lunes, 23 de mayo de 2016

Uso y abuso de "la historia" - (y 4) - Manipula, que algo queda.



Alasdair Antony Kenneth White es un psicólogo británico, más conocido por su trabajo en la gestión del rendimiento desde una perspectiva conductual que como psicólogo, que en 2009 revolucionó las teorías del mundo del trabajo con la aparición en su libro From comfort zone to performance management (Desde la zona de confort a la gestión del rendimiento), que se puede encontrar en edición de White & MacLean Publishing,  precisamente del entonces novedoso concepto, que consta en el título, de “zona de confort” que, en principio puede definirse como  un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición neutral de ansiedad, utilizando una serie de comportamientos-rutinas para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo.

Desde su publicación, y pese al poco tiempo transcurrido, mucho se ha desplegado en torno a la zona de confort y su conexión con la actividad personal y con el aprendizaje (en éste por quedar realmente siempre fuera de lo conocido y representar el espacio donde se pueden aprender cosas nuevas), teniendo en cuenta para su relación con la actividad que la zona de confort puede convertirse en un límite a la existencia, el estancamiento y la renuncia a tomar iniciativas.

La zona de confort hace referencia a un área (física o mental) de nuestra vida donde nos movemos con seguridad, la conocemos “como la palma de la mano", sentimos que la controlamos y no corremos riesgos. Solemos obtener un buen rendimiento personal en ella, pues hemos ido conquistando su conocimiento a través del tiempo, no esperamos sorpresas y, para muchos, todo esto equivale a librarse de preocupaciones. La zona de confort podría ser el sofá del salón, la cama en la que descansamos, el rincón de lectura, nuestro barrio de siempre donde solemos hacer la compra y nos encontramos con los amigos el fin de semana, el puesto de trabajo que llevamos desempeñando durante más de 10 años, la comida deliciosa que tomamos en casa, preparada con cariño porque se sabe que es nuestra preferida o  el bar al que solemos ir cada sábado, es decir, el espacio de vida donde nos movemos y nos sentimos seguros, sin los sobresaltos de lo desconocido.
Pero no todo en la zona de confort es bueno. En la zona de confort tenemos cosas que no nos gustan pero siempre podremos decir “más vale malo conocido que bueno por conocer” tendiendo al conformismo y a convencernos de que “como en casa no se está en ningún lado”; también es una zona aburrida, sin cosas interesantes o sorpresas pero que nos ahorra muchas preocupaciones ya que fuera de la zona de confort esperamos encontrar muchas cosas malas: el peligro, el fracaso, el miedo, lo incierto, aunque intuyamos que también hay cosas buenas: lo inesperado, las oportunidades, las aventuras o las nuevas experiencias. Entre las cosas malas y las buenas, está la zona de aprendizaje y de gestión.

Pero alguien puede preguntarse: ¿y qué tiene que ver eso de la zona de confort con la historia, sobre lo que venimos reflexionando? Pues la respuesta es: mucho, aunque no lo parezca.

El análisis de la relación entre ambos conceptos nace de la evidencia que han encontrado los estudiosos acerca de que la zona de confort, que White proponía como de ámbito individual, se extiende al colectivo, y así se habla de una zona de confort representada en las tradiciones, geografía, historia oficial, costumbres, etc. que, curiosamente, es muy fácil de manipular pero muy difícil de cambiar ya que, como es sabido, la resistencia al cambio (y explorar más allá de la zona de confort la representa) es un fenómeno que se da tanto a nivel personal como a nivel organizacional. Y, como muestra, basta ver lo que cuesta luchar contra barbaridades tales como el toro de la Vega (no es la única), asumida como normal por determinado imaginario colectivo, insertado en su zona de confort, como si las salvajadas dejaran de serlo si hace tiempo que se permiten (otra cosa es que a algo así se le llame cultura oficial, lo que ayuda, indiscutiblemente, a su identificación dentro de la zona de confort ¿manipulación?).

