lunes, 1 de abril de 2024

Cambio de hora.

 


Todos estamos familiarizados con dos eventos temporales destacados: el horario de verano y el horario de invierno. La primera de estas fases se ha iniciado este fin de semana, cuando durante la madrugada del sábado 30 al domingo 31 de marzo hemos adelantado los relojes una hora, para que a las 02:00 horas las agujas marquen las 03:00 horas. En consecuencia, amanecerá y anochecerá más tarde en comparación a la franja horaria de invierno, es decir, se van alargando más rápido las jornadas al tiempo que se espera que aumenten las temperaturas. En cuanto al próximo cambio de hora de verano al de invierno, habrá que esperar hasta el próximo 27 de octubre de 2024. También están programados los cambios horarios de los años 2025 para el día 26 de octubre; y de 2026, para los días 29 de marzo y 25 de octubre. Precisamente, ese 25 de octubre de 2026 es la fecha límite para el cambio de hora en España publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) y por el momento, se desconoce si será la fecha definitiva para cambiar los relojes o, en cambio, apostar por el abandono de dicha práctica de forma permanente. Un debate que también se ha trasladado a las redes sociales, donde hay una gran diversidad de opiniones. De hecho, la Comisión Europea propuso inicialmente 2019 como fecha. Sin embargo, la decisión finalmente se prorrogó hasta 2021, no llegando a hacerse efectiva en ningún momento debido al desacuerdo entre los estados miembros respecto a qué franja horaria tenía que adoptar cada país. y porque, además, se presentó el Covid y todos los planes en todo se fueron al garete. Y es que no es algo actual. Para comprender el origen de la controversia motivada por el cambio horario, la idea del cambio de hora la sugirió por primera vez el científico y diplomático estadounidense Benjamin Franklin en el siglo XVIII. A principios del siglo XX, el constructor inglés William Willett concibió el horario de verano para que los londinenses disfrutaran de más horas de luz diurna. Pero fue Alemania la que llevó la teoría a la práctica, en plena I Guerra Mundial: el 30 de abril de 1916, el kaiser Guillermo II decretó un horario de verano para ahorrar combustible, también entre sus aliados, y en las zonas ocupadas. En el año 2018, más del 80% de los casi cinco millones de ciudadanos europeos que participaron en una consulta pública sobre el cambio de hora, se mostró a favor de poner fin al cambio de hora. Así, la pelota está en el tejado de la Unión Europea (UE), quien decidirá finalmente si se suprimirá definitivamente el cambio horario, o no. España creó años atrás una Comisión de expertos para el estudio del cambio de hora, aunque estos valoraron finalmente la conveniencia de mantener al país en el mismo uso horario que Europa Central.


El objetivo del cambio es maximizar la exposición al sol durante las horas en las que estamos despiertos y, de esta manera, ahorrar energía, pero el horario de invierno promueve un ritmo biológico más estable que el de verano. Los expertos apuntan a que este cambio puede provocar reacciones adversas en el organismo y la fatiga, el cansancio o la irritabilidad son algunos de los efectos que el cambio de hora puede tener sobre nuestro organismo. Pese a que este cambio, impulsado en los años 70 y que actualmente se realiza en Norteamérica, Europa, algún país de Sudamérica y una zona de Australia, puede reportar cierto beneficio económico, supone, a efectos prácticos, un cambio abrupto en nuestra rutina de sueño y actividades a las que nuestro cuerpo está habituado. La Sociedad Española de Sueño (SES) sostiene que el horario de invierno facilita tener más horas de sueño y un despertar más natural, al coincidir con el amanecer, y considera que promueve un ritmo biológico más estable que el de verano, ayudando a mejorar el rendimiento intelectual, disminuir la aparición de diversas enfermedades como las cardiovasculares, obesidad, insomnio o depresión. Además, España tiene un huso horario que no le corresponde, ya que no coincide con su posición geográfica respecto al Meridiano de Greenwich. Al estar al oeste de este meridiano, debería tener el mismo horario que las islas Canarias, Portugal y el Reino Unido, luego lo que ocurre cuando se produce este cambio horario es que nos alejamos una hora más y lo ideal sería llevar el horario solar.


Mantener el horario de invierno ha sido un tema de debate durante los últimos años. La controversia se inició en septiembre de 2018 cuando la Comisión Europea expresó una preocupación creciente sobre los efectos negativos para la salud. No obstante, la Eurocámara decidió no unificar los horarios en todos los países de la Unión, con 384 votos en contra y 153 a favor. En España, por el momento, el BOE publicó recientemente ya las fechas exactas de los cambios horarios hasta 2026 mas cuando cambiamos las señales horarias de nuestro cuerpo y nos vamos a dormir en un momento de luz diferente al día anterior, supone un cambio brusco para nuestro cuerpo, que necesita días de adaptación. Este desajuste está relacionado médicamente con una alteración en la secreción de melatonina que actúa regulando los estados de vigilia y de sueño en función de la luz solar. Es decir, a más luz se produce menor cantidad de melatonina, por lo que la función de inducir el sueño que tiene dicha hormona se produce de forma más tardía. El horario de trabajo sigue siendo el mismo, por lo que en realidad, desde la perspectiva del reloj biológico, nos levantamos una hora antes de lo habitual rompiendo la rutina de sueño, lo que puede hacer que el cuerpo no descanse lo necesario y puede ser suficiente para que el organismo se resienta y aparezca el cansancio, la fatiga e incluso la irritabilidad, siendo síntomas parecidos a cuando sufrimos el jet lag. También podemos sentir hambre a deshoras o, todo lo contrario, falta de apetito o sensación de plenitud tras la comida. Este cambio horario no afecta a todas las personas por igual, ya que depende de la sensibilidad de cada una, sus necesidades fisiológicas y su cronotipo de sueño (matutino o vespertino). Es decir, la predisposición natural que cada persona tiene de experimentar picos de energía o momentos de descanso según la hora del día, o lo que se conoce como ritmos circadianos. Con el paso de los días, el cuerpo tiende a recuperarse. Consejos que dan los profesionales de la salud tienen que ver con la mayor exposición a la luz natural, o sea que cuando nos levantemos es recomendable salir al aire libre o acercarse a una ventana, ya que la luz de la mañana envía una fuerte señal para despertarse y ayuda a ajustar el reloj interno.


Y no nos ponemos de acuerdo: a pesar de que el 65% de los españoles preferirían mantener para siempre el horario de verano (el 56% de los ciudadanos de países miembros de la Unión Europea prefieren un horario de verano de manera permanente, y hasta el 84% de los europeos están a favor de la supresión del cambio de hora bianual), la mayoría de los expertos sostiene que sería mejor adoptar el de invierno y que adaptar a la sociedad a un horario "más europeo" implicaría una mejor conciliación, jornadas laborales más cortas y despertarnos por la mañana de buen humor. Mientras llega el día (que llegará) en el que se suprima el cambio de horario, los expertos recomiendan algunas pautas para aliviar los efectos negativos del mismo. Por ejemplo, tomar el sol, hacer ejercicio y socializar pueden ser buenas opciones para reducir ese jet-lag.

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