martes, 24 de julio de 2012

Destrucción de valores

Decir que esta prolongada crisis que padecemos trasciende el ámbito económico ya no sorprende a nadie; que afecta a modelos sociales conocidos no ofrece ninguna duda, pero que, con la excusa de ella se lleguen a perder los valores fundamentales de la convivencia y nadie se escandalice, ese ya es un aspecto que merece una reflexión profunda.
Hay ejemplos sobrados de que eso es así, que la crisis (afecte a uno o no le afecte, porque hay muchos a los que esta situación no les ha afectado lo más mínimo) es el paraguas perfecto para justificar cualquier actitud personal que, en otros tiempos hubiera resultado, cuando menos, llamativa, por no calificarla directamente de rechazable.
Y si no, opinad. Conozco el caso de una empresa en la que, afortunadamente, los efectos de la crisis han sido mínimos, que da ocupación a más de un centenar de personas y que pertenece a un grupo multinacional con más de treinta factorías y más de 12.000 trabajadores. En honor a la verdad hay que decir que, además, la compañía, no solo no ha aprovechado el clima general para hacer recortes de ningún tipo sino que ha mantenido las ventajas sociales y sigue contratando personal a un ritmo normal. Recientemente, uno de sus trabajadores sufrió el incendio fortuito de su vivienda y perdió en él, aparte de la propia vivienda, todo su ajuar, mobiliario, enseres y equipamiento. Cuando la noticia se supo en la fábrica, alguien, con buenas intenciones, propuso la realización de una colecta entre sus compañeros de forma que este trabajador pudiera hacer frente a los gastos más perentorios, con independencia de que la vivienda estuviese o no asegurada y sea la compañía aseguradora la que asuma el coste principal del siniestro.
En otras épocas, este hecho ni se hubiera discutido. En esta ocasión, la colecta fue motivo de discusión "porque estamos en crisis" y, al cabo de un par de semanas se le hizo entrega al afectado de 120 euros (¡ciento veinte euros, a razón de ni un euro por compañero!), fruto de una colecta en la que había aportado 3 (¡tres!) personas.
Solo quedarán ruinas....


Y nadie se escandaliza, pero, aún absteniéndome de calificar esta actitud da cada una de las personas, lo que es evidente es que la misma inhabilita a todos sus protagonistas a reclamar derechos, a apelar a la solidaridad y a cualquier otro aspecto reivindicativo. Si se ha perdido incluso el sentido de la responsabilidad, la solidaridad más primitiva, la voluntad de ayudar a quien lo necesita (más allá de consignas), y eso se considera normal entonces habrá que convenir que la crisis está haciendo estragos difíciles de recuperar cuando esto acabe.

2 comentarios:

  1. La crisis ha afectado a nuestros bolsillos y a nuestros valores, y eso tendría que ser los suficientemente grave como para tomar las riendas para forzar un cambio de verdad. La pena es que todavía hay demasiada gene que cree que no es posible, y sigue en el rebaño (eso sí: con pancartas). Insumisión y huelga indefinida YA!

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    1. Te agradezco el comentario sobre un tema tan delicado como el que propongo de reflexión. Por desgracia, la evolución de la crisis nos conduce a terrenos movedizos en los que el miedo a perder "derechos" (privilegios mal entendidos en algún caso) se confunde con la reivindicación de lo que realmente importa, que es la evidencia de que el modelo social, tan ponderado en época de bonanza, ya fuera real o ficticia, ya no vale en los tiempos actuales. Esperemos que quienes han de verlo tomen las medidas adecuadas para llegar a una convivencia aceptable para todos y no se enroquen en una actitud de imprevisibles consecuencias (sin ser apocalíptico).
      Un saludo cordial.

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