jueves, 26 de diciembre de 2013

Blanqueo de capitales y loterías

El blanqueo de dinero de procedencia delictiva (dinero negro) mediante la compra de boletos de lotería premiados por los que se pagaba un precio que solía ser de un diez, veinte e incluso un treinta por ciento superior al premio conseguido, a cambio de lo cual se aseguraba la certificación de que ese dinero tenía una procedencia lícita, ha sido un sistema burdo pero eficaz y muy extendido para aflorar de forma repentina importantes volúmenes de capitales. La situación llegó incluso a ser hiriente al conocerse que algunos impresentables figurones (generalmente políticos, presidentes de clubes de fútbol y otros de similar pelaje) incluso con causas judiciales abiertas declaraban haber sido agraciados de forma repetida por la diosa fortuna.

En España, la asociación de técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) venía alertando desde antiguo de las consecuencias para el agraciado real que puede acarrear la venta de billetes premiados, particularmente en sorteos especialmente golosos como el de la Lotería de Navidad a posibles defraudadores interesados en blanquear dinero negro.Los técnicos de Hacienda advierten de que esta operación es un auténtico engaño para los agraciados, ya que difícilmente podrán acreditar el origen de esos fondos ante una inspección tributaria, por lo que pueden terminar con un acta de inspección que supere, entre la deuda y la sanción, más de la mitad del importe ganado, de forma que, en un ejemplo publicado por los propios técnicos, un contribuyente con unos ingresos brutos anuales de 30.000 euros que resulte agraciado con un premio de 400.000 euros y que opte por vender su billete a un defraudador a cambio de 450.000 euros, podría verse obligado a pagar más de 200.000 euros si se descubre la ganancia patrimonial no justificada mientras que el adquiriente se "lava las manos", acreditando el carácter exento de sus fondos, ya que según la legislación anterior los agraciados por los premios de la lotería de Navidad no debían abonar impuesto alguno a Hacienda al recibir esos premios.
Así, el defraudador se limitaba a pagar el sobreprecio de su compra en lugar de hacer frente a la tributación del 43% que probablemente le correspondería, con lo que conseguiría lavar un dinero negro que en ocasiones procede de tramas relacionadas con el narcotráfico y la prostitución, entre otros delitos. 
Fraude


Esto es así porque en España, los premios de la lotería se percibían netos, sin retenciones ni impuestos sobre la cuantía que se recibía por el premio, pero en 2013 se introdujo un nuevo impuesto del 20% sobre los premios superiores a 2.500 euros, por lo que se calcula que esta forma de blanquear dinero en España se reduzca en gran medida ya que este "sobrecoste" fiscal del 20% para el blanqueador se suma a las comisiones que debe pagar a intermediarios y propietarios del billete premiado. 

Hay que alegrarse de que uno de los caminos del delito se controle; veremos qué otras alternativas lo reemplazan, porque lo harán, seguro.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Algunas consideraciones sobre el inminente Reglamento de la Ley de Prevención del Blanqueo de Capitales

Cuando ya se ha dado por finalizada, hace unas semanas, la fase de consulta pública del Proyecto de Reglamento de la Ley de Prevención del blanqueo de capitales y de la financiación del terrorismo, y antes de que se promulgue el texto definitivo, parece oportuno reflexionar sobre algún punto concreto de su redactado que ha merecido mayor atención, a juzgar por las opiniones comunicadas a la Comisión de Prevención del Blanqueo de Capitales.

