jueves, 14 de agosto de 2014

... pasando por Peter y su principio

Laurence J. Peter fue un pedagogo canadiense conocido sobre todo por haber formulado el principio que lleva su nombre y del que muchos suspicaces dicen que fue inspirado por su experiencia como director del Centro Evelyn Frieden para la enseñanza regulada y coordinador de programas para niños con trastornos emocionales en la Universidad de California.

El principio de Peter o principio de incompetencia de Peter, está basado en el «estudio de las jerarquías en las organizaciones modernas», que el autor denomina «jeraquiología», y fue deducido realmente del análisis de cientos de casos de incompetencia en las organizaciones, dando explicación a muchas situaciones de acumulación de personal, ya que, según el principio, el incremento de personal se hace para poner remedio a la incompetencia de los superiores jerárquicos y tiene como finalidad última mejorar la eficiencia de la organización, hasta que el proceso de ascenso eleve a los recién llegados a sus niveles de incompetencia.
En palabras de Peter, después de analizar  múltiples casos de incompetencia en el Gobierno, en empresas de servicios e incluso en el ejército, "viendo incompetencia en todos los niveles de todas las jerarquías - políticas, legales, educacionales e industriales - formulé la hipótesis de que la causa radicaba en alguna característica intrínseca de las reglas que regían la colocación de los empleados. Con el tiempo vi una característica común: el empleado había sido promovido desde una posición de competencia a una de incompetencia y comprendi que, tarde o temprano, esto podría sucederle a cualquier empleado en cualquier jerarquía. De este modo, mi análisis de centenares de casos de incompetencia ocupacional me llevo a formular el principio:

En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender a su nivel de incompetencia.

Mi principio es clave para la comprensión de todos los sistemas jerárquicos, y todos los que participan en el comercio, la industria, el sindicalismo, la política, el Gobierno, las Fuerzas Armadas, la religión y la educación se encuentran regidos por el Principio de Peter de forma que muchos pueden ascender pasando de un nivel de competencia a otro superior también de competencia, lo que lo califica para un nuevo ascenso que, al final, marca la incompetencia. En consecuencia, dado un lapso de tiempo suficiente (y con suficientes grados jerárquicos en la organización), todo empleado asciende a, y permanece en, su nivel de incompetencia.

Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.

Naturalmente, no habrá un sistema en el que todos los empleados hayan alcanzado su nivel de incompetencia. Se cumple entonces el segundo corolario:

El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia"

 (Un inciso necesario: hay competentes y hay "listillos", que son otra cosa. Mismamente el libro de El Principio de Peter tiene como "coautores" a Laurence J. Peter y a Raymond Hull. Sin embargo, en palabras del propio Hull, "él (Peter) pondría a mi disposición las notas y el manuscrito de su extensa investigación y yo lo condensaría todo en un libro". Al menos no se puede decir que no sea sincero)

 Pero dejemos aquí a nuestro amigo Laurence Peter y recordemos cómo ve este principio de incompetencia nuestro también amigo Scott Adams, ya sabéis, el de Dilbert, que matiza sin ambages que los ineptos ascienden con la velocidad de la flecha hasta alcanzar los altos cargos y nos recuerda algunas máximas, fruto de sus observaciones:

- Si los empleados de su empresa son incompetentes quizá quiera conseguir la ayuda de algunos asesores. Un asesor es una persona que se ocupa de quitarle el dinero mientras molesta a sus empleados buscando la fórmula de ampliar y prorrogar su contrato de asesoría. 
- Parezca ocupado. Nunca se desplace sin llevar un papel en la mano.
- Parezca incompetente, cuanto más incompetente parezca, tanto menos trabajo se le pedirá que haga. Aunque esto no deja de tener sus riesgos: quizá se le reconozca como un imbécil y se le promueva a un cargo de alta dirección.

Lo divertido que tiene el profundizar en estos principios es que siempre se pueden buscar equivalencias con la realidad, poner nombres y hacer apuestas sobre el porcentaje de coincidencias. Suele haberlas.

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