«Malfia’t de la història. Somia-la i refes-la»
(Desconfía de la historia. Suéñala y rehazla)
-Joan Oliver i Sellarés/Pere Quart-
En una época como ésta que vivimos, en la que, lamentablemente, se denuncia con datos en la mano que está decayendo en nuestro país año tras año el hábito de la lectura, hay un tipo de publicaciones que sí que se venden como rosquillas, y son esas que se conocen como libros de autoayuda, donde se abordan las más variadas temáticas, desde cómo dejar de fumar en una semana hasta cómo convertirse en multimillonario mientras se sestea a la sombra de un pino, pongamos por caso. Nada que decir, no obstante, sobre ello, y mucho menos generalizar porque realmente hay algunos (aunque sean poquitos) serios y buenos.
En cualquier caso, tanto en
los libros serios como en los que se limitan a ofrecer "recetas
mágicas" estándar, se observa un denominador común en el
escenario de inicio ante cualquier proceso de eso que implica el
conocido como "crecimiento personal", valorando siempre
trabajar la mejora de la autoestima, la revisión de las actitudes y,
en su caso, la reafirmación personal. El cómo hacerlo y en base a
qué es lo que marca las diferencias. Hay quien, con buen criterio
(no exento de dificultad), propone mirar hacia dentro y
potenciar los puntos fuertes (que todos tenemos) que se descubren en
el proceso de autoexamen serio a la vez que se controlan los débiles
que también se descubren. Otras doctrinas proponen establecer
"espejos" de actuación, referencias a las que
seguir/imitar; este método es, a mi juicio, cuestionable, y puede
llegar a convertirse en peligroso, toda vez que, quizá de forma
inconsciente, uno deviene, en el fondo, en una marioneta manipulable por el
"espejo". Por ejemplo, si uno se identifica para su
crecimiento personal con un equipo de fútbol, la pretendida mejora
sólo se corresponderá con los días en que ese equipo gane, y los
demás estarán dominados por la frustración, la rabia, el
malhumor,... o sea, que de mejora personal, nada de nada. Lo que no
quiere decir que uno no pueda vibrar con los colores de su equipo,
faltaria más. Pero la personalidad y su expresión es otra cosa.
Lo dramático es que esta
forma de manipulación representada por la identificación con un
"espejo" y sus reacciones actitudinales inducidas es más
moneda corriente de lo que creemos, sobre todo en la política,
llegando con facilidad al engaño sistemático para provocar en
quien/es se siente/n identificado/s de esa forma reaccione/n como se
desea de él/ellos. (la introducción de plurales en este párrafo trasciende, por
desgracia, el mero ejercicio gramático). Todo empieza por el uso
maniqueo de la historia que, no nos cansaremos de repetir, en lo
referido a un país, consiste en la narración de unos hechos de tal
manera que justifiquen la situación presente. En ese sentido, las
historias "oficiales" habituales suelen ser una relación
de victorias bélicas que comportan la aniquilación del adversario
político (y, a menudo, de su cultura), como se puede comprobar
echando un vistazo a las efemérides (hechos relevantes escritos para
ser recordados o conmemorados, palabra, la de efemérides, que comparte origen
etimológico, por cierto, con efímero, de corta duración)
oficiales, donde no suelen figurar hitos sociales, que son, más que
las batallas, los que guían en realidad el progreso de las
civilizaciones y las sociedades.
Veamos,
por ejemplo, este año 2018, en el que se conmemora que hace 1.300 años de la
primera rebelión importante de poblaciones hispanorromanas y
visigóticas contra el poder invasor musulmán
en la Península Ibérica, encabezada, se
cuenta, por el noble
visigodo Pelayo,
o 1.000 años de la
fundación de la
Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocidos como
Caballeros Templarios,
o 500 de la incorporación
de los territorios de las Indias (América) a la Corona de Castilla,
en el reinado de Carlos I , o 100 años del fin de la
Primera Guerra Mundial o
de los coletazos de la Revolución Rusa con
la creación del Ejército Rojo o
el asesinato del zar y su
familia, todas ellas de
carácter bélico o parabélico. Más dignas de examen, sin embargo,
son algunas efemérides más cercanas en el tiempo, concretamente
hace 50 años, por su influencia en la evolución social actual.
