jueves, 31 de julio de 2014

¡Hagan juego....! Gana la banca

El negocio del juego es uno de los más rentables que existen, y ahí están para demostrarlo esos emporios que, sobre la base teórica del azar, permiten ganancias que les permite diversificar sus inversiones en cosas generalmente más tangibles como la inmobiliaria, la restauración, el ocio "sano", los hoteles, etc.
Decir que el mundo de las empresas de juego se rige por el azar es, cuando menos, ingenuo. Ciertamente que toque o no un premio a un cliente sí que tiene un alto componente de azar, pero, cumpliendo los requisitos legales de destinar un porcentaje fijado de ingresos a premios, poco hay de azar en la organización, que implanta sistemas matemáticos de probabilidades y estadísticos tan sofisticados que dejan la Simulación de Montecarlo, por ejemplo, en pañales, y serían la envidia del  mismísimo Pascal.

De ahí el aserto poco cuestionable de que "la banca siempre gana", entendiendo como banca la empresa de juego. Sin embargo, demagogias aparte, también estamos asistiendo a una creciente ceremonia de confusión en la que parece percibirse que la banca entendida como la globalidad del sistema financiero (eso tan etéreo cuando se quiere justificar lo injustificable como los mercados) también maneja el sistema a su antojo organizando normas que sólo la benefician a ella con el consentimiento (¿el aplauso?) de los poderes públicos que deberían pensar en lo que juran cuando piden el voto, es decir, en el conjunto de los ciudadanos.
El último episodio que abona esta sensación es la previsible aprobación en el Consejo de Ministros de mañana viernes de una ley que, dicen, mejora la fiscalidad de los jubilados en lo referido a las rentas de que dispongan en la jubilación. Y resulta que esa ley, no olvidemos que divulgada como de mejora fiscal de la persona física, es recibida con una sonrisa de oreja a oreja por la banca y por la patronal de seguros, lo que aconseja acudir raudo a leer la letra pequeña y analizar las razones de esa euforia.

La ley propone que las plusvalías de la realización de activos por los mayores de 65 años que se destine a complemento de pensión  no tributen. ¿A que suena bien? Por fin la obtención de rentas derivadas de una pensión (por cierto, eso obligará seguramente a retocar la Ley de Fondos y Planes de Pensiones en lo relativo a la fiscalidad de los rescates) dejarán de estar sujetas a impuestos. Todos contentos ¿o no?
Pues vayamos por partes: El proyecto de ley especifica que las personas mayores de 65 años que vendan cualquier tipo de activo, ya sea un inmueble, valores, objetos de valor, etc. para destinar el producto de la venta a obtener una renta vitalicia, no estarán obligados a tributar en el IRPF por la plusvalía generada por esta venta. Sigue siendo aséptico, pero las palabras del Secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferre, arrojan alguna luz sobre el dramático trasfondo del asunto al asegurar sin sonrojarse que  "Es perfectamente oportuno en este momento que los mayores de 65 años tengan la capacidad de hacer líquido cualquier bien material de que dispongan para dedicarlo a una renta vitalicia que complemente su pensión"
O sea que
1.- Reconoce que la pensión que se cobra (ya hoy) es, de media, raquítica
2.- Alienta la contratación de seguros privados
3.- Desprecia el sufrimiento de la gente que ha trabajado toda su vida para construirse un pequeño patrimonio, que sí, puede destinarse a mejorar las condiciones de la vejez, pero nunca alentado desde el gobierno declarando su actitud irresponsable.

Y, puestos a pensar, quizá debería preguntarse el Sr. Ferre, con el escenario laboral que tenemos, si difícilmente un trabajador joven podrá cotizar para alcanzar una pensión en su mínima expresión y sus padres, ya hoy, se ven obligados a realizar patrimonio para subsistir, ¿qué cuadro socioeconómico de población de futuro está diseñando este gobierno?

Y muchas otras preguntas que impactan de pleno en la línea de flotación ética de los redactores de las leyes, eso sin entrar en temas prácticos vinculados como por ejemplo: yo tengo una pequeña cartera de acciones que decido transformar en una renta vitalicia en una entidad financieras/de seguros y, una vez formalizada, necesito que se me haga una intervención quirúrgica urgente (que, como la Sanidad está como está, he de contratarla por la privada salvo que afronte meses de espera y angustia). Pues no puedo afrontarla, porque la entidad no permite disponer de lo que eran mis fondos, en virtud de aquel artículo de la ley, escrito con tinta simpática de "Santa Rita, Rita..."

