domingo, 7 de mayo de 2023

Un "Yo acuso", aunque no de Balzac.



Puerto Montt es una ciudad y comuna de la zona sur del Pacífico de Chile, que, fundada en 1853 durante el proceso de colonización alemana de Valdivia, Osorno y Llanquihue, se ha convertido en una de las principales ciudades de la zona sur-austral de Chile, Pero, si por algo es conocida es por lo que se conoce como la masacre de Puerto Montt y es que, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, unas 90 familias, a partir de un comité de “los sin casa”, apoyado por dirigentes de campamentos vecinos y apoyadas por el regidor socialista y diputado electo Luis Espinoza ocuparon el 4 de marzo de 1969 terrenos no habitados, prácticamente abandonados, sin posibilidades de trabajarlo en faenas agrarias, con el objetivo de establecer futuras viviendas. Puerto Montt en 1969 contaba con una población aproximada de 80.000 habitantes. La densidad poblacional después del terremoto de 1960 y la ineficaz respuesta del Estado, hizo que los inmigrantes provenientes del área rural de la Provincia de Llanquihue, recurrieran a las tomas de terrenos de predios privados y fiscales para solucionar su necesidad de vivienda. La madrugada del 9 del mismo mes se inició la operación de desalojo, 200 carabineros ingresaron al terreno para iniciar la operación ordenada por el Ministerio del Interior, encabezado por Edmundo Pérez Zujovic. La familia Irigoin, dueña del solar, "cansada de tanto pobre", tomó su última decisión. Las improvisadas alarmas que habían colocado los pobladores, latas y cacharrería sujetas con cuerdas, despertaron a los que tenían el sueño más ligero, los otros fueron despertados por los carabineros cuando estos intentaban destrozar sus "casas". Los hombres se organizaron rápidamente, formando una cadena intentaron que los carabineros no destrozaran la población; la policía respondió con gases lacrimógenos y pelotas de goma, los pobladores se defendieron con piedras. Entonces se desató el infierno, los carabineros dispararon sus metralletas y mientras la gente corría siguieron disparando, y rociando las casas con gasolina prendieron fuego a la población. Bombas lacrimógenas, disparos al aire y el incendio de las carpas de los ocupantes, desatando una verdadera matanza como lo describen los diarios de la época. Como resultado de la represión policial perecieron once pobladores, entre ellos un niño de nueve meses, y otros 50 pobladores resultaron heridos. Datos duros: aparte del contingente de Carabineros de Puerto Montt fueron trasladados más de doscientos Carabineros de otras provincias para efectuar la razzia. También se hizo presente un grupo de Santiago con aviones de la Fuerza Aérea.


Un poco de crónica
según los medios de la época: el 13 de marzo, solo a días de ocurrida la matanza, Salvador Allende, entonces presidente en ejercicio de la cámara alta, abre la sesión con las siguientes palabras: “Quiero señalar que estuve en Puerto Montt. Por lo tanto, lo que voy a decir lo he vivido, observado, conversado y discutido”. Efectivamente viajó hasta allá el lunes 10, junto al diputado socialista Mario Palestro y la senadora comunista Julieta Campusano, para conocer de cerca los pormenores y participar de los funerales. La declaración de Allende es incisiva, cruda, exhaustiva, tanto como reveladora, acusándolo de crimen colectivo, en el que hubo “premeditación y alevosía”. La felonía, la cobardía, la traición –caras acusaciones de Allende años más tarde– demostraron cómo el amedrentamiento, el uso de la fuerza, demuelen la democracia de los acuerdos, arrebatan las confianzas, cuando la autoridad impone su poder ignominioso para gobernar sobre los desprotegidos de siempre. Lo que en principio solo era una desocupación campesina, se convirtió en una de las matanzas más cruentas de un gobierno democratacristiano que acalló a balazos el derecho a un suelo. El entonces senador Allende se empeña en esclarecer los antecedentes y los motivos reales que habrían existido, ya no solo para eliminar a los insurgentes, sino también de paso barrer con nuevas “tomas” de terrenos a lo largo del país. Una práctica que había venido acrecentándose y que terminó sindicando a un camarada suyo como el máximo responsable de tales revueltas: el recién electo regidor Luis Espinoza Villalobos (que fue asesinado tras el Golpe de Pinochet, del que pronto hará cincuenta años). Lo primero que hace es aclarar que en el lugar no hubo una ocupación de terreno, ya que se trató de una extensión de una población que habría empezado a formarse hacía unos ocho o diez meses y ya estaba terminada.


