sábado, 31 de octubre de 2015

El negocio del robo de datos en Internet



La popular empresa de seguridad informática McAfee se ha sumergido en el mercado negro de la Internet superficial y de la Deep Web para intentar averiguar, por ejemplo, cuánto se paga por las tarjetas de crédito, cuentas bancarias y de PayPal, y ha publicado el jugoso informe The hidden data economy (La economía de los datos ocultos) que ofrece un panorama sombrío no sólo por la gran cantidad de datos online que se roban, sino por la facilidad para venderlos y comerciar con ellos en el mercado negro de Internet.


Algunos ejemplos de este negocio: por los datos de una tarjeta bancaria americana con el código CVV2 sólo se pagan 7€; si además contiene información como los datos personales y la fecha de nacimiento, el precio asciende a 26€. Las tarjetas bancarias europeas se pagan mejor, pudiendo alcanzar los 39€.
Merece una reflexión pensar que parecen precios muy bajos lo que indica que, primero, se roban muchas, y segundo, los bancos las cancelan con rapidez, por eso el riesgo de que no sirvan es alto.
Sin embargo, si se trata de una tarjeta física con todos los datos, incluyendo los contenidos de la banda magnética y el PIN del cajero, sube la cotización. Por una tarjeta estadounidense completa se pagan 96€, y por una europea, 167€.
El informe alerta sobre el robo, en partiular, de los datos de las cuentas bancarías, con las que es sencillo hacer una transferencia de fondos a bancos extranjeros y vaciarlas antes de que detecten el acceso no autorizado.

Un servicio de pago online que permita la transferencia de dinero, como PayPal, un banco o equivalente, depende del balance que ofrezca. Por una cuenta online que contiene entre 350 y 900€ se pagan hasta 45€, pero si la cuenta contiene entre 4000 y 7000€, el precio sube a los 250€.


Los servicios Premium de cine, películas y deportes son muy demandados. Una cuenta de acceso a  Netflix sube a los 12€ aunque las menos populares apenas cuestan 50 céntimos. McAfee ha encontrado a la venta cuentas robadas de prácticamente todos los servicios online, desde webs pornográficas a la cuenta de fidelidad de un hotel con 100.000 puntos para gastar en estancias, que se podía adquirir por 17€.

Lo que sí se cotiza bien son las cuentas de reputación de usuarios de servicios. Una cuenta de eBay (que depende de la reputación del vendedor para vender) con al menos 200 votos positivos se vende por 1900€. Obviamente, el paso siguiente es usar la cuenta para proponer la venta de un artículo que no existe, y con la que, simplemente, se recogen los ingresos de los compradores.

Abunda también, según el informe, la venta de datos personales, como el acceso a las fichas de empleados de empresas, o a cuentas de correo. Capítulo aparte merecen los historiales médicos, fáciles de encontrar, incluso de forma gratuita. Un grupo hacker llamado Rex Mundi ha publicado en la deep web los datos médicos de los clientes del laboratorio médico Labio, tras negarse éste a pagar un chantaje de 20.000€:


En fin, recordando a Ibáñez Serrador, habrá que actualizar aquellas Historias para no dormir a los tiempos de hoy, con esta Internet de la que dependemos todos.

domingo, 25 de octubre de 2015

De la recuperacion a la evidencia de más crisis

Para quien no lo haya notado, ha empezado la campaña de cara a las próximas elecciones generales de diciembre, aunque quizá sea más exacto decir que sigue la campaña perenne si recordamos que, por lo que se refiere al partido que sustenta al gobierno, nuestro presidente, que prometió gobernar para todos los españoles, lleva toda la legislatura acostumbrándonos a que sus apariciones (nunca mejor dicho) son con el logo de su partido detrás, en arengas a los suyos y sin posibilidad de preguntas, sublimando en él el clásico n.s./n.c. El único indicador de que realmente estamos en campaña es que ha empezado la época de promesas nuevas que sustituyen a las anteriores incumplidas, y también la época de recordarnos a todos los votantes lo bien que lo han hecho, particularmente esgrimiendo a diestro y siniestro la bandera de que la recuperación es un hecho, que el paro está empezando a controlarse y que la economía española crece como nadie.