Y las entidades, eufóricas: captan más y mejores fondos, adquieren inmuebles para su cartera, no tienen obligaciones adicionales...

Como en los barcos del Mississippi, el capitán del barco permite que los tahúres ganen para tenerlos siempre de su lado en detrimento de los marineros (que no se olvide que son los que mantienen el barco a flote).

miércoles, 30 de julio de 2014

¿Tanto tienes, tanto vales?



Una de las peores consecuencias de la crisis, y que puede afectar a las personas que ven que sus problemas se eternizan sin solución, en una espiral frustrante que va cerrando todas las salidas, es el paulatino convencimiento de que uno vale poco menos que nada, antesala del apocalipsis personal. El ambiente social no acompaña, ese ambiente que va instalando que, remedando a Ortega (ya se sabe, aquello de "Yo soy yo y mi circunstancia"), uno es uno y su salario, es decir, uno más su certificación  de que está dentro del engranaje, no está excluido, como si el quedarse en el paro equivaliera a estar apestado. 

Hace falta mucho aplomo y seguridad en uno mismo para no dejarse llevar por el abatimiento, primero por la necesidad económica, después por la social, después, ocasionalmente, por la afectiva (no son tan generalizados los casos fieles al refrán de contigo pan y cebolla) y finalmente por la auténtica crisis de desconfianza en uno mismo, difícil de combatir y mucho menos de superar.

Todos conocemos hoy, por desgracia, a alguien en ese proceso y, con voluntad de que esta reflexión pueda valer para ayudar a alguien (¡ojalá!), me permitiréis recordar una lección que recibí en mi época de estudiante y que no he olvidado, Después supe, por cierto, que la idea no era original de mi profesor, lo que no le quita en absoluto ni un ápice de su valor.

Un día, en clase, cuando se debatía qué carrera pretendía estudiar cada uno de nosotros, el profesor nos enseñó un billete de 1.000 pesetas (¡cómo pasa el tiempo, y cuánto valía la peseta!) y nos preguntó quién de nosotros lo quería. Tras un momento de perplejidad y una cierta desconfianza (vete a saber qué podía pasar después), todos levantamos la mano.
El profesor entonces arrugó el billete hasta hacerlo una bola y volvió a preguntar quién lo quería. Nadie bajó la mano, como es natural.
Tras eso, el profesor tiró al suelo la bola de papel que ahora era el billete y la pisoteó con ganas ante nuestro asombro para preguntar nuevamente, con el billete bajo el zapato, si aún lo queríamos. Sin entender nada, todos dijimos que sí, que lo queríamos.
Muy calmadamente, recogió la bola, la alisó con cuidado, limpió de polvo el billete y se lo volvió a guardar. Nos pidió que bajásemos las manos. y muy serenamente nos dijo,más o menos: "Hoy habéis aprendido algo muy importante pese a que no está en vuestros libros. Fijaos que he arrugado el billete, lo he tirado al suelo, lo he pisado y tirado al suelo…  y todos lo habéis querido tener porque su valor de 1.000 pesetas  no había cambiado. Es posible que cuando seáis adultos alguien os ofenda, que haya personas que os rechacen y es posible también que hechos que encontréis cada día os zarandeen dejándoos como al billete, hecho una bola, tirado y pisoteado. Puede que hasta os hagan sentir que no valéis nada, pero recordad siempre esta lección: vuestro valor no cambiará NUNCA para la gente que realmente os quiere. Incluso en aquellos días en los que podáis sentir que es vuestro peor momento, vuestro valor sigue siendo el mismo,... por muy arrugados que estéis”.

Ya lo dijo el maestro Machado: "Todo necio confunde valor y precio".Y si él lo dijo, no seré yo quien lo discuta.

domingo, 27 de julio de 2014

Contra el vértigo circundante



Nos han tocado vivir (nadie lo duda) tiempos difíciles, tiempos en los que más allá del “amanece, que no es poco” con que saludamos cada nuevo día, basta echar un vistazo alrededor (y no digamos si llegamos a leer/escuchar/ver los medios de comunicación) para que nos domine una sensación desasosegante, una sequedad física en la boca, y un convencimiento de que “esto se hunde y parece que a quien puede evitarlo le importa un rábano” con el vértigo personal y anímico que ese pensamiento comporta.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua proporciona tres definiciones para el vértigo, dos de ellas dentro del ámbito de la medicina y la tercera desde la psicología. Así, dice:

1. m. Med. Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.
2. m. Med. Turbación del juicio, repentina y pasajera.
3. m. Psicol. Sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura o a que pueda precipitarse otra persona.

