Daniel Goleman es un
periodista, escritor y psicólogo estadounidense, profesor de
psicología en la Universidad de Harvard, conocido en todo el mundo,
sobre todo, a partir de la publicación de su libro Emotional
intelligence: why it can
matter more than IQ (en
castellano, Inteligencia emocional) en 1995 y sus secuelas,
como Inteligencia social y otros.
El concepto de
inteligencia emocional, en su expresión, tiene algo de oxímoron,
porque mezcla dos ideas aparentemente opuestas, cual son la
inteligencia y las emociones, como si dijéramos que estamos
atravesando una época de calma turbulenta dominada por un silencio
atronador y, para entenderlo, hemos de conseguir trascender las
definiciones populares de inteligencia, que hacen importantes sólo
los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad para
resolver problemas relacionados con el conocimiento.
Ya en 1920, el psicólogo y
pedagogo Edward Lee Thorndike usó el término inteligencia social
para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas
y, en 1940, el psicólogo rumano-estadounidense David Wechsler
describió la influencia de factores no intelectivos sobre el
comportamiento inteligente y sostuvo contra corriente, además, que
los tests de inteligencia no serían completos hasta que no se
pudieran describir adecuadamente estos factores. Lo más relevante,
sin embargo, para las ideas divulgadas por Goleman, fue que en 1983,
el investigador y profesor de psicología, galardonado con el Premio
Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2011, Howard Gardner,
en su libro Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica,
introdujo la idea de que los indicadores de inteligencia, como el
cociente intelectual tradicional, no explican plenamente la capacidad
cognitiva, porque no tienen en cuenta ni la “inteligencia
interpersonal” —la capacidad para comprender las intenciones,
motivaciones y deseos de otras personas— ni la “inteligencia
intrapersonal” —la capacidad para comprenderse uno mismo,
apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios1.
El interés por las
repercusiones de las emociones en ámbitos como las relaciones en el
trabajo (la economía, en todos los aspectos, ante todo) impulsó la
investigación sobre el tema, pero la popularización del término en
el que se unen los dos conceptos se debe a la obra de Daniel Goleman,
pese a que el primer uso del término inteligencia emocional
se atribuya a Wayne Payne, quien lo cita en su tesis doctoral de 1985
Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia
emocional y, antes que Goleman, Stanley Greenspan, Peter Salovey
y John Mayer también habián propuesto modelos de inteligencia
emocional, y ello aunque se sepa que la expresión ya había
aparecido antes en textos de Beldoch y Leuner, ambos en la década de
los años sesenta del siglo pasado.
No se trata aquí, aunque lo
parezca, de quitar méritos a Goleman sino al contrario, ya que,
sobre esos antecedentes, fue capaz de definir la naturaleza de la
inteligencia emocional: las características de la llamada
inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros
mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles
frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las
gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de
evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales
y la capacidad de empatizar y confiar en los demás y, lo que es
más importante, diseñar y divulgar un modelo de aplicación
práctica ampliamente admitido basado en que no sólo el hecho de
regular las respuestas emocionales se puede aprender sino en que a la
vez es un signo de madurez y de inteligencia. Así, en la primera
infancia, habitualmente no regulamos nuestra respuesta emocional,
simplemente la expresamos o explota y, socialmente, se acepta y se
perdona este tipo de "sinceridad" en las respuestas
emocionales de los niños más pequeños. A medida que se van
haciendo mayores, la tolerancia ante esta inmediatez en las
respuestas va disminuyendo hasta llegar a la madurez cuando,
socialmente, se exige la regulación y el dominio emocional. Con su
aprendizaje conseguimos equilibrar dos fuerzas opuestas. Por un lado,
la necesidad biológica de la respuesta emocional, y por el otro, la
necesidad de respetar determinadas normas de convivencia.
La difusión de las
propuestas de Goleman coincidió con una época socioeconómica de
irracional euforia en todo el mundo en la que, por poner un ejemplo,
se consideraba normal que una entidad financiera se marcara
unos objetivos de crecimiento anual continuado representados
por cifras de dos dígitos, y en la que, en definitiva sólo
importaba el crecimiento de volumen y, por supuesto, de beneficios,
como fuera y a costa de lo que fuera. En ese contexto, las ideas de
Goleman fueron un descubrimiento para muchas empresas y
organizaciones, que se apresuraron a incluir en los planes de
formación para sus empleados, en particular aquellos planes con
vertiente comercial y los destinados a gerentes de negocio y cuadros
intermedios, un nuevo paradigma que, por cierto, había de incluir el
término "emocional" (como, hábilmente, ya habían
renombrado en sus catálogos de formación numerosas empresas de
consultoría, asesoramiento, coaching, etc.) y que, siguiendo a
Goleman, se encarnaba en saber afrontar los problemas confiados en
las potencialidades propias, con fortaleza en el espíritu, en la
mente y temple emocional; eso era tener éxito.