Y el ciudadano medio, al que le encantaría estar orgulloso de su gobierno y creer a pie juntillas su mensaje, mira a su alrededor, hace cábalas y concluye que la realidad que palpa en la calle dista mucho de esa euforia oficial.

¿El paro? Si nos fijamos en las cifras, sí, realmente el número oficial de demandantes de empleo ha disminuido, pero también el número total de personas trabajando; hay un indicador que certifica que los números absolutos tienen trampa y es, simplemente, que si realmente aumentara el número de trabajadores, aumentarían las cotizaciones, y no es así, ergo lo que aumenta es el número de contratos, lo que maquilla de forma inmoral la interpretación oficial de la estadística. Pero, además, ¿cómo casa la presunta disminución del paro y el aumento del porcentaje de personas/familias pobres, en riesgo de exclusión social? Es cierto que el PIB crece, pero es tomarnos por ignorantes afirmar que porque la banca y las empresas del IBEX vuelven a los beneficios, eso ya es síntoma de que para el ciudadano se han acabado los problemas y el futuro se presenta envidiable.

Y ya que hablamos del crecimiento, se podría preguntar al ministro de economía qué ha tenido mayor peso en esa tendencia de crecimiento, si los factores externos, léase las decisiones del Banco Central Europeo o la bajada de precio del crudo, o las nefastas reformas laborales y fiscales internas.

Pero, claro, todo esto y otras muchas incoherencias son elucubraciones del descreído españolito de a pie, ingrato con los que lo han llevado a la salvación, aunque en el trayecto seguido por los salvadores puedan haber habido pecadillos tales como la corrupción que ha pasado a ser seña de identidad del partido que sustenta al gobierno, la creación de una justicia (?) a medida, el gobernar a base de decretos no sólo impopulares sino atentatorios a la dignidad y derechos ciudadanos, y cosillas así, que ahora resulta que no tienen importancia.

¿O no son elucubraciones? Pues parece que más de uno tiene ideas similares. Y si no, una muestra. El pasado día 20, el rotativo británico The Telegraph (el de mayor tirada del país y que, para evitar  suspicacias de "radicalidad izquierdosa" en sus opiniones conviene recordar que es afín al Partido Conservador -Tories-, por lo que es conocido popularmente como "The Torygraph") publicó un artículo titulado Why there's no easy way out of Spain's insurmountable economic mess   (¿Por qué no hay una forma fácil de salir del desastre económico insuperable de España?) en el que expone que, pese a la existencia de algunos indicadores favorables de la economía de España, vinculados a las políticas de ajuste y reestructuración (?), las condiciones generales auguran que la crisis no podrá ser superada y generará más problemas.



Procedemos a hacer un resumen del contenido del artículo, del que recomendamos su lectura íntegra.

Tras sufrir los efectos de la crisis bancaria e hipotecaria, España es presentada ahora como una de las economías que más crece en la Unión Europea, por encima de Alemania, Francia e Italia.
Sin embargo, aunque haya quienes sostienen que esta evolución deriva de los recortes y de las reformas impuestas por la eurozona, algunas voces se levantan para expresar una opinión totalmente contraria. Por ejemplo, Simon Tilford, subdirector del Centro de Reforma Europea, asegura que "no hay evidencia de que el crecimiento sea resultado de la austeridad, y menos aún de que sea producto de reformas estructurales". Antes al contrario, el especialista asegura que la economía española aún es vulnerable a otra crisis global, lo que sitúa al Gobierno ante varios desafíos:

Exportaciones
Aunque las exportaciones fueron clave en el crecimiento, favorecidas en concreto por un euro barato, para volverse competitivas requirieron de un importante proceso de ajuste que incluso afectó a los salarios. Además, "se registró una caída de las importaciones, con la consiguiente caída en la calidad de vida y el aumento del desempleo", recuerda Tilford. Sin embargo, las exportaciones todavía generan preocupación, ya que, según el especialista, las reformas no estarían yendo acompañadas del desarrollo de productos para exportar con mayor valor añadido.