Uno  de los factores que contribuyen a que cada uno se identifique con la zona de confort colectiva es el convencimiento, sobre datos ciertos o inducido, de que el marco convivencial ha sido SIEMPRE como ahora es conocido, que cualquier cambio es perjudicial para la persona y peligroso y que, en el futuro, SIEMPRE permanecerá así. Algo de eso pasa actualmente con el problema que tiene el gobierno de España con Catalunya; lo que inicialmente no pasaba de ser una exigencia de revisar el modelo de relación y que, sin profundizar en conocer y gestionar las razones que provocaban el desapego, el gobierno convirtió en lo que no era: una declaración de independencia (y que, para justificar que era así, no ha cesado en llevar a cabo acciones de creación de independentistas ¿para demodtrar que existen y justificar así una política de intolerancia?) que afectaba a la zona de confort de todos los ciudadanos del resto de España con graves consecuencias para todos ellos. Bien mirado, es difícil argumentar que una posible separación de Catalunya de la actual España sea lesiva a los intereses de un ciudadano de Castuera, pongamos por caso, si su comunidad está bien gestionada, y es erróneo y perverso utilizar ese argumento[1].

Ante la falta de argumentos sólidos y creíbles en un diálogo-negociación, el gobierno ha difundido los lemas que sostienen su postura: que el tema con Catalunya se ha de comenzar a tratar después de un referéndum sobre él en toda España, que la idea de proponer un referéndum en Catalunya sobre casi cualquier tema es un agravio para la soberanía nacional y que el gobierno ha de cuidar de que todos los españoles sean iguales. De una primera lectura ya se observa la inconsistencia de los argumentos…. salvo para crear un caldo de cultivo de animadversión a quien tiene un posicionamiento distinto al pensamiento único que parece ser la intención el gobierno. Porque, veamos, cuando un hijo quiere plantear una queja de convivencia a sus padres, incluso la emancipación, ¿es necesaria la opinión de sus hermanos, aparte de la afectiva… a no ser que les esté pagando los gastos de comunidad?, dejando de lado la evidencia de que si lo que sucede es esto, es un problema a gestionar entre los padres y el resto de hermanos y no del que necesita emanciparse. 

Respecto del argumento de la soberanía, resultaría chusco si no fuera tan sangrante, que se atrevan a citarlo los mismos que lo olvidaron clamorosamente cuando aprobaron de tapadillo e ilegalmente (algún día se revisará) la modificación del artículo 135 de la Constitución en cumplimiento de “los compromisos asumidos por España al integrarse en la Unión Económica y Monetaria Europea”[2].

Y eso, de una lectura apresurada. Pero se puede echar mano de lo que ha pasado en este país con anterioridad y ver si son o no argumentos razonables o son sólo intentos de crear un determinado estado de ánimo basado en el miedo a que se vea afectada la zona de confort.

Cuando, hace 50 años (plazo de tiempo que es como una gota de agua en el océano del tiempo del devenir de los pueblos) se estudiaba en los colegios españoles la Geografía Política de España, salían de carrerilla “Fernando Poo, Annobón, Corisco y Elobey” para referirse a las islas que integraban la parte no continental de la provincia española de Guinea y es que hoy se olvida que Guinea Ecuatorial fue primero una colonia de España y posteriormente pasó a convertirse en una provincia española que obtuvo su independencia el 12 de octubre de 1968. El territorio del país actual está constituido, como entonces, por una parte continental, conocida como Río Muni o Mbini y un área insular, siendo sus islas más importantes la isla de Bioko (antigua Fernando Poo), Elobey Grande, Elobey Chico (estas 2, deshabitadas) y Corisco, localizadas en la bahía de Corisco, y la de Annobón al sudoeste de Santo Tomé y Príncipe.
Sello con la imagen de Alfonso XIII
Vale la pena recordar que hasta 1956, en que fueron organizadas con el nombre de Provincia del Golfo de Guinea, las islas de Fernando Poo y Annobón formaron parte del Territorio de Guinea Española. En 1959 los territorios españoles del golfo de Guinea adquirieron el estatus de provincias españolas ultramarinas, similar al de las provincias metropolitanas, adoptando oficialmente la denominación de Región Ecuatorial Española organizada en dos provincias: Fernando Poo y Río Muni. Las primeras elecciones locales (en época de dictadura, ojo) se celebraron en 1959, y se eligieron los primeros procuradores en cortes ecuatoguineanos.