En todos ellos coincide que es una “sensación”, que, como tal, puede tener múltiples causas subjetivas. Haciendo un ejercicio teórico de síntesis, ¿se percibe realmente que todo se derrumba alrededor hasta que esa sensación de inseguridad turba el juicio y todo parece girar a una velocidad, precisamente “de vértigo” sin que se pueda detener y que uno queda sólo, haciendo equilibrios como los pescadores indios, encaramado en un poste sumergido en aguas oscuras?

Lo peor del caso es que cavilar sobre ello no es un ejercicio meramente teórico, y se comprueba que el vértigo está instalado en cualquier ámbito de nuestro entorno y que adquiere diferentes nombres que nos resultan, incluso, familiares en ámbitos, digamos, no radicales y situaciones habituales:

-  “nido vacío”, indicativo de que la soledad asoma para instalarse cuando, después de un proceso de crecimiento y estabilidad en la familia, los polluelos empiezan a levantar el vuelo de manera autónoma (como se ha hecho siempre) y se van creando huecos que ya no se rellenan.

- “estrés” en sus diferentes formas: amigos cuyos caminos, después de un tiempo, divergen; compañeros que toman otro rumbo, formas de vida que evolucionan (y no se percibe en la vorágine diaria, pero resultan clamorosos cuando se echa la vista atrás);…

- “estados depresivos”, curiosamente siempre mencionados por los sensatos no afectados casi de forma despectiva, como si fueran algo folclórico y sin importancia.

- la misma evolución física de las facultades y la tentación de comparar lo que “se podía hacer antes” y lo que “se puede hacer ahora”

- “esto se hunde”, cuando el modo de vida sufre cambios por influencias externas (esa crisis…)

- “desasosiego pánico agitado” cuando se advierten nubarrones en el futuro cercano y tormenta desatada en el lejano

- …
¿Qué se puede hacer? Sobre todo cuando, como sucede, además, habitualmente, se amontonan más de una de esas sensaciones. Pues, precisamente, no olvidar que son eso, sensaciones subjetivas que se originan como consecuencia de la manera de afrontar hechos reales.


Quizá la manera más positiva de evitar el vértigo sea la de asumir que a veces la resolución de un problema depende de nosotros pero que no siempre el impedir que los hechos ocurran (aunque nos afecten directamente y de manera grave) está en nuestras manos y, a partir de aquí, elaborar la estrategia de acción y/o superación, siempre con la mirada puesta mucho más allá del horizonte inmediato subsiguiente al hecho que lo motiva.

El cómo ya es objeto de otra reflexión.

sábado, 26 de julio de 2014

Semblanza de Machado en el aniversario de su nacimiento


Hace unos meses, en este mismo blog, se recogieron unas reflexiones sobre la figura de Antonio Machado con motivo del aniversario de su muerte en Colliure huyendo de la atrocidad y la ignominia de la guerra (in)civil, haciéndonos eco en aquella ocasión del poco interés de la cultura oficial por el aniversario y, por extensión, por el poeta. 
La historia, aún reciente, se repite: no ha trascendido que, olvidando las miserias de la politización de figuras como la suya, se recuerde a Machado como referencia del pensamiento y la poesía del último siglo conmemorando como merece, no Machado, sino la Cultura (con mayúsculas) y el país, sin interferencias de sesgo político, su nacimiento, en Sevilla, el 26 de julio de 1875. 

En el Palacio de Dueñas
Me tomo la libertad, en ese contexto, de pensar en voz alta sobre la dimensión del poeta pensando algo más en toda su obra y deteniéndome en alguna de sus ciudades menos conocidas.