El cantautor Víctor Jara1, a pocos días de ocurrida la tragedia, publicada en los diarios, escribe la canción Preguntas por Puerto Montt, la que entre sus versos centrales acusa lo siguiente: “Usted debe responder/ señor Pérez Zujovic/ por qué al pueblo indefenso/ contestaron con fusil./ Señor Pérez su conciencia/ la enterró en un ataúd/ y no limpiarán sus manos/ toda la lluvia del sur,/ toda la lluvia del sur./ Murió sin saber por qué/ le acribillaban el pecho/ luchando por el derecho/ y un suelo para vivir./ Ay que ser más infeliz/ el que mandó disparar/ sabiendo cómo evitar una matanza tan vil.” Su canto será la banda sonora de la campaña del ‘70 que consiguen llevar a Salvador Allende a La Moneda, pero también le costará la expulsión y rechiflas en el Campus católico donde estudiara un hijo de Pérez Zujovic. Acaso como un anuncio de lo efectivo de su intervención, tanto como la evidente saña en contra suya, cuando fuera detenido en los días que siguen al Golpe Militar, luego conducido al Estadio Chile, donde entre otras humillaciones se le obligara a tocar sus composiciones con los dedos desencajados, ante más de cinco mil almas en esa pequeña parte de la ciudad. Jara es acribillado el 16 de septiembre. Su cuerpo aparece como N.N. en la morgue, salvajemente torturado y con cuarenta y cuatro impactos de proyectil. Desde ese lugar es recogido por Joan, su mujer, y enterrado sin ceremonias en el Cementerio General el mismo día.


El 2002 el escritor chileno Germán Marín, publica una novelita corta con el escueto nombre de Carne de perro. Es una narración que, aún sin inscribirse totalmente en el conocido realismo negro se vuelve un texto digno de leer a la luz de un género encargado de revisar la historia reciente, como un cuadro plagado de crímenes políticos y donde la corrupción de la clase dirigente, con su poder terrorista-institucional todavía resulta un cruento enigma por resolver. La breve novela hurga en esta profunda herida, con su fino bisturí, para mostrarnos dónde y cómo fue cobrada la venganza de esos campesinos. El libro narra el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic la mañana del 08 junio de 1971 por la VOP (Vanguardia Organizada del Pueblo), apuesta a una aproximación del testigo y el ejecutor, tomando la voz de los insurgentes, evidenciando una matriz indagatoria y cifrada en claves policíacas de la conspiración y ataque. Así, al adoptar la conciencia de uno de los subversivos y contar un hecho conocido en sus líneas generales, pero buscando exorcizar con la muerte del culpable, tamaño crimen, todas esas muertes: “Soltaba el gatillo y, en seguida, volvía a disparar sobre él de izquierda a derecha. Pero también, al cambiar de ángulo frente al hombre de la mano dura, la escena variaba dentro del Mercedes Benz. Cada fragmento que se divisaba en su interior, a través del larguísimo minuto de esa mañana de junio, parecía tener un tiempo propio cuyo secreto consistía, tal vez, en la brusca movilidad en que había caído la escena. No se advertían ahora los párpados apretados de dolor, luego de la sorpresa cuajada en el rostro de Pérez Zujovic, sino el pálido y vacío y nuevo rostro de quien acaba de morir (…) derrumbado y húmedo encima del volante, destronado como lo señalaba su arrugada camisa blanca manchada de sangre. Pérez Zujovic ya no ofrecía la arrogancia del empresario triunfante, descendiente de una familia yugoslava por parte de madre, que había sabido vencer en la industria y, después, en la política nacional. El ex ministro permanecía sorprendido y humillado, caído de bruces en la eternidad, volcado sobre su imagen ahora reblandecida, en la que, en un último y obstinado chispazo de vida, la corbata de seda italiana se balanceaba a un costado del volante. Lejos estaba él en ese instante del personaje de portada de revista que aparecía en las fotos, vestido de traje oscuro al lado de su amigo y compadre Eduardo Frei Montalva”.

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1Victor Jara fue un cantante chileno que jugó un papel muy importante en la historia de su país. Jara fue uno de las principales figuras de Chile que se ocupó de la recuperación del folklore popular introduciéndolo en sus canciones además de ser la bandera de libertad y dignidad del pueblo chileno. Con el Golpe de Auguso Pinochet, la instauración del nuevo régimen no sucedió sin una violencia desmesurada. El día señalado del golpe de Estado los ejércitos asaltaron la Case de la Moneda que era donde se encontraba el presidente del gobierno. Allende fue asesinado allí mismo delante de todos los políticos. A esta acción le siguieron otras encargadas de encarcelar a todas las personas vinculadas con el marxismo. Por supuesto Victor Jara estaba entre ellas y fue arrestado en la universidad de Santiago de Chile cuando iba a dar un recital. Él y miles de personas contrarias a Pinochet fueron llevadas al estadio nacional de Santiago donde muchas de ellas murieron fusiladas o torturadas, entre ellas estaba Victor Jara.

 

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