En 1963, el Gobierno español sometió a referéndum entre la población de estas dos provincias un proyecto de Bases sobre Autonomía, que fue aprobado por abrumadora mayoría. En consecuencia, estos territorios fueron dotados de autonomía, adoptando oficialmente el nombre de Guinea Ecuatorial, con órganos comunes a todo el territorio (Asamblea General, Consejo de Gobierno y Comisario General) y organismos propios de cada provincia.

En 1965, la ONU aprobó un proyecto de resolución en el que se pedía a España que fijase lo antes posible la fecha para la independencia de Guinea Ecuatorial y en 1966 el Gobierno español acordó preparar la Conferencia Constitucional que se inauguró en octubre de 1967  presidida por Fernando María Castiella, ministro español de Asuntos Exteriores y finalmente, como ya se ha apuntado, el día 12 de octubre de 1968 (Día de la Hispanidad, para más señas se firmó la independencia, haciéndolo por parte de España (lo que son las cosas) D. Manuel Fraga Iribarne, fundador más tarde de la Alianza Popular cuna de lo que es hoy el Partido Popular.
Acto de la firma de la independencia de Guinea

Que nadie elucubre pensando en que se buscan paralelismos entre la situación de la Guinea de entonces (enmarcada en el programa de la ONU de descolonización de África) con la Catalunya actual; simplemente se pone de manifiesto que la única voluntad que se debe de tener en cuenta en procesos de esa índole, y en otros que no tienen tanta relevancia, es la de los afectados únicamente y meter en el saco de la eventual negociación a toda España es, sencillamente, manipular conciencias para ocultar la incapacidad de gestionar, porque las decisiones que se lleguen a tomar nada tienen que ver con el menoscabo de la soberanía del pueblo español, que va por otros derroteros.

Pero sigamos en territorio africano.

Seguramente recuerda la mayoría que España también tenía la Provincia de pleno derecho del Sahara Español, con capital en El Aaiun, y que, dicho sea de paso, era “el coco” como posible destino en el reclutamiento para el Servicio Militar obligatorio. Su independencia, como territorio africano, ya fue planteada por la ONU a España en 1967, pero la disputa entre Mauritania, Marruecos y España por el territorio supuso un serio obstáculo para el establecimiento de diálogo y mucho menos de acuerdos. 

En 1970, la ONU aprueba la celebración en el Sahara español de un referéndum de autodeterminación. Tras negarse en principio a celebrarlo, España accede en 1974 a su celebración tras haber despertado con su negativa la animadversión internacional y anuncia que el referéndum tendrá lugar en 1975.

Pero, en 1975, con Franco en su lecho de muerte, el rey de Marruecos Hasán II instó al pueblo marroquí a realizar una marcha «pacífica» de participantes mayores de 18 años y desarmados, que sería conocida como “marcha verde”, para ocupar los territorios del Sahara español y forzar al Gobierno español a que retirase sus tropas de la región. En realidad, a las columnas de civiles que marchaban hacia el sur vía Tarfaya se unieron también 25 000 soldados de las Fuerzas Armadas Reales, que se dirigían a la provincia española por el este. Tras esta marcha y el repliegue de las tropas españolas se inició una guerra de Marruecos contra los pobladores autóctonos del territorio (españoles de pleno derecho, no lo olvidemos). España, ante la inestabilidad generada con la "marcha verde", firmó los Acuerdos de Madrid en noviembre 1975, por los que se constituía una Administración Tripartita temporal en el Sahara, formada por Marruecos, Mauritania y España, cuya vigencia se preveía hasta el 28 de febrero de 1976 y cuya finalidad era la celebración de un referéndum de autodeterminación en el que el pueblo saharaui debía decidir sobre su futuro. En el colmo del cinismo, el 26 de febrero de 1976, el representante permanente de España ante la ONU comunicaba que el Gobierno español daba por terminada definitivamente su presencia en el territorio, ya que cesaba «su participación en la Administración temporal que se estableció para el mismo», pero matizando que «la descolonización culminará cuando la opinión de la población saharaui se haya expresado válidamente». Un día después, Marruecos transmitió al secretario general de la ONU la reincorporación del territorio del Sahara a Marruecos y Mauritania y ese mismo día se producía la autoproclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