El dominio de las emociones,
la tolerancia, la escucha activa, la flexibilidad, el respeto y la
aceptación de la realidad se revelan como la llave de oro para
cualquier persona, empresario, profesional o el mix de ambos que le
permitirá ver claro e impedirá que el futuro lo encuentre estático,
mudo y autista mirándose el ombligo porque se ha de admitir que el
mundo actual, más que global es holográfico y todos estamos
navegando con un destino que podrá conducirnos hacia la vorágine o
hacia el horizonte del crecimiento. Pero tomemos conciencia de que
quien timonea es uno mismo, por lo que el destino no es fatalista,
sino una cuestión de actitud.
Pero llega la crisis, eso de
la inteligencia emocional se toma como una moda teórica pasajera, cambian las
prioridades; aunque paradójicamente, se debe definitivamente entender con
la irrupción de la crisis, no sólo económica, que ya nada es
igual, ni similar, ni parecido a lo que desde siempre uno estuvo
acostumbrado a realizar, tanto en lo individual como en lo colectivo,
tanto a nivel privado como público, empresarial o profesional.
Particularmente, en lo empresarial, si se siguen llevando a cabo
acciones de acuerdo con el viejo modelo, sin duda, se estará
observando el futuro por el espejo retrovisor. Y es en estos
momentos, cuando todo el mundo parece tan desmadrado y fuera de su
cauce, cuando muchas personas parecen haber perdido la cabeza y el
rumbo, permitiendo que los disvalores interfieran diariamente en sus
vidas en un proceso de constante confusión, cuando realmente estamos
presenciando el fin de una era y el inicio de otra, es cuando
precisamente se pone en valor el nuevo paradigma emocional,
donde las partes resultan más importantes que el todo y los
sentimientos son la clave para interpretar y reinterpretar nuevamente
a los fenómenos sociales del cambio. Así y solamente así,
aceptando el cambio, podremos comprender el futuro proactivamente. En
estos momentos de verdadera crisis es cuando se deben afrontar los
problemas asociados a ella con la cabeza más firme que nunca sobre
los hombros, dominando las emociones y depositando la confianza
plenamente en las aptitudes emocionales para alcanzar el éxito; sin
voluntarismos, pero con templanza, con la fe puesta en el bagaje
intelectual que cada uno posea en el marco de las inteligencias
múltiples, sin titubeos y con esperanza; todo encuadrado en la
acción y la práctica constante.
Esto que parece mera teoría,
ya hoy, cuando algunos dicen que la crisis ya ha pasado, en una
exhibición interesada de ignorancia, al confundir (y hay quien lo
cree) la normalización de las ratios macroeconómicas con el
final del problema (todo lo contrario, agrandado, ahí están los
datos oficiales, para quien los quiera ver) socioeconómico,
es utilizado en la práctica por muchas empresas, que valoran cada
vez más a una persona resolutiva y preparada para vivir en un
entorno que evoluciona continuamente, con especial énfasis en la
aptitud de la inteligencia emocional, Las características de una
persona con inteligencia emocional consisten en conocer sus
emociones, saber controlarlas, mantener la atención en las metas,
sentir empatía hacia los demás y saber relacionarse con éstos,
declarando los expertos sobre este punto que "las
organizaciones van a necesitar más que nunca seleccionar 'humanos'
que destaquen por su pensamiento crítico, por su inteligencia social
y colectiva, que sean creativos, innovadores. Que ya no se adapten al
cambio sino que 'vivan' en el cambio, profesionales en formación
continua, con carácter autodidacta y alta capacidad de resolución
de problemas" aunque su perfil técnico pueda ser
familiarizado con la tecnología, el mundo digital y la conectividad
y comunicación constante, pongamos por caso. Pero siempre con un
importante componente humano.
La capacidad intelectual y
la preparación técnica de una persona para desempeñarse en un
empleo o para desarrollar una actividad cualquiera se dan por
sentadas y por ello ya tienen poca relevancia; en cambio ahora, de
cara al futuro, hay que concentrarse en ciertas cualidades personales
como: control emocional, iniciativa, empatía, flexibilidad,
capacidad de persuasión, tolerancia y escucha activa entre otras.
Cualquiera sea su responsabilidad, saber cómo cultivar esas
aptitudes puede ser esencial para lograr el éxito en la actividad
pues, aunque es sabido que lo que ahora conocemos como
inteligencia emocional siempre ha sido portátil y
se ha ejercitado en forma asistemática, ahora ha llegado el momento
de tomar conciencia clara de su importancia y llevar a la práctica
éstas aptitudes "distintas". Para lograr el éxito en todo
proceso en donde se maneje una situación de incertidumbre o cambio,
como sucede en los cambios de paradigmas, como en la actual
coyuntura, el desarrollo de las aptitudes emocionales y su práctica
constante es otra de las llaves de oro que abren puertas quizás
antes ignoradas. Y, mensaje a las organizaciones, no todo se mueve
con dinero; curiosamente, mover el ánimo, las mentes y la
creatividad implica un esfuerzo, emocional, intelectual y físico,
que se traducirá en productividad y quizás en dinero, pero nunca al
revés.
