miércoles, 24 de mayo de 2023

Castrati.



Los castrati —en singular, «castrato»,
castrado— eran hombres capaces de cantar con una tonalidad de voz muy aguda. Tanta, que causaron furor durante el Barroco, época en la que llegaron a convertirse en el equivalente a las actuales estrellas musicales. A diferencia de lo que ocurre con los contratenores actuales, que consiguen su tono de voz de forma natural, ejercitando sólo una parte de sus cuerdas vocales, los castrati, alcanzaban su tesitura mediante una intervención quirúrgica. Como el propio nombre de estos cantantes indica , esa operación consistía en la amputación de los testículos, con el fin de que no pudiesen producir hormonas sexuales masculinas, responsables de la muda vocal que se opera en la adolescencia, por lo que la intervención solía realizarse entre los 8 y los 12 años de edad. Hay que señalar que, en sentido estricto, no era una castración de todo el aparato genital. Así, había quienes aseguraban que aquellos castrati que conseguían desarrollar un pene adulto eran los mejores amantes del mundo .El resultado de esa poco ética intervención quirúrgica era una espectacular voz que mezclaba el colorido tímbrico masculino y femenino, que poseía la potencia propia de un hombre y, a la vez, tenía una gran ligereza y capacidad para hacer agudos portentosos como una mujer; esta voz híbrida era considerada celestial por el público de la época, entre el que causaba furor. Yendo al fondo, el fanático puritanismo de los cristianos de siglos atrás hacía que, al exigir los cantos religiosos la belleza de la tesitura femenina, castrasen a los adolescentes cantores de las iglesias, ya que estaba prohibido por la jerarquía eclesiástica que este arte fuera realizado por mujeres. Todavía a comienzos del siglo XX se practicaba este procedimiento para mantener la riqueza de voces del coro de la Capilla Sixtina de Roma pese a que, a finales del siglo XIX, el papa León XIII prohibió la castración con el objetivo de producir sopranos o contraltos masculinos, poniendo fin así a una práctica que acaso embellecía el bello canto, pero a costa de envilecer la condición humana. Este mismo procedimiento de la castración fue seguido también por los amantes de la ópera, que preferían más que ninguna otra las voces de los castrati, es decir, muchachos emasculados en su adolescencia para conservar su voz de soprano o mezzosoprano. La castración de seres humanos nunca estuvo formalmente permitida, pero se toleraba y generalmente era enmascarada con supuestos accidentes o enfermedades que la justificaban. Con el fin del Barroco y la incorporación de las mujeres a la escena musical, las voces de los castrati desaparecieron de los escenarios, aunque siguieron vivos en los coros eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XIX. En España fue famoso el italiano Carlo Maria Michelangelo Nicola Broschi, conocido como Farinelli (de quien, a finales del siglo XX se hizo una película llena, todo hay que decirlo, de incorrecciones acerca de los personajes), que vino por unos meses y se quedó más de veinte años, gozando de los favores reales de Felipe V primero y de Fernando VI después, y llegando a dirigir el Teatro del Buen Retiro, de Madrid. Visto su origen noble, en su caso debió ser cierta la versión oficial (común en estos casos) de su castración, como consecuencia de una caída de caballo. En la actualidad, como ya se menciona, el papel de los castrati es asumido por los contratenores, que logran agudizar su voz con una técnica depurada, en lugar de recurrir a prácticas aberrantes



 

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