La guerra enfrentó a los saharauis, apoyados por Argelia, contra Marruecos y Mauritania que, en 1979, renunció a su parte de territorio, que se anexionó Marruecos unilateralmente. Desde entonces, el Sahara Occidental es un territorio administrado de facto (pero no de iure) por Marruecos, si bien tal administración no la ejerce sobre la totalidad del territorio pues el Frente Polisario controla el 35 % del mismo al este del muro que Marruecos construyó como defensa ante las eficaces guerrillas del Movimiento de Liberación Nacional Saharaui. La Constitución fue revisada en 1991 y 1995. En 1999 la RASD aprobó una nueva Constitución.
La RASD es reconocida por 82 estados aunque varios le han retirado su reconocimiento, sobre todo debido a las presiones de Marruecos, que cuenta con intereses comerciales en muchos países del mundo y trabaja activamente en sentido contrario al reconocimiento de la RASD. El antiguo colonizador del Sahara Occidental, España, todavía no reconoce a la República Saharaui como estado independiente y, hay que decir, desde el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, se han estrechado los lazos con Marruecos en detrimento de la relación con la RASD pese a que Izquierda Unida (IU), Unión Progreso y Democracia (UPyD), BNG, los partidos nacionalistas vascos, etc. defienden activamente en sus programas y en sus políticas el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y proponen el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática.

Las conclusiones sobre estos casos y el velo que los semioculta quedan abiertas para cada uno, pero volviendo al tema del argumentario anti-Catalunya, ¿cómo se atreve a hablar de que trabaja por la igualdad entre españoles un gobierno que es heredero y continuador ideológico y político del que abandonó a su suerte a miles de ellos (con DNI español) y no se atreve a reconocer oficialmente la validez de su lucha?

¿Es todo, o no lo es, manipulación de la zona de confort?


[1] El utilizarlo es reconocer las carencias de gestión fuera de Catalunya y la dependencia de ella, como se comprobó en el debate, celebrado en la Universidad Pablo de Olavide el 30 de marzo del 2016 ante 400 estudiantes universitarios y futuros politólogos, en un encuentro-discusión académica organizado por Diplocat y en el que el expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra dijo a su interlocutor, el portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardá, acerca del derecho a decidir de los catalanes “Yo no quiero a los extremeños o a los catalanes, quiero a la gente, y necesitamos a Catalunya para hacer un proyecto de igualdad en mi país, porque Catalunya tiene una renta más alta que el resto (sic). A buen entendedor…

[2] Es ilustrativa la lectura de la Sinopsis publicada por el Congreso de la modificación del artículo en http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/sinopsis/sinopsis.jsp?art=135&tipo=2

miércoles, 18 de mayo de 2016

Uso y abuso de la "historia" - (3) - ¿Existe la historia?



Se atribuye a Nicolás Avellaneda, abogado, periodista y político argentino, presidente de su país entre 1874 y 1880, la autoría de la conocida frase "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", pero no consta la identificación de a qué se refería cuando hablaba de historia.

Según el vigente diccionario de la Real Academia de la Lengua, el vocablo Historia admite diversas acepciones en su significado, a saber:

Historia (Del lat. historĭa, y este del gr. ἱστορία historia)
1. f. Narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados.
2. f. Disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados.
4. f. Conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación.
7. f. Narración inventada.
Fijémonos en la acepción número 7, con más repercusión de la que se pueda pensar, y pongámosla en relación con lo que afirmaba Napoleón (en idea asumida y actualizada por Winston Churchill) de que "La historia es escrita por los ganadores"[1]