Me
refiero a los conocidos globalmente como "los hechos del 68",
movimientos sociales de 1968, Revolución de 1968, o simplemente el
68, término de gran éxito mediático, pero de difícil precisión
historiográfica aunque sí social, incluso de debatida calificación como revolución
si bien a veces se habla de ella como de un ciclo revolucionario por
la coincidencia temporal en el año 1968 del Mayo francés -que se
suele considerar el epicentro del movimiento-
con hechos y procesos similares, que pueden localizarse, entre otros
países, en Estados Unidos (las
protestas contra la Guerra
de Vietnam, especialmente las que tuvieron lugar durante la
Convención Nacional Demócrata de 1968 tras
la matanza de civiles de My Lai por
tropas estadounidenses, el
Movimiento por los derechos civiles -que significativamente sufrió
ese mismo año el asesinato de dos líderes significativos: Martin
Luther King y Robert Kennedy- y otros hechos y procesos
relacionados), Checoslovaquia (Primavera de Praga, con su propuesta
de "socialismo de rostro humano" quizá el desencadenante en puridad
del posterior movimiento
parisino pocos meses después,
mientras que su represión por los soviéticos ese
mismo año significó una
honda decepción en gran parte de la opinión progresista
occidental), México (matanza de estudiantes
en la plaza de Tlatelolco,
coincidente en días, para
disimular, con la
ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968) y España
(algunos movimientos universitarios de oposición al franquismo, de
mucha menor entidad).
Aparte
de estos hechos relevantes, también ese año realizó Estados Unidos
decenas de pruebas nucleares en pozos construidos para tal fin en el
desierto de Nevada, cerca de Las Vegas, mira por dónde, y, además,
Nauru, Isla de Mauricio, Maldivas y Guinea Ecuatorial
alcanzaron su independencia y nacieron como nuevos países en el
contexto mundial.
¿Y en España?
Pues, dejando de lado que en febrero de 1968 se autorizó la
enseñanza del euskera en las escuelas públicas de San Sebastián
(la verdad es que poco se ha recordado oficialmente este hito
social), parece que lo único que pasó es que Massiel ganara con la
canción La, la, la, polémica con el catalán incluida, la
13.º edición del Festival de la Canción de Eurovisión, celebrada
en mayo de ese año en Londres. Y nada más. ¿Y nada más? Un momento... ¿No
hemos mencionado más arriba que en 1968 tuvo lugar la independencia
de España de la República de Guinea Ecuatorial? ¿Por qué
nadie habla de ella?
Tal vez sea
ese "olvido" porque chirría frente al triunfalismo oficial de presentar la
historia únicamente como una relación de victorias,
privándonos a todos de poder analizar las circunstancias que
rodearon a los hechos que no fueron victorias y aprender para mejorar
como sociedad. Si la historia se allana a la manipulación, el
ocultar unos hechos la aumenta porque hacen perder referencias reales
de actuaciones en el caso de que se produzcan en un futuro hechos
análogos. Y qué duda cabe que, en la actualidad, el llamado tema
catalán guarda ciertas analogías con el de Guinea Ecuatorial
(Española entonces) de hace 50 años. Para no meternos en camisa de
once varas, y limitar estas líneas al estudio superficial de la actuación de
los políticos en situaciones con puntos de similitud, no nos
basaremos en la situación endemoniada de ahora (y lo que te rondaré,
morena), sino que procuraremos realizar el análisis comparando algún
aspecto concreto del caso guineano con el del momento actual, que
nunca debió cambiar y se debió gestionar sabiamente en sus inicios,
en que, tras repetidas manifestaciones pacíficas masivas en tal
sentido, los dirigentes catalanes proponen una consulta para decidir