Quizá uno de los aspectos más llamativos, y que se ha propuesto que sea abordado (y, eventualmente, incluido) en la futura nueva Directiva Europea sobre el particular, hace mención a la ejemplaridad de las sanciones, para consolidar la imagen de la preocupación que produce y el rigor con que se trata el fenómeno del blanqueo de capitales y, particularmente, la financiación del terrorismo. En definitiva, se propone suprimir la gradación de "amonestación privada" (la más "suave" que se viene contemplando para las infracciones consideradas como leves que comporta que, pese a que venga siempre acompañada por sanción económica, no se da publicidad al nombre del sujeto obligado infractor) en aquellos sujetos obligados infractores, es decir, implantar el sistema de que el ciudadano contribuyente sepa qué sujetos obligados están actuando de manera irresponsable causando con ello un grave perjuicio a la sociedad y un quebranto a la economía; va ello alineado con los estándares de transparencia que cada vez con más fuerza, se exigen en la actuación de los agentes sociales.
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Del resto de alegaciones presentadas, la gran mayoría de ellas de carácter técnico, y de entre las que resultan especialmente importantes las emitidas por el INBLAC (Instituto de expertos en la prevención) por su minuciosidad en el análisis, sólo citaremos la llamada de atención acerca del sistema que se elija para el mejor control de extranjeros no residentes (especialmente, en zonas costeras y otras especialmente sensibles) y la aplicación generalizada de medidas de diligencia debida en función del tamaño del sujeto obligado, lo que sigue generando dudas razonables (puede ser conveniente reforzar la diligencia en un sujeto obligado en el que trabajen sólo cinco personas y relajarla, en cambio en otro con cincuenta empleados).

Finalmente, en cuanto a los plazos, desde la Comisión se justifica la demora en publicar el Reglamento (la Ley es de abril de 2010) por la aclaración de numerosas dudas interpretativas originadas por la transitoriedad de aplicar el antiguo Reglamento de 2005 a la ley de 2010 Solventados todos los escollos, parece razonable pensar que el Reglamento será promulgado antes de la anunciada visita de evaluación del GAFI a nuestro país en febrero de 2014, para dar la impresión de que se han "hecho los deberes"

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Boletín nº 30 - Las cualidades humanas y el futuro de las empresas



La cualidades humanas y el futuro de las empresas

Si miramos el deprimente panorama que nos circunda, realmente hablar de management en general es casi como predicar en el desierto habida cuenta de la abultada cifra de urgencias sin resolver que se pueden contabilizar en el proceso de recuperación que un día u otro se notará que ha empezado.
Es precisamente pensar en esa recuperación lo que permite hacer un ejercicio de imaginación (?) acerca de esa empresa líder del futuro, y no líder sólo por su volumen de beneficios económicos sino por el tratamiento y adecuación en ella de los intangibles representados por las personas.
Es una obviedad recordar que los dos objetivos básicos de cualquier empresa son ganar dinero y permanecer el máximo de tiempo posible en el mercado y, como es natural, debe de haber una cierta alternancia en la primacía de uno u otro objetivo en cada momento para adaptarse a los avatares del mercado y definir, en base a ellos, la estrategia a seguir.
Sin embargo, a la vista de numerosas memorias de actividades, parece que haya habido una epidemia generalizada de amnesia y se haya impuesto la fiebre del cortoplacismo, de forma que las empresas  fían su permanencia a los resultados inmediatos, lo que comporta, a su vez, unas políticas generales que olvidan la mayor: ¿cómo me veo dentro de X años? ¿A quién veo conmigo dentro de X años? Lamentablemente, al no hacerse esas preguntas, las personas que son parte fundamental de toda estrategia, son medidas, valoradas  y eventualmente, premiadas, únicamente sobre su contribución a los resultados inmediatos, prescindiendo de factores básicos desde el punto de vista humano como concordia, compañerismo, solidaridad, etc., imprescindibles en una visión de estrategia de futuro.
Está demostrado que esta política suele ser nefasta para las organizaciones porque olvidan que los empleados son personas y que, a la postre, una empresa es el resultado de las sinergias individuales de sus empleados, en la que, si éstos no saben, no pueden …. o no quieren mirar más allá de SU día a día, difícilmente se podrá implantar (imponer, sí, pero ese es otro escenario) una estrategia de auténtico futuro.