La pregunta que siempre ha
subyacido es: "Pero, en la práctica, ¿cómo llegar a descubrir
y conocer realmente esas aptitudes?" Si realizamos una práctica
constante y consecuente de las aptitudes emocionales como:la empatía,
la escucha activa, el dominio de las emociones, el respeto por las
diferencias, la tolerancia y la flexibilidad; aumentarán nuestras
posibilidades de incrementar lo que podríamos llamar Cociente
Emocional (CE) y, teniendo siempre presente que este CE no "se
tiene", como el intelectual tradicional clásico sino que se
cultiva y no tiene otros límites que aquellos que nosotros le
impongamos, se llega a la conclusión de que es una cuestión de
actitud, luego se puede afirmar, según esas premisas, que el éxito
es voluntario, toda vez que practicando sistemáticamente las
aptitudes emocionales - a través de técnicas y ejercicios
específicos que trascienden, obviamente, estas reflexiones- se
puede:
• Vencer el miedo al
fracaso
• Aumentar los niveles
de confianza (en nosotros principalmente).
• Maximizar la energía
creativa.
• Concentrarnos en
alcanzar los objetivos que nos propongamos.
• Convertir los
problemas que surjan, en oportunidades.
• ...
Sólo trabajando nuestras
emociones lograremos que nunca nos traicione la desconfianza.
Un último apunte práctico
para deshacer un malentendido usual: se ha ponderado más arriba la
importancia de saber aplicar la empatía, pero es capital no
confundirse con ella; se define como la aptitud para ponernos en
el lugar de nuestro interlocutor, "estar en sus zapatos"
pero sin perder nuestra identidad, pero, en la práctica, para
que sea útil, se ha de saber la diferencia sutil que es que empatía
no es mimetizarse con los demás, sino que es tratar de sentir,
palpitar y sintonizar como lo hace quien está interactuando con uno
pero sin dejar, jamás, de ser uno mismo. En la teoría, tener un
buen tono empático posibilita aumentar la escucha activa y de esa
manera, nada, absolutamente nada de lo que provenga de la otra parte
interactuante, ha de pasar desapercibido, lo que aumentará la
capacidad para obtener resultados exitosos tanto en las
negociaciones, como en las mediaciones y en cualquier proceso que
entrañe conciliar intereses, opiniones e ideas creativas.
¿CONCLUSIÓN?
En el año 1994 , Bill Gates
anunció con anticipación este pronóstico: "Habrá un
camino. No conectará dos puntos.Conectará todos los puntos. Su
límite de velocidad será, la de la luz. No se irá de aquí hasta
allá. Ya no habrá allá. Todos estaremos aquí". Y si
todos estamos aquí, aprendamos definitivamente a estar bien en éste
aquí con una actitud de mejora constante y una disposición
emocional cada vez más eficaz.
-------------------------
1En
resumen simplista de lo que después desarrolló Goleman. La teoría
de Gardner, en realidad, es mucho más compleja y puede resumirse
como sigue: cada persona tiene ocho inteligencias o habilidades
cognitivas (originalmente, siete, a las que Gardner añadió la
"naturalista") que trabajan juntas, aunque como entidades
semiautónomas. Cada persona desarrolla unas más que otras.
Diferentes culturas y segmentos de la sociedad ponen diferente
énfasis en cada una de ellas.
- Inteligencia lingüística.
En los niños y niñas se aprecia en su facilidad para escribir,
leer, contar cuentos o hacer crucigramas.
- Inteligencia
lógico-matemática. Se aprecia en los menores por su interés en
patrones de medida, categorías y relaciones. Facilidad para la
resolución de problemas aritméticos, juegos de estrategia y
experimentos.
- Inteligencia visual y
espacial. Los niños y niñas piensan en imágenes y dibujos. Tienen
facilidad para resolver rompecabezas, dedican el tiempo libre a
dibujar, prefieren juegos constructivos, etc.
- Inteligencia musical. Los
menores se manifiestan frecuentemente con canciones y sonidos.
Identifican con facilidad los sonidos.
- Inteligencia corporal
cinestésica. Facilidad para procesar el conocimiento a través de
las sensaciones corporales. Los menores tienen una marcada
capacidad para realizar actividades que requieren fuerza, rapidez,
flexibilidad, coordinación óculo-manual y equilibrio.
- Inteligencia naturalista.
Los niños y niñas piensan instintivamente. Tienden a dejarse
llevar, observan el entorno, idean con material de la naturaleza,
etc.
- Inteligencia interpersonal
(inteligencia social). Se comunican bien y son líderes en sus
grupos. Entienden bien los sentimientos de los demás y proyectan
con facilidad las relaciones interpersonales.
- Inteligencia intrapersonal.
Relacionada con la capacidad de un sujeto de conocerse a sí mismo:
sus reacciones, emociones y vida interior.
Por todo ello, Gardner sostiene
que el cociente intelectual tradicional no es una base común a
todos los individuos, sino una base biopsicológica singular,
formada por combinaciones de potencialidades múltiples que no
siempre se despliegan, y no lo hacen como consecuencia de una educación
estandarizada que no distingue los matices diferenciales del
individuo.