la forma en que la ciudadanía quería ser respetada dentro de
España (ahí está la hemeroteca; fueron los partidos que apoyan
al gobierno quienes se negaron a la consulta -constitucional, a decir
de algunos "padres de la Constitución" consultados- con el
argumento de que eso de decidir era como pedir la independencia, sin
hacer nada más por conocer y gestionar los motivos del desapego. Y
hasta hoy)
Firma por Fraga Iribarne de la independencia de Guinea Ecuatorial |
Unos apuntes
previos, a vuela pluma sobre Guinea: en 1778 se toma posesión de los
territorios del golfo de Guinea en nombre de España; en 1956 dichos
territorios fueron organizados con el nombre de Provincia del Golfo
de Guinea y en 1959 adquirieron el estatus de provincia española
(sujeta, por tanto, a la unidad de España). Las primeras elecciones
locales se celebraron en 1960, y se eligieron los primeros
procuradores en cortes ecuatoguineanos. En 1965, la ONU pidió a
España que fijase lo antes posible la fecha para la independencia de
Guinea Ecuatorial y en diciembre de 1966 el Gobierno español acordó
preparar la Conferencia Constitucional, se formó una Convención
Constituyente que produjo una ley electoral y un borrador de
constitución. El referéndum sobre la constitución se produjo el 11
de agosto de 1968, bajo la supervisión de un equipo de observadores
de las Naciones Unidas. Un 63 % del electorado votó a favor de la
nueva constitución y el 22 de septiembre se celebraron las primeras
elecciones presidenciales. La independencia de Guinea Ecuatorial se
proclamó el 12 de octubre1
de 1968. El país adoptó el nombre de República de Guinea
Ecuatorial y fue admitida en la ONU como miembro 126 de la
Organización.
Como es
natural, cualquiera puede ver que los casos de Guinea hace 50 años y
de Catalunya actual son radicalmente diferentes, pero los pocos
puntos de coincidencia que se les observa nos permiten reflexionar
sobre las reacciones y actitudes de nuestra clase política en
general y lanzar alguna hipótesis de por qué se nos escamotea esta
información. En el caso de Catalunya, cuando pidió ser escuchada en
su discrepancia (desapego creciente ya denunciado en sede
parlamentaria por Pasqual Maragall en 2004 y por José Montilla en
2006 sin que conste que nadie les hiciera caso), la reacción de los
partidos alineados con el gobierno (aunque formalmente alguno fuera
oposición) fue impedirlo o, en caso de conseguir ese derecho a
decidir el encaje dentro de España, toda España debía votar.
Hagamos un
ejercicio de comparación, sólo en este aspecto concreto, con el caso de
Guinea: en su referéndum de septiembre del 68, en plenos tiempos
oscuros de la dictadura, ¿votaron murcianos, extremeños,... porque
era algo que afectaba a la unidad territorial de la España que
conocían? ¿O sólo los guineanos? Casualmente, en el referéndum de
Escocia, sólo votaron los escoceses, en los del Quebec, sólo los
quebequeses, en el Brexit sólo los británicos o en el previsto de
Nueva Caledonia, sólo irán los kanakos (por cierto, en este último
estaría bien que los gobernantes franceses fueran más coherentes
puesto que promueven de manera entusiasta la independencia de la francesa Nueva
Caledonia mientras atacan ferozmente la celebración de una simple
consulta que afecte, no a ellos, sino a cualquier estado miembro de
la UE). Y este principio de participación ceñida sólo a los
afectados en procesos de consulta popular es totalmente lógica y
extensiva a cualquier tema de debate ¿o votaron los cántabros,
además de los sevillanos (ni siquiera sus vecinos cordobeses o
gaditanos), en el referéndum que éstos organizaron en 2016 sobre la
ampliación de la Feria de Abril?