No es ninguna novedad el admitir que Antonio Machado está catalogado por su obra como poeta, y eso no causa ninguna inquietud habida cuenta de que su producción es de una hondura dentro de su simplicidad que hoy nadie discute. Sin embargo, el propio  autor no lo tenía tan claro:

“Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,…”

es lo que declaraba en la época anterior a su época soriana, mientras que a su llegada a Baeza se decía

“Heme aquí ya, profesor
de lenguas vivas (ayer
maestro del gay-saber,
aprendiz de ruiseñor)….”

explicando en este caso, más bien, cómo se gana la vida en lugar, como más arriba, sus inquietudes. Pero algo de todo eso hay en su obra. A lo largo del tiempo y de las vicisitudes por las que evoluciona desde un perfil modernista (noventayochista) hacia un simbolismo intimista rodeado de romanticismo, cuajó al final en una poesía que alterna el compromiso humano con una especie de contemplación desde fuera de la existencia, haciéndose eco, particularmente en su obra a partir de su estancia en Baeza, de la sabiduría popular más ancestral.

Entrando al detalle, su obra “Campos de Castilla”, escrita durante su estancia en Soria, es la más noventayochista, con el protagonismo de las tierras castellanas y los hombres que las habitan (no del todo entendida la obra en su momento, por reflejar un patriotismo diferente al oficial, ya que Machado no eludía la crítica a la situación de postración tras la pérdida de las colonias. Y tampoco fue entendida por hacer retratos descarnados sin concesiones a determinados personajes de esa Castilla “miserable, ayer dominadora que, envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora”. Es en los poemas escritos en Baeza tras la muerte de Leonor, los populares «Proverbios y cantares» donde ahonda en el carácter reflexivo y sentencioso expresado en brevedad, y donde modula la crítica social mezclando ejemplos de máximas o sentencias puestas en verso como auxilio a la memoria en temas que van de lo mundano a lo divino junto con paisajes soñados para esas máximas.
No puede entenderse la evolución poética de Machado sin detenerse en Juan de Mairena y Abel Martín, originalmente concebidos como poetas, que son nombres falsos adoptados por Machado para atribuirles parte de su producción y que desplazaron al poeta modernista y simbolista, sustituyéndolo por un pensador original, hondo y precursor de un género mixto que luego sería imitado por muchos otros autores. Así estos heterónimos se presentan como filósofos populares, herederos de la "lengua hecha" y en defensa de la "lengua hablada" sin artificiosos cultismos. Hay que decir que gran parte de la publicación de Juan de Mairena reúne la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña y en los que un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados con una caprichosa variedad de tonos, desde la aparente frivolidad hasta la máxima gravedad, pasando por figuras como la sentencia, la paradoja, el adagio, la erudición, la introspección, la retórica como arte, la cuchufleta o el más fino y sutil humor.

Para finalizar el repaso de su obra, no es de extrañar que frecuentemente se obvie en el resumen de ella el teatro. Aparte de algunas adaptaciones de clásicos (El condenado por desconfiado, de Tirso o La niña de plata, de Lope), su producción teatral lo fue un punto bohemia de la gran ciudad junto con su hermano Manuel (mucho mejor autor en este campo que Antonio, de igual forma que hay quien sostiene que el mejor poeta de los Machado no fue Antonio, sino José) con quien colaboró en obras hoy conocidas como La lola se va a los puertos, La duquesa de Benamejí, Juan de Mañara, etc.
"...un pueblo húmedo y frío..."
Las ciudades…. ¿Sevilla por nacimiento? Dejémonos de falsas complacencias y de discursos políticos que quieren  interpretar en una estrofa un desaforado amor de Machado por tal o cual ciudad. Si hay una ciudad con merecimientos para ser LA ciudad machadiana, esa es Baeza, que pese a ser definida por el poeta como “poblachón moruno” y como pueblo ”húmedo y frío, destartalado y sombrío entre andaluz y manchego” fue la única de aquellas por las que pasó en captar la trascendencia de su obra y la única capaz de pretender organizar en los años 60, en pleno franquismo (para el que Machado era un poeta maldito como demuestra, entre otras cosas, que en 1941 fuera expulsado «post mortem» del cuerpo de catedráticos de Instituto) un homenaje a su obra que, naturalmente, acabó como el Rosario de la Aurora, con la Guardia Civil destrozando los autobuses en que habían llegado los asistentes y deteniendo a los organizadores que sólo quisieron demostrar que lo que Machado representaba estaba vivo.