Deflación
La caída de los precios, de un 0,9 por ciento en septiembre, representa un peligro para el crecimiento de la economía de países con importantes deudas, como es ahora España, ya que el proceso de pago se vuelve aún más complicado debido a que aumenta su valor empírico y somete a más presión a las finanzas públicas. Por ello, pese a todos los ajustes aplicados en los últimos años, la deuda total de España es mayor a la que tenía en 2008.

Una nueva recesión
Los índices de desempleo, productividad y deuda muestran que la economía española aún es vulnerable ante una eventual nueva crisis externa. "Los ciclos económicos parecen ser más cortos y las crisis más profundas", asegura Tilford, que advirtió que ante una nueva caída España contaría "con menos herramientas políticas a su disposición para hacer frente a un nuevo debilitamiento de la demanda interna".
A esto hay que sumar el riesgo político que podría representar el ascenso en las próximas elecciones de nuevas formaciones políticas como Ciudadanos y Podemos en un momento en que la Comisión Europea impone a Madrid nuevas exigencias, que incluyen más recortes y el aumento de los ingresos fiscales, y que las autoridades locales están dispuestas a aplicar, ya que, como expresó el gobernador del Banco de España, José María Linde, " no se debería correr el riesgo de salir del camino de la consolidación fiscal". Por todo ello, concluye Tilford, "España tendrá que afrontar mucho más sufrimiento".

Sin comentarios. Será interesante comprobar si los mensajes oficiales recogen estas preocupaciones que, mra por donde, coinciden en gran parte con el sentir de la ciudadanía o siguen exhibiendo su insensata euforia triunfalista centrados siempre en los resultados de las próximas elecciones y nunca en el interés del ciudadano y, con él, en el futuro auténtico del país.

jueves, 22 de octubre de 2015

Boletìn nº 50 - Un vistazo somero al lío España-Catalunya (y 3) Análisis con óptica empresarial



Siguiendo con el análisis de la situación desde una óptica de management empresarial, se confirma que se continua aplicando la estrategia que los manuales de gestión de conflictos identifican como la del perdedor; en efecto, después de las fases de minusvalorar y desdeñar el tema de fondo y de burlarse/insultar al adversario, viene la de amenazar. Hay que decir que en el tiempo, la sociedad catalana sigue haciendo intentos por conseguir realizar una consulta legal, aprovechando las similitudes formales de la misma con la coincidente en el tiempo de Escocia respecto del Reino Unido. La respuesta del gobierno es judicializar cada paso que, con luz y taquígrafos, da la Generalitat, manteniendo su disposición a hablar de todo excepto de la consulta (lamentablemente, se comprueba que esta disposición, que se magnifica en comunicados al resto de España, no parece ser sino una operación de cara a la galería para alimentar los ánimos de sus votantes contra el proceso ya que, en una de las contadas ocasiones en que se vieron Rajoy y Mas, éste le hizo llegar al presidente del gobierno un documento público con 23 propuestas  sobre temas de índole social, cultural, económica,… ajenos a la consulta, del que no se sabe nada hasta el día de hoy), y del obligado cumplimiento de la Ley, sin moverse un ápice de su postura.

A todo esto, el gobierno y sus altavoces mediáticos no cejaban en su empeño de hacer incrementar el número de independentistas con medidas tan cuestionables, por ejemplo, como la de recurrir al TC leyes de la Generalitat de contenido de protección a desfavorecidos o intentar desautorizar la actuación del Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo en el gobierno de Catalunya), lo que era perceptible en la creciente participación en los sucesivos 11 de septiembre, siempre convocados por entidades cívicas y nunca por partidos o la Generalitat. Todo se precipita a finales de 2014 cuando, ante la cerrazón y falta de iniciativa del gobierno de Rajoy, no hay forma legal de celebrar la consulta requerida (cuyo resultado, no nos cansaremos de repetir, hubiera sido contrario a las tesis independentistas, sin ninguna duda), las entidades cívicas asumen el protagonismo y se celebra una consulta sin valor legal, sin acceso al censo, en urnas de cartón y gestionada por voluntarios (curiosamente, estos días se está tomando declaración a diversos imputados por ella como si se hubiera celebrado un referéndum legal). Tras ella, que registra una participación de votantes respetable dadas las circunstancias, Mas decide anticipar las elecciones a finales del 2015 de tal forma que, indicando por los partidos que se presenten a ellas su inclinación o no por la independencia (ahora ya se habla por todos de ella sin tapujos cuando la intención inicial sólo era poder saber la opinión de la ciudadanía catalana respecto a su relación con el Estado, de forma que, con ese dato en la mano, los diferentes gobiernos pudieran obrar en consecuencia ¿es eso, que se hablara de independencia, lo que buscaba el gobierno?), los resultados puedan leerse en clave plebiscitaria.