Este aspecto,
llevado al extremo de la autodeterminación, lo explica mejor el
fallecido Jordi Solé Tura, político y jurista español, uno de los
padres de la Constitución de 1978: “El derecho de
autodeterminación a través de una consulta electoral significa que
la población del territorio donde este derecho se ejerza puede
pronunciarse por la independencia o rechazarla. Pero, precisamente
porque es un derecho de autodeterminación, solo se pronuncia la
población del territorio que pretende autodeterminarse. La población
del resto del Estado -es decir, en nuestro caso, del resto de España-
no se pronuncia electoralmente, sino que se limita a tomar nota del
resultado electoral en el territorio en cuestión y aceptar el
resultado2”.
Curiosamente, este principio (aunque con matices particulares, todo
hay que decirlo) también subyace, aunque sea sólo en el plano
teórico, en el libro "Estructura política de España: la vida
social y política en el siglo XX", publicado en 1961 por
alguien tan poco sospechoso de independentista como el político,
diplomático, profesor de Derecho y ministro, durante el franquismo y
después de la muerte de Franco, Manuel Fraga Iribarne, padre
también de la Constitución.
El concepto de
que se parte es el de derecho de autodeterminación de la ONU, en
especial el contenido en la Resolución 2625 (octubre de 1970) de su
Asamblea General, cuando trata del derecho a la libre determinación
de los pueblos. Solé considera este derecho, a la vista de la
Resolución, como “un principio democrático indiscutible, pues
significa que todo pueblo sometido contra su voluntad a una
dominación exterior u obligado a aceptar por métodos no
democráticos un sistema de Gobierno rechazado por la mayoría tiene
derecho a su independencia y a la forma de Gobierno que libremente
desee”
Con estos antecedentes,
choca que personajes políticos, incluso con alto nivel de
responsabilidad, se empecinen en intoxicar con ideas que, no sólo no
se sostienen jurídicamente, sino que ya durante la misma dictadura
se respetaban escrupulosamente y que, lo que es peor, incitan a
actuar contra quien piensa diferente, sólo por el hecho,
precisamente, de pensar diferente, sin detenerse ni tan siquiera en
conocer los porqués de esa discrepancia. Cuando una parte plantea un
desencuentro de cualquier tipo, ninguna otra parte tiene la facultad
jurídica de interferir; el alentar a que lo hagan es engañarlos y
manipularlos porque se les habla de unas prerrogativas o
responsabilidades que no les corresponden, promoviendo acciones de
consecuencias incalculables.
La pregunta del millón es
si se actúa así por ignorancia política (inadmisible), se oculta
la historia a conveniencia para que su análisis no interfiera en los
mensajes emitidos por voluntad de captar votos pese a quien pese, o
por otras razones que no se alcanzan a determinar, entre las que cabe
citar la de, disimuladamente, hacer recaer en determinada opinión
pública previamente manipulada una responsabilidad que es propia sobre asuntos
incapaces de gestionar . O quizá sea, como decía Friedrich
Nieztsche, porque, una vez conseguido hacer pasar a alguien por el
"enemigo interior a aniquilar" (¡A por ellos!), “A
veces, la gente no quiere escuchar la verdad porque no quieren que
sus ilusiones se vean destruidas” Como ya nos recordaban hace años
Les Luthiers, no siempre eso que se presenta y nos suena como un
himno triunfal lo es:
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1Hoy
sería impensable que un día que se consagra a loar ferozmente la unidad territorial de
España sea el elegido para la ceremonia de independencia de una
parte de ella, como se hizo con Guinea; eso es así porque el 12 de octubre, considerado
aniversario del descubrimiento de América por Colón, se ha
celebrado con diferentes nombres y objetivos, según soplan los aires
políticos del momento: Día de Colón, del Descubrimiento, de la
Madre Patria, de la Raza, de la Hispanidad, Nacional de España y
actualmente, de la Fiesta Nacional desde que en 1987, la Ley
18/1987 (BOE 241/1987) en vigor, establece el
Día de la Fiesta Nacional de España en el 12 de octubre y
prescinde definitivamente de la denominación de "Día de la
Hispanidad" como festividad asociada al Descubrimiento
de América. Cuando la independencia de Guinea, lo que se pretendía
recordar el 12 de octubre era la importancia de la huella española.
2‘Nacionalidades
y nacionalismos en España’ (1985)
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