A la vista de la evolución
de las informaciones sobre los “papeles de Panamá” que se van divulgando, y
recordando los firmes antecedentes
publicados por muchos gobiernos en su decisión de erradicar de una vez por todas los paraísos
fiscales, es inevitable que acuda a la memoria el pasaje bíblico de los
Evangelios de San Mateo y de San Juan referido a San Juan Bautista, que clama
infructuosamente la venida del Mesías anunciado a quienes no están dispuestos a
admitir razones para creerla o a quienes no tienen ningún interés en prestar
atención.
Para ponerle un poco de sal
al análisis, el eterno debate en torno a los paraísos fiscales se parece a
aquellos entrañables Diálogos para
besugos del olvidado humorista Armando Matías Guiu (que decía, por ejemplo:
“La política es, a veces, como un
“diálogo para besugos”. Nadie dice lo que piensa; Algunos, no piensan lo que
dicen; aquellos, piensan y no dicen; éstos, nadie sabe lo que piensan; de los
de más allá uno piensa que piensan, pero ellos no piensan que uno piensa”.),
en los que es como si un avispado y experto profesional que asistiera a ellos
se aprovechara de su incoherencia para tomar decisiones amparadas en la
ambigüedad de los acuerdos a que conduce ese diálogo. Lo preocupante es que los
Diálogos son inventados, pero el
profesional a que aludimos existe, y vaya si existe.
Para calibrar la importancia que pueda tener la filtración de los Papeles de Panamá debe tenerse muy en cuenta la evolución que ha tenido el concepto de paraíso fiscal (invitamos a releer en este mismo blog el Boletín número 37, del año 2014, sobre el tema, lamentablemente de plena actualidad), En rápida síntesis, el cambio en el tiempo que resulta más relevante en la lucha contra el daño que hacen en la práctica la operativa que encierran estas jurisdicciones se resume en el hecho de que ahora se admite (por eso de la globalización básicamente) que cada cual es libre de tener sus ahorros donde le parezca, cumpliendo, eso sí, sus obligaciones fiscales donde corresponda y siempre que pueda demostrar el origen lícito de su dinero. Estos dos requisitos llevan a los Organismos de vigilancia y supervisión, principalmente el GAFI y la OCDE, a variar su enfoque en la lucha contra los refugios financieros y cargar las tintas en el hecho de que un paraíso fiscal pasa a ser, oficialmente, sólo aquella jurisdicción que mantenga normas estrictas sobre secreto bancario y, en base a él, no facilite información, no ya por sistema, sino cuando se le solicite para la investigación de un delito, amenazando a quien lo permita con acciones punitivas/coercitivas, fundamentalmente de índole comercial.
Y este cambio de paradigma
condujo al escándalo de constatar que hoy, para la OCDE no hay paraísos fiscales ya que todos los territorios afectados han
adquirido el compromiso de ser buenos
y estar abiertos al intercambio de información. Pero, como se dice entre
nosotros, hecha la ley, hecha la trampa, con dos factores sobresalientes, entre
otras excepciones: la información a facilitar se circunscribe solamente a
personas físicas y se dará únicamente cuando los hechos que se investiguen sean
delito en ese territorio; así tenemos la negativa concreta, precisamente de
Panamá, hace algo más de un año, a atender una requisitoria de información en
el entorno de investigación del caso Gürtel alegando que se le solicitaba para indagar
un fraude fiscal y en Panamá no existe el delito fiscal.
Con Panamá se dan, además,
dos circunstancias curiosas:
-
- La primera es que su bufetes de asesores hallaron un
filón al especializarse en la creación de empresas fantasma para ocultar la
identidad real de las personas físicas que seguían teniendo su dinero en otras
jurisdicciones (es sintomático en este punto que las autoridades panameñas se
defienden del alcance del terremoto argumentando que no hay bancos panameños
implicados en lo que se va sabiendo en los Papeles).
La pregunta que cabe
hacerse es: Pero, más allá del morbo que
produce lo que se va conociendo, ¿resultarán eficaces los Papeles de Panamá en la lucha real contra el flagelo económico
y social de los paraísos fiscales?
