martes, 28 de agosto de 2012

El papanatismo y sus límites

De vuelta ya a la vorágine diaria, y antes de comentar someramente lo que ha dado de sí ese mes en el que nunca pasa nada, no puede uno sustraerse a la influencia que el caso de la restauración del mural de Borja ha ejercido en el colectivo popular. Sí hombre, ese mural de una iglesia de Borja (Zaragoza, para quien lo haya olvidado) que se había empezado a restaurar por una voluntariosa e ingenua dama local y que, con el trabajo a medio hacer, ha saltado a los medios de todo el mundo más o menos como la "birria nacional" y ha sido objeto de hirientes cuchufletas por Internet a la vez que ha generado una inusitada afluencia de visitantes al pueblo para hacerse la consabida foto ante el dichoso mural.
Y, más allá de la intención de burla de cuatro desaprensivos, pensemos. ¿Alguien cree de verdad que la aludida ingenua dama había dado por concluido el trabajo? ¿A qué viene, entonces, tanta rechifla estúpida?
Lástima que las fuerzas vivas del pueblo se hayan dejado llevar por la presión mediática ante los hechos, porque, de otra forma, no hubieran escapado de la caterva de zafios ignorantes que ha florecido, pero el resultado hubiera sido muy otro. Por ejemplo, y les brindo gustoso la idea: en lugar de declarar que la restauración de marras era un trabajo que se estaba haciendo de manera altruista, dicen que es una labor estructurada en varias fases, de las que la primera, esto es, el estudio de los pigmentos originales (para lo cual hace falta efectuar un borrado de líneas) la está llevando a cabo la prestigiosa Cecile Von Himmez, en lugar de la entrañable Cecilia Giménez, que es un trabajo minucioso en el que deben emplearse varios meses y que sólo después de llevarlo a cabo se determinará si es posible o no recuperar la obra.
Si esas declaraciones se salpican con varios nombres "que cotizan" aunque su arte venga resumido en lienzos tipo "Blanco sobre blanco" en los que la única nota de color la pone el astronómico precio de la tela, la reacción de la aludida caterva, casi seguro, sería igualmente de risa ignorante pero de respeto por temor a quedar mal ante el ejército de snobs que nos rodea y porque pasa como con la Bolsa, que nadie se atreve a declarar que la cotización de un determinado valor está absolutamente lejos de la realidad.


¿Hacía falta restaurarlo o no?



 El paso del tiempo pondrá las cosas en su sitio, pero, entre tanto, nuestro ánimo a la voluntariosa Cecilia y nuestro deseo de que, entre tanto patán descubierto, haya quien haya podido descubrir el pueblo y haya podido comprobar la valentía, generosidad y bondad de personas como Cecilia.

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