¡Y ahí fue Troya! La sola idea de que, de una forma o de otra, se podría expresar la opinión que no deseaba escuchar el gobierno en caso de que fuera mayoritaria, radicalizó las posturas y se inició una indisimulada campaña de descalificaciones hacia quien se mostraba favorable a la independencia. No quiere esto decir que, en el bando contrario fueran santurrones, y ahí están, por ejemplo, las críticas a figuras como el cantautor Raimon, contrario a la independencia, aunque sin llegar a la virulencia de los unionistas hacia los favorables a ella, y sin boicots ni campañas en su contra.

En un principio, la táctica del gobierno se centró en el “la ley no lo permite”, en un sonsonete que cabía esperar, sin aportar ni un solo argumento a favor de la continuidad de la relación actual. Esta fue La táctica que siguieron los medios de comunicación con sede fuera de Catalunya (lo que no debe de interpretarse como que los medios catalanes estaban a favor de la independencia, sino que el contenido de sus informaciones era visiblemente más prolífico en todo cuanto rodeaba la cuestión). En este sentido causa sonrojo ver cómo derrochaban ignorancia acerca del problema reputados comentaristas, habitualmente comedidos que se transformaban como Jekyll y Hyde cuando oían palabras como Mas, Catalunya, etc. No sorprende que partidos como Ciudadanos secundara al gobierno (sin ninguna propuesta y con el “la ley se ha de cumplir” como único mantra) si se recuerda que C’s, hoy dicen que de centro-izquierda (?), nació en Catalunya, a la derecha del PP, justamente como revulsivo a la tibieza de éste para con lo catalán. Sí sorprende en cambio la actitud del actual PSOE, en cuyas venas fundacionales corría la lucha por la autodeterminación de los pueblos de España (ver el Boletín nº 48/ y 2 - "El crepúsculo de las ideologías" - El caso español de este mismo blog). De todas formas, las encuestas indicaban una clara victoria de la coalición de partidos partidarios del sí a la independencia,  con lo que dio comienzo una campaña corta pero intensa para desactivar a un sector de los votantes mediante el uso de una herramienta a la que la mayoría de los círculos de poder no es ajena: el miedo.

Es cierto que vivimos una época en la que el miedo no sólo forma parte de nuestro entorno cotidiano, sino que además tiene un rostro ubicuo y múltiple: a la recesión económica, a perder el empleo, a la violencia del crimen organizado, a que la delincuencia común nos asalte,  a la creciente ola migratoria,…  Y ocurre que la gestión interesada del miedo desde el discurso de la seguridad actual, por la cual divide a la sociedad entre unos ciudadanos sensatos por un lado y unos monstruos a temer por otro, deviene una política de control social usada desde hace décadas. Tal actitud se sedimenta en una idea: hay un enemigo interno que debe ser exterminado, y para llevarla a la práctica se echa mano de los medios de comunicación, que se convierten en protagonistas y no podemos seguir hablando de complicidad o de asociación en el proceso de inculcar miedo, sino de coautoría.

