domingo, 29 de enero de 2023

"Yo vengo de un silencio" (I)


El reputado historiador Benedetto Croce1 decía: “Without the narrative, there is no historiography” (Sin narrativa, no hay historiografía). Historiadores como Hayden White2 reconocen la estrecha relación entre Historia y narrativa, aunque también en otros campos, especialmente los de matemáticas, sociología o antropología, se buscan métodos más científicos, y formas y estilos también más científicos para escribir o descubrir lo que ha de ser a verdad: la Historia. En España, para la recuperación de la memoria histórica de la guerra (in)civil se han aplicado muchas formas expresivas: gran cantidad de artículos periodísticos, investigaciones antropológicas, obras cinematográficas y creaciones literarias y, por otro lado, no se ha evitado un largo proceso de discusiones y polémicas. En realidad, la aparición y el desarrollo de la literatura de la memoria no es un fenómeno que comenzara sólo en los últimos años. La guerra, cualquier guerra, época crucial y trascendente en la que el amor, el odio, los ideales y sueños encuentran aquí su tierra fértil para crecer hasta el extremo, constituye el fondo histórico de muchas obras literarias a lo largo de la historia. Sobre este periodo traumático de la historia de España, la forma expresiva, determinada e influenciada por las circunstancias variables, culturales, sociales y políticas, ha ido variando a medida que evolucionaba la situación: desde las expresiones metafóricas de los primeros años después de la guerra debido a la censura y también a la sensación inexpresable por la inmediatez de lo que se ha sufrido. En 2007 (hace ¡quince años!) se aprobó la Ley de Memoria Histórica en España. Para la demanda de los ciudadanos que ignoran el paradero de sus familiares desaparecidos, dicha ley les aporta medidas e instrumentos legítimos para las tareas de localización e identificación, y en algunas ocasiones es necesaria la exhumación de las fosas comunes. En la exposición de motivos de dicha ley se dice que No es tarea del legislador implantar una determinada memoria colectiva, pero sí es deber del legislador, y cometido de la ley, reparar a las víctimas, consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática, fomentar los valores constitucionales y promover el conocimiento y la reflexión sobre nuestro pasado, para evitar que se repitan situaciones de intolerancia y violación de derechos humanos como las entonces vividas. Pero, ¿y si no hay, no ya narrativa, sino ninguna información sobre unos hechos?


Hace un tiempo, rebuscando para otras cosas en viejos legajos, encontré de sopetón en un Diario Oficial de 1938 de la Gaceta de la República, la llamada a filas como reservista, con detalle del centro de militarización (CRIM - Centro de Reclutamiento, Instrucción y Movilización) correspondiente al que se había de incorporar, de una persona muy cercana de la que nunca tuve noticias de su participación en la contienda, en uno u otro bando. Hechas indagaciones en su círculo más íntimo (por desgracia, la persona de que se trata falleció), nadie parecía saber nada de este episodio; es más, en su tranquila y anodina vida en la posguerra no había nada destacable, con lo que las preguntas se multiplicaban: ¿fue realmente movilizado por la República? ¿en qué unidad? ¿dónde estuvo? ¿qué pasó después? ¿por qué nadie sabe nada?…. Son preguntas sin respuesta que llevan a reflexionar sobre el silencio impuesto como instrumento de represión ya que la represión no terminó con la guerra; los republicanos o “rojos” se convirtieron casi en marginados sociales, con serias dificultades para poder residir en su localidad, recuperar su puesto de trabajo o poder llevar una vida normal, eran mujeres y hombres marcados, sospechosos, siempre culpables y sobre los que se seguía ejerciendo un control represivo por parte de las autoridades policiales. Esto coincidó en el tiempo con el descubrimiento del historial político “en la clandestinidad”, ahora reconocido, de una persona cercana de la que nunca se hubiera imaginado. Muy pocos deben conservar una idea veraz de sus padres, de sus primeros pasos, de una edad dorada y adolescente que terminó de súbito; los niños que crecieron en la dura posguerra, especialmente los de familias republicanas, no se sometían a la estrategia del olvido de los adultos que combatieron en la guerra, porque en su memoria reciente quedaron grabadas experiencias que, por su aparente y desagradable absurdidad, no podían ni querían olvidar. Y el rememorar es parte de la supervivencia psicológica, y es bueno para la introspección y la comprensión de la realidad. 

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1Benedetto Croce (1866 – 1952) fue un filósofo, historiador y crítico literario italiano cuya obra ha ejercido considerable influencia, sobre todo en los campos de la estética y de la historia. Dado que para él la historia es la única realidad, el conocimiento histórico será también el único conocimiento dotado de validez teorética. Aparte del conocer histórico está también el actuar histórico, que se desarrolla a través de conflictos provocados en la esfera de lo económico, así como en la esfera de las idealidades morales. Pero en el desarrollo histórico existe también una racionalidad inmanente: la historia humana es siempre historia de la libertad, a pesar de que a veces se eclipse. Se trata de una concepción que en Croce se explica por la necesidad de hacer frente al fascismo.

2Hayden V. White (1928-2018) fue un filósofo, historiador, escritor y profesor universitario estadounidense, conocido por ser el primer autor que desarrolló la reflexión del conocimiento narrativista. Su reputación se debe, sobre todo, a su obra Metahistoria. La imaginación histórica en el siglo XIX (1973) cuya tesis más importante es que es imposible distinguir entre un relato histórico y un relato de ficción, sobre todo si se pretende que los primeros hacen referencia a hechos reales mientras que los segundos hacen referencia a hechos ficticios, con lo que incide en el modo en que los autores utilizan la historia para justificar el presente, es decir, las ideologías o explicación por implicación ideológica.

 

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