La profesionalidad, la dignidad y la rentabilidad

Durante la presentación del Informe 'Cambios en el mundo del trabajo', el director general de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavia,  afirmaba que “el actual modelo económico aborda el empleo y los Recursos Humanos como mero factor de producción y simple mercancía, olvidándose de su significado individual, familiar, comunitario y nacional", y eso significaba que la dignidad laboral se devalúa de forma visible en todos los ámbitos.  

Ciertamente, son afirmaciones que no pueden generalizarse y, como quiera que están expresadas dentro de un clima de crisis generalizada, han de leerse con cautela, pero no es menos cierto que, si se combinan con otros datos oficiales como los de la tan cacareada conciliación, la situación, cuando menos, mueve a la reflexión. En el mismo informe de la OIT citado se indica que sólo el 7% de las empresas españolas cuenta con planes integrales para la conciliación de la vida laboral y familiar. Del informe se desprende que España "suspende" en materia de conciliación, ocupando los últimos puestos del ránking europeo y, lo que es más grave, se acredita que esta posición es consecuencia directa del poco peso que tiene, para las empresas, la consideración de que una persona es algo más que un instrumento de producción.

La temática no es nueva; el saber poner el contrapeso adecuado entre la realización del trabajador como persona y el cumplimiento de las obligaciones inherentes a su responsabilidad profesional ha merecido incluso los honores de ser motivo de una encíclica papal, la “Laborem Exercens” en la que se llega a afirmar que una parte por lo que el hombre se perfecciona con el trabajo es que el trabajar implica el ejercicio de algunas virtudes humanas, las cuales ayudan a la realización plena del hombre.

Dicho de otra forma, el trabajo deja de tener sentido como elemento de realización, y, por lo tanto, motivador, si no se tienen en cuenta esas virtudes humanas que cita la encíclica. Se llega, pues, al nudo gordiano de estas reflexiones: ¿cuáles son las virtudes que pueden incluir en la realización de la persona en el trabajo? Y, lo que, seguramente es más importante en las organizaciones, ¿cuáles son las cualidades humanas que necesito en mi personal para asegurar que su realización va pareja con su compromiso conmigo?


Los valores de la empresa y la calidad humana de los empleados

Basta echar un vistazo a las páginas (pocas aún) de demandas de profesionales que aparecen en los medios para poder reunir un manojo de ideas que conforman el esqueleto de lo que las organizaciones buscan en sus empleados; la mayoría son requisitos de carácter técnico: edad, titulación académica, experiencia profesional, conocimiento del sector, idiomas, etc. A veces, rascando la superficie de requisitos aparecen factores tales como capacidad de organización, capacidad para el trabajo en equipo, habilidades comunicativas, y otros que se perciben como integrados en el paquete de exigencias, algo así como la adecuación corporativa de los requisitos técnicos.

Paralelamente, numerosas organizaciones velan por que los empleados conozcan y atiendan los valores DE LA EMPRESA, que, frecuentemente, y como parte de una eficaz estrategia comercial, divulgan en sus memorias, publicaciones corporativas o páginas de Internet.

Muy bien, pero ¿qué hay de los valores DE LA PERSONA? No basta, obviamente, que la persona sea un excelente profesional en su campo si su percepción es que eso de la capacidad para el trabajo en equipo, pongamos por caso, es una asignatura que no le concierne porque él se basta y sobra sólo para hacer su trabajo.

Cada empresa, en su estrategia de futuro, debe, cuando menos, saber, qué busca en sus colaboradores, cómo debe alentar que lo que parecen exigencias contractuales sean reflejo de su actitud real como empresa. Y no puede olvidarse que este hecho es particularmente relevante en empresas de servicios, en las que, contrariamente a las de fabricación, debe saber “venderse” el producto sobre percepciones y no sobre utilidades, pese a la evidencia de que éstas son consecuencia eficaz de las primeras.