Intentar abarcar en este repaso superficial los miedos que se esgrimieron como vinculados a una hipotética independencia de Catalunya sería infructuoso, pero algunos merecen citarse: que se dejarían de cobrar las pensiones (¿no la cobra quien trabajó en España y emigró a Chile, por ejemplo? Y mira por donde, la asume España) sin mencionar el sistema económico que las origina; que haría falta pasaporte para visitar a los amigos de Zaragoza, lo que es tratar al nuevo país como enemigo, ya de entrada; que bajaría el comercio de Catalunya y se empobrecería la gente…. ¿Por qué no divulgaron los medios con el fin de dar datos para que cada cual saque sus conclusiones (el gobierno ya se entiende que no lo hiciera, pero los medios, al no hacerlo, quedan retratados) que hay numerosos estudios e informes de expertos internacionales que avalan el hecho de que una Catalunya independiente es viable económicamente y que quien quedaría muy afectada sería el resto de España?
En esta campaña del miedo no faltaron los tópicos, el primero al ejército con llamadas por parte de exaltados de que “vengan los tanques” a poner paz, el segundo las finanzas con amenazas de los bancos de irse de Catalunya (renunciando, es de suponer, a los pingües beneficios que obtienen de sus negocios con los catalanes y a sus depósitos) y el tercero la Iglesia con la carta pastoral de un arzobispo pidiendo rezar por la unidad de España, seguramente dejando para mejor momento otras sobre pobreza, justicia social y esas fruslerías propias de gente de izquierdas.

No mencionamos el lío del miedo a que el ciudadano de Catalunya dejaría o no de ser español, si seguiría siendo europeo, si mantendría el euro como moneda, etc., ya que los propios expertos no se ponen de acuerdo en  esos puntos; únicamente queda para el futuro la penosa imagen de todo un presidente de gobierno exhibiendo desconocimiento palmario de esa Constitución que blande como única arma. Y puestos a repasar exhibiciones de ignorancia, hay que resaltar el fondo erróneo, manipulador y perverso de esas soflamas de llamar a votar en contra de la independencia porque no se ha nacido en Catalunya, lo que es confundir el culo con las témporas ya que nada tiene que ver una cosa con la otra. Porque, veamos: sin llegar a mencionar extremos como los del libertador Bolívar, hijo de vascos, ¿acaso alguien duda del americanismo de, por ejemplo, Henry Kissinger, Madeleine Albright, Arnold Schwarzenneger,…. , todos ellos nacidos fuera de Estados Unidos? Más cercano. ¿alguien cuestiona que defiendan los intereses de Francia Manuel Valls, primer ministro del país, o Anne Hidalgo, alcaldesa de París, ambos nacidos, casualmente, en España?

Y llegan las elecciones, esas que no se sabe si son o no plebiscitarias y resulta que, pese a la desinformación y la campaña del miedo, los partidarios de la independencia rozan el 50 % de los votos, lo que, para un gobierno medianamente inteligente y con visión de futuro del país (no del partido) debería interpretarse como un aviso de que no puede echar en saco roto ese sentimiento (por cierto, este gobierno, con mayoría absoluta en España, ha obtenido un 8 % de votos en Catalunya, lo que deja abierto el debate de la fuerza de la razón, de la autoridad, del simple poder.... A buen entendedor…), pero dada la inminencia de las elecciones generales, lo más probable es que nadie mueva un dedo hasta el próximo año. Y mientras, a soportar la crispación de nunca acabar que no es aventurado presuponer que, si se cumplen los pronósticos de algunas encuestas acerca de la voluntad popular de desalojar al PP del poder, se vea corregida y aumentada con una operación de acoso y derribo público y mediático a un nuevo gobierno que decidiera afrontar con sentido común buscando soluciones buenas para todos el problema que sigue teniendo España con Catalunya.
Mapa de "las Españas" de 1852

Conclusiones (al análisis, que no al conflicto)

No es propósito de este análisis el posicionarse a favor de uno u otro bando, sino, aplicando criterios de lógica empresarial al proceso, descubrir los puntos débiles de su gestión y, dentro de lo posible, aprender de ellos para su aplicación, incluso, a conflictos de la vida cotidiana.