Pues la verdad es que hay
más dudas que certezas. Por lo que refiere a sus usuarios/titulares, al menos a
juzgar por o divulgad hasta hoy, no parece que vaya a producir actos de
contrición espontáneos, a la vista de la panoplia de justificaciones
esgrimidas: pasaba por allí, son cosas antiguas, la culpa es de un familiar
desleal, las cuentas ya están canceladas, se hizo siguiendo el consejo de mi
malvado asesor fiscal, el tema ya ha prescrito, me acogí a la última
regularización fiscal, etc., sin que ningún implicado haya explicado, si las
operaciones eran, como aseguran, lícitas, por qué crean la sociedad en Panamá
para abrir cuenta en las Islas Bahamas y no lo hacen todo en Motilla del
Palancar, pongamos por caso, que queda más a mano para realizar gestiones.
Especial bochorno causa la
actitud de los políticos y de sus formaciones cuando se descubre que el
presunto infractor es un político; dando por sentado que la participación en
este affaire o es por ocultar el origen de los fondos o por no pagar los
impuestos que corresponden, causa sonrojo que los mismos políticos que piden
confianza a la ciudadanía, cumplimiento de las leyes y ejemplaridad en las
acciones arropen con total desfachatez a esos presuntos delincuentes (no nos
cansaremos de repetir que la presunción, la prescripción, etc. son conceptos
jurídicos; la indecencia y la inmoralidad ni son presuntas ni prescriben nunca)
por el simple hecho de militar en el mismo partido.
A estos factores se ha de
añadir el de que la mayoría de esta operativa es legal: desde el inicio del proceso de divulgación de los Papeles
nos vienen bombardeando continuamente con el mensaje de que “tener una cuenta
en un paraíso fiscal no es ilegal”, y eso hasta que los medios interesados
consigan que la ciudadanía no se pregunte cuáles son las razones para que
alguien de nuestro país la abra, o, lo que es peor, hasta que consigan
presentar a los delincuentes (presuntos, claro) como pobres víctimas de la
voracidad de la prensa. Para este extremo resulta muy ilustrativa la lectura
del artículo aparecido en The Atlantic[1]
“Panamá Papers: The real scandal is what's legal” (Los Papeles de Panamá: el auténtico escándalo es que todo es
legal)
Más allá de la ineficacia
que tendrá este escándalo, al que ya se empieza a aplicar sordina y que dentro
de un tiempo caerá en el más absoluto olvido, la realidad es que con voluntad
firme de acabar con los paraísos fiscales, el proceso es sencillo; si el
escollo actual, como declaran el GAFI, la OCDE, las autoridades tributarias de
todos los países “civilizados” es el anonimato concedido por las empresas
pantalla a los delincuentes, la organización Transparency International propone
un sencillo esquema en su documento 3 steps to stop secret companies (3 pasos para acabar con las empresas secretas) que, en resumen son:
1. Todos los países deben exigir
niveles mucho más altos de transparencia en torno a quién posee y controla las
empresas registradas en sus territorios.
2. Los “facilitadores”, profesionales que se ofrecen para ser cómplices
de la corrupción deben ser sancionados.
3. Todos los países deberán prohibir la licitación para los contratos
públicos de empresas, o la compra de propiedades a firmas que se nieguen a
revelar en nombre de quién están operando.
Fácil ya se ve que es (o,
al menos, lo parece). Y se dice que el FMI y el G20 renovarán de forma inminente su conocida "voluntad inquebrantable" de acabar con los paraísos fiscales. Nos tememos, sin embargo, que en este asunto es de
aplicación el popular poema de Lope de Vega El
congreso de los ratones, aquel que acaba diciendo que
"¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?".
[1] The
Atlantic no es un recién llegado al mercado de la comunicación/información. Es
una revista estadounidense, publicada en Washington y fundada en 1857. Creada
en principio como comentarista literaria y cultural, ha ido evolucionando en
sus contenidos y actualmente se centra cada vez más en "los asuntos
exteriores, la política y la economía, así como tendencias culturales" (segùn
decolara en su propia página web). Ahora se dirige principalmente a un público
objetivo en el que se incluye grandes profesionales y "líderes de
opinión".