            Algunos ejemplos para pensar:

- El responsable de un equipo de trabajo que actúa como el aparcacoches del restaurante basado en la idea del “este es mi territorio y aquí mando yo”, e intentando transmitir que, además, el dueño del coche sólo lo tiene a él de interlocutor y no al dueño del parking.

- El responsable de un equipo que, por celos profesionales, inseguridad o falsa firmeza, impide el crecimiento profesional de aquellos a quienes tutela.

- El profesional convencido de que gestionar proyectos de aparente poco calado es un desdoro para su prestigio, marcando distancias con el resto de sus iguales y, lo que es peor, con los clientes[1].

- El responsable de un equipo que alardea de su presunto ascendiente sobre sus superiores haciendo creer que su contribución es, no ya imprescindible para la consecución de los proyectos, sino definitoria en la agenda de los superiores.

- No faltan nunca, por desgracia, en estos ejemplos tomados a vuelapluma, la figura del intrigante, de quien crea cizaña, de quien pretende manipular (a su favor, naturalmente) la interpretación de la actitud de unos y otros.

Lamentablemente, cualquier profesional de cualquier empresa y sector, a la vista de estos meros supuestos, es capaz de poner nombre y apellido a más de uno de ellos, por lo que se impone que exista una verdadera concienciación respecto de lo que se busca en las personas.

Pero no sólo hay razones intangibles para que esto sea así. Las empresas han de tomar conciencia colectiva del coste que representa no cuidar estos aspectos; la fiscalía, en documentados estudios sobre la génesis y consecuencias del mobbing en el trabajo[2] llama la atención sobre la alta rotación que este fenómeno provoca, dando por sentado que, una de las razones del mobbing no es siempre la vulneración de los derechos, sino el acoso a que se ven sometidas sus víctimas por parte de elementos de la empresa que, contrariamente a lo que pueda parecer, no representan la voluntad de ésta.  Y es lógico que sea así. En una época en la que, por encima de todo, se dice valorar la retención del talento, ¿cómo apostar por una empresa en la que la iniciativa fuera una pura entelequia, en la que se mantuviera a quien coartase el crecimiento profesional de su equipo, en la que se infravalorara constantemente la valía de otros profesionales en un ejercicio de ceguera más allá del corto plazo?


Algunas recetas útiles

La permanencia de las empresas de servicios se sustenta en tres pilares: la calidad percibida del propio servicio, el know how que permita la innovación continua y los recursos humanos.

No es propósito de estas líneas analizar los primeros sino únicamente alentar la reflexión sobre el último, y conviene recordar que siempre se ha dicho que una receta eficaz para evaluar y potenciar la actitud es la de considerar al cliente interno como si lo fuera externo, aplicando los términos de la negociación al objetivo común. Ya en este punto puede observarse que en la estrategia empresarial no valen profesionales que prescindan del punto de vista ajeno: el mejor jugador del mundo de ajedrez puede hacer “de memoria” los tres primeros movimientos, puede incluso anticipar al cuarto, pero, al siguiente, deberá esperar el movimiento del contrincante y, le guste o no, lo vea equivocado o acertado, deberá ajustar su estrategia a ese movimiento ajeno.

Los equipos de trabajo de continuidad eficaces son los que son capaces, precisamente, de pensar como equipo, es decir, admitiendo opiniones e iniciativas no coincidentes, pero, por encima de todo, que sean capaces de valorar, resaltar y agradecer, las aportaciones, por nimias que parezcan, en la consecución de los proyectos.

Al hilo de esta idea, es imprescindible que las organizaciones sean capaces de indagar, definir y divulgar cómo quieren que sean sus equipos humanos, qué cualidades han de tener y, seguramente, dentro de esa definición de personas tendrá cabida el afecto (como antídoto frente al desdén o la indiferencia), la armonía como actitud (en contraposición al conflicto, la intriga y la cizaña) y la humildad (contrapuesta a la prepotencia, la vanidad, la falta de empatía).