¿Por qué óptica empresarial? Por una cuestión de principios de negociación. No es la primera vez que aparecen discrepancias, a veces muy importantes, en un grupo de empresas entre la matriz y alguna de sus filiales, por variadas razones, y la forma de abordarlos tiene un objetivo principal, con independencia de que haya otros secundarios: mantener la viabilidad de las empresas en una continuidad de actividades cogidas de la mano y asegurar su permanencia futura en el mercado. Con este fin se pone en marcha una auditoría que permita detectar, identificar, analizar y solucionar conjuntamente los puntos de fricción que perjudican la relación, cosa que descarta los ataques frontales ante la evidencia de que, se solucione como se solucione el desacuerdo, lo deseable es mantener un razonable nivel de colaboración, cuanto más transparente, mejor. Fijémonos en que, incluso en los casos de OPA hostil, las ofertas que se negocian deben de ser atractivas para los perdedores. Otra cosa son los procesos para prescindir de una filial no productiva, que no parece ser un supuesto comparable.

En el caso que analizamos por analogía empresarial, una de las partes ha menospreciado siempre a la otra, de forma arrogante ha pretendido hacerla callar y no se ha interesado, ni tan siquiera, por conocer el trasfondo del problema. Ha errado su diagnóstico de inicio sin aplicar ni la más mínima autocrítica en la evolución, ha errado su decisión de centrar en una persona la gestión de un sentimiento colectivo,…

En management se sabe de sobras que la única manera de solucionar un conflicto es conocerlo y calibrarlo con exactitud, dialogar y, llegado el caso, negociar. Hay pocas dudas sobre el convencimiento de que no se hubiera llegado a la situación enconada actual si se hubiera llevado a cabo el diálogo franco sobre las divergencias que muchos agentes sociales de dentro y de fuera de Catalunya demandaban, pero también hay pocas dudas de que ese diálogo no lo puede protagonizar este PP, que ha hecho del ataque contra todo lo catalán un caladero de votos en el resto de España, que presentó recurso contra un Estatuto, el catalán, y no contra otros similares, que siembra agravios económicos con otras regiones por afán electoralista, que ante toda España presenta como nocivo y antipatriótico el hecho de tener otra lengua,…Es más: este PP tiene mucho protagonismo en el crecimiento del sentimiento independentista y se equivocó de lleno con el manejo de su rival ya que es conocido y comprobable en la hemeroteca que Mas siempre ha querido una república catalana dentro de una república española, y si ahora se le presenta como independentista furibundo, convendría ver qué le ha originado este cambio radical; posiblemente la misma razón que ha propiciado que el sentimiento independentista, que hace 5 años no alcanzaba al 10 % de los ciudadanos de Catalunya, ahora esté como está.

Si más arriba hemos mencionado que Mas no puede retroceder porque es el pueblo el que lo empuja, este PP tampoco puede variar su postura sin provocar un cataclismo en el partido. Antes de hacerlo, se requiere mucha pedagogía hacia sus bases y votantes, mucha cultura y ninguna demagogia. ¿Puede hacerlo este PP?

La conclusión aplicando principios de gestión empresarial, es que, con la prolongación de este escenario y manteniendo estos actores, la independencia está ganada, ahora o en otra ocasión futura que, si no cambian ese escenario y esos actores, podría estar próxima.

martes, 20 de octubre de 2015

Boletìn nº 50 - Un vistazo somero al lío España-Catalunya (2) El escenario montado



Todos los manuales de management recogen la idea básica de que, para encontrar la solución óptima a un problema que afecte al futuro de la compañía, es indispensable identificar previamente y entender la naturaleza del mismo, ya que, en caso contrario la solución (que no lo es) puede ser claramente perjudicial para ese futuro. 

Pues bien, mirando hacia atrás, todo indica que el gobierno nunca entendió la esencia, gravedad y dimensión del problema que iba él mismo agrandando (lo muestra la declaración de Xavier García Albiol, tres años después del inicio del conflicto, ante unas elecciones que en otras circunstancias más civilizadas nunca se habrían convocado, diciendo que “se ha acabado la broma”); es más, cualquier manual de management dedicado a la gestión de conflictos nos enseña que una de las formas infalibles de perder es aplicar la secuencia desdén – burla – amenaza a la opinión de la otra parte, que es, justamente, la que ha aplicado el gobierno.

