viernes, 17 de mayo de 2024

La oración (católica) hecha música.



Los monjes
del monasterio de Santo Domingo de Silos cantan unas cuatro horas al día y, el resto, lo pasan en silencio. En la abadía de Burgos, el coro no es un recreo terrenal para los monjes; es una oración hecha música. Durante esas horas, el canto gregoriano amplifica la palabra bíblica y colma las paredes del monasterio. Pero con su canto gregoriano, hace 30 años, los de Silos acababan de alcanzar el tercer puesto mundial de los discos más vendidos de la revista Billboard. En 1994, su oración había desbancado a Pink Floyd, Madonna y Mariah Carey con un disco de oro y un doble de platino. El álbum se llamó Chant y fue comercializado en 1993 aunque, en realidad, esa grabación se había realizado casi 20 años antes, pasando varias veces sin pena ni gloria por el mercado discográfico español. En su día, las grabaciones se realizaron a partir de las nueve de la noche, “una vez se habían dormido los pájaros del ciprésya que buscaban el silencio absoluto en la abadía, solo interrumpido por el canto y la reverberación en la piedra. “Todas las semanas, teníamos un ensayo regular, al que se añadían más ensayos si había celebraciones importantes. También había clases de lenguaje y teoría musical. Además, un ensayo de solistas. Estos no eran cantantes, sino monjes, exactamente iguales que el resto”. El éxito de Chant fue una anomalía del marketing discográfico mundial, se acuñó la chantmanía y proliferaron las copias de otros coros, incluso con versiones de éxitos de entonces (Nirvana, Pearl Jam, Rod Stewart…). Según la revista Rolling Stone, la discográfica llegó a sortear una noche en la abadía de Burgos pero, si la ganadora resultaba ser una mujer, dormiría en un hotel cercano para respetar las normas del monasterio. A mediados de la década de 1990, la abadía se llenó de peregrinos que acudían para escuchar a los benedictinos encapuchados de la portada del disco cantar en directo; incluso se invitó a los monjes a realizar una gira por Estados Unidos, pero su vocación estaba lejos de la fama. El spot que se distribuyó mostraba imágenes de un mundo convulso, guerras, caos… Y, de fondo, sonaba el canto gregoriano de los monjes de Silos. Lo que se vendió fue un antídoto espiritual para un mundo violento y frenético. Un poco de historia: entre los muros de la abadía de Santo Domingo de Silos resuena todavía lo mismo que hace siglos, la tradición que el coro de los monjes ha heredado de época de san Gregorio Magno, de quien recibe su nombre: el canto gregoriano. Cantar es rezar dos veces, ya lo dijo san Agustín (“Quien canta bien ora dos veces”. A él se atribuye este aforismo), y también lo sabían los cristianos en la Edad Media, cuando tiene lugar el primer momento de esplendor de este género musical. Gracias a Carlomagno y a los monasterios benedictinos se difundió el canto gregoriano por toda Europa. Su repertorio, compuesto principalmente a partir de versículos de la Biblia en latín, fue creciendo durante todo el siglo X, tras lo que cayó en desgracia y en desuso. Aquel boom vivido en los años 90 del pasado siglo es visto hoy como una anécdota, como una diablura del azar, pero aquello inspiró a otros grupos profesionales que lograron un gran reconocimiento internacional; parecía impensable que un grupo de monjes que cantaba una música litúrgica nacida en la Edad Media se convirtiera en el fenómeno musical del momento. En España, cuando el grunge era la música que molaba y los Nirvana del genio bipolar Kurt Cobain eran la revelación del momento, surgió un fenómeno musical, del todo impensable, que visto hoy causa estupor. El canto gregoriano interpretado por los monjes de la abadía burgalesa de Santo Domingo de Silos, arrasó en las listas de ventas y situó el nombre de aquellos religiosos discretísimos junto al de los Beatles, Frank Sinatra y Gloria Estefan. ¿Fue entonces aquel boom del canto gregoriano una carambola del destino, una hábil jugada empresarial o, ya puestos, un milagro? Y qué más da. Lo que es innegable es que, sin pretenderlo, aquellos mansos monjes de la abadía de Santo Domingo de Silos vivieron su momento de gloria terrenal y montaron la de Dios es Cristo. Tal cual.


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