De cualquier manera, si bien es cierto que es difícil llegar a definir los valores que se buscan, no lo es menos que los perfiles perniciosos sí que están identificados de forma genérica en todas las organizaciones: el burócrata (particularmente el burócrata inteligente, porque lastra  la iniciativa y la creatividad), el prepotente limitado y, a su rebufo, el amargado cuya única salida es, justamente eso, la salida.

Volviendo al inicio, no se olvide que el secreto de la permanencia y de la rentabilidad no está en los precios de compra y de venta, es decir, en el puro margen económico (que tan solo refleja el día a día) sino en la gestión de los pilares descritos: la calidad percibida del servicio, la innovación y, los recursos humanos, y no necesariamente por ese orden. La clave está en saber cómo son los recursos humanos que se buscan para que sean espejo de la empresa. 








[1] Permitidme, en este punto de no considerarse a niveles diferentes que el resto del mundo, que acuda a experiencias personales y confiese públicamente que mi mejor profesor de Derecho fue el Presidente del Tribunal Supremo quien, lejos de actuar con la prepotencia de algunos cátedros cuyo nombre he olvidado, demostró una profesionalidad y cercanía de la que me siento orgulloso como receptor, sin dar, en ningún momento, sensación de que sus miras profesionales eran muy superiores.
[2] Entre otros, La dignidad y el mobbing en un estado social y democrático de derecho, de M. J. Blanco y J. López

lunes, 16 de diciembre de 2013

Turismo y futuro

Para evitar malentendidos, siempre enojosos, debe puntualizarse que la reflexión que proponemos en esta ocasión no se refiere al turismo DEL futuro, en cuyo análisis confluyen aspectos que exceden con mucho estas líneas y que hacen referencia a cambios previsibles en los medios globales de transporte, en los modos de convivencia social, en las fuentes de energía, y otras fruslerías menores, sino a lo que nos encontramos ya en muchos entornos que han sido hasta hoy de turismo masivo y que se antojan de difícil reconversión en un marco eficaz como destino turístico.
Me explico: estos días he tenido oportunidad de participar (como mero observador, todo sea dicho) en unas jornadas de debate acerca de la importancia que en la deseada recuperación económica se atribuye al sector turístico. Cierto: por razones que ahora no vienen al caso (o sí: las inseguridades del Mediterráneo Sur y cosas así) , se ha mantenido en cifras razonablemente positivas el número de turistas que nos visitan, lo que ha permitido echar las campanas al vuelo sobre las previsiones, a poco que se hagan bien las cosas. Y aquí es donde los expertos no acaban de coincidir, porque hacer bien las cosas ¿quiere decir hacerlas como hasta ahora, dado que nos ha ido bien, o replantear el modelo?

Sin detallar lugares concretos citados en las jornadas,que podría interpretarse malévolamente como ataques a la comunidad respectiva o al sitio en particular, el detonante de la necesidad del cambio lo dio un ponente cuando citó que, en su comunidad, se han puesto la venta numerosos inmuebles turísticos, no por la crisis económica, sino por el hecho de que el lugar en que se ubican, ha pasado a ser de un paraíso cuando se compró la finca a un infierno de cemento en el momento actual, y ello no por una evolución urbanística coherente en el tiempo; más bien por un desaforada codicia que ha conducido, llanamente, a la destrucción de todo cuanto proporcionaba calidad de vida en el entorno, alternando la naturaleza con el urbanismo.

Otro ponente fue más allá y trajo a colación el fantasma de Detroit y lugares similares, como mal augurio de en lo que pueden convertirse urbanizaciones concebidas como exponentes de una idea del lujo y hoy cementerios vacíos, cerrados y en venta. El experto pensaba en voz alta del previsible futuro inmediato de estos complejos, siguiendo esta línea argumental:
"Muchas de estas viviendas se adquirieron como inversión en una época de la que todos ahora  abominamos; muchas ni siquiera se han estrenado, y fueron edificadas, frecuentemente, destrozando el paraje natural idílico que decían fomentar. Por otra parte, muchos compradores se han visto afectados por la crisis y no pueden, ya no mantenerlas, sino acabar de pagarla, con lo que los carteles de SE VENDE menudean y se enseñoran de gran cantidad de urbanizaciones. Pero ¿quién puede comprarlas ahora, sobre todo a medida que avanza su inevitable deterioro, en entornos desangelados y sin vida?"