Vayamos por partes. La primera fase, la de no saber interpretar el gobierno la génesis del problema y desdeñar su repercusión, se despacha con la simple obviedad de declarar que una consulta en los términos planteados queda fuera de la actual legislación, sin querer ver que nos encontramos ante un problema político, no judicial. Y caen en un error garrafal de inexperto: la inacción,  en espera, declaran, de que el pretendido soufflé se deshinche, sin calibrar que quedar a la espera, sin evaluar alternativas no suele ser un modo adecuado de resolver el problema—o de aclarar la situación—. Dilatar la espera prácticamente equivale a prolongar la existencia del problema, y prolongar el problema equivale a su vez a dilatar la espera de la solución. No es una opinión personal: ya los filósofos del siglo XVII (Descartes, Spinoza,…)  contemplan lo pernicioso de la espera de que aquello que se teme no ocurra porque eso tiene fuertes implicaciones en la esfera de la vida pública, ya que abre un camino muy efectivo para influir, en  quien sí se muestra activo, sobre la conducta de las personas.

En este sentido, el gobierno, enrocado en su único argumento de que la Ley actual no lo permite, ni tan siquiera se avino a conocer las razones que justificaban ese desapego inicial y si eran aspectos negociables y/o solventables por uno u otro bando, edificando un muro de incomprensión y cerrazón al diálogo (trufado mientras tanto de declaraciones de su disposición al diálogo siempre y cuando éste no incluyera debatir el derecho a decidir. Otro inciso de management: cualquier manual introductorio de negociación nos recuerda que se dialoga precisamente sobre lo que NO se está de acuerdo) que sólo ayudaba a consolidar un  sentimiento nacionalista hasta entonces marginal en porcentaje y la transformación gradual de una pregunta sobre la forma de relación Catalunya-España en otra ceñida al deseo de conseguir la independencia, una independencia mala, tal como se plantea, para ambas partes.

En definitiva mientras el problema seguía, no solo sin resolverse sino sin que hubiera ni el más mínimo diálogo sobre él, con la particularidad curiosa de que el ejecutivo catalán iba anunciando puntualmente su hoja de ruta para conseguir su propósito de conseguir realizar la consulta que permitiría saber el porcentaje de descontentos con el encaje Catalunya-España (es importante recordar que el tema era aún el del “derecho a decidir” y no otro), la única respuesta que iba dando el gobierno del PP era que esa consulta y todas sus formas variables que iban surgiendo como alternativas quedaban siempre fuera de la Constitución, fuera de la Ley y que, por lo tanto proponerlas era un delito.

Llegados a este punto de radicalidad, quizá convenga echar un vistazo a esa legislación, esa Constitución que se esgrime como perenne y único instrumento para justificar una negativa rotunda a la consulta, máxime si se tiene en cuenta que, al menos, dos de sus “padres”, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca Junyent, expresaron por separado y con diferentes matices particulares, su opinión de que la consulta era realizable sin vulnerar la Carta Magna. Pasemos por alto la paradoja de que el acérrimo defensor actual de la “inviolabilidad e intocabilidad” de la Constitución sea precisamente el PP, continuador de la Alianza Popular de Fraga, que no sólo no votó la Constitución sino que hizo campaña en contra. Fijémonos en cambio en la apertura de miras de sus redactores, que, en aquellos años, mientras trabajaban, no dejaban de sentir en el cogote el aliento fétido y viscoso de la involución armada (que, como todos sabemos, cuajó menos de tres años después de la promulgación de la Constitución, el 23 de febrero de 1981). Un ejemplo ilustrativo de la dureza de esos trabajos de redacción que, ya que estamos, afecta a Catalunya: durante ellos se produjo un intenso debate (ahí están las hemerotecas para corroborarlo) en torno a la aplicación del término “nación” a Euskadi, Catalunya y quizá Galicia, con lo que España se constituía con normalidad en lo que en el fondo es, una nación de naciones; ese ciclón que era Fraga, respaldado por esos poderes fácticos que todos conocían, se negó en redondo y al final sólo se consiguió que figurara la mención a eso de “nacionalidades y regiones”, un híbrido que define poco pero que demuestra  la apertura de visión de entonces que se contradice a la lectura literal de ahora, en un ejercicio de ignorancia política y arrogancia.