Que la historia oficial levanta suspicacias ni es nuevo ni ceñido a determinadas culturas, como lo demuestra que, ya en el siglo XVII, el filósofo inglés John Locke, representante de la corriente de pensamiento denominada empirismo,  que enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del conocimiento, dejara escrito en su obra Some thoughts concerning Education (Algunos pensamientos sobre la Educación) que «Casi todo lo que habla la historia no es otra cosa sino peleas y matanzas, y el honor y el prestigio que se concede a los conquistadores (quien en su mayor parte no son sino grandes carniceros de la humanidad), engaña aún más a los jóvenes que están creciendo, que por este medio llegan a pensar que la masacre [es] el negocio laudable de la humanidad, y la más heroica de las virtudes. Mediante estos pasos, [una] crueldad no natural es sembrada en nosotros, y lo que la humanidad aborrece, la costumbre lo reconcilia y nos lo recomienda, posicionándola en forma de honor. Así, por medio de modelos y opinión, eso pasa a ser un placer, que por sí misma ni lo es, ni lo puede ser a cualquiera.»

Y bien mirado, esta atroz reflexión sobre la historia  cuadra con el hecho, apuntado por Napoleón y Churchill, de que ésta pertenezca/se identifique a/con los vencedores de las contiendas, cuya intención, aunque sólo sea por pura inercia, es mantener el status y prerrogativas del ganador. De acuerdo con esta premisa, y lejos de la asepsia de las definiciones que nos ofrece el Diccionario de la RAE, nos permitimos proponer la definición de historia como la narración (u ocultación) de tal manera de los hechos acaecidos que se justifique el presente, produciendo la perversa creación de una forma de patriotismo basada en una única visión que se presenta, además, como la verdadera e indiscutible y que conlleva la demonización (cuando no algo mucho más grave) del discrepante o de quien se atreve a cuestionar esa versión oficial. Este factor lleva a convertir la historia en una herramienta de manipulación y adoctrinamiento potentísima que, a lo largo de los tiempos ha sido usada por prácticamente todos los países, desde las burdas manipulaciones de fotografías a las que nos tenía acostumbrados el régimen soviético hasta insinuaciones y manejos sutiles que pasan a menudo desapercibidos[2].
¿Estaban o no Trotsky, Kamenev y Khalatov con Lenin?

Pero empezábamos esta entrada recordando a Avellaneda y su frase de que "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla" y, a la vista de la evidencia del uso retorcido de la historia por las clases dirigentes a través de los siglos, concluir que se presenta difícil ese propósito de no repetirla, que requiere un mínimo de objetividad en la información “histórica” de que disponemos; eso cuando no llega al punto de descubrir su ocultación.

Un ejemplo de actualidad. Con motivo de la crisis de la llegada a Europa de los refugiados que huyen de la guerra de Siria (sin entrar en esta ocasión a opinar sobre la vergonzosa respuesta al problema por parte de las autoridades europeas), numerosas voces se han alzado comparando la situación con la que vivieron hace 75 años los españoles que huían de nuestra guerra (in)civil tras el triunfo de las tropas franquistas y, al efecto, se sacaron de los archivos viejas fotografías que reflejaban un sufrimiento parecido al de otras fotografías actuales de familias sirias condenadas a alojarse en campos de refugiados en su huida del horror. Pero, realmente, ¿se conoce el drama de los refugiados españoles de entonces? ¿O pertenece a aquel capítulo de la historia celosamente ocultado por el bando vencedor?

Quizá valga la pena recordarlos para poder evitar “repetir la historia”

La suerte desfavorable para las tropas de la República en nuestra guerra supuso un grave problema para las autoridades francesas que, en principio, por Decreto Ley del 12 de noviembre de 1938, mencionaba a los españoles que huían como "extranjeros indeseables" y proponía la expulsión de todos ellos. Pero con la caída de Cataluña en manos franquistas, hasta medio millón de personas se dirige a la frontera en busca de refugio y el 5 de febrero de 1939  se permite el paso de la masa de refugiados por la frontera que hasta entonces permanecía oficialmente cerrada, separándose a los hombres (identificados como combatientes) de las mujeres y se les confina en unos “establecimientos especiales temporales” que muy poco después se convirtieron en "reclusión administrativa" y en pocos meses se creaban diversos campos de internamiento, realmente campos de concentración, para encerrar a esos cerca de 550.000 españoles que huyeron de la represión franquista.