Un ejemplo entre muchos

Hay que reconocer que el negro panorama descrito sobrevoló espeso la audiencia, que, integrada por profesionales conocedores del sector, se reveló incapaz de encontrar argumentos sólidos para embellecer al panorama. Una idea quedó: lo hecho, hecho está, los destrozos son, en general, irreversibles, pero será bueno en el futuro pensar calmadamente en qué turismo queremos, qué busca ese usuario y trabajar en ese sentido ofreciendo soluciones que alternen naturaleza, ocio, y ¿por qué no? también negocio, ero sin caer nuevamente en alentar burbujas fáciles,,, que siempre acaban estallando.


jueves, 5 de diciembre de 2013

(2/2) ... y suspenso absoluto en corrupción para España

Por desgracia, después de las inhabituales excelentes noticias por la buena nota obtenida en el capítulo de transparencia fiscal (es decir, no lo olvidemos, la actuación en el intercambio de información con trascendencia fiscal con terceros países). coincide que toca mirar hacia dentro y evaluar lo que el propio ciudadano percibe en su entorno, y hay que llamar a las cosas por su nombre: España ha obtenido un suspenso absoluto en este aspecto, de acuerdo con el informe anual de la prestigiosa organización Transparency International correspondiente a este año, Índice de Percepción de la Corrupción: la corrupción en el mundo durante 2013 (puede leerse en su versión en castellano clicando aquí).

Hay que explicar, en palabras de Transparency, que el Índice de Percepción de la Corrupción se basa en la opinión de expertos sobre la corrupción en el sector público. Las puntuaciones de los países pueden ser positivas cuando existe un amplio acceso a sistemas de información y normas que regulan el desempeño de quienes ocupan cargos públicos, mientras que la falta de rendición de cuentas en el sector público, sumada a instituciones públicas poco eficaces, son factores que deterioran estas percepciones.

Los datos del informe son sencillamente demoledores para España: en sólo un año ha retrocedido diez puestos en el ranking de esta percepción y, lo que es peor, ese deterioro tan abismal entre ambos años sólo la supera un país como Siria. El ciudadano percibe que escándalos suficientemente conocidos de corrupción que afectan a partidos políticos, sindicatos, la familia real, miembros del propio gobierno, etc. crean un clima de desconfianza y desapego que, además, se ve agravado por la evidencia (para la organización responsable del informe, aunque no desmentida) de que el gobierno de Mariano Rajoy no está haciendo nada para combatir esa corrupción.

En palabras de Huguette Labelle, presidenta de la organización, “Es hora de detener a quienes cometen actos de corrupción impunemente. Los vacíos legales y la falta de voluntad política de los gobiernos facilitan la corrupción tanto interna como transnacional, y exigen redoblar nuestros esfuerzos para combatir la impunidad de los corruptos”


Hay una segunda lectura, a la que nadie puede sustraerse: en materia de transparencia, y comparando los índices publicados con pocos días de diferencia, nuestro gobierno parece mirar sólo hacia afuera, de forma que la calificación en su relación con el resto de países es magnífica, lo que no puede afirmarse cuando esa transparencia, información y control afecta al ciudadano que vota y paga impuestos.