No es descabellado, pues, decir que parece evidente la necesidad de plantear serenamente una revisión de la Constitución, y no, como dicen algunos por la presión secesionista. sino porque toda ella se redactó en unas condiciones socio-políticas que nada tienen que ver con las de ahora (pese a algunos nostálgicos). Y lo que es más importante en tanto no se aborda esa revisión: se ha de ser extremadamente prudente en la interpretación literal de la Carta Magna ya que no puede olvidarse, y mucho menos desdeñar, que muchos de sus artículos incorporan contenido entre líneas ante la imposibillidad en su día de redactarlo de otra forma.
Siempre Forges...
Volviendo a la aplicación del esquema de management en gestión de conflictos a este caso, se ha de reconocer que la fase de burla ha sido de poco recorrido una vez comprobado, en muy poco tiempo (menos el gobierno, al parecer), que la cosa se planteaba en serio, que eso de que un número importante y creciente de ciudadanos requerían analizar el encaje de la Autonomía en el Estado no era una ventolera momentánea, sino algo mucho más profundo. Se pasó entonces al insulto y al ataque al rival político transformado ya en el enemigo, al punto que está justificada su destrucción (repetimos, porque es fundamental en el análisis, sin dar ni un solo paso para conocer de verdad las razones que justifican el desapego origen del conflicto).
Con todo ello, el escenario de estrategia que se origina se baste de dos elementos:

-         -   Lo que pide una parte importante de la ciudadanía es contrario a la ley, sin entrar a valorar otras alternativas, analizar el porqué de la situación ni, apurando, si vale la pena estudiar el fondo de la ley y sus interpretaciones que puede llegar (¿por qué no?) a su modificación en aras de la convivencia positiva de y para ésta y para otras ocasiones a futuro (no es ninguna exageración: jugar con este sentimiento es jugar con fuego y en estos meses se han visto ya manifestaciones por el derecho a decidir en Euskadi, en Valencia…. y en Madrid).

-        -    El gobierno tiene el gravísimo error de tratar la situación como un capricho de Mas, sin darse cuenta de que Mas, que, curiosamente,  nunca ha sido independentista, ha perpetrado su suicidio político en el sistema al recoger las demandas del pueblo que no estaban en la agenda de la legislatura y ofrecerse a canalizarlas legalmente mediante diálogo/negociación con el gobierno. Cualquiera que haya visto objetivamente la evolución del tema se da cuenta de que Mas no puede dar marcha atrás porque no es sin una mera correa de transmisión y la iniciativa es del pueblo, y de que, si Mas desaparece, el sentimiento no amaina. Mas no tiene futuro político (¿quién recuerda hoy. por ejemplo, a Alex Salmond, promotor del referéndum en Escocia una vez celebrado éste con normalidad?) salvo que sus rivales políticos se empeñen en convertirlo en héroe o mártir (o ambas cosas), lo que, por cierto, conduciría a una radicalización de las posturas. No, no es un capricho de Mas; es un movimiento ciudadano del que se ha de dialogar, con Mas o con otro, y es igual que corresponda a un 30, un 50 o un 70% de ciudadanos, si no se quiere seguir enquistando un problema en una creciente deriva independentista (como dice el gobierno) que  no la ha causado Mas sino la errónea y hermética acción/inacción del gobierno.

Un último apunte sobre el escenario: la estrategia del gobierno, del partido que lo sustenta, de sus portavoces y de sus corifeos de variado pelaje ha sido la de difundir el mensaje de “se ha de cumplir la ley”, sin explicar al ciudadano, particularmente el de fuera de Catalunya, nada de lo que pasaba ni del análisis de las razones que conducen al desencuentro. Causa rubor de vergüenza ajena, así, ver que, desde miembros del gobierno, incluido su presidente, hasta reputados comentaristas y tertulianos, exhiban una absoluta y vergonzosa ignorancia sobre el fondo del tema que se traduce en el insulto y denuesto constante hacia quien ose solamente pedir conocer otra versión que no sea la oficial.

Continúa...