El amor de Machado por Soria sólo es la extensión de su amor por Leonor. Sin ella, obviamente, todo hubiera sido diferente, en todos los sentidos. Veamos: Machado, empujado por Giner de los Ríos, se presenta a oposiciones de Francés (que igual podía haber sido de otra materia porque Machado no tiene licenciatura) y, con su mermado currículo, sólo puede aspirar a Soria, Baeza (siempre Baeza) y Mahón. Con la familia en Madrid, elige Soria, y allá aparece con 32 años de edad. Soria, ciudad de 7.000 habitantes, es un coto cerrado donde es difícil aceptar al forastero (que se lo digan a Pio Baroja, apedreado unos años antes por extranjero), y para colmo, si este extraño no oculta su súbito amor por una cría de 13 años (¡13 años, por Dios!, por muy poético que resultara), con la que se casa después de esperar que ella alcanzara la edad legal para hacerlo. Nadie duda hoy de lo sincero del amor mutuo ni de la felicidad y ternura en la pareja, pero para la Soria de entonces, vivieron marcados.  No, no es Soria la ciudad de Machado, aunque sea la ciudad de felicidad con Leonor.Y Machado viene a corroborarlo cuando en carta a Juan Ramón Jiménez desde Baeza contabiliza su época de Soria dentro de los "años del exilio", aunque puda entenderse que se refiera a "exilio" de los flujos culturales de la capital.

Tras Baeza, ¿Segovia? Segovia sí fue buscada porque, para huir de Baeza cursó la carrera de Filosofía y Letras y solicitó traslado a Segovia. En esta época ya era un poeta conocido y se integró en tertulias literarias, participó en la fundación de la Universidad Popular y, la cercanía a Madrid, le hizo retomar alguna vida bohemia de la capital. En estos años cabe citar su misteriosa relación con Guiomar (Pilar de Valderrama, de a la alta burguesía madrileña, casada y madre de tres hijos, autora de algunos libros de poemas), musa del poeta (se insiste en el carácter platónico de su relación aunque sin explicar por qué, de ser así, se mantuvo en secreto con tanto celo por ambos, en Segovia y en Madrid) hasta su marcha a Estoril (Portugal) en vísperas del Alzamiento Nacional. En Segovia vivió el poeta la proclamación de la República del 31, siendo uno de los encargados de izar la bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento.
Pero Machado no está
¿Madrid? ¿Rocafort (Valencia)? ¿Barcelona?...  Colliure.

Las tres primeras no son ciudades machadianas pese a formar parte de su itinerario vital, bien porque fueron solo acomodo profesional (el Madrid de la República) o porque simplemente aprovecharon su ahora reconocido prestigio en el camino del exilio. Finalmente, Colliure. Para ver su importancia, acudamos al relato de los hechos:

El 22 de enero de 1939, cuatro días antes de la ocupación de Barcelona por las tropas franquistas, el poeta y su familia salieron de la ciudad en un vehículo de la Dirección de Sanidad conseguido por el doctor Puche; les acompañan algunos amigos y una interminable caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de su patria.
Tras una última noche en suelo español, en Viladasens, las cuarenta personas que componían el grupo cubrieron el último tramo hacia el exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida. Allí quedaron también sus maletas, al pie de la larga cuesta que hubo que recorrer bajo la lluvia y el frío del atardecer hasta la aduana francesa, que sólo gracias a las gestiones de uno de sus acompañantes, Corpus Barga (que disponía de un permiso de residencia en Francia) pudieron superar. Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau (otro del grupo) se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta.
A la mañana siguiente, con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se trasladaron en tren hasta Colliure, donde el grupo encontró albergue en la tarde del día 28 de enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que no llegaría a tiempo.
Antonio Machado murió a las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza y fue enterrado en el mismo nicho que acogería a su madre, muerta tres días después, nicho cedido por una vecina de Colliure, en el pequeño cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde entonces.

Este breve repaso por las ciudades machadianas, que ha de acabar por aquella en la que reposan sus restos, permite distinguir entre Ciudad de Machado (de homenaje a su obra), que ha de ser Baeza, y ciudad última del poeta, que ha de seguir siendo Colliure, lejos de insensateces de exhumaciones, traslados pomposos, discursos vacíos,…ahora que todos quieren que su maltratado cuerpo cambie de lugar de reposo.

El mejor homenaje a Machado en el aniversario de su nacimiento, parafraseando a Muñoz Molina, sería abrir las escuelas a una educación rigurosa, alejada de instrumentalización ideológica o partidista.