Que cada cual se forme sus propias conclusiones leyendo el informe y sus anexos a trav´´es del enlace ofrecido más arriba.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La decencia en caida libre

De todos es sabido que las entidades financieras españolas, las tradicionales y, particularmente, aquellas que entraron en una obscena huida hacia adelante en el momento en que se advirtió que esto de la crisis iba en serio (lo que no se tradujo, como también es sabido, en moderación de las actitudes personales, sino todo lo contrario, en la demostración palmaria de que las ratas son las primeras que abandonan del barco, después, eso sí, de esquilmarlo todo lo posible, sin que hasta hoy nadie les haya pedido responsabilidades, y, mucho menos devolución del saqueo, más allá de algunos escarceos cosméticos), no son un modelo de valores éticos, pero las declaraciones de unos y otros (i)rresponsables (in)competentes intentando demostrar que:
- "pasaban por allí" cuando sucedió lo que sucedió en la entidad que corresponda
- la sociedad en pleno está equivocada si dudan de su honorabilidad pese a las abrumadoras pruebas
- no tienen ni la más mínima intención de devolver las cuantiosas ayudas públicas (tuyas y mías, querido lector, a cambio de soportar tú y yo más de un recorte en nuestros derechos) que han recibido como "premio" a su nefasta gestión.Y hay que apuntar que ésto lo declaran con total desfachatez, amparada por la lenidad de unos poderes públicos absolutamente desnortados.
- sus objetivos declarados y asumidos son contentar a "los mercados" y obtener como sea el insano (en general) porcentaje de beneficios que les permita tranquilizar a sus socios y a los voraces consejos de administración, cuyos bonus están referenciados a variables como el beneficio
- etc. ¿para qué seguir?

Ha sido noticia, entre otras en el ramo, que esa hidra nacida artificialmente como resultado de una vergonzosa lucha política por el poder que podía ejercerse a su través y que consiguió aglutinar unas cuantas entidades, a cuál peor en gestión, con el nombre de Bankia, esa entidad que acapara el mayor volumen de ayudas públicas para intentar lo imposible económicamente, planteó hace unos meses lo que presentó como un plan de reestructuración merced al cual, volvería en tiempo record a la añorada senda de los beneficios, sin que nadie pidiera responsabilidades de la gestión que originó el desastre, corriendo una espesa cortina de humo sobre el espinoso tema del timo y estafa de las participaciones preferentes, y alguna que otra minucia.
Aparte de que sólo una mente MUY crédula financieramente puede creer que se cumpla el plan de reestructuración presentado, la primera consecuencia del mismo es el cierre de un número importante de oficinas, lo que representa que varios miles de empleados pasan a engrosar las listas del paro.

Pues bien, en ese escenario, este fin de semana se ha prodigado la aparición en diferentes medios generalistas y de la prensa económica en particular de Goirigolzarri, a la sazón nuevo gestor (que culpa, por cierto, a la herencia recibida de la situación de las entidad) de Bankia, sacando pecho de la perspectiva ante la que se encuentra actualmente. Lo llamativo es que, en ninguna de las declaraciones ha destinado ni una sola palabra a esos miles de empleados a los que ha despedido, empleados que, sin hacer demagogia barata, le han permitido estar donde está, empleados que en tiempos confusos han lidiado lo imposible con la clientela (sí, esa de las que se vana Goirigolzarri, que se ha mantenido fiel a la entidad ¿por él, o por el empleado que ha sudado sangre y lágrimas para conseguirlo pese a la mala imagen de la marca?), empleados que han sido ejemplo de integridad en entidades en la que la podredumbre rezuma, ...


No es privativo de Goirigolzarri, tomado como simple ejemplo oportuno, y ese es el drama. Cuando después de dar un paso (el que sea) para "contentar a los mercados", la persona se revela como simple carne de cañón con la que se puede jugar impunemente sin importar las consecuencias, el sistema, no es que haga aguas, es que está alentando la formación de un polvorín cuyo estallido es imprevisible.

Y en esas estamos, Y, como todas las burbujas que se han ido sucediendo (las punto.com, las tecnológicas, la inmobiliaria, etc.), todo el mundo las veía venir pero nadie hizo nada para combatirlas.