La mayoría de estos campos se construyeron a toda prisa cerca de la frontera, en forma de barracones o de zonas vigiladas a la intemperie, y no disponían de agua potable ni de las mínimas condiciones higiénicas. A los prisioneros apenas se les daba comida, y nunca se les ofreció agua potable ni ropa de abrigo o para refugiarse del viento. Muchos murieron de desnutrición, enfermedades diversas, durante torturas o asesinados.
Los campos más importantes, por su tamaño, fueron los de Argelès-sur-mer, Saint Cyprien plage (lo que son las cosas, actualmente es una celebrada playa nudista) y Rivesaltes[3].

A los seis meses del establecimiento de los campos estalló la Segunda Guerra Mundial y, cuando las tropas alemanas del III Reich invadieron Francia, en junio de 1940, muchos de los refugiados españoles se alistaron en el Ejército de Francia para luchar contra los nazis (miles de los cuales tuvieron la desgracia de caer prisioneros y volver a campos de concentración, sobre todo en el Campo de concentración de Mauthausen-Gusen, donde hubo 7.300) y también otros decidieron volver a España, ante la promesa de Franco de perdonar a quienes no hubiesen cometido delitos de sangre (que cumpliera o no su promesa, ya es otra historia).

En Argelès, en las proximidades de la Playa Norte, donde se ubicaba el campo, se halla un monolito con una placa en homenaje a los 100.000 españoles que pasaron por el campo, con la siguiente inscripción:

A la mémoire des 100.000 Républicains Espagnols, internés dans le camp d'Argelès, lors de la RETIRADA de Février 1939. Leur malheur: avoir lutté pour défendre la Démocratie et la République contre le fascisme en Espagne de 1936 à 1939. Homme libre, souviens toi. (A la memoria de los 100.000 republicanos españoles, internados en el campo de Argelès, tras la RETIRADA de febrero de 1939. Su desgracia: haber luchado para defender la Democracia y la República contra el fascismo en España de 1936 a 1939. Hombre libre, acuérdate.)

El monolito no fue erigido, por cierto, por ninguno de los diferentes gobiernos españoles que se han venido sucediendo. Ya se ve qué difícil es evitar que se repita la historia si nos ha sido escamoteada. Pero esta manía de ocultar hechos y sus porqués puede alcanzar dimensiones grotescas, como se deduce de lo que se narra a continuación, de la participación de republicanos españoles en la liberación de París de las tropas nazis.

Ya hemos apuntado que una salida ofrecida a los internados en los campos de concentración era alistarse en el ejército francés para luchar contra los nazis, y muchos lo hicieron. De esos combatientes han alcanzado notoriedad especial los que se integraron en una compañía de la División Leclerc. «La Nueve» fue el nombre asignado popularmente a la 9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada de la Francia Libre, también conocida como División Leclerc. Se trató de una compañía bastante destacada al estar formada casi íntegramente por unos 150 republicanos españoles bajo mando francés, aunque en el resto de la División Leclerc también había  dispersos otros soldados de origen español en diversas compañías.

Para liberar París de la ocupación nazi, el mando estadounidense, dirigido por Eisenhower, prefería atacar masivamente a las tropas germanas que se concentraban al norte de París y retardar la conquista de dicha ciudad pero De Gaulle ordenó a sus tropas aprovechar la revuelta de la Resistencia Francesa y para ello fue elegida la División Leclerc. Precisamente en esta ocasión la 9.ª Compañía española, unidad de reconocimiento de la División Leclerc, es la primera unidad aliada en penetrar en la urbe y en la noche del 24 de agosto de 1944  irrumpió en el centro de París por la Porte d'Italie. Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, el semioruga español "Ebro" efectuó los primeros disparos contra un nutrido conjunto de fusileros y ametralladoras alemanas. Después los civiles que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su sorpresa, constataban que los primeros soldados liberadores eran todos españoles.

