiva de los neandertales, la especie humana más cercana a la nuestra, se supone que desaparecida, parece cada vez más cerrado en la comunidad científica: eran tan inteligentes, hábiles, solidarios y creativos como nosotros, los Homo sapiens.

2Mientras que varias culturas de todo el mundo realizaron prácticas de deformación del cráneo (elongación), las técnicas utilizadas en cada una de ellas fueron distintas, lo que significa que los resultados tampoco eran los mismos. Hay ciertas tribus sudamericanas que ataban los cráneos de los bebés con el fin de cambiar su forma, resultando en una forma craneal drásticamente alargada. Aplicando una presión constante durante un largo período de tiempo con el uso de herramientas antiguas, las tribus lograron realizar deformaciones craneales que se encuentran también en culturas antiguas de África. Sin embargo, si bien este tipo de deformación craneal cambió la forma del cráneo, no alteró el tamaño, peso o volumen craneal, todos los cuales son rasgos característicos de los cráneos humanos regulares.

 

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