Mientras se esperaba la capitulación final, los españoles tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic y la Plaza de la Concordia, todo con una sola baja y la tarde del 25 de agosto, la guarnición alemana de París se rindió y fueron los soldados españoles quienes recibieron como prisionero al Gobernador Militar alemán Von Choltilz, mientras otras unidades francesas también entraban en la capital. Sólo entonces el general estadounidense Eisenhower remitió parte de sus tropas para colaborar con los franceses.

Al día siguiente, 26 de agosto, las tropas aliadas entraron triunfantes en París. Los españoles desfilaron frente a la Catedral de Notre Dame y posteriormente escoltaron al general Charles de Gaulle por los Campos Elíseos. Los soldados españoles de la División Leclerc desfilaron llevando en sus estandartes los colores de la Segunda República Española; las posteriores protestas del régimen franquista fueron ignoradas por el gobierno francés.

Los historiadores españoles sólo pudieron estudiar a la 9.ª Compañía ampliamente después de la caída del franquismo, cuando se reconoció a esta unidad por su destreza y valor, y hubo que esperar a agosto del 2004 para que la ciudad de París realizara un homenaje adecuado a los españoles de la División Leclerc que tanto habían contribuido a su liberación sesenta años antes, desvelándose una placa conmemorativa junto al río Sena en el Quai Henri IV.

Si unimos ese escamoteo de unos hechos reconocidos fuera de nuestras fronteras con los honores que, aún hoy día, se rinden a los combatientes de la División Azul[4], se confirma sin ningún género de dudas la validez de la hipótesis que proponíamos para definir la historia: narración (u ocultación) de tal manera de los hechos acaecidos que se justifique el presente.

La pregunta del millón es cómo es posible que el presente que se pretende justificar  como marco de convivencia sea el de los vencedores de la guerra (in)civil (¿o quizá de sus herederos que siguen el mismo ideario?).


[1] Napoleón es un pozo sin fondo en cuanto a la autoría de frases lapidarias. Suyas son también la de "¿Qué es la historia? Una sencilla fábula que todos hemos aceptado" y la de "La historia es una serie de mentiras acordadas" entre muchas otras sobre el tema..

[2] Con el único propósito de alentar la reflexión, es lícito preguntarse si los EEUU, que en el Título 22 de su Código, sección 2656f(d) definen “terrorismo” como Violencia premeditada y con motivos políticos perpetrada contra objetivos civiles, generalmente con la intención de influenciar a un público determinado, tienen otra acepción que no incluya precisamente esos actos, cometidos por ellos con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.

-          [3] Igual que sucede con los actuales refugiados sirios, el éxodo abarcó todas las clases sociales, pobres y ricos, políticos, profesionales, intelectuales,…. de forma que en Saint Cyprien estuvo confinado, por ejemplo, antes de su definitivo exilio en México, el escritor Manuel Andújar, conocido, sobre todo por su trilogía de novela social Vísperas, llevada con éxito a la TV en una serie homónima, y en el campo de Argelès estuvo Vicente Ferrer, conocido misionero laico con una gran actividad en favor del Tercer Mundo, sobre todo en la India, donde logró el reconocimiento de Indira Gandhi. Fue premiado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998 por su intensa actividad humanitaria, reflejada en la Fundación Vicente Ferrer.

[4] La División Azul, en puridad la 250.ª División de Infantería (oficialmente en España División Española de Voluntarios, y en Alemania 250 Infanterie-Division), fue una unidad de voluntarios españoles que formó una división de infantería dentro del Heer, el ejército de la Alemania nazi. Se creó para luchar contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Entre 1941 y 1943, cerca de 50.000 soldados españoles participaron en diversas batallas, fundamentalmente relacionadas con el sitio de Leningrado (hoy San Petersburgo) en donde se les recuerda especialmente por su activa participación en el saqueo y destrucción del rico patrimonio artístico-cultural de lo que se conoce como el Anillo